La fundación del Mercado Común del Sur (Mercosur) en los años 90 representó para Suramérica y el resto de la región un faro de esperanza en torno a un ingreso más equilibrado a la globalización imperante, en momentos en que ese proceso era visto como una imposición comercial de EE.UU.
Casi a finales de siglo, en 1999, la perspectiva ante la firma de un acuerdo marco para el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Mercosur y la Unión Europea (UE) abrió la posibilidad de una ventana para el desarrollo interregional, fuera de la tutela de Washington. Este TLC se proyectaba como un motor de bienestar para ambos bloques.
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