LA MATANZA DE ATOCHA (1977)


Día de entierro en La Castellana, el 26-1-1977. Fuente de la imagen

Multitudinario entierro de los cinco abogados laboralistas asesinados en Atocha. Imagen de La Castellana, el 26-1-1977. 

Cinco abogados laboralistas miembros de CC.OO. fueron asesinados el 24 de enero de 1977.
Los asesinos estaban vinculados a grupos de extrema derecha.
El entierro se convirtió en una silenciosa manifestación de la izquierda, decisiva para la legalización del PCE.



TODO EN SILENCIO
José Luis Ibáñez Salas
Hay demasiada luz en esta mañana helada de Madrid, hay una mancha fría que cubre el cielo y cubre el aire en esta mañana herida de Madrid. Tantos brazaletes negros completan las calles repletas por el vaho triste de hombres y de mujeres que es como si una línea enloquecida de color negro transcurriera desde un extremo a otro de la ciudad de Madrid. Lenta. Una línea retenida y casi sin avances.
La línea negra más larga que jamás haya unido las plazas de la capital de España. Desde la plaza de la Beata María Ana de Jesús, desde la de Legazpi, incluso, aquí en el sur, hasta la plaza de Castilla, allá en el norte. Aunque los brazaletes negros solo arrancan para crear la línea eterna desde el Palacio de Justicia hasta el infinito.
No hay niños, se nota en la ausencia de risas y en la ausencia de los ruidos que sólo hacen los niños, en esta mañana helada de Madrid, la de la mancha fría.
Y huele al poderoso olor de lo que es justo, de lo que se merecen los pueblos. Huele en esta mañana herida de Madrid al negro dolor de la rabia.
Uno, dos, tres, cuatro, mil. Mil y uno, mil y dos, cien mil. Nadie recuenta a los hombres y mujeres que han llegado para llenar la ciudad de Madrid de duelo desde la ciudad de Madrid y desde otros lugares del país dolorido y conmocionado pero también asustado y alerta pero también ilusionado y a la espera de lo mejor, de lo que se aguarda a sabiendas de que llegará. Pronto.
Nadie calcula los puntos infinitos que forman la línea enloquecida de color negro, la de los brazaletes y la pena y la de los cientos de miles de ojos orgullosos a los que les está prohibido llorar en esa mañana helada de Madrid.
Hay tanta luz en las calles de Madrid.
La línea está avanzando, los pasos de los miles de hombres y mujeres caminan sobre el asfalto y sobre las losas y las baldosas de las aceras de las calles de la capital de un país en pie de paz, decidido a no dejarse embaucar más por los soldados de Salamina ni por los dueños de la fe de los soldados de Salamina.
El aire y el cielo siguen cubiertos, quizás cada vez más, por la mancha fría que nadie puede ver, que tal vez no exista y sólo sea ahora en la memoria de tantos una presencia necesaria para aquel luto que se extiende por toda la ciudad de Madrid, desde el paseo de Extremadura que la quiere sacar hacia la raya de Portugal hasta los cerros de San Blas que anuncian Vicálvaro y desean ya el mar de Valencia. Un luto de madres y de padres, un luto de hijos y de hijas, de desconocidos y de amigos, un luto que es el luto de décadas impuesto por los asesinos del futuro del país, de la ciudad que es Madrid en esta mañana herida.
Uno, dos, tres, cien mil puños cerrados en alto. Libres y en alto, mirando la mancha fría que cubre sin que ellos puedan verla el cielo de Madrid, apuntando a la mañana herida de la ciudad de Madrid, a la mañana del día 26 del mes de enero del año 1977, la mañana en la que los españoles recuperaron ¿para siempre? la dignidad de la libertad para elegir.
Y todo es aquella mañana herida de Madrid en silencio. Todo en silencio.

Tomado de: Narrativa Breve y Youtube

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