"Rodríguez Muela estaba en mis brazos...tembló y murió"
Por celular, la voz entrecortada de Júpiter Irigoyen evidenciaba emoción y firmeza. Había ido hasta la redacción de LA REPUBLICA luego de leer el artículo en el que se individualizó al mayor (r) Enrique Mangini -el custodio que se había exhibido armado el día en que el general Iván Paulós fue a declarar a un juzgado- como el asesino del estudiante Santiago Rodríguez Muela en 1972.
En el hall del edificio en el que vive se produjo la entrevista entrecortada por los saludos cariñosos y respetuosos de los vecinos que entraban y salían. Irigoyen elude los formalismos y cuenta su historia, una historia que hasta ahora algunos hubieran querido que no se supiera...
-En esos tiempos se había formado la APAL, la Asociación de Padres de Alumnos Liceales. El director del Liceo 8 era una excelente persona, pero existía un enfrentamiento entre estudiantes y profesores, porque los muchachos no veían claro. Entonces, decidimos hacer una reunión de profesores, padres y estudiantes del Liceo 8 que se realizó en el Club Platense. Estuvo lleno. Allí se demostró que el problema no era entre estudiantes, padres y profesores, sino que tenían que estar los tres juntos porque el enemigo era el gobierno que no resolvía las cosas para que ellos pudieran estudiar.
-¿Qué edad tenían sus hijos?
-En ese tiempo estaban en segundo y tercero de liceo.
-¿Y la reunión del Platense había sido buena?
-Claro. Eso los calentó. Por eso querían dar un escarmiento, porque el Liceo 8 y el Dámaso Antonio Larrañaga eran los más combativos. Entonces hicieron un anuncio de que iban a asaltar el liceo.
-¿La JUP anunció el asalto?
-Sí, por eso esa noche del 11 de agosto no reunimos profesores, padres y alumnos...
-¿Usted en qué trabajaba?
-Yo entonces trabajaba en Agromac, era capataz de planta, allá, por Camino Durán. A mí me habían destituido de la UTE. Vivía en el barrio Jardines del Hipódromo.
-¿Y habían planificado algo ante el anuncio del asalto por parte de la JUP?
-Se había corrido la bola de que iban a asaltar el Liceo. En la mañana me llamó el director, porque estaba preocupado debido a que algunos botijas habían entrado damajuanas con nafta. Me fui para allá. Yo tenía 36 años, pero ellos me decían el abuelo. Cuando se ponían medio inquietos yo siempre iba y los calmaba.
-¿Qué pasó en aquella reunión?
-Hablamos. Yo les dije: si ustedes creen que pueden ganarle a mafiosos que son profesionales de las armas y además no tienen escrúpulos ninguno, están equivocados. Lo que hay que tener es el coraje de hacer la reunión y mantener la resistencia. Poder individualizarlos y denunciarlos, esa es la única arma que tenemos. En eso quedamos de acuerdo. Incluso les habíamos explicado que si alguno de ellos tenía, así fuera una navaja, nos iban a responsabilizar a los padres y profesores...
-¿A qué hora empezó la reunión?
-La hicimos a eso de las 8 de la noche. Estábamos unas quince o veinte personas... (se le quiebra la voz y hace un gesto de dolor y angustia, que lo obliga a tragar saliva)... A mí me dolió que se dijera que a Rodríguez Muela le dieron por la espalda porque salió disparando. El no salió huyendo, fue a buscar una silla para defenderse...
-Santiago Rodríguez Muela era un estudiante de 22 años, pero también era sindicalista, ¿era una dirigente conocido en el liceo?
-Era un trabajador que quería progresar y estudiaba el liceo nocturno. Trabajaba en Ancap y tenía conciencia. Asumió gran responsabilidad al sumarse a ese pequeño grupo de personas que estábamos en la asamblea... Yo creo que estaba sentenciado ya..
-¿...?
-Fíjese que entraron ellos y el botija estaba en el salón de al lado. De la entrada del liceo un salón a la izquierda. Él fue el que los vio venir. "¡Se vinieron, se vinieron los fachos!", avisó. Entonces entraron armados...
-¿Cómo entraron? ¿Gritando, a lo malón?
-No. Sólo con armas en la mano.
-¿Cuántos eran?
-Los que comentan, unos catorce o quince...
-¿Usted qué pensó?
-Yo estaba tranquilo. Entraron y nos hicieron separar a todos contra la pared con las manos en alto. Eramos algunos padres, profesores y alumnos ¿el director?, no, el director no estaba en ese momento.
-A ellos ya los habían visto armados afuera...
-Sí. Habían pasado los de las Fuerzas Conjuntas y los vieron con las armas en la mano. También los vieron los custodias del club de la Fuerza Aérea...
-¿Entonces, después que los separaron y pusieron contra la pared?
-Entonces, éste que ya estaba predestinado, lo vio entrar al "Charla" al salón y fue detrás de él. Le metió el balazo y salió con la pistola con silenciador en la mano. El botija salió detrás, caminando, y cayó al suelo...
-¿Con silenciador?
-Sí. Yo algo de armas sabía, porque mi padre, Martín María Salomé Irigoyen, había sido comisario.
-¿Usted recuerda como era el que tiró el tiro?
-Era más delgado que en la foto que apareció en LA REPUBLICA. No tenía bigote y la cara era más angulosa. Al otro día lo volví a ver en el Sirocco, el bar que estaba entonces en 8 de octubre y Albo.
-¿Pero identifica positivamente al mayor retirado Enrique Mangini como el hombre que mató a Rodríguez Muela?
-Era más flaco, pero la cara de él es imborrable. Tendría 18 años entonces, pero la misma actitud...
-¿Ustedes qué hicieron cuando Rodríguez Muela cae?
-Cuando el botija cayó, fíjese que yo era mucho más joven, alto y pesaba como 100 kilos, atiné a agarrarlo pensando que se había desmayado o algo. Y uno me dijo "¡Déjelo que tiene un ataque de epilepsia!", pero yo ya sentía la sangre caliente en mis manos. Otro gritó que no me dejaran salir y yo ni pelota les di. Hervía y me rebelaba ante la injusticia que había visto. Yo creía que solo estaba herido, pero nunca supuse que estaba de muerte... (vuelve a tragarse la angustia)
-...
-Estaba en mis brazos, tembló y murió. Yo había agarrado por 8 de Octubre como para ir al Sindicato Médico...
-Hay testimonios que dicen que los de la JUP cerraron las puertas del liceo para impedir que sacaran el cuerpo...
-No, no. Cuando yo salí ni se animaron a pegarme un tiro... Afuera, cuando llegué a frente del Club de la Fuerza Aérea, salió un teniente de la sede de las Fuerzas Conjuntas con soldados y me dijo a dónde iba. Le contesté que lo llevaba porque los mafiosos le habían pegado un tiro. Me dijo que no, que lo llevara a enfrente que estaba el Sanatorio Achard. Le dije que sí, yo lo llevo para enfrente pero si usted me cuida la espalda. Me dijo que fuera con él. Era un teniente gordo, petizo. Cuando lo puse en la camilla me di cuenta que estaba muerto. Está muerto, dijeron.
-¿Usted hizo la denuncia?
-Yo lo que trataba era de hablar por teléfono para avisar. Pero me retuvieron. Es una vergüenza, le dije al teniente, es un estudiante y esto fue una operación militar. Y se me enojó el oficial. Entonces le digo: me alegro si se enoja, porque quiere decir que usted no es cómplice de esto. Me dijo que me fuera para mi casa... ¿Lo qué?, le digo, de acá no me voy hasta que llegue la policía, y voy a hacer la denuncia, porque si me voy este chiquilín va a aparecer tirado y van a decir que fueron ladrones o un ajuste de cuentas.
-Se quedó allí.
-Sí, como una o dos horas, hasta que cayó un suboficial de la policía que estaba indignado. "La puta madre que los parió, esto es un asesinato", decía. A él le hice la denuncia, le expliqué que estábamos en una reunión y lo que había pasado... Cuando me iba a ir, me presentaron a otro, un capitán de inteligencia, que me pidió el documento. No me voy hasta que me lo devuelva, le dije. Y estuvo un rato, seguramente fue a indagar mis antecedentes... Yo había estado alguna vez preso como estudiante y por el gremio de la UTE.
-Hubo en aquellos días una versión de prensa en la que se decía que el tirador tenía un montgomery y una bufanda roja...
-No sé, a mí me quedó la cara. Iba con un traje, manos bien cuidadas, un traje clarito, abajo bien arropado. Entonces era delegado, un tipo carón, de cara blanca y delicada.
-¿Y al otro día lo volvió a ver en el Sirocco?
-Sí, yo fui a hablar por teléfono y vi cuando empezaron a entrar algunos caras raras... así que me fui. Entonces pude haber llamado a los estudiantes y enfrentar a ese hombre, pero mi espíritu siempre había sido en favor de la justicia
-¿Dio su testimonio entonces ante la Justicia?
-Cuando se hizo la reconstrucción del hecho, a mi no me convocaron. Un patrullero llegó a mi casa y me dijo por qué no estaba en la reconstrucción, le dije que no me avisaron nada y fui con él, pero cuando llegamos ya se había terminado... Alguien no tenía interés en que yo fuera.
-¿Y hasta ahora no volvió a dar su testimonio?
-No. A la salida de la dictadura conté todo en una comisión parlamentaria, en la que estaba Antonio Marchesano, que fue ministro. Después, también fui a un Juzgado, por allá por la Aduana, y después que hablé, el actuario me dijo si me animaba a repetirlo adelante de sus compañeros, los llamó y volvía contarlo adelante de los funcionarios judiciales.
-¿Cómo recuerda a Rodríguez Muela?
-No puedo olvidarme de aquel muchacho. Era delgado, alto. Se comportaba siempre como un hombre lleno de responsabilidad. Le decían el "Charla", porque hablaba mucho. El era de la línea dura, maoísta. Yo era del Partido Comunista. Muchas veces habíamos conversado, era un compañero más allá de diferencias. Yo creo que hoy habría que ponerle su nombre a la plaza que esta allí en 8 de Octubre, porque fue un héroe y se lo merece.
-¿Qué piensa de la posibilidad de que su crimen pueda reabrirse a nivel judicial?
-Es que tiene que abrirse. El confiesa que lo mató. Yo lo reconozco que fue él. A mí no me va a venir a mentir. El no era policía, ni militar, ni nada, él fue un mafioso que hizo el trabajo sucio.
TIENE 79 AÑOS, DOS HIJOS, MILITA EN EL FA Y ES DIRIGENTE DE PASIVOS DE UTE
Júpiter Irigoyen tiene 79 años. En 1972 sus dos hijos cursaban secundaria en el Liceo 8. Hoy el varón es ingeniero, la menor es escritora. Uno de siete hermanos, Júpiter era funcionario de UTE, pero había sido uno de los gremialistas destituidos aquel año.
Trabajó como albañil, en Agromac y otras empresas. Luego de la dictadura. fue restituido y se jubiló. Dirigente de los pasivos de UTE, hoy milita en comedores infantiles de Jardines del Hipódromo y Bella Italia. Incluso es delegado de un comité de base en una coordinadora del Frente Amplio.
Su voz cobra fuerza cuando recuerda aquella pesadilla que vivió hace 35 años, y aún sigue recordando cada día, hasta hoy, cuando las venas y tendones del cuello se le tensan frente a la vanidad del asesino, y ante la impunidad de un crimen que aún exige justicia.
EL CUSTODIO
El pasado 30 de octubre, cuando el general (r) Iván Paulós debió declarar por primera vez ante un juez civil, apareció custodiado por dos guardaespaldas de lentes oscuros y acompañado por un grupo de militares jubilados que llegaron a la calle Misiones para solidarizarse con el ex mando de la dictadura.
Uno de los guardaespaldas era el conocido represor coronel Eduardo Ferro, asesino del escribano Fernando Miranda en 1974 y jefe del operativo de secuestro de Lilián Celiberti y Universindo Díaz en Porto Alegre en 1978, entre otros crímenes de lesa humanidad.
Pero ese día el protagonismo lo tuvo el otro custodio, un desconocido, que arengó a los viejos militares a gritar consignas y que exhibía sin pudor una pistola calzada en una funda de cuero. El desconocido fue identificado por LA REPUBLICA, era el mayor (r) Enrique Mangini Usera, el asesino del estudiante Santiago Rodríguez Muela en 1972.
EL "ZAPATO"
Enrique Mangini Usera ingresó al Ejército luego del incidente del Liceo 8 como uno de los miembros de la patota de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) que el 11 de agosto de 1972 asesinó al estudiante Santiago Rodríguez Muela. Vivía entonces en Avenida Brasil.
En el arma de Caballería, Mangini nunca se destacó militarmente y siempre estuvo bajo la protección de conocidos represores, como el ex coronel Gilberto Vázquez y otros miembros de la Logia Tenientes de Artigas que le ayudaron a obtener misiones en la ONU.
Conocido como "El Zapato", Mangini llegó a ser jefe de la Base Antártica de Uruguay, pero terminó pasando a retiro obligatorio "por alcanzar la edad máxima prevista para la permanencia en situación de actividad en su grado"
http://memoriaviva5.blogspot.com/2007/12/asesinato-de-rodriguez-muela.html
unes, 25 de julio de 2011
El juicio contra la JUP
SE REINICIA CAUSA POR HOMICIDIO DE SANTIAGO RODRIGUEZ MUELA
La jueza Graciela Eustachio comienza a tomar hoy testimonios. Ya actuó en la causa contra el Escuadrón de la Muerte. La denuncia del caso Rodríguez Muela presentada hace dos años sostiene que la JUP era el brazo armado estudiantil. El Mayor (r) Enrique Mangini y seis cómplices aparecen comprometidos en el asesinato. El expediente del juez Milton Cairoli evidencia cobertura de policías y militares en el ataque al Liceo Nº 8 el 11 de agosto de 1972. La historiadora Clara Aldrighi confirma que Miguel Sofía les entregaba armas enviadas por Brasil. Documento desclasificado en la DNII describe el organigrama, apoyos e integrantes de sus células operativas.
ROGER RODRIGUEZ
rogerrodriguez@adinet.com.uy
Siete ex estudiantes de ultraderecha que integraban la patota que el 11 de agosto de 1972 ingresó armada al Liceo Nº 8 y asesinó de un balazo al estudiante Nelson Santiago Rodríguez Muela, al igual que otros miembros de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP), volverán a enfrentar a la justicia penal, cuando a partir de hoy la jueza de 8º turno Graciela Eustachio reinicie la etapa testimonial del caso denunciado hace casi dos años.
La causa Rodríguez Muela -que se constituye en la primera denuncia penal contra la organización de jóvenes de ultraderecha que a principios de los años setenta actuó como un brazo estudiantil armado de los Escuadrones de la Muerte-, derivó casualmente al despacho de la jueza Eustachio, quien en 2009 procesó con prisión a los ex agentes Nelson Bardesio y Pedro Fleitas por crímenes del grupo parapolicial.
La denuncia fue presentada el 23 de octubre de 2009 –dos días antes del voto rosado y la primera vuelta electoral- por la tía de Santiago, María Muela, quien representada por la abogada Pilar Elhordoy tomó como base de su escrito los elementos surgidos en un juicio de febrero de 2007 cuando el mayor (r) Enrique Mangini acusó por difamación a un periodista (quien suscribe) que finalmente fue sobreseído por la justicia.
Mangini había sido denunciado como uno de los asesinos de Rodríguez Muela en una investigación periodística publicada en La República, donde se reveló su identidad e historia del militar, luego de haber sido captado en una fotografía portando un arma en la cintura frente a los juzgados penales de la calle Misiones cuando junto al coronel Eduardo Ferro actuaba como guardaespaldas del general Iván Paulós en 2006.
En el juicio de prensa a cargo del juez penal de 19º turno, Luis Charles, se confirmó que el militar había sido uno de los protagonistas de aquel copamiento del liceo ubicado en la calle 8 de Octubre donde el estudiante fue asesinado y entre las pruebas presentadas apareció el expediente judicial que en 1972 había instruido el juez Milton Cairoli, quien entonces procesó por “violencia privada” a Mangini y sus cómplices.
El expediente de Cairoli
El expediente elaborado por Cairoli en el entonces juzgado de 5º turno, confirma que los siete miembros de la JUP que dieron muerte a Rodríguez Muela habían sido procesado por el delito de “violencia privada”, que permanecieron ocho meses en prisión y luego en libertad condicional, hasta que fueron beneficiados por una ley de amnistía a presos comunes que en 1978 aprobó el Consejo de Estado de la dictadura.
La extensa y prolija instrucción judicial, que se realizó en pleno período de guerra interno y durante el proceso previo y posterior al golpe de Estado de 1973, evidencia la existencia de diversas presiones sobre el magistrado y el fiscal Mario Pascual, quienes continuaron la indagación y debieron archivar el expediente sin perjuicio al no poder confirmar entonces quién fue el autor material del homicidio del estudiante.
En la instrucción de Cairoli se procesó como miembros de la patota de la JUP a Enrique Mangini Usera, Claro Rubens Monalli Barrios, Ricardo María Druillet Canavarro, Juan Said Llugdar Villarroel, Homero Gabriel Corbo Piffaretti, Alfredo Gervasio De Bellis y Haroldo Javier Rosso Ciociano. También eran parte del grupo los menores Osvaldo Lencina Bassi, Juan Carlos Díaz Dos Santos y Milton Darío Fernández Varela.
Del expediente surge que al menos otros cinco miembros de la JUP inicialmente capturados fueron dejados en libertad antes de llegar al juez y sustituidos por otros jóvenes detenidos en la zona, entre ellos el maestro Leopoldo Garín, los seminaristas Jorge Osorio y Jorge Moreira, y el artesano Fernando Rodríguez, quienes vieron cómo en la comisaría los otros detenidos intercambiaban sus ropas para confundir a testigos.
Mangini era sobrino del director del Servicio de Información y Defensa (SID), coronel Ramón Trabal, en la zona se encontraban los miembros de Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) Saúl Humberto Clavería y Juan Ricardo Zabala Quinteros, y al mando de las patrullas militares que intervinieron estaban el teniente Roberto Martínez Ferrán y el alférez Víctor Hugo Capo Tello (ambos egresados de la Escuela de las Américas en Panamá), quienes “accidentalmente” estaban al servicio del Estado Mayor Conjunto (Esmaco) que comandaba el general Gregorio “Goyo” Álvarez.
El homicidio de Santiago
La muerte de Santiago Rodríguez Muela cerró una serie de más de doscientos atentados de la ultraderecha que se sucedieron desde abril a agosto de 1972 contra liceos, facultades y comités de base del Frente Amplio, que fueron firmados con pintadas del Movimiento Nueva Generación (MNG), la Coalición Renovadora de Estudiantes Independientes (CREI) y la propio Juventud Uruguaya de Pie (JUP).
Aquel 11 de agosto en el Liceo Nº 8 se realizaba una reunión de padres, estudiantes y profesores para analizar la creciente violencia en los centros de enseñanza. En el mismo momento en el Bar Sirocco de Albo y 8 de octubre se reunía el grupo convocado desde el Liceo Bauzá, que atacó la casa de estudios ubicada frente a la entonces sede del Esmaco sin que nadie lo impidiera. Más de 40 personas invaden el lugar y al menos 15 entran, entre las que los testigos identifican a varios armados.
Nelson Santiago Rodríguez Muela había nacido el 4 de octubre de 1947. Criado en una familia de trabajadores, su padre era empleado de Ancap y su madre se dedicaba a tareas del hogar. Trabajaba en el ente de los combustibles junto a su padre y estudiaba en el turno nocturno del Liceo Nº 8. Estaba casado con Susana Escudero. Militaba en el Partido Comunista Revolucionario (PCR).
Rodríguez Muela procuró impedir el ataque a su liceo y fue baleado cuando intentaba arrojar una silla a los copadores. El cuerpo del estudiante fue llevado por uno de los padres, Júpiter Irigoyen, al Sanatorio Achard, cercano al liceo, donde falleció. Los intrusos permanecieron largo rato en el lugar, amenazando con armas a los participantes de la asamblea antes de que llegara al lugar personal de la Seccional Nº 9.
La mayoría de los atacantes intentó escapar por los fondos, hacia la calle Urquiza donde fueron detenidos por una patrulla del Ejército. En el jardín de acceso se encontró una capsula de bala. Los testigos indican que había otros cinco detenidos en la puerta (que desaparecieron) y que un soldado vació las balas de un revólver incautado, que nunca fue entregado. En su lugar el alférez Capó mostró al juez un arma de juguete.
Los juveniles del Escuadrón
La Juventud Uruguaya de Pie (JUP) se fundó formalmente el 24 de octubre de 1970 en la ciudad de Salto. El nombre se puso en oposición a las “sentadas estudiantiles” con las que se protestaba en la época. Pero la génesis de la organización fue impulsada a partir de que el gobierno de Jorge Pacheco Areco intervino la Enseñanza, por sectores colorados, agrupaciones del ruralismo y el grupo Seusa (La Mañana y El Diario).
En Montevideo se instalaron en una sede sobre 18 de julio, en el local de la Liga Federal de Acción Ruralista. Tenían una audición en Radio Rural y se organizaron acciones sociales y marchas hacia el interior del país. Definidos anticomunistas, se pronunciaron contra el Frente Amplio en las elecciones de 1971. Por entonces comenzó a denunciarse que realizaban prácticas de contrainsurgencia en una estancia de Tacuarembó y que varios de sus dirigentes andaban armados y eran protegidos por la policía.
Uno de sus centros de actividad fue el Liceo Bauzá, donde funcionaba la agrupación anticomunista “Por siempre Bauzá”. El liceo fue copado el 27 de abril de 1971. Al día siguiente ocurrió lo mismo en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo, desde donde se baleó a los estudiantes que quedaron fuera. El hecho se denunció a la policía, pero nadie intervino. Llegaron “chanchitas” (que detuvieron a los estudiantes en la calle) y un Volkswagen blanco desde donde también se disparaba.
Entre los principales dirigentes de la JUP se encontraban Hugo Manini Ríos (hijo de uno de los fundadores de la Liga de Acción Ruralista), Miguel Sofía (a quien se incautó un arma en 1968), el policía Gualberto Cuenca (empleado de la OEA), Luis Sica, Gabriel Melogno (nombrado adscripto del liceo tras la intervención), y el “Manco” Ulises Fernández. En 1972 apareció el semanario “Nuevo Amanecer”, órgano oficial de la JUP, dirigido por Rogelio Mendiondo y Artigas González.
La violencia de la JUP se intensificó tras la muerte de su militante Gastón Zapicán Arhancet, de 16 años, estudiante del Liceo Miranda e hijo de un militar, quien junto a otro joven lanzó una bomba contra un comité del Frente Amplio en agosto de 1971. Arhancet llevaba una pistola calibre 45 con caño adaptado para calibre 22, según el parte policial. Su compañero de 18 años tenía un revolver calibre 38. Arhancet murió en un forcejeo cuando lo quisieron sacar el arma y se escapó un tiro.
La investigación de Aldrighi
Para la historiadora Clara Aldrighi, catedrática de la Universidad de la República, la JUP y el Escuadrón de la Muerte “fueron dos niveles de un mismo diseño subversivo y desestabilizador de las instituciones promovido por el Estado. Las acciones violentas del escuadrón y de la JUP contribuyen a acentuar la polarización política, a acrecentar las tensiones políticas y sociales”.
El Escuadrón surge en agosto de 1970 para realizar atentados contra la izquierda, pero a mediados de 1971 se crea un grupo más selecto, que firmaba como “Comando Caza Tupamaros” que realiza las desapariciones y asesinatos de militantes vinculados al MLN-T. Varios integrantes de este grupo aparecen vinculados a la JUP, como el subsecretario del interior, Armando Acosta y Lara, y el hoy prófugo Miguel Sofía.
En la investigación realizada por Aldrighi se demuestra que luego de regresar de Brasil, donde realizaron cursos en 1971, dos policías del Departamento 4 de la DNII, a las órdenes de Pablo Fontana, trajeron como donación de la inteligencia brasileña 10 revólveres calibre 38 destinados a la JUP. Las armas fueron entregadas a Miguel Sofía, quien los derivó a sus destinatarios.
“El Escuadrón de la Muerte cesó su actividad tras la declaración del Estado de Guerra Interno, ya que su labor se institucionalizó en las acciones represivas de las OCOA y del SID, pero en el caso de la JUP, sus actividades perduran para mantener un clima de caos en la enseñanza que favoreciera la aprobación de la Ley de Educación y para que, ante el desorden, la opinión pública aceptara soluciones autoritarias”, explica la historiadora.
Aldrighi recuerda que simultáneamente a lo que ocurría en Uruguay, en Chile surgió una organización juvenil análoga, Patria y Libertad, que realizaba las mismas acciones de la JUP y contribuyó a desencadenar el golpe de Estado contra Allende. Según la documentación obtenida por la historiadora, había sido organizada y financiada por la CIA. Impuesta la dictadura chilena, el grupo se disolvió.
Un Organigrama de la DNII
Uno de los grupos de investigación que se encuentra desarchivando documentos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII), encontró en los archivos de esa dependencia policial un documento de origen desconocido (firmado por “Servicio de Información”) donde se hace un detallado informe sobre la JUP, su ideología, organización, táctica, conexiones, sistemas de financiación y “células operativas”.
El documento, al que accedió Caras&Caretas, explica que en Montevideo la JUP estaba estructurada por un Consejo Ejecutivo integrado por 9 miembros, una coordinación de servicios, departamentos y un plenario de grupos autónomos, mientras que en el interior existían dos proyectos para organizarse en 5 o 15 regiones, donde aparecían diferencias entre el dirigente del interior Ariel Ribas y los capitalinos Manini Ríos y Melogno.
Entre los contactos políticos de la JUP se incluye a Juan Escuadroni, Terra Trindade y Enrique Sánchez Varela de la Lista 620 de Aguerrondo-Heber, a Diógenes Cano del Wilsonismo, y a Juan Pintos, Tabaré Caputti, Sergio Molaguero, Juan J. Gari, F. García Capurro, Armando Acosta y Lara y Santiago De Brum Carbajal del Partido Colorado, entre otros. También aparece una lista de policías y militares que los apoyaban.
Como organizaciones paralelas se menciona a la Asociación Siempre Bauza, al propio Escuadrón de la Muerte, al Comando Arhancet y al “Comando Caza Comunistas” del que se dice: “Púrpura, De la Sovera y Sánchez y Sánchez, formaron este grupo el que tendría instrucción militar y llevaría un fichero completo de compañeros. A su vez, Púrpura con un tal Pérez, está reclutando gente para la JUP, la que sería entrenada militarmente en una estancia que posee en Florida”.
El documento, menciona tres células con sus vehículos y un equipo de “pegatineros” como grupos operativos. Una de ellas sería la “Célula Bien”, con mayor vínculo policial, compuesta por los hermanos Tebas (“consiguen armas de la cana”) con un Citroen negro, Abeledo (preso), Luis Sica, Omar Rodríguez, Carlos Díaz (“Palomo”) con un Simca, Fito Gagliardini, Antonio Palma y Tony Cartelao con un Fiat rojo.
También se menciona a la “Célula Lorsa”, integrada por el “Flaco Jorge” con un Chrisler blanco, Carlos Fernández con un Ford 8, Manco Ulises Fernández y Nelson Di Candia (“Estos cuatro son los “capos”. Van a fiestas los sábados de noche y salen a balear casas desde las fiestas. Van, balean y vuelven a contar la “hazaña”. Se reúnen en el Bar British o Británico). También figuran Andrés Ciapessoni, Daniel Fernández Rial, el gordo Villia, Alberto Martínez y Miguel A. Núñez.
La tercera es la “Célula Capurro”, donde se identifica a Felipe Corrensana (auto rojo grande), Daniel Tagle, Marcelino Carballo, Mario Papasián (Cadillac gris claro descapotable) y Guillermo Román. Entre los “pegatineros” se menciona a Juan Paladine, Hugo Cardozo y Enrique Goethe (Flaco Veiga).
El material desarchivado de la DNII también recuerda declaraciones de Juan María Bordaberry en las que decía “La JUP le ha devuelto la confianza a la juventud uruguaya” y afirma que como apoyo han obtenido pasajes de AFE, el traslado al interior por la Fuerza Aérea y la caballería del Ejército para un desfile de la JUP en Paysandú.
En el aspecto financiero, la JUP recibía una contribución mensual del Banco De Crédito (“se hace provenir de Gastos Generales, del subrubro Donaciones y Propinas”) que retiraba “una persona de apellido Methol”. También recibían dinero de José Luis Santayana (Bancos Comercial y De Crédito) y de Alberto Gallinal y Juan J. Gari, según dice el documento desclasificado.
Esto hay que difundirlo. No debe pasar más.
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