Bombardeo de Alicante, 1938: «Vi al avión levantar el vuelo y soltar una bomba encima de mi padre»

Bombardeo de Alicante, 1938: «Vi al avión levantar el vuelo y soltar una bomba encima de mi padre»
INFORMACION.ES
Juan Ortiz cuenta a ABC cómo sobrevivió al peor bombardeo de la Guerra Civil española hace este sábado justo 75 años, que acabó con la vida de 300 personas en el Mercado de Alicante y del que poca gente ha escuchado hablar
 
Juan Ortiz acude cada día a leer el periódico a la misma plaza en la que, hace mañana justo 75 años, sobrevivió al peor bombardeo de la Guerra Civil española: el que el 25 de mayo de 1938 acabó con la vida de 300 personas en el Mercado Central de Alicante. Fueron más víctimas que las que murieron en Guernica, aunque éste episodio no haya tenido la repercusión de aquella otra masacre que inmortalizó Picasso. Juan era un niño de nueve años, ahora tiene 84, pero no ha olvidado ni un solo detalle de aquel día que vio, a escasos metros de distancia, cómo su padre era destrozado por una bomba lanzada por uno de los Savoia italianos que apoyaban al bando nacionalista. «Se lo estoy contando a usted y lo estoy viviendo ahora», asegura Ortiz a ABC.
Alicante permaneció alejada de los frentes al comienzo de la guerra, pero se vio afectada por la gran cantidad de refugiados que tuvo que acoger, las sucesivas movilizaciones de quintas, el alza de los precios y las dificultades de aprovisionamiento. Los bombardeos se hicieron cada vez más frecuentes y los habitantes comenzaron a huir cada tarde hacia las huertas y las casas de campo del extrarradio, para volver a la mañana siguiente al trabajo. Era una rutina de supervivencia a la que se conocía como la «columna del miedo».

En 1938, la guerra había entrado en un punto crítico: los nacionalistas recuperaron Teruel y en abril llegaron al Mediterráneo, mientras los bombardeos de la aviación nacionalista comenzaban a ser muy frecuentes en la ciudad. La población mostraba los primeros síntomas de cansancio.
 
El primer bombardeo
El primer bombardeo de Alicante se había producido en la madrugada del 5 de noviembre de 1936, el único de ese año. Tres aviones arrojaron 10 bombas sobre la zona portuaria matando a dos personas, hiriendo a otra y causando cuantiosos destrozos materiales. Fue el duro despertar a una nueva realidad: la guerra que se les echaba encima a los alicantinos pese a la lejanía de los frentes. No era más que el primer bombardeo de una larga serie hasta llegar al que el 25 de mayo de 1938 acabó con la vida del padre de Juan Ortiz y otros cientos de personas.
 
«Mi padre, Baltasar, que trabajaba en el mercado, siempre nos decía a mi hermano de 10 años y a mí, que cuando escucháramos las sirenas, saliéramos del colegio y fuéramos corriendo al mercado para escondernos con él en los bajos», cuenta Ortiz. Hasta aquel día, la población se resguardaba donde podía, pues aún no había refugios en Alicante. Se ocultaba en los sótanos o en los edificios más sólidos, como en el Teatro Principal, bajo las bóvedas de la Plaza de Toros o en los sótanos del Mercado a los que acudía Juan junto a su padre.

Después del bombardeo de noviembre del 36, las autoridades establecieron un sistema de vigilancia para detectar aviones y se inició la construcción de refugios, que costearon con el pago de una cuota familiar y algún impuesto. En agosto de 1937 la ciudad ya contaba con 41 refugios con capacidad para más de 24.000 personas, a pesar de lo cual, durante aquel año se produjeron cinco bombardeos que causaron 46 muertos.

«Tenía los intestinos colgando»

Hacia las 11 de la mañana del 25 de mayo de 1938, nueve aviones en formación de a tres penetraron por el puerto en dirección al centro de la ciudad. «Siempre que se acercaban, sonaban antes las sirenas para que nos diera tiempo a acudir a los refugios, pero aquel día no lo hicieron. Fue un error muy grande, porque avisaron cuando las bombas ya estaban cayendo», cuenta Ortiz.
Bombardeo de Alicante, 1938: «Vi al avión levantar el vuelo y soltar una bomba encima de mi padre»
 
Los Savoia dejaron caer unas 90 bombas en Alicante. Salían de su base en Mallorca y llegaban rápidamente a las ciudades mediterráneas. «Cuando nuestra profesora se dio cuenta de que nos atacaban, nos dejó salir en busca de nuestro padre. Yo sólo vi a un avión y los fogonazos que pegaba, y a mi padre en medio de la plaza del Mercado avisándonos con las manos en alto de que fuéramos corriendo hacia él. Menos mal que no nos dio tiempo a llegar, porque en ese momento vi a un avión caer en picado y me refugié en un corralón pegado. Pero no se estrelló contra el suelo. Al llegar a la altura de los edificios, levantó de repente el vuelo y soltó una bomba que le cayó encima a mi padre».

«Una mujer cobijó a mi hermano en una pensión y no le ocurrió nada –recuerda Ortiz–, pero a mí en el corralón me saltó la puerta encima con la explosión y perdí el conocimiento. Cuando me desperté, tenía los intestinos colgando. Me los cogí como pude y salí corriendo, pero me desplomé de nuevo, mientras los aviones seguían ametrallando en picado».

Otra bomba fue a impactar sobre la lonja de frutas y verduras del mercado en la que trabajaba el padre de Juan, en la hora de mayor concurrencia, lo que produjo una espantosa escena de muerte y confusión. En cuestión de segundos, centenares de cuerpos fueron destrozados, mientras los muertos y los heridos yacían mezclados en medio de los escombros, y los vecinos acudían rápidamente al auxilio de los pocos supervivientes.
 
«Mi hermano creo que está vivo»

Lo siguiente que Juan recuerda es que se despertó en el Hospital Provincial, donde le habían trasladado en un camión en el que portaron juntos a los vivos y a los muertos. «Una vez en el hospital, mi hermano se encontró con un carabinero amigo de la familia que le preguntó que qué hacía él allí. Él le contestó: “Mi padre está muerto, pero mi hermano creo que está vivo”. El carabinero, entonces, me buscó hasta encontrarme y me llevó a la sala de curas de las mujeres. Fue mi salvación, porque si no hubiera muerto desangrado».

Ortiz recuerda que vio a «una niña con las piernas arrancadas que estaba abrazada al cadáver de su madre muerta. A la niña, que también murió, la había visto casualmente en el Mercado después de caer la bomba». Y añade: «Mi madre y mis dos hermanos venían a verme de luto, pero no me decían que mi padre había muerto. Cuando les preguntaba, me contestaban que estaba herido y que vendría a verme cuando estuviera bien».

Fue muy difícil precisar la cifra exacta de víctimas, ya que muchos heridos murieron en los días posteriores. Las distintas fuentes oscilan entre las 236 víctimas de la comisión inglesa que visitó Alicante para analizar los efectos de los bombardeos sobre la ciudad, hasta los 313 que, paradójicamente, ofreció el informe del Ayuntamiento franquista. ABC hablaba de 250 muertos en su edición del 27 de mayo, mientras un documento de la CNT estableció «cerca de trescientos muertos y una infinidad de heridos».
 
Peor que Guernica

Estas cifras superan a las de Guernica, donde se calcula que murieron entre 126 personas y 300. Según estas cifras, el del Mercado de Alicante es el bombardeo con mayor número de víctimas mortales de la Guerra Civil, aunque sea una tragedia mucho menos conocido que la pintada por Picasso en su famoso cuadro.

Mientras Juan se recuperaba de las heridas del bombardeo, la madre decidió llevarse a la familia por un tiempo a Jaén, aunque regresaron a Alicante poco después. «Mi madre decía que si nos tenía que caer alguna bomba, que nos cayera en Alicante, así estaríamos todos juntos», cuenta. Y estuvo a punto de ocurrir, porque una bomba cayó en el convento en el que se refugiaban. Sin embargo, tuvieron la suerte de que no explotó porque se le desprendió la espoleta.

Tras el bombardeo del Mercado Central, los bombardeos continuaron y se hicieron muy intensos, con 42 muertos el 6 de junio y 39 el día 25. El último bombardeo de Alicante se produjo el 28 de marzo de 1939. 
Tomado de:  http://www.abc.es/

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