El racismo en Israel como política de Estado


Son las imágenes de una carga a caballo de los antidisturbios israelíes contra los beduinos  (fotos) que se manifiestan contra el llamado Plan Prawer, un proyecto de realojamiento masivo que podría afectar a entre 30.000 y 40.000 miembros de esa comunidad. El Gobierno pretende sacarlos de sus aldeas, que serían destruidas, y enviados a nuevas ciudades u otras ya existentes con mejores infraestructuras.


En el sur de Israel viven unos 200.000 beduinos (palestinos con nacionalidad israelí al igual que la comunidad palestina del norte), y muchos de ellos residen en pueblos y aldeas cuyos títulos de propiedad y derechos legales no son reconocidos por los tribunales israelíes. Es una constante en la historia del Estado israelí. El Gobierno favorece la expansión de la población judía, pero pone obstáculos legales y económicos al desarrollo de las infraestructuras para los palestinos del norte y beduinos.

Este fin de semana, se ha producido una movilización contra el plan tanto en Israel como en Gaza y Cisjordania. Históricamente, la conciencia nacionalista ha sido inferior entre los beduinos. Si su integración en la sociedad israelí no ha sido mayor, ha sido porque están muy apegados a sus tradiciones y estilo de vida, y por sentirse abandonados por las autoridades del país.

El diario Haaretz ve una correlación entre lo que ocurre en el sur y el intento permanente de judeizar la Galilea, que ahora vuelve a estar sobre la mesa. El objetivo es atraer a más judíos al norte para conjurar la ventaja demográfica de los palestinos en esa zona. Para el diario progresista, eso equivale a una palabra: racismo.

“La soberanía israelí sobre la Galilea no está cuestionada en absoluto. Con independencia de que la mayoría de los habitantes sean judíos o árabes, todos son ciudadanos del Estado y deben ser tratados como tales. Un Estado que fomenta que los miembros de una comunidad se instalen en una región, mientras al mismo tiempo impone duras restricciones al crecimiento de la otra (comunidad) está actuando de forma racista. No hay otra manera de describir esta conducta”.

En realidad, esta “judeización” empezó hace muchas décadas. Los gobiernos israelíes siempre han considerado a los palestinos que residen dentro de sus fronteras una amenaza real sobre el futuro de Israel, es decir, de un Estado creado sólo para los judíos. La situación mejoró desde el punto de vista legal a partir de los años 70, pero la discriminación social y económica ha continuado.

Lo que para Haaretz es una forma de racismo para amplios sectores políticos y sociales es la respuesta adecuada para garantizar la supremacía de los judíos en las regiones o ciudades en que existen minorías. Y por eso el ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, ha comparado la actual situación con el periodo de los años 30 en el que se crearon decenas de asentamientos en la Palestina del mandato británico para crear una zona continua de población judía y que eso condicionara el reparto de tierra que se produciría en el futuro con el Plan de Partición.

Es una manera de afirmar que los judíos deben continuar considerando actualmente a palestinos y beduinos como enemigos en potencia que hay que doblegar y mantener vigilados. No sólo significa que hay ciudadanos de primera y de segunda, sino que los miembros de las minorías son un peligro, a pesar de que la mayoría cuenta obviamente con todos los recursos del Estado a su disposición. Y es a la hora de buscar paralelismos históricos donde no es necesario proseguir, porque los ejemplos son numerosos y bien conocidos.



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