Los cinco errores de la izquierda en el poder





Ahora que la “Operación Amodio” no sólo tuvo su merecido desenlace, sino que disparó el señalamiento de otros canallas de igual catadura y el griterío histérico de algunos analistas alarmados porque la Justicia empieza a poner la mira en actores civiles que participaron abierta o solapadamente en la represión y en la autoría intelectual de la dictadura, y en momentos en que el Frente Amplio es sacudido por la desaceleración de la economía y por feroces disputas entre algunos de sus dirigentes, vemos necesario, y tal vez conveniente, hacer un repaso de los que son, a nuestro juicio, los errores más graves que ha cometido la izquierda desde que es gobierno.


El primero de todos los errores es ignorar, o querer olvidar, que en el mundo hay izquierda y hay derecha, y que esta realidad es fatal, indeleble y universal.


Eso tiene algunos corolarios que nadie en la izquierda debería menospreciar y que, lamentablemente, han quedado arrumbados en algún rincón de la memoria.


El principal es el de no confiar nunca en los cantos de amistad o de lealtad de los poderosos. Aunque vayan a comer a tu casa los 1º de Mayo o te den la oportunidad de tomar un whisky con ellos en un yate sobre la costa de la Isla Gorriti, hay una línea divisoria entre pobres y ricos que separa las aguas cuando se trata imaginar los proyectos sociales y construir la acción política.


Por el contrario, hay que tener siempre presente que la más delicada, elegante, burguesa y educada señora de lo que antes se llamaba clase dominante y hoy los marketineros denominan segmento ABC1, no dudaría en envenenar todas las cañerías del abastecimiento hídrico urbano si viera peligrar sus privilegios. Eso es más viejo que el agujero del mate, desde el medioevo y aun antes, y tan moderno como los drones que disparan impunemente misiles teledirigidos contra las ventanas de un palacio de Medio Oriente con precisión milimétrica.


El segundo es que no cabe esperar nunca piedad, porque aun cuando les hayas dado a los poderosos todos los beneficios, y aunque hayan multiplicado sus fortunas, las clases dominantes siempre aprovecharán la oportunidad de apuñalarte por la espalda, como lo hacen en nuestro país las cinco grandes cámaras empresariales, que no reconocen ni un solo acierto y culpan al gobierno frenteamplista de todos los males del mundo.


Dicho esto, como dice el tango, de la derecha no esperes nunca una ayuda ni una mano ni un favor.


Y al hablar sobre este segundo pecado, debemos señalar el abandono que ha hecho la izquierda de un discurso político que caracterice la época, que ubique quiénes son y dónde están los enemigos del proceso de cambio a escala global, regional y nacional; que defina el carácter continental y latinoamericano de la transformación democrática y liberadora que se proponen nuestros países; la idea de una sociedad avanzada superadora del capitalismo, la táctica de acumulación y de construcción de un amplio bloque progresista y la estrategia de la unidad de las fuerzas políticas y sociales que representan a la gran mayoría de la sociedad y, sobre todo, a las capas medias y los sectores más humildes.


El tercer pecado, y tal vez el más imperdonable de la izquierda, es haber ignorado el papel nefasto, todopoderoso y contrarrevolucionario de los medios de difusión de la derecha en la desinformación ciudadana, y la responsabilidad de estos medios en la construcción de una conciencia consumista, conservadora, discriminatoria y egoísta.


Semejante catástrofe ideológica constituye –no cabe hacerse el distraído– una verdadera claudicación histórica. No es inocente esta inobservancia de los principios; por el contrario, es cómoda, superficial, culpable y, probablemente, dolosa.


El tímido intento de replantear el esquema de poder del más poderoso de todos los medios –la televisión– terminó reforzando a los dueños del poder y contribuyendo a la concentración mediática.


Y lo peor es que no hubo casi ninguna voz en la izquierda que se animara a desafiar semejante despropósito y, por el contrario, me temo que algunos operadores de la izquierda jugaron a favor de los que ganaron la pulseada.


El problema de los medios de comunicación y el monopolio mediático de la derecha es el principal problema de la batalla cultural.


Y la debilidad de la izquierda para asumir el problema y enfrentarlo es una señal de cobardía política inexcusable.


Incluyo a casi todos los medios: los informativos, los magazines matutinos, los programas de debates y hasta los supuestamente cómicos, las portadas de los diarios y los principales columnistas.


Incluyo, entre otros, también a algunos de los más destacados periodistas: Gerardo Sotelo, Federico Leicht, Gabriel Pereyra, Nelson Fernández, Ignacio Álvarez y Claudio Paolilllo, para que se visualice bien por dónde pasa lo que hace algunos años la ministra María Julia Muñoz bien llamó “el eje del mal”.


Hágame caso, lector. Mire y haga una lectura política de la información; va a encontrar que todo está instrumentado para perjudicar a la izquierda, mientras se olvidan u ocultan las tropelías que se cometieron en este Uruguay, al menos, en todos los gobiernos entre los años 1955 y 2005, antes de los gobiernos del Frente Amplio.


Para terminar con este tercer pecado no quiero que se olvide la responsabilidad de los grandes medios, y especialmente, de El País, en la dictadura.


El País, sin lugar a dudas, es mucho más culpable que Amodio Pérez. Fue el mayor instrumento del plan fascista desde mediados de la década del 60; fue muchísimo más poderoso e influyente que la tortura, y además se benefició económicamente, obteniendo las mayores prebendas del gobierno de facto. Si alguna vez se desnuda el papel de los civiles en el fascismo, el diario El País será el actor principal.


El cuarto error imperdonable es no haber realizado auditorías al acceder al gobierno, en 2005. Así, la izquierda se privó de tener una radiografía completa de la situación en que los partidos Colorado y Nacional dejaban el Banco Central, la OPP, el Banco de la República, el Banco Hipotecario, el Banco de Seguros, la Corporación para el Desarrollo, las empresas públicas (en las que, en general, no se invirtió un peso en cincuenta años) y los ministerios, que quedaban llenos de amigos y clientes, mientras se había impedido el ingreso de uruguayos imprescindibles para reponer los cargos vacantes mediante concursos limpios, como los que hizo el Frente. No hay que olvidarse de que estos personajes, que hoy reclaman participar en los directorios de los entes y las empresas públicas, hace veinte o treinta años expedían una tarjeta de recomendación para obtener un préstamo social del BROU, un teléfono o tramitar una jubilación. Hasta para ser cabezudo en los corsos de carnaval se necesitaba recomendación de un diputado blanco o colorado.


Nunca se investigó, y mucho menos se difundió, la situación económica (hay información de que el BROU y la CND, por ejemplo, tenían patrimonios negativos; habían quebrado técnicamente), ni la situación en que estaban las investigaciones parlamentarias que condujeron Víctor Rossi y Pablo Mieres sobre la crisis del sistema financiero, ni los sumarios –y aun denuncias penales– que involucraron a gente como los colorados César Rodríguez Batlle, Ariel Lausarot, Salomón Noachas, Jorge Sacchi (estos dos sí procesados por abuso de funciones), Daniel Cairo, Milka Barbato, Eva Holtz, y los blancos Carlos Rodríguez Labruna, Pablo García Pintos, Rosario Mederos, Ángel Alegre (actual secretario del Congreso de Intendentes), Luis Ovalle y tantos otros, algunos de los cuales aumentaron enormemente sus patrimonios en la terrible crisis de 2002, cuando tantos uruguayos de a pie perdieron todo.


Ojalá se pudieran retomar los documentos que haya del período 1985-2005, ahora que van a hacer cola para pegarle al Frente Amplio aprovechando nuestras diferencias, curiosamente amplificadas entre nosotros mismos en una carnicería suicida. Ahora que empezaron a marchar presos civiles comprometidos con la dictadura, sería hora de que empezaran los procesos a los civiles que fueron el verdadero cerebro de ésta. A todos los que actuaron en un período que incluyó al Escuadrón de la Muerte y a la Operación Zanahoria y, sobre todo, a los que se aprovecharon de la corrupción de los gobiernos colorados y blancos entre 1985 y 2005.


El quinto error es que la academia y –sobre todo– la fuerza política, no se hayan ocupado lo suficiente del tema de la “historia reciente”, período que yo centraría en lo que sabiamente Tabaré Vázquez se propuso investigar en materia de violaciones a los derechos humanos, o sea, el que va desde el gobierno semidictatorial de Jorge Pacheco Areco hasta el fin de la dictadura, pero que se extendería hasta el 1º de marzo de 2005. Ahí hay innumerables responsabilidades sin dilucidar y sin adjudicar.


Pero más importante, si se quiere, es la investigación, la información, la comunicación y el debate acerca del pasado reciente, ya que el conocimiento que podamos acumular, adecuada y ampliamente difundido y discutido utilizando los medios masivos, la literatura, el teatro, la comunicación audiovisual y el arte, es un arma cargada de futuro.


No por nada el dos veces presidente Julio María Sanguinetti ha hecho de la “historia reciente” su objetivo principal. Él y sus seguidores, aduladores y periodistas funcionales encabezan una gigantesca campaña para apoderarse de ella a través de libros, artículos y programas periodísticos emitidos por los canales abiertos y de cable que están en manos de sus amigos y clientes. Ya hemos descrito varias veces toda la formidable distorsión que Sanguinetti hace de nuestra “historia reciente”.


No quiero terminar esta nota editorial sin compartir con los lectores la del estribo. El peor error de la izquierda son las rencillas internas, las declaraciones rimbombantes de algunos dirigentes frenteamplistas disputando con otros, amplificadas por las tapas de los grandes medios de la derecha. Es demasiado raro lo que está pasando para no sospechar que se está metiendo una mano negra, máxime cuando están, además, fogoneadas por los llamados “operadores” en las redes sociales y en cuanto espacio hay disponible para poner explosivos en la interna del Frente Amplio.


Yo no creo en brujas, pero que las hay, las hay.


fuentes caras y caretas


1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con el análisis que se hace en este artículo sobre los errores que el Frente Amplio, y no me refiero sólo al gobierno, sigue cometiendo en su praxis política, yerros, algunos de bulto, que le están pasando factura y que de no remediarlos, de no atajarlos radicalmente y con cierta celeridad, lo llevarán a un desastre en las próximas elecciones.
    De todas formas, nuestra coalición debe hacer una autocrítica rigurosa, debe reconocer sus flaquezas, sus desfallecimientos y titubeos, ante un pueblo que sigue siendo víctima propiciatoria, objetivo de una derecha oligárquica que no ha tenido reparos morales en manipularlo a lo largo y ancho de nuestra historia. Debe, igualmente, huir de triunfalismos, de personalismos y de cualquier forma de arrogancia.
    No es posible hablar de “derrota cultural”, expresión que empleaba Oscar de los Santos después de las elecciones, un “mea culpa” después del batacazo electoral que lo ha apartado de la silla del gobierno, y quedarse en la superficie de la cuestión, sin hacer una autocrítica de calado, sin referirse a la escasa o nula movilización de su electorado y sus militantes. No es posible, obviar, que la pasividad del Frente Amplio ha sido una constante, sobre todo, en los barrios de ciudades y pueblos de todo el país. No es posible confiar en la suerte, cuando la derecha oligárquica no descansa nunca de urdir estratagemas.
    El desastre electoral del Frente Amplio de Maldonado en las pasadas elecciones, por poner un ejemplo, es significativo. No obedeció a un simple error de cálculo, de último momento, a una voluntad, a un desastre cultural como asegura O. de los Santos, sino a numerosas equivocaciones en cadena, a enfoques desenfocados de la democracia real, a procedimientos, metodologías y objetivos políticos sin coherencia, sin controles ni evaluación, sin el consenso de amplias capas sociales, sin el apoyo de la militancia ni de las asociaciones de vecinos.
    Dicho hundimiento está relacionado, igualmente, con nuestra proverbial e histórica pasividad ciudadana, que nos aparta de la praxis política y nos lleva a confiar, a veces ciegamente y en demasía, en nuestros representantes. Está relacionado con nuestra inmovilidad cívica, con nuestra incapacidad para la crítica abierta, con una resignación y un desinterés no sólo político, sino cultual y sociológico, alimentado de forma sistemática por quienes se decían y aún se autoproclaman nuestros representantes en la oposición y en las instituciones legislativas, ejecutivas y judiciales, por quienes practican una democracia meramente representativa y desconocen, a propósito, los fundamentos de la democracia participativa, en la que los ciudadanos deberíamos tener una mayor intervención en las decisiones políticas y una influencia directa en las resoluciones públicas.
    ¿Se puede consolidar una opción ofreciéndole al pueblo más de lo mismo? ¿Es posible ganar una elección “por arte de birlibirloque”, “por arte de magia”, sin motivar, sin haber hecho previamente un trabajo pedagógico didáctico y de información directa y concienzuda entre la ciudadanía? ¿Se puede vigorizar un movimiento político con excesos de improvisaciones, con fallos en la coordinación, sin que defina sus estrategias, fiándoles a los dioses de la suerte los resultados de cada elección y sus consiguientes legislaturas?
    ¿No es hora de preguntarnos si no estaremos repitiendo los vicios y los defectos que caracterizaron a los gobiernos blancos y colorados, si no estaremos haciendo electoralismo, al que nos habituaron, durante más de siglo y medio, dichos partidos hoy en la oposición?
    ¿No debería preguntarse el Frente Amplio, sobre todo en la cúspide de su estructura organizativa, qué tipo de democracia está practicando, cuando tiene en frente una oposición más unida que nunca y un futuro político por el que asoman algunos nubarrones?

    Saludos muy cordiales.

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