Luego, cuando cayó gravemente herido y fue detenido, lo quisieron asesinar manteniéndolo por años en un aljibe, durante los trece años que vivió en distintos calabozos uruguayos. Y cuando al fin pudo vivir en libertad, pretendieron que hiciera silencio y que olvidara, pero él se fue reponiendo de las torturas, las incomunicaciones y de un balazo que le atravesó la cara, en una residencia en las afueras de La Habana primero, hasta morir en Paris, en primavera.
Estaba yo en Montevideo la semana que comenzó la liberación de nuestros presos políticos, entre ellos mi hermana Anahit. Yo llegué desde Buenos Aires, para sumarme al jolgorio y disfrutar la cara de alegría incontenida de mis padres, que durante más de una década y a pesar de sus años, nunca dejaron de visitarla en el campo de concentración de Punta Rieles.
El 14 de marzo Montevideo hervía. Esperábamos la liberación de los principales líderes tupamaros, los rehenes del régimen, pero en especial la de Sendic. La movilización popular se había convertido en cacerolazos, lo que hizo insoportable la situación para la dictadura, que anunció, al final, que iba a soltar a algunos, pero no a todos los presos políticos.
“En la víspera de mi liberación hubo una gran concentración frente a la Jefatura de Policía, en San José y Yí, desde las cinco de la tarde hasta las seis de la tarde del día siguiente. Esa noche nos sacaron en un furgón cerrado, en la oscuridad, pero el pueblo impedía el paso de la furgoneta. La gente gritaba ´Sendic, escucha: tu lucha es nuestra lucha´… Esa noche hubo un enorme acto político y las consignas eran muy emocionantes… Después en casa, los amigos y compañeros que no había visto en tantos años…”.
Fue capturado, recuerdo, el primero de setiembre de 1972, en un enfrentamiento de más de media hora y diez mil tiros, la mayoría de metralleta. Una bala entró por la parte de atrás de su cabeza y salió por el rostro, destruyendo –de arriba abajo- el paladar, los dientes, el maxilar, las amígdalas y parte de la lengua. “Fue como si me hubiera explotado una granada adentro.”
“Mis compañeros se habían quedado sin municiones y decidieron entregarse. Los militares me gritaban que me rindiera. Le dije que tenía órdenes de no entregarme y les di un nombre falso, Rufo… Pero el balazo entró por la parte trasera de la cabeza, me atravesó y abrió un boquete en la cara: quedé inconsciente”. La prensa popularizó una frase que seguramente no dijo (Soy Rufo y no me entrego), ya que ese no era su nombre de guerra.
Se llamaba Raúl Sendic, le decían Bebe. Era el líder indiscutible del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, era el que encabezó la marcha de los cañeros que recorrió en 1968 el país desde el norte hasta Montevideo, en el sur, mostrando una realidad social que la capital (y buena parte del país) desconocía, con la consigna de “Por la tierra y con Sendic”. Tenía cuatro fugas de prisiones en su haber. Y el mito seguía creciendo. SEGUIR LEYENDO ACÁ
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