LA RESISTENCIA INDÍGENA CONTEMPORÁNEA


resistencia indigena
En las últimas horas de la tarde comienzan a llegar heridos. Algunos mueren calladamente. Otros dicen a sus familiares que se vayan, que los dejen solos, y cuentan que los indios caen abatidos como los cóndores, sobre los picachos. Vetas, manchas, coágulos signan las calles del caserío. Pero ¿adónde van a irse las familias? Todas las rutas se hallan ensangrentadas.

De pronto llega el mismo Benito Castro con la cara, las ropas y las manos rojas. Se ha manchado atendiendo a sus compañeros, y con el borbollón que emana de su propia herida. Cae frente a su casa, llamando a su mujer con una voz ahogada. La masacre de Llaucán ha surgido, neta en sus recuerdos. Marguicha acude con su hijo en los brazos.

-Váyanse, váyanse – alcanza a decir el hombre, rendido, ronco, frenético, demandando la vida de su mujer y su hijo.

-¡Adónde iremos?

 ¿Adónde?…


“El mundo es ancho y ajeno” -Ciro Alegría-

Si se puede resumir un una sola palabra la historia reciente de América colonizada, se tendrá que decir: “despojo”, y nadie mejor que Ciro Alegría para relatar el despojo de la Comunidad de Rumi, novela emblemática que inspiró desde la literatura las reformas agrarias que sucedieron en las segunda mitad del siglo XX, en el Perú y en otros países de Sud América. Las reformas agrarias se hicieron porque los indios caían por millares, defendiendo sus tierras, sus territorios comunales en las punas, sobre los roquedales, porque ya no quedaba más territorio donde replegarse…y ¡Resistir!.

Mi padre me regaló la novela cuando tendría yo unos 8 años y marcó mi destino de por vida. Yo había escuchado de niño a mis parientes, los comuneros de Pocsi, en las tardes de sobremesa, los relatos de la defensa armada de los territorios de la Comunidad frente a los “gamonales” de las haciendas Muto y la Trampa, escuche a los Taitas, Isaac, Julián, Baltazar, Celedonio, Fortunato y otros, cómo se batieron a balazos contra los hacendados y la guardia civil, me pareció algo heroico, grandioso, pero eran cosas “de la vida real”, otra cosa es la literatura, hechos “de novela” reconocidos mundialmente, la de Ciro Alegría ganó en 1941 el Concurso Latinoamericano de Novela, convocado desde Estados Unidos por la prestigiosa Editorial Farrar & Rinehart y auspiciado por la Unión Panamericana de Washington, premio para una novela en donde se develaba a nivel mundial que los comuneros indios de América seguían resistiendo y muriendo como moscas.

Un efecto similar a nivel internacional fue el que produjo en 1934, la novela “Huasipungo” del ecuatoriano Jorge Icaza. Ante este efecto de las novelas “indigenistas”, los gobiernos andinos se sintieron presionados para frenar las masacres y los despojos; según mi padre, justo cuando la comunidad de Pocsi estaba por caer ante el poder armado de “la Paroneli”, como la recuerdan a la hacendada que “pretendía” las tierras de Pocsi. Cuando leí la tragedia de Rumi, andaba muy acostumbrado ante el racismo anti-indígena hecho ya carne en el niño de 8 a 10 años que era yo en ese entonces, acostumbrado al ambiente tan contaminado de discriminación, en una ciudad como Arequipa.

A esta “blanca” ciudad, llegó desde la comunidad Manuel Trinidad, mi padre y donde fungió tanto tiempo de taxista y luego de “empresario transportista”, siendo siempre solo “un comunero puquina” migrante. La novela me impacto mucho, la vida y pasión del Taita Rosendo Maqui, las aventuras del Fiero Vásquez, el aplomo de Benito Castro, la inmundicia ambiciosa del hacendado Amenábar… ¿sería así la historia del Perú?, ¿sería así la historia de América?, ¿Será así la vida?…me preguntaba de niño. Pero, había sido peor.

Poco a poco aprendí que eso de que “la realidad supera la ficción”, era cierto. Camine y camine desesperado, a veces perdido y confundido, angustiado dentro del monstruo colonialista, en sus ciudades, en sus calles, en sus universidades… hasta llegar al “ancho y propio” camino de nuestros ancestros; aleccionado por mi padre con pocos pero sabios y precisos consejos, señales, guías, “secretos”, estudié la historia y la filosofía del colonialismo y la cultura europea, recordando y participando en carne propia la fiera resistencia indígena de nuestros pueblos colonizados, resistencia para sobre todo, no dejar de ser lo que somos, despojados, torturados por la historia y creciendo al paso de los años, conservé hasta adulto, aquel sabor acido de saberse “sin derecho a existir”. Poco a poco fueron creciendo recuerdos muy lejanos, tal vez milenarios, no sin padecer coraje, esfuerzo y dolor. Por eso es que hoy, no cunde la conciencia en nuestros paisanos, por el profundo dolor que no deja recordar; aunque en estas últimas décadas de violencia muchos hermanos comuneros no necesitan ya “recuerdos” para presenciar el horror, para re-sentir el dolor de 500 años acumulado. A mí, estos recuerdos me provocaron ulceras en el alma y en las entrañas, pero también me trajeron muchos y valiosos hermanos de lucha. Ahora ya transito serenamente por el “camino de la verdad”, de la verdad terrible de nuestros pueblos conflagrados.

Ha pasado más de medio siglo, y me sigue doliendo “Rumi” y la muerte en la cárcel de Rosendo Maqui, (y me duelen más los 70,000 muertos, indígenas en su mayoría, que recuerda la “CVR”, aunque sabemos que son muchos más). Y nunca se sabe ¿a dónde van a parar los comuneros despojados? ¿Espantados?…no importa ya, se fueron al monte, a las selvas, a los barrios marginales de las metrópolis colonialistas, se fueron a toda parte… a reagruparse y preparar la resistencia para “recuperar el equilibrio del mundo”, para recuperar nuestra “forma de vida” y seguir siendo lo que somos; otras comunidades, como Pocsi, (vocablo puquina que significa “Resplandor de Luna”), resistieron invencibles, gracias a un tipo de guerra desconocido para occidente, que se llama “paciencia”. Y no importa ya a donde fueron los despojados, los espantados, porque ahora, están de regreso… los veo todos los días en las barriadas de Lima, en los mercados, en los talleres y tiendas de “Gamarra”, en los terminales de buses, en las universidades. Pero los vi también en la ONU, reclamando “los derechos humanos”, en la OEA y en mil Foros más. La “resistencia” indígena se fue forjando desde el “despojo”, como una plaga, como una guerra silenciosa invisible y cada vez más invencible, y también esa resistencia se fue forjando dentro de mí mismo, como algo que me fue haciendo más consciente, más fuerte, más sistemático.

Y ahora, caminando, este ancho camino del Qhapaq Ñan (el “camino de los justos”), los días y los años me llevaron hasta otras latitudes de nuestro continente. Hace poco estuve en el norte argentino, allá parapetados en las montañas, en los barrios marginales y en las universidades, siguen resistiendo los indios; y en Salta con muchos jóvenes organizados, caminamos juntos por la ruta 40 que robó su trazo al Qhapaq Ñan. Estuvimos por Jujuy, Catamarca y Tucumán, por Santiago del Estero y hasta Santa Fe. Y cerca de Cafayate, conocimos a Chaile, “el Pancho”, y estuvimos en el santuario de Quilmes recuperado recientemente por los comuneros Diaguitas liderados por Chaile, y supe una vez más, que los Rosendo Maqui, los Juan Chalinin, los Francisco Chaile, no morirán jamás, porque están en el corazón de nuestros pueblos y ellos no los dejarán morir nunca, porque los necesitan como el agua necesita la boca de los sedientos, en los caminos de los Andes. Por ellos supe que se están reavivando los “rescoldos” de la resistencia indígena integrados por millares de jóvenes de la pampa argentina, y así, otro tanto más sucede en Wallmapu, al sur del Bio-Bio, en Chile, donde los hermanos mapuches intentan recuperar sus territorios, su dignidad y su derecho a existir, con vida plena y libertad.


Autor del artículo 
JAVIER LAJO. De la Comunidad de Pocsi en Arequipa, estudio Economía y Sociología en la Universidad de Chile; licenciatura de Economía en la Universidad Católica del Perú (PUCP), y Doctorado de Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), de Lima.


Tomado de: http://nosotrosperu.org/2013/01/19/la-resistencia-indigena-contemporanea-i-parte/

No hay comentarios:

Publicar un comentario