Por: Dioni Valladares
A fines del siglo XV, según lo planteó el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, en el momento en que los conquistadores europeos arribaron a América existían en el continente aproximadamente setenta millones de aborígenes.
Un siglo y medio después, de acuerdo a la misma fuente, solo había unos tres millones y medio de indígenas, es decir de hombres y mujeres que, después de haberse consumado la conquista de América, quedaron en la indigencia ya que no pudieron usar y gozar las tierras comunitarias que ellos habían ocupado durante siglos.
Esta “pronunciada disminución” de la población nativa de América llevó a muchos a plantear que en el continente se produjo un verdadero “genocidio indígena” ya que los conquistadores europeos implementaron una serie de prácticas que, trágicamente, tuvieron como consecuencia el casi completo exterminio de la población que por entonces habitaba el continente, tanto por las condiciones infrahumanas en las que ésta fue tratada como por el suicidio en masa que existió en muchas comunidades nativas cuando vislumbraban que la miseria y esclavitud eran su destino.
Entre estas prácticas pueden mencionarse el sometimiento cultural y físico de los nativos de la región; la esclavización de aborígenes para hacerlos extraer las riquezas del continente para beneficio foráneo; y la expropiación de las tierras que se encontraban en poder de los habitantes de la región quienes tomaban al territorio en el que vivían como un “legado” de la divinidad que sólo podía transferirse por herencia y no como una mercancía para ser comprada y vendida.
Aborígenes sin tierra
Habiendo transcurrido más de quinientos años desde el momento en el que los conquistadores europeos desembarcaron en América puede decirse que, desdichadamente, poco ha cambiado la situación de los indígenas desde aquél entonces hasta nuestros días.
Así por ejemplo, hoy como ayer, los descendientes de los aborígenes de la región son forzados a trasladarse a las zonas mas pobres, áridas y desérticas del continente, o por el contrario, reciben por parte de los Estados “permisos de ocupación” para que puedan vivir en las tierras que, habiéndoles pertenecido a sus antepasados, fueron ilegítimamente usurpadas por los “hombres blancos”.
Ahora bien, hasta el momento en que los gobiernos americanos no confisquen los territorios que fueron ilegalmente tomados por particulares hace siglos y se los entreguen a los indígenas, éstos últimos quedarán sumergidos en una situación de incertidumbre jurídica ya que, sin que el Estado les otorgue los títulos definitivos de propiedad, y bajo los parámetros de la ley occidental, los descendientes de los nativos de la región nunca serán reconocidos como legítimos dueños de la tierra en la que habitan.
“Desprecio” continental hacia los indígenas
Por último también debe ser mencionado que son muchos los cristianos americanos que desprecian y desvalorizan a los indígenas ya que los tratan como seres de “segunda” que, parafraseando a Eduardo Galeano, no hablan idiomas sino dialectos, no hacen arte sino artesanía y no practican cultura sino folklore.
Claro está que esta actitud contradice seriamente lo expuesto en Aparecida - Brasil - por los obispos latinoamericanos quienes plantearon que los cristianos deben acompañar a los indígenas en las luchas que ellos emprenden por conservar su identidad espiritual y cultural; y regresar a las tierras que legítimamente les pertenecen pero que han sido usurpadas por particulares o grandes multinacionales.
Desdichadamente parece que los gobiernos americanos tampoco escuchan éstas palabras ni son capaces de implementar políticas que defiendan a los descendientes de los nativos de la región.
Esta cuestión hace a muchos suponer que, de manera manifiesta o encubierta, muchos presidentes americanos parecen estar “empeñados” en concluir con el “genocidio indígena” que comenzaron los primeros conquistadores europeos 500 años atrás.
Publicado por: http://www.aporrea.org/tiburon/a166587.html el 24/05/2013
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