Los antiguos creían ver en cada desgracia o mala acción la huella de la pezuña del Diablo. La pata de cabra que delataba su presencia provocadora de las desgracias del mundo. Yo nunca la busqué. Pero no por eso pienso que las cosas suceden por simple casualidad o que los procesos que se desarrollan en el mundo obedecen a una sucesión casual y espontánea. En realidad, tiendo a buscar no la pezuña del Diablo pero sí la huella de los intereses hegemónicos que actúan en su beneficio, que provocan el desencadenamiento de procesos que concluyen beneficiándolos.
Hace un tiempo escribí que se nos estaba terminando el recreo del que había gozado América Latina, y que los paternales ojos del Imperio se habían vuelto nuevamente hacia la región. Habían estado muy ocupados con su descalabro financiero y con sus innumerables guerras e intervenciones a lo largo del mundo. Europa, en pleno proceso de fagocitación de los restos pequeños de la implosión del campo socialista y entrando en una larga recesión, y los cambiantes ejes del mal que iban de Corea del Norte a Irán, habían llevado a que la política hacia el patio trasero aflojara. Se descuidaron, y en determinado momento entraron a contar y se dieron cuenta de que se les había llenado de “progresistas” el seguro y dormido patio. No importa mucho cuán a la izquierda estuviesen: el escándalo era que la mayoría, con más o menos entusiasmo, se había puesto a intentar caminos de unidad y de cierta autonomía respecto del Gran Hermano.
Pues sí, se nos terminó el recreo. Ya no son sólo Venezuela (la ovejita descarriada que hay que volver al redil) y Cuba (a la que había que mantener en cuarentena). De a poco, con viejas y nuevas armas, nos vienen apretando a todos.
La pezuña del Diablo se puede encontrar en el progresivo acorralamiento que está soportando la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Un día sí y el otro también, nos informan de alguna manifestación con sartenes nuevecitos que reclaman su caída. Dilma y el PT fora. Por los medios que sea. Los noticieros nos muestran detenidamente, para que los podamos leer, los carteles que reclaman un golpe “constitucional” ejecutado por las Fuerzas Armadas. No puedo explicarme cómo se permiten llamados públicos a la ruptura institucional sin que aquellos que los hacen sean sometidos a la Justicia. ¿A que a nadie –por ahora– se le ocurre manifestar por 18 de Julio pidiendo un golpe militar al son de cacerolas? Si todo el mundo empieza a decir y vociferar que no bancás nada, no va a faltar alguno que se anime.
Y ahora el comandante en jefe del Ejército (o de todas las fuerzas armadas, no importa) menciona como posible “una explosión social”. Dicen que lo puso Dilma y que le tiene confianza, pero yo me acuerdo que a Pinochet también lo había nombrado Salvador Allende, confiando en su lealtad de masón a masón.
No me gusta que los militares deliberen y hagan públicas sus deliberaciones en torno a una posible ruptura institucional. No me gusta.
Por lo demás, no es Dilma el objetivo: es el PT. Porque es un gobierno de orientación populista y tiene sus pretensiones dentro del BRICS. El objetivo es bajarle el gallo a Brasil y recolocar a la derecha en el timón. Es ése el objetivo del bombardeo que también sufre el Mercosur.
Brasil se debate en medio de una crisis en la que el precio en caída del petróleo tiene más que ver que la corrupción en Petrobras y debió aprobar medidas económicas de corte fondomonetarista. Creo que el objetivo es, justamente, hacer que la presidenta y su partido se traguen la medicina amarga y que reciban todo el descrédito por ello. Para que sea el PT el derrotado. Para que la derecha recobre el control, bendecida por la opinión popular.
El factor imponderable es que resulta imposible prever la velocidad del deterioro y de las tensiones. Uno no sabe, cuando echa a rodar una bola de nieve por la pendiente helada, si esa bola no terminará por convertirse en alud inesperado. Bienvenido, de cualquier manera, pero que obligaría a tomar las riendas antes de tiempo y con escasa legitimidad.
Las cosas no son unilaterales, como parece mostrarnos nuestra prensa; el PT está en plena lucha y a las manifestaciones se les contesta con otras similares o más grandes. Sólo que de esas no tenemos noticias. Lula volvió al ruedo político y agita y reorienta sus fuerzas.
Me gustó el final del discurso de Dilma en el Congreso del PT. ¿Quién, en todo Brasil y en el mundo, quién tiene la altura moral para cuestionar la honra de esa mujer intachable?
Pero la cuestión es tal como Randoph Herst la proclamó cuando inventó la prensa amarilla. Tal como Goebbels lo supo: una mentira repetida cien veces se transforma en verdad. O, yendo más atrás, como decía Danton: cuando todo el mundo se equivoca, todo el mundo tiene razón. O más atrás aun: “Todo es según el color del cristal con que se mire”.
Aquí también la ofensiva arrecia, soplando en la dirección de cambiar el estado de ánimo de la ciudadanía. Por supuesto, los actores políticos hacen lo suyo, que no hiere muy profundo porque son chiquititos y tienen sus propias guaridas con problemas. Hubo que “amonestar” a los colorados que arreglaron, por detrás de la iglesia, volcar sus votos a candidatos blancos en las municipales. Y el sector de Alianza Nacional votará el restablecimiento del cobro de la Contribución Inmobiliaria Rural, que el doctor Batlle perdonó a los rurales porque la estaban pasando mal (entre otras cosas, por el atraso cambiario que nos llevó al desastre de 2002).
La artillería pesada viene de los medios, que nos ocultan las movilizaciones del PT y en cambio nos atosigan con sesudos intérpretes de la economía y la sociedad que, con su parafernalia de cifras y sus gráficas espectaculares, nos anuncian que si no estamos en crisis, lo estaremos, y que el dólar seguirá subiendo, impulsando así a la especulación. Claman que la enseñanza es un desastre y ocultan que la privada les paga menos a sus profesores. Ocultan las balaceras diarias en Estados Unidos y claman por nuestra inseguridad. Y anuncian que el déficit del gobierno nos hundirá como a la Atlántida, de la que no quedaron ni rastros.
Ah… y dicen que el déficit de Ancap es un agujero negro por el cual nos hundiremos y que Sendic es el culpable. Hasta ahora, no tienen más que la radiodifusora de Quebracho, que cobró cinco mil dólares por avisos que no pasó, porque no emitía. Difusora contratada por una agencia de publicidad seleccionada correctamente y que se encargó de distribuir los avisos del ente de forma absolutamente objetiva. ¡Nadie cuestiona ni la elección de la agencia ni las pautas de distribución de los avisos! Es la agencia la que debe controlar si lo pautado se cumplió. ¿Alguien puede imaginarse a Sendic y a los directores de Ancap leyendo todas las publicaciones, viendo todos los canales y escuchando todas las emisoras para constatar que se están cumpliendo las pautas publicitarias? ¡Menudo trabajo!
Yo me pregunto, en cambio: ¿alguien está pidiendo que el director de la emisora que cobró sin emitir vaya preso? Para mí es apropiación indebida o estafa. Pero no hay denuncias, y la Justicia no encuentra mérito para actuar de oficio. Tampoco, y me extraña, se ha hecho público que la agencia haya sido observada por el descuido. El blanco es Sendic, en la medida en que lo ven como un delfín posible para el Frente Amplio. Creo que a Daniel Martínez lo están esperando para cuando llegue el Presupuesto municipal.
El tema no es qué están haciendo ellos. Está claro, la derecha y el Imperio quieren arrancar de cuajo la planta de las ideas progresistas y populares. El tema, el recurrente, el que me preocupa cada vez más, es qué estamos haciendo nosotros. Que “insumos (para utilizar una palabra que detesto) les estamos dando a nuestros compañeros militantes para que se defiendan de esta embestida baguala.
¿Será que no creemos en el Diablo imperial y no nos importa que meta su pezuña para derrotarnos? O será que no creemos que los frenteamplistas de a pie tengan que jugar algún papel. O, peor, que no hay en el Frente un mensaje único que trasladar.
fuentes de caras y caretas
No hay comentarios:
Publicar un comentario