Nunca más dictadura
Hace 34 años se cumplió en el Obelisco a los Constituyentes de 1830, el mayor acto de masas de toda la historia de la República
La consigna convocante fue: “Por un Uruguay democrático sin exclusiones”. El domingo 27 de noviembre de 1983, a las 5 y media de la tarde, cientos de miles de personas se reunieron junto al Obelisco a los Constituyentes, en el Parque Batlle de Montevideo. Todos querían volver a vivir en libertad. En el estrado estuvieron todos los partidos políticos, las organizaciones sociales, familiares de presos y exiliados emblemáticos, y de uruguayos asesinados por los regímenes de la seguridad nacional.
Todos los intentos fundaciones impulsados por la dictadura cívico-militar, fracasaron estrepitosamente. En el plebiscito de 1980, su propuesta de reformar la Constitución según la ideología de la “seguridad nacional”, fue rechazada por la enorme mayoría del pueblo. Entonces los uniformados aprobaron una ley de partidos políticos, reconocieron solo a tres de ellos (Colorado, Nacional, Unión Cívica), y en 1982, fueron convocadas internas abiertas y simultáneas, para que la ciudadanía eligiera a sus autoridades. Confiaban en la victoria de corrientes políticas afines (los colorados de Jorge Pacheco Areco, su embajador en los EE.UU; los blancos de Alberto Gallinal), pero nuevamente su estrategia entró en colisión con la realidad: triunfaron, por una gran diferencia, las fracciones opositoras: la liderada por Wilson Ferreira, que estaba exiliado en Europa, dentro de los blancos; el Batllismo Unido (antipachequista), entre los colorados. La izquierda, ilegalizada, marcó su presencia con el voto en blanco promovido desde la cárcel por el general Liber Seregni.
En aquel año 82, al romperse la tablita de ajuste cambiario, se desató una gran crisis económica y social (con muy elevados índices de pobreza e indigencia, y la ruina de una parte de los pequeños y medianos empresarios), lo que estrechó aún más los márgenes de acción de aquel gobierno autocrático conducido por los mandos militares. El dictador de turno era Gregorio Alvarez, un general de Ejército, hoy preso en la penitenciaría de Domingo Arena (Montevideo).
En los inicios de 1983, aquella sociedad civil hipervigilada, empezó a reconquistar espacios bloqueados desde hacia una década. Los partidos habilitados integraron sus elencos de dirección (enero a marzo). Los sindicatos, amparándose en una ley limitacionista sancionada por el régimen, crearon un Plenario (PIT), que un 1 de mayo realizó su primer acto público, que reunió a más de 100 mil personas. Los estudiantes formaron asociaciones a nivel secundario y universitario. En la “Semana del Estudiante”, la ASCEEP organizó en setiembre una marcha que culminó en un acto multitudinario en el estadio Franzini (Montevideo). Todos reclamaban libertad, amnistía, regreso a una convivencia democrática.
Las negociaciones entre la comisión política militar (COMASPO), y los nuevos “interlocutores validos” civiles (blancos, colorados, cívicos), no alcanzaron coincidencias básicas, por la intransigencia castrense que seguía revindicando sus ideas de 1980. En mayo, hubo reuniones formales en el Parque Hotel, que evidenciaron los bloqueos, y en el arco oposición, distintas estrategias (entre los “posibilistas”, que encabezaban los colorados, y los “intransigentes”).
El 25 de agosto, a la hora 20, hubo apagón y caceroleo. La protesta fue generalizada. Desde Pocitos y Carrasco, hasta el Cerro y Barros Blancos. El aislamiento del régimen era extremo. Quienes lo habían apoyado, en algún momento, se sumaban a la resistencia. Esto se vió con claridad en el gigantesco acto del Obelisco a los Constituyentes de 1830.
El 8 de noviembre, los partidos solicitaron la autorización para realizar un acto. El 22, el permiso les fue concedido. En apenas cinco días, se ajustaron detalles de la organización (los domicilios del presidente del directorio blanco Juan Pivel Devoto, en la calle Ellauri, y el apartamento que ocupaba el líder cívico Juan V Chiarino, en la rambla de Pocitos, fueron escenarios privilegiados; en las reuniones se sumó, en un momento, el exsenador socialista José Pedro Cardoso, del Frente Amplio, que estaba proscito).
La proclama, surgió de borradores (del presidente del ejecutivo colorado Enrique Tarigo, y del integrante de la conducción blanca Gonzalo Aguirre, que le dio el ajuste final), y se decidió que Alberto Candeau, -primer actor de la Comedia Nacional-, leyere aquel documento, en el acto de Montevideo. En distintas ciudades del interior, esta responsabilidad fue conferida a figuras de importancia local.
El estrado fue ubicado junto al Obelisco, mirando hacia el parque Batlle. En tres filas, se sentaron 130 personas que representaban a los partidos políticos (colorados, blancos, cívicos, la izquierda, no reconocida o ilegalizada), y organizaciones sociales (PIT, ASCEEP, Comisión Nacional de Derechos Humanos, Federación Rural, SERAPJ, FUCVAM), Fueron 9 los locutores que se turnaron (entre ellos Rubén Castillo, Américo Torres, Homero Rodríguez Tabeira, Juan Francisco Fontoura).
Canciones de Alfredo Zitarrosa y Los Olimareños (prohibidos en Uruguay), y del grupo español Jarca se escucharon por los altavoces, poco antes de que los locutores dieran lectura a mensajes de adhesión llegados de todo el mundo, en una tarde de primavera, de intenso sol. .
En el estrado, junto a los líderes políticos y sociales, se encontraban las viudas del frentista de origen colorado Zelmar Michelini (Elisa Dellepiane) y del blanco Héctor Gutiérrez Ruiz (Matilde Rodríguez), asesinados en el exilio (1976); la hija del caudillo blanco Wilson Ferreira, que estaba requerido (Silvia Ferreira de Morelli), las esposas de Liber Seregni (Lili Lerena) y del matemático y dirigente del PCU, ilegalizado, José Luis Massera (Marta Valentini), que eran por entonces presos políticos. A escasa distancia, se encontraban los pachequistas Ulysses Pereira Revervell y Justino Carrera Sapriza. Tal el grado de amplitud de la convocatoria. Un lienzo presidía el estrado, con la consigna elegida: “Por un Uruguay democrático sin exclusiones”.
La multitud congregada, -que superó todas las previsiones y fue estimada en las 400 mil personas-, siguió con atención la lectura de la proclama a cargo de Candeau, y estalló en aplausos en ciertos momentos, por ejemplo cuando se recordó el no en el plebiscito de 1980. “Prometeo fue grande porque supo decir NO a los dioses, y el pueblo uruguayo es grande, porque supo decir que NO a los dioses con pies de barro” (ver texto de la proclama).
Todo se desarrollo sin incidentes y a su término, unas 15 mil personas se movilizaron por 18 de Julio hasta llegar a Plaza Independencia, coreando consignas contra el régimen (“se va a acabar/se va a acabar/la dictadura militar”). No fueron reprimidos por los grupos antimotines apostados en la zona.
La respuesta tardo 72 horas. Por cadena de radio y televisión el dictador Alvarez, -acompañado por los jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea-, se refirió el miércoles 30, al majestuoso acto del Obelisco. En tono violento, (“desaforado”, según algunos observadores), descargó toda su furia por lo que acababa de ocurrir y convocó al pueblo a un “estado de alerta cívica”, porque la subversión acechaba. “los patricios laureles de Rivera y Oribe, el poncho de Saravia y el sobretodo de Batlle, con toda su sacrosantas evocaciones, han sido revolcados en el mas nauseabundo de los barros”, sentenció, desafiante. Los meses por venir fueron decisivos, con marchas y contramarchas, y la canción de Jarcha, coreada por la multitud en el acto del Obelisco, se transformó en una realidad: “libertad, libertad, sin ira libertad. Guárdate tu miedo y tu ira, porque hay libertad”.
La proclama que leyó Alberto Candeau
” EL RÉGIMEN ESTÁ AGOTADO Y ANGOSTADO”
“Ciudadanos: Los partidos políticos uruguayos, todos los partidos políticos, sin exclusión alguna, han convocado hoy al pueblo a celebrar la fecha tradicional de la elección de sus gobernantes y a proclamar su decisión irrevocable de volver a ejercer su derecho a sufragar de aquí a un año, el último domingo de noviembre de 1984.
(…)
Aquí hacen resonar vibrante su reclamo de libertad y democracia, tanto tiempo acallado y sin embargo vivo en la conciencia de la ciudadanía, que no admite salvedades ni discrepancias, porque el anhelo de libertad y la vocación democrática constituyen el común denominador de todos los hombres y mujeres nacidos en esta tierra. Lo testimonia esta multitud inmensa, y pacífica, jubilosa y esperanzada.
(que) ha dicho presente porque éste es un pueblo que conoce sus derechos, sus deberes y sus responsabilidades (…) Porque es capaz de dar al mundo ejemplos únicos y magníficos de altivez, coraje e independencia, como el de aquel ya histórico 30 de noviembre de 1980, cuando dijo NO a la imposición de los detentores del poder. Prometeo fue grande porque supo decir NO a los dioses. Y el pueblo uruguayo es grande porque supo decir que NO a los dioses con pies de barro
(…)
Ese mismo pueblo que dijo NO tres años dijo luego SI un año atrás, en otra jornada cívica inolvidable. Si a los partidos silenciados durante una década y a los políticos injuriados, perseguidos, encarcelados y exiliados, que demostraron que, como el fundador de nuestra nacionalidad, un lance funesto podrá arrancarles la vida pero no envilecerlos.
(…)
El gobierno de facto al que la República fuera sometida hace más de diez años, se halla hoy agotado y agostado. No responde a ningún sector de la ciudadanía y constituye un elemento artificial, incrustado por la fuerza, en la vida colectiva. Su aislamiento en el seno de la sociedad uruguaya es total, como lo es también su aislamiento internacional ante el conjunto de las naciones democráticas del mundo.
Por eso hemos venido a afirmar todos juntos y solemnemente nuestro compromiso irrenunciable, tras una década de regresión y oscurantismo, de restituir a la nación si dignidad, al país su prestigio, a la Constitución su intangibilidad, a los partidos políticos su papel insustituible, a los gobernantes la respetabilidad que solo emana de las urnas, a los gobernados su derecho a elegirlos, a cada ciudadano su condición de elector y elegible(…) Restituiremos así a la Patria al sendero que nunca debió abandonar. Y volveremos a hacer de ella, una tierra de libertad
(…)
Con esta conciencia tranquila es que exigimos la eliminación inmediata y definitiva de todas las proscripciones que aún penden sobre los ciudadanos y partidos, sabedores que la democracia es incompatible con estas arbitrarias exclusiones de la vida cívica y de que únicamente la soberanía popular, manifestada en las urnas, puede disponer la postergación de quienes se postulan ante ella para el desempeño de los cargos de gobierno.
(...)
La victoria está próxima y es segura(…) Victoria que nos dará, en suma, una Patria en la que sólo estarán proscriptas la arbitrariedad y la injusticia, una Patria sin perseguidos y fundamentalmente sin perseguidores, y en la cual, por consiguiente, se liberará de inmediato a todos los que fueron privados de su libertad por causa de sus ideas y se repararán, en todo cuando resulte posible, las arbitrariedades cometidas a lo largo e una década de ejercicio discrecional del poder
(…)
El último domingo de noviembre de 1984, un partido y sus candidatos emergerán triunfantes de las urnas. Pero no habrá derrotados, porque venciendo la democracia y consagrándose el respeto a la voluntad popular, la victoria será de todos. Como será de todos la responsabilidad de sacar adelante al país de la gravísima crisis en que lo ha sumido esta década de intolerancia. de soberbia y de ceguera, y de contribuir a la estabilidad del gobierno que el primero de marzo de 1985 asumirá la ímproba tarea de conducir la nave del Estado en circunstancias tan adversas como quizás no las haya conducido el país en toda su historia
(...)
Ciudadanos: hoy nos hemos congregado al pie de este querido Obelisco a los Constituyentes de 1830 porque es símbolo de una obra fundadora, realizada con la más alta idealidad y por encima de todo partidismo. Y aquí hemos venido, porque es con ese espíritu superior que todos transitaremos por el camino que nos conducirá a la gran victoria común que, una jornada espléndida como ésta, celebraremos dentro de un año. Por eso aquí no hemos venido a corear consignas sectoriales ni a levantar emblemas partidarias, ni divisas tradicionales o no. Hemos entonado el himno patrio, levantando la bandera nacional y hecho flamear sus colores inmortales.
Compatriotas: proclamemos bien alto y todos juntos, para que nuestro grito rasgue el firmamento y resuene de un confín a otro del terruño, de modo que ningún sordo de esos que no quiere oír diga que no escuchó: Viva la Patria! Viva la Libertad! Viva la República! Viva la Democracia!”.
(partes sustanciales de la proclama leída el domingo 27 de noviembre de 1983, en el acto del Obelisco a los Constituyentes de 1830 en el Parque Batlle de Montevideo, y en numerosos concentraciones populares realizadas en ciudades del interior del país. La consigna de la jornada, fue: “por un Uruguay democrático sin exclusiones”.)
Tomado de: http://www.republica.com.uy/nunca-mas-dictadura/
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