José Gervasio Artigas


Había nacido el 19 de junio de 1764, en  Montevideo.

Quien hoy es recordado como el “fundador de la nacionalidad oriental y el prócer de la democracia americana”, era nieto e hijo de militares.

De su abuelo, el aragonés Juan Antonio Artigas, y de su padre, Martín José Artigas, heredó un espíritu de sacrificio, un valor a toda prueba, un irrenunciable amor por la patria y, sobre todo, una desinteresada entrega a la lucha por la libertad.

De joven fue forjando su carácter en las duras faenas del campo y su alma se nutrió, al contacto diario con la naturaleza, de ese espíritu de independencia que lo impulsaban a ser libre como los pájaros o las aguas del río, cuya conjunción le iban a dar al Uruguay su bello y significativo nombre. Uruguay en guaraní significa “río de los pájaros”.

El único título que Artigas aceptó en vida fue el de “Protector de los pueblos libres” como lo llamaron sus contemporáneos.

Hay tres frases, que han pasado a la historia y que describen mejor que muchos discursos la rica personalidad de Artigas.

Al inaugurar el Congreso de la Banda Oriental, el 4 de abril de 1813, Artigas se dirigió a los congresales en estos términos:

“Ciudadanos, el resultado de la campaña pasada me puso al frente de vosotros por el voto sagrado de vuestra voluntad general. Hemos recorrido diez y siete meses cubiertos de la gloria y de la miseria, y tengo la honra de volver a hablaros en la segunda vez que hacéis uso de vuestra soberanía. Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”.

Artigas, con ser grande por sus condiciones de caudillo, tuvo la convicción de que su autoridad emanaba del pueblo, representado por el Congreso y que ella cesaba ante la presencia soberana de ese mismo pueblo.

Con razón, Artigas fue llamado “el prócer de la democracia americana”.

La otra frase la pronunció en 1815, al crear el Código Agrario, convencido de que nadie puede ser libre si no es propietario de la tierra que trabaja.

A partir del Código Agrario de 1815, se decretó la repartición de los latifundios improductivos, en base a este principio humanista establecido por Artigas, “los más infelices serán los más privilegiados”.

De esta forma, el gaucho errante que sólo conocía las privaciones en tiempo de guerra y la ociosidad en épocas de paz, se convirtió en labrador y en dueño de la tierra.

José Gervasio Artigas, a quien sus detractores calificaron de “gaucho inculto”, fundó en Montevideo una escuela y una biblioteca y le dejó a sus connacionales esta clara consigna: “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”.
Estas tres frases que ya son patrimonio cultural del pueblo uruguayo, revelan el gran convencimiento democrático de Artigas, su avanzada visión de la igualdad social y la necesidad de la educación para ser verdaderamente un pueblo digno.


Nunca olvidaré la convicción y el orgullo con que el profesor Juan Ubaldo Miralles repetía en cada ocasión en que se mencionaba a Artigas su conocida frase: “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”.

Nadie mejor que Artigas definió el papel soberano del pueblo y la necesidad que tiene todo gobernante de acatar sus decisiones.

En el año 1820, luego de la derrota en la batalla de Tacuarembó, Artigas inició un largo exilio en el Paraguay, que finalizó el día de su muerte.

Artigas murió a los 86 años de edad, tal como había vivido, con sobrieddad y con dignidad dando en la conciencia de cada ser humano la convicción de que los ideales de patria, justicia y libertad valen más que todas las conquistas materiales.

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