La historia está de duelo. Ha muerto el biógrafo que se animó a reescribir la historia de América Latina.

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La historia está de duelo. Ha muerto el biógrafo que se animó a reescribir la historia de América Latina. Desde que Colón descubriera el islote de San Salvador en 1492, nuestra América no conoció otra revolución social que transformara hasta sus entrañas las estructuras de una nación como lo hicieran Fidel Castro y el pueblo cubano.
A veces las palabras sobran, pero no alcanzan. No por esperada, tras 90 años de una existencia destinada sólo a los héroes, la desaparición física de don Fidel Castro Ruz puede mitigar el dolor de todo americano honrado que aún cree en ese sueño milenario de justicia, igualdad y libertad que él encarnó como pocos.
Aún conmocionado por la noticia, no sé qué decir. Solo podría responder con un libro, porque ha sido tan vasta y fértil su trayectoria y su influencia en el mundo, que sólo una investigación rigurosa sobre este ejemplar salido de la imaginación de Nietzsche, con las luces y sombras que todo revolucionario porta en su destino, podría colmar parcialmente una respuesta.
Su dignidad y valentía, ya antológicas, ante el imperio más grande de la historia universal no tienen parangón. Sólo comparables a la resistencia de Masada frente al Imperio romano.
Fue el único revolucionario social que modificó de raíz las estructuras de una nación corrupta, explotadora, injusta, desigual, transformando su soberanía, prostituida por el imperio, en una de las más orgullosas y altivas del planeta, y pudo mantenerla durante medio siglo sin doblar la cerviz.
“Un hombre que sabía a dónde iba y por eso el mundo se apartó para dejarlo pasar”.
Los otros grandes revolucionarios sociales, los Gracco, Espartaco, Túpac Amaru, Tiradentes, Babeuf, Robespierre, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Sandino, Arbenz, Caamaño Deñó, Salvador Allende y muchos más, sin contar los revolucionarios que surgieron después de 1973, fueron derrotados en sus objetivos y no pudieron cristalizar la sociedad nueva a la que destinaron sus vidas. Podría existir una segunda excepción, la del Gran timonel Mao Zedong, pero una mirada profunda sobre el proceso actual de la República China, más emparentada con el capitalismo de Estado que con el comunismo igualitario, permite abrir dudas sobre el aserto.
El triunfo de Ho Chi Minh en Vietnam se enmarca más en las fronteras de una guerra de liberación que en un territorio de revolución social. Y ni siquiera puedo mencionar como otra excepción a la revolución coreana de Kim Il Sung, una tiranía dinástica que sojuzga sin misericordia a su pueblo y avergüenza a todos los socialistas del orbe con sus crímenes impúdicos.
Solo el pueblo cubano, conducido por su líder histórico y un puñado de revolucionarios entre los que se encontraba la llama indoblegable de Ernesto Guevara de la Serna, pudo implantar y mantener durante medio siglo una revolución social que transformó a la nación antillana y desató un tsunami moral en nuestra América dependiente, dejando perplejos a los grandes poderes universales que no podían explicarse la magnitud de la insolente odisea.
Fidel se va, empero, sin el gozo de ver consumada su victoria, al mantenerse aún, pese a los solemnes acuerdos, el bloqueo genocida que tanto sufrimiento derrama sobre su pueblo.
Los debes de la Revolución cubana existen y no deben ser ocultados; todo proceso revolucionario los lleva con pesar. Los partos revolucionarios carecen de los alivios peridurales. Las revoluciones combinan la tragedia con la esperanza. Cuba no fue la excepción. Pero sí podemos decir que fue mucho menos cruenta y dolorosa que las revoluciones francesa y soviética, en las que fueron devorados por la propia revolución, por la burocracia y por la patología estalinista, los mejores hijos de la revolución, Robespierre, Babeuf, Olympe de Gouges, Trotsky, Kamenev, Zinoviev, Bujarin y muchos más.
Al conocer la noticia no pude menos que recordar esas entrañables reuniones a horas insólitas, a las 4 o 5 de la mañana, cenando con Fidel, mano a mano, para hablar de utopías; el tiempo y el sueño no parecían encontrar lugar en su agenda.
Debo reconocer que mucho aprendí de sus ideas, acompañadas de múltiples ejemplos y también debo decir que él sabía escuchar. Mis críticas sinceras, sobre todo en el área de la comunicación y el periodismo, no fueron rebatidas. Tomaba nota. Incluso aceptó mi propuesta de introducir en la isla Le Monde Diplomatique en español, publicación que yo dirigía y que contenía artículos críticos pero honestos y rigurosos sobre la revolución que él comandaba. Y la prestigiosa publicación francesa circuló en Cuba durante varios años mientras fui su director.
Se agolpan en mis recuerdos tantas y tantas anécdotas para las que no alcanzan estas líneas dictadas al compás de la emoción, a las pocas horas de la muerte de un alma, de aquellas que Brecht hubiera considerado imprescindibles. Exceden este manojo apurado de recuerdos.
Sólo quisiera recordar cuando nos estrechamos en un abrazo, al pisar Montevideo, el 13 de octubre de 1995, también a las 5 de la mañana, en el hotel Valmont, siendo La República el único diario al que concedió el encuentro. Lo recibí con un título en plena tapa: ‘¡Bienvenido a casa, Fidel de América!’. Y acto seguido publiqué mi columna de bienvenida como director de La República, titulada ‘Cuando un hombre sabe adónde va, el mundo se aparta para dejarlo pasar’. Ni una sola coma modificaría ese artículo de bienvenida.
En homenaje a su vida –los romanos cuando un héroe fallecía no decían “ha muerto”, decían “ha vivido”–, reproduzco a continuación ese artículo que tan bien traduce lo que pienso hoy de Fidel.
Dice así:
“Los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan. Este grito ferozmente digno pertenece a José Martí, héroe y mártir de nuestra América, la pobre.
Desde esa tierra de hombres, corajudos e inoportunos, nos llega hoy un hombre que calza un alma varios números más grande que él. Un hombre que se casó con una gran querella: la liberación aún inconclusa de la balcanizada nación latinoamericana.
Hombres como él irrumpen muy de vez en cuando desde el fondo de ese imponente montón de polvo que se llama historia. Un hombre que aprendió que para cambiar al mundo hay que someterlo a crisis y uno mismo tiene que entrar en peligro.
Un hombre que sabía a dónde iba y por eso el mundo se apartó para dejarlo pasar.
En 1959 portaba en sus alforjas la ganzúa capaz de abrir la puerta para pasar de una sociedad a otra. Muchos no se animaron. Él la usó. Y puso de rodillas durante 36 años a un imperio. Fue como Gandhi, un provocador moral. E hizo suyo el grito anónimo del Mayo francés: ‘Seamos realistas, pidamos lo imposible’.
Dio un inmenso golpe de timón a la historia de América Latina iniciando en nuestras comarcas la gran catarsis regional pendiente. Interrumpió el centenario proyecto conservador en su patria chica e intentó, cercado y hostigado por la más formidable coalición bélica y económica en su contra, superar sin éxito la contradicción entre justicia y libertad.
La implacable intransigencia de sus adversarios y el débil proceso de acumulación democrática inoculado en las raíces antillanas desde épocas pretéritas contribuyeron decisivamente para impedir el tránsito prometido del reino de la necesidad al reino de la libertad, pilar del socialismo científico y humanitario.
Hoy, nos consta, está decidido a dirigir una vez más a su pueblo; esta vez para empujar las puertas aún entornadas del proceso democrático para que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento. Es su segunda gran querella. Apostamos por ella. Bienvenido a nuestra casa, Fidel de América”.

EL ÚLTIMO ADIÓS
Este domingo en el Velódromo “Uruguay homenajea a Fidel”

Varios cantautores y murgas se darán cita en el Velódromo Municipal el domingo a las 17 horas para dar la última despedida al difunto líder de la Revolución Cubana; la entrada será gratuita.
Recorte del cartel del evento Uruguay Homenajea a Fidel

Este domingo 4 a las 17 horas tendrá lugar el espectáculo “Uruguay homenajea a Fidel” en el Velódromo Municipal. Se trata de un evento de entrada gratuita organizado por el Pit-Cnt, la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (Feuu), el Comité de Solidaridad con Cuba, la Escuela Latinoamericana de Medicina y el colectivo Lgtbi Ovejas Negras.
El espectáculo contará con la actuación de los cantautores Horacio Pérez, Carlos Alberto Rodríguez, Federico Miralles, El alemán y Numa Moraes, las murgas La trasnochada y los Diablos verdes, y el grupo Portadores del hip-hop.

FUENTES DE CARAS Y CARETAS


Breve y emotiva carta del periodista cubano-uruguayo Leandro Grille

El periodista Leandro Grille, nacido en La Habana, Cuba, escribió una emotiva carta apenas conocido el fallecimiento del líder histórico Fidel Castro.
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Querido Fidel
En este rincón íntimo y concreto de mi vida, la que me dieron mi madre y mi padre en su rumbo de su exilio y de Revolución,  siempre habrá un motivo para quererte,  para no olvidarte, para no dejar sin contestar un solo agravio de los sujetos mínimos, una sola afrenta de los esbirros del odio.
Se corrió el telón de tus cien vidas, ya apagaron la luz. Salimos todos moqueando, admirados por tu estatura de gigante, abatidos por la tristeza, deshechos, consternados, sin saber qué decir ni qué hacer para poner el corazón afuera, para que todos vean los que nos pasa adentro, lo que hemos perdido, lo que fuiste para  nosotros. Querido comandante, amado subversivo invicto, pusiste a  Cuba arriba de la historia, en una loma inalcanzable para el imperio y para los indignos. Hombre faro, te llorarán en todas las villas de la tierra, pero atrás del dolor por tu partida, en los campos de Angola y de Namibia, en los cerros de Venezuela, en Hanoi invencible, en las plazas de Santiago, en Harlem, en Granada, allí donde tu ejemplo inagotable vivirá por siempre, nos quedará a los propios la alegría, la certeza, el orgullo incólume cuando pronunciemos tu nombre. Porque, vamos a ser justos Comandante: ¡Qué paliza les diste! Van a pasar mil años, cien presidentes y dos millones de psicólogos antes que puedan olvidarla.
Leandro Grille

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