INSTALARÁN UN SITIO DE LA MEMORIA PARA RECORDAR EL HORROR QUE SE VIVIÓ EN ESE LUGAR La historia del depósito de esclavos que fue ignorado por 100 años

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Un testimonio de la exclusión y explotación que existía en otras épocas fue descubierto en el 2013: el Caserío de los Negros (también llamado de Filipinas). Ese lugar, que fue ignorado por casi 100 años, fue un depósito de esclavos donde aproximadamente 60 mil personas estuvieron privadas de su libertad. Allí se hacía el conteo, marcaje, ventas y enterramientos de la población africana.

Arriba de este horror pasado, está la escuela Nº 47, ubicada en Juan María Gutiérrez y Capurro. Lo cierto es que muy pocos saben de este lugar. En un intento de ir en contra de esa invisibilización que ha ocurrido durante el último siglo, la sociedad civil afro, el departamento de Arqueología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHYCE) y la Intendencia de Montevideo instalarán un sitio de memoria.

Según lo declarado por Roberto Bracco a LA REPÚBLICA -uno de los antropólogos que descubrió el lugar- las consecuencias de este intento de invisibilización se ven hasta el día de hoy: “Toda la población afrodescendiente aún sufre por lo que fue ese proceso”. Consideró que es “contradictorio y paradójico” que parte del Caserío esté en una escuela y en un jardín de infantes.

“Eso es una de las cosas que más nos llamó la atención. La verdad que es una gran paradoja de la historia. No tenemos elementos como para decir que hubo intención en esto o que se haya entendido que la mejor manera de ocultarlo era poner una escuela arriba. Sin embargo, hay cuestiones que tienen un nivel de paradojismo increíble. Buena parte de los muros perimetrales que son los que limitan la escuela, eran los mismos que impedían que los esclavos pudieran salir del depósito”.

“Tenemos una escuela arriba de un depósito de esclavos”

Bracco mencionó que como cualquier discurso, todo relato histórico tiene tres ejes: informar, transmitir valores y buscar un efecto, lo que significa el motivo de la narración. En el caso del Caserío, el especialista sostiene que hubo un “dominio de ciertos valores” y del “motivo del relato”, para tratar de construir una historia que no entrara en contradicción con las ideas que se manejaban en ese momento.

“Precisamente cuando se empieza a perder la memoria de dónde está el Caserío, es cuando la sociedad uruguaya comienza el proceso de disciplinamiento y civilización, dejando atrás lo que fue la barbarie. Desde ese momento, la sociedad tuvo que plegarse a ciertos valores que son propios del Atlántico Norte: se deja atrás la violencia, hay un reconocimiento del individuo y ya no puede haber una relación de propiedad entre las personas.

Sin embargo, lo cierto es que una cosa es el relato y otra la realidad. En este caso se trató de acomodar la realidad a ciertos valores que se intentaba impulsar, pero ella corre por otro lado. Las consecuencias de ese intento se ven hasta el día de hoy: Toda la población afrodescendiente aún sufre por lo que fue ese proceso de esclavización”.

“De hecho, una de las principales contradicciones que tiene América Latina es ese proceso y sus consecuencias están presentes actualmente en toda la región. Están en Uruguay de una forma más o menos atenuada por cómo ha sido la historia nacional. Pero en términos generales, toda sociedad y toda historia cultural ha tenido sus contradicciones, que han determinado sus trayectorias. Lo importante es cómo las resolvieron, en algunos casos se hizo precisamente ocultándolo, que fue lo que Uruguay decidió hacer hasta el 2000”, agregó.

Según sus palabras, a partir del 2000 algunos grupos de afrodescendientes empezaron a tener conciencia y a ver a la historia de forma diferente. Desde la academia, se trató de ver esa realidad desde otra perspectiva, viendo cómo fueron los procesos, sin ocultar ninguna de sus etapas y facetas y eliminando con ello el proceso subjetivo de construcción del conocimiento que existió en otras épocas.

“Antes del 2000 había una invisibilización de esta situación, luego de ese año se comenzó a tomar conciencia. Esto tiene que ver con que los grupos de los afrodescendientes tienen mucho más presencia, que ya no hay necesidad de realizar procesos de blanqueamiento, donde los negros trataban de no parecerse a sí mismos, sino ser similar al otro. Además, estos grupos comienzan a sentir orgullo sobre su pasado, a no negarse a sí mismos y a indicar las consecuencias que tuvo el esclavismo. Por último, todo eso fue necesariamente acompañado por la academia”.

Este cambio de mentalidad sucede a partir de los movimientos de afrodescendientes que ocurrieron en los años 70 y 80 principalmente en Estados Unidos, explica Bracco. Por tanto, responden a procesos globales, que no solo ocurrieron en Uruguay. “No solo acá se empezó a estudiar desde el punto de vista arqueológico, también se hizo en Argentina y Brasil. En otras palabras, se está haciendo en diferentes países del mundo”.

Consideró que es “contradictorio y paradójico” que parte del Caserío este en una escuela y en un jardín de infantes. “Eso es una de las cosas que más nos llamó la atención. La verdad que es una gran paradoja de la historia. No tenemos elementos como para decir que hubo intención. Sin embargo, hay cuestiones que tienen un nivel de paradojismo increíble. Justo la escuela es un símbolo de la civilización, de la igualdad y de la no discriminación.

Pero no tenemos elementos como para decir que esto fue intencional aunque ciertamente es tan grande la realidad que parece que la escuela fuera producto de una ingeniería social. Es como si hubieran dicho, ¿cómo podemos tapar esto? Bueno, le ponemos una escuela arriba. Seamos claros, la realidad de hoy en día es que tenemos una escuela arriba de un depósito de esclavos y eso tiene implicaciones muy fuertes.

Los docentes y los niños han tenido que asimilar y digerir esta realidad para integrarla a su vida cotidiana. Buena parte de los muros perimetrales que son los que limitan la escuela, eran los mismos que impedían que los esclavos pudieran salir del depósito”.

Datos sobre el lugar

Según el texto “El Caserío de las Filipinas en Montevideo” de los antropólogos Roberto Bracco Boksar y José López Mazz, quienes son los especialistas encargados de las excavaciones de este lugar, el “caserío” fue un establecimiento que funcionaba como depósito, marcaje, engorde, venta y cementerio de los esclavos que llegaban desde África y Brasil. Creado en el año 1787, funcionó hasta el año 1811.

Se menciona que a pesar de que tuvo una gran importancia económica y edilicia, su ubicación se desvaneció desde los inicios del siglo XX, por lo que es “olvidado por el novel estado nacional”.

Según los antropólogos, el análisis sistemático de la documentación histórica que realizaron estableció que el espacio del Caserío está delimitado por la calle Capurro, Juan María Gutiérrez y el límite este del Parque Capurro. Parte importante de dicho predio está ocupado por una escuela y un jardín de infantes públicos.

Cabe mencionar que el tráfico de esclavos en el Río de la Plata se inicia con la colonización. Además, Montevideo, por orden de la Corona española en 1791, se transforma en el único puerto de ingreso de esclavos al Río de la Plata. En números, entre 1786 y 1812, al menos 60.000 esclavos fueron traídos a esta parte desde África y Brasil. “Montevideo desde sus orígenes aparece ligado a la trata”.

Durante el período independentista e iniciado el proceso de abolición de la esclavitud, el caserío comienza a ser utilizado para fines militares, sufriendo las contingencias del tiempo.

Se realizarán dos excavaciones más

Bracco afirmó que piensan hacer más excavaciones. La primera surge cuando se hizo la nueva puerta de la escuela: en esa oportunidad apareció un aljibe. Mencionó que piensan que es del período posterior al depósito de esclavos por su ubicación. Además, dijo que van a hacer una intervención en la esquina de la escuela, entre Capurro y Gutiérrez, para recuperar vestigios de los diferentes momentos de ese lugar.

“En un comienzo fue el depósito de esclavos. Posteriormente fue donde se albergaban las tropas que estaban sitiando Montevideo a comienzos del S XIX. Luego quedó en ruinas, pero siguió siendo utilizado, no sabemos mucho para qué. Posiblemente las construcciones posteriores hayan reutilizado los ladrillos del Caserío, ya que los ladrillos de la vieja escuela son iguales que aquellos que están en la parte del muro original”.

“Este descubrimiento aún no ha llegado a la sociedad”

El especialista declaró que este descubrimiento aún no ha llegado a la sociedad a pesar de que han hecho muchos esfuerzos. “La gente más memoriosa y con más años sabe que la primera construcción del barrio Capurro fue el Caserío de las Filipinas. Pero la gente con menos edad no tiene idea. A pesar de esta realidad, intentamos hacer algo que muestre a la gente de este lugar. Pero hay personas que le decís acá esta el Caserío de las Filipinas y es como que le dijeras que en Marte hay mal tiempo”.

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LA VISIÓN DE LA COMUNIDAD
Andrade: “Nacimos en un Estado que no fue hecho para los negros”
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La diputada e integrante de la Comisión Honoraria contra el Racismo, la Discriminación y la Xenofobia, Susana Andrade, declaró hace unas semanas a LA REPÚBLICA que “el racismo estructural existe en su más rancia y terrible expresión en este país” al punto tal que se ha naturalizado.

La diputada expresó que la discriminación racial en el país ha tenido un avance en la legislación, pero la “conciencia social, los corazones, la mente y la cultura sigue siendo profundamente racista”. Según Andrade, “nacimos en un Estado que no fue hecho ni pensado para los negros y las negras”. Por tanto, entiende que aún en nuestro país no hemos vencido el racismo estructural, “que habla de nuestras raíces de identidad.

Cuando se fueron fundando las diferentes instituciones, nacieron profundamente racistas, desiguales y excluyentes de la población que no fuera blanca. Es algo que se debe pensar política, social, económica y culturalmente para que nuestra democracia aspire a ser profunda, real y plena. Cuando hay racismo -y en nuestro país lo hay- la calidad de la democracia está totalmente en duda”.

La desigualdad en cifras

– Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 8,1% de la población uruguaya dice tener ascendencia racial afro o negra, lo que refiere a un total aproximado de 255.000 personas.

– El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) afirma que los niveles de pobreza de la población afrouruguaya duplican los de la población no afrodescendiente y en el caso de la tasa de indigencia, los triplican.

– El 52% de los niños afrodescendientes es pobre y el 40% de la comunidad afro en Uruguay también lo es, lo que refiere a unas 140.000 personas.

– Los afrodescendientes ocupan solo el 0,8% de cargos jerárquicos en Uruguay.

– Esta población tiene además niveles de rezago educativo y de deserción escolar más altos y es muy bajo el porcentaje de jóvenes afrodescendientes que cursan estudios terciarios.

– En el mercado de trabajo, esta población desempeña ocupaciones de baja calificación y productividad, lo que les impide mejorar sus condiciones de vida.

FUENTE  LA REPUBLICA  DIARIO

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