Toda la historia es una operación grosera que tiene cómplices que se dicen de izquierda. La mecánica de su elaboración es peligrosa. Y no es nueva. Comienza en libros o en investigaciones académicas y periodísticas con tufo a encargo. Sus autores se repiten: los periodistas, los académicos, los medios, las imprentas.


Mujica rememoró cuando concurría junto con Topolansky a la feria de Perú y Cuba en el Cerro "con un carrito que tiraba una moto". El senador recordó que "esa feria estaba muy cerca del Cementerio del Cerro y el día que vendimos más fue cuando murió Obdulio Varela".

El senador José Mujica reconoció este miércoles en el Senado que algunos ex militantes del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros podrían haber incurrido en actividades delictivas durante la democracia.
Mujica tomó la palabra durante el debate de este miércoles en el Senado en el que los legisladores discutieron si correspondía iniciar una investigación parlamentaria sobre posibles vínculos entre las "polibandas" y el MLN.
El ex presidente comenzó su alocución considerando que "cuando la Justicia está procediendo hay que callarse la boca, porque de lo contrario es una manera de presionar". También señaló que existen "técnicas largamente pergeniadas" para "horadar la confianza de los gobiernos de signos adversos" en América Latina.
Mujica recordó que antes de salir de la cárcel hubo una reunión entre los presos encabezada por Raúl Sendic. "Nos juramentamos militar en la legalidad y sin cartas en la manga porque sencillamente con un pueblo vacilante y dolorido que salía de la dictadura no podíamos servir de pretexto para el miedo y para que las vacilantes instituciones trastabillaran", contó.
El senador señaló que, sin embargo, al salir a la calle se encontraron con que una "democracia liberalmente balbuceante" en el que "el aparato represivo había quedado incólume y a la vista". Por ese motivo, sostuvo, muchos ex tupamaros mantenían "la desconfianza en el aparato golpista de la dictadura que estaba vivo".
Mujica explicó que en esa etapa "empezaron algunas deserciones: algunos ser refugiaron en la militancia social y otros abandonaron para siempre el compromiso militante".
El líder del MPP puntualizó que otros "se fueron al exterior y buscaron el amparo de organizaciones revolucionarios que estaban en lucha" y otros murieron. Enseguida, Mujica recordó que a partir de un episodio concreto la dirigencia del MLN comprendió "que había algo que pasaba" con "gente que estaba en otra cosa".
"Es muy probable que tres o cuatro militantes fuera de nuestra disciplina hubieran emprendido otro camino. No sabemos si por otro proyecto político o una desviación de carácter bandidista", sostuvo.
De todos modos, aclaró que en su momento "no tenía pruebas" de que esto sucedía. "Teníamos indicios de desconfianza pero nada más", complementó.
"Ahora apareció un libro que dice que pudimos haber recibido millones de dólares y otros preguntan cómo compraron la chacra, la radio y Mate Amargo", continuó.
El senador contó que compró la chacra en la que vive con Lucía Topolansky con una entrega de 9 mil dólares y "mil dólares cada tres meses hasta completar 15 mil". Mujica recordó que la operación se hizo "en un escritorio que todavía existe en Colón" y apuntó que el dinero de la entrega inicial le fue prestado por una ong dedicada a ayudar a la reinserción de los ex presos políticos.
Mujica rememoró cuando concurría junto con Topolansky a la feria de Perú y Cuba en el Cerro "con un carrito que tiraba una moto". El senador recordó que "esa feria estaba muy cerca del Cementerio del Cerro y el día que vendimos más fue cuando murió Obdulio Varela".
"Un año comiendo remolacha y huevo y 15 años yendo con una motito a una feria y nos vienen a decir que manejábamos millones de dólares", exclamó Mujica, que también dijo que tuvo "un nudo en el corazón" cuando tuvo que vender la radio 44.
"Y me vienen a decir que manejaba millones. Es por esto que dije qué lástima que no exista el duelo porque hay dolores que no se arreglan con palabras", complementó.
Montevideo Portal
Tupamaro, yo quise ser





Cuando la operación instalada por María Urruzola para vincular a los líderes históricos del  MLN con una serie de robos cinematográficos de los años 90 iba rumbo a la papelera de los infundios, el diario El País reactivó el caso con un reportaje sabatino a Eduardo Vica Font, exjefe del Departamento de Hurtos y Rapiñas de la época, responsable de los operativos que dieron captura a los integrantes de las famosas bandas. Vica Font reelabora la historia veinte años después para abonar la tesis de que los robos eran operaciones político criminales para financiar la estructura de los tupamaros y llega a afirmar que el dinero robado era entregado a Eleuterio Fernández Huidobro en un comité de la calle Ejido. El periodista no esconde su admiración por este Vica. Lo llama Don Vica (sic) y lo ensalza con recuerdos anónimos: “Un policía vivaracho, inteligente, de los que atan cabos, con muchos tiroteos arriba”. Vica responde al galanteo con declaraciones cada vez más altisonantes: llega a decir que José Mujica y Huidobro se juntaban en una cantina del Cerro a planificar atracos. Finalmente, luego de su florido relato, se victimiza y dice que una llamada telefónica de una autoridad importante del segundo gobierno de Julio María Sanguinetti le ordenó parar toda la investigación justo cuando él se proponía “conversar con los jueces para revisar las cuentas”. Este gravísimo delito del cual se autoincrimina Vica Font (porque en Uruguay es un delito detener una investigación por orden de una autoridad política sin siquiera dar aviso al juez) no le debe quitar el sueño al Cardenal porque es todo mentira. En todo caso sí el falso testimonio si se atreve a sostener en el juzgado lo que dice en la prensa. Por cierto, a esa autoridad supuesta se niega a ponerle nombre, como se los están exigiendo los exministros Guillermo Stirling y Luis Hierro López, porque dice que no tiene testigos para sostenerlo. El resto de las acusaciones las hace sin problema, con nombre y apellido, aunque nunca antes las haya hecho, no tenga ni testigos ni testimonios que figuren en expedientes y sin importarle que uno de los aludidos esté muerto y el otro es el primer senador del gobierno y hasta hace poco presidente de la República.

Hablemos un poco de Vica Font, Don Vica, como dice El País. Según cuentan las fuentes le decían El Cardenal actuó más de dos décadas en la Policía. Fue jefe de varias seccionales y capo del poderoso Departamento de Hurtos y Rapiñas. Fue policía durante la dictadura y prosperó en un sector atravesado por todo tipo de connivencias con el delito, como el contrabando, la protección de clínicas abortivas, el robo de automotores y hasta el tráfico de drogas. El Cardenal Vica, Don Vica, pertenecía a un lugar podrido en una época muy podrida. Y llegó a ser el jefe. Su segundo, el jefe de la Brigada de Asalto Enrique Mariño fue el primer procesado por torturas en democracia, justamente por torturar a los extupamaros capturados que habían participado en alguno de los asaltos. En ese momento, a las bandas no se las conocía como las “tupabandas”, como ahora la prensa y la oposición quieren instalar, sino como las “polibandas”, que eran varias y por las cuales fueron detenidas 18 personas y procesados los policías Ruben Godoy, Ruben Vidal, Walter Gardal, Leonardo Pereyra de Radio Patrulla y Washington de Brum, que era de tránsito. El hombre, que se dice “blanco como hueso de bagual”, es un disque herrerista (en su perfil de Facebook, además, se puede respirar su obsesión antitupamara), antifrenteamplista, anticomunista de todas las horas. En algunas publicaciones llama a la justicia por mano propia y al “linchamiento” de las personas que cometen delitos. En suma, el Cardenal Vica Font no es sólo un expolicía que recuerda un caso que en su momento no pudo resolverse y que, a la luz de nueva información, ata cabos. Es un opositor visceral del gobierno, vinculado con la dictadura de la que fue policía, empeñado en perjudicar a los tupamaros a como dé lugar. Nada de lo que dice tiene sustento. Ningún testimonio en el expediente lo respalda. Y, además, no se atreve a decir quién fue el jerarca colorado que, según sus dichos, le ordenó parar la investigación. Claramente no lo dice porque es mentira y ya veremos si se pronuncia en el juzgado. El problema es que para cuando esto se tramite en la Justicia y finalmente se archive por ser una especie falsa de toda falsedad, el daño mediático ya estará hecho, con la prensa insistiendo día a día en cargarle causas penales a Mujica, aunque no tengan nada, porque lo que está claro es que el objetivo, más que meterlo preso, es dañar la imagen 
del político más querido de Uruguay y, al día de hoy, uno de los políticos con mejor imagen en el mundo.

Toda la historia es una operación grosera que lamentablemente tiene cómplices que se dicen de izquierda. La mecánica de su elaboración es peligrosa. Y no es nueva. Comienza en libros o en investigaciones académicas y periodísticas con tufo a encargo. Sus autores se repiten: los periodistas, los académicos, los medios, las imprentas. El adversario a liquidar también: la cosa es con los tupamaros, muy especialmente con Mujica y Huidobro. Se podrá decir que eso garantiza lectores, pero no es lo único que está operando. La intención de dañar la imagen de José Mujica no viene de la Academia ni del periodismo, proviene de la política y no sólo de la local. Para eso hay plata. Y mucha. Porque acá nada es gratis.

La historia pretende golpear a los líderes tupamaros en donde radican sus virtudes más reconocidas. Y no en sus ideas o en sus defectos. Si los rehenes se comieron tantos años detenidos en condiciones infrahumanas, recorriendo aljibes y cuarteles, torturados, deshechos, sometidos a vejaciones inenarrables, entonces cualquier indigno sale a acusarlos de traidores, colaboradores y aliados de aquellos que los masacraron. Porque ese es el propósito de la operación: convencer a la gente de que Mujica o Huidobro, entre otros, no fueron víctimas de la mayor crueldad del terrorismo de Estado, sino cómodos inquilinos de celdas privilegiadas con acceso a condiciones de vida lujosas, merced de la entrega del resto de sus compañeros. Los quieren rebajar de hombres heroicos, militantes que se jugaron la vida y pagaron con una parte enorme de ella un altísimo precio por sus convicciones , a simples traidores y arrastrados que se acomodaron con los milicos para salvarse. Si Pepe y los tupamaros hicieron un culto de la simpleza y llevaron una vida de una austeridad bíblica, entonces hay que salir a mentir que se apropiaron de millones de 
dólares en delitos comunes para financiarse. Buscan horadar su ejemplo y su mística 


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