El día en que Trabal violó la Constitución en defensa de su protegido Amodio Pérez
Hace 40 años que Héctor Amodio Pérez desapareció del mapa. Figura importante de los Tupamaros desde sus orígenes, a partir de febrero de 1972, cuando es detenido por los militares, se transformó en su principal colaborador. En pocos meses, la guerrilla fue derrotada. Tras el desmantelamiento del MLN, Amodio, sirvió a los intereses de los golpistas procurando debilitar al sistema político con denuncias falsas (intento de publicación de un libro; testificando contra el senador frentista Enrique Erro; en el episodio que rodeo el procesamiento con prisión por la justicia militar del colorado Jorge Batlle, socio de aquel gobierno que se caía). Hoy, si estuviera con vida, Amodio andaría por los 76 años.
Sobre finales de 1973, Amodio Pérez y su entonces compañera Alicia Rey Morales, se fueron del país con destino desconocido. El golpe se había consumado en junio, y los dos actuaron como disciplinados colaboradores de la represión en la etapa inicial en febrero del año anterior. No se sabe con certeza los términos del acuerdo gestado entre los dos exguerrilleros y los militares. Lo cierto, es que no quedó ningún documento, o testimonio, que permita determinar qué pasó realmente. La única versión oficial disponible señala que ambos se fugaron, lo que resulta difícil de creer. En 1976, alguien muy parecido a Amodio fue visto en Madrid. Después, los portadores de esta versión, tampoco pudieron avanzar mucho para establecer cuál era su paradero, qué hacía, cómo se ganaba la vida, de qué forma camouflaba su existencia cotidiana, en aquel país.
Esta semana, la noticias acerca de una carta de 8 carillas (letra A4 de computadora), firmada por un supuesto Amodio Pérez, -cuya autenticidad no pudo ser determinada por un perito calígrafo-, dio vueltas por los medios de comunicación uruguayos. En ella, su autor, insiste con los planteos de hace 40 años (el borrador del libro que quiso publicar, era de 60 carillas), sobre la interna del movimiento político del que formó parte, en su etapa guerrillera. Lo que parecía ser una gran novedad (la vuelta al ruedo del enigmático personaje), se implosionó rápidamente. Muchos creen ver en esto una simple operación psicológica, y hasta recuerdan la carta apócrifa del químico chileno Eugenio Berrios en 1993, leída y dada por cierta el en Parlamento, y que ocultaba una terrible realidad (lo habían asesinado).
Nacido en 1937, Amodio tuvo una peripecia vital bastante ambigua (ver recuadro con testimonios). Era un ser muy solitario, por momentos desafiantes con los profesores de su liceo, que no hacía una vida social común y corriente. Fue obrero grafico, primero en una imprenta céntrica y luego en los talleres del diario BpColor (fotograbador). Casado, con un hijo, militó en el Partido Socialista, y en el primer tramo de los 60, con la efervescencia de las luchas sociales y políticas, y las marchas de los cañeros de Artigas que llegaban a Montevideo, se integró, junto a otros cuadros de esa formación política (como Raúl Sendic, Jorge Manera, Julio Marenales) al coordinador (1964); después, en su nacimiento, al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-T), llegando a estar en su propia dirección (1968-1970), en que cayó preso por primera vez (estaba clandestino desde 1966). Su vínculo con Rey Morales, dataría de 1966.
Calculador, astuto, osado, intervino en muchas acciones militares de carácter espectacular protagonizados por la guerrilla como el asalto al casino San Rafael, la toma de la ciudad de Pando, el copamiento al Centro de Instrucción de la Armada; secuestros, como los de Ulysses Pereira Reverbel (presidente de UTE), y Gaetano Pellegrini Giampietro, cuando la huelga bancaria (1969). . En setiembre de 1971, fue uno de los dirigentes del MLN (algo mas de cien), que se fugó de la penitenciaria de Punta Carretas. Sumamente cuestionado, hasta dentro de la columna 15, en los inicios de 1972, poco después que Rey Morales cayera presa, la conducción del MLN decidió relevar a Amodio (ver recuadro con la versión de la historia de Alain Labrousse). En febrero el entonces comandante guerrillero fue apresado por los militares, y pactó su liberación, y la de Rey Morales, a cambio de información decisiva. En ese proceso, buscó convencer a sus compañeros de los objetivos nobles (combatir los ilicitos económicos de la oligarquía) que impulsaba al Ejército que después daría el golpe (especialmente en reuniones en el batallón Florida), pero todos lo conceptúan como un “traidor”, responsable de muchas atrocidades.
En setiembre se contactó con un periodista a quien había conocido en Bpcolor (Federico Fasano), y le planteó escribir un libro (le entregó un manuscrito), que al final no apareció, porque este comunicador informó de estos hechos a los líderes de la oposición (Wilson Ferreira, Liber Seregni, entre otros). El propio Ferreira denunció en el Senado que Amodio estaba en un operativo, para enlodar con falsedades a los partidos políticos (4/5/1973). El pedido de desafuero de Erro (FA), solicitado por un juez militar por su presunta connivencia con los Tupamaros, llevó a que el Parlamento reclamara interrogar a los testigos. Inicialmente la justicia militar negó ese extremo.
Un momento decisivo ocurrió el 8 de mayo, porque el gobierno autorizó a varios legisladores a hablar sólo con uno de ellos (Amodio), en una sede militar (El IMES), con la presencia de jerarcas militares como los jefes de la inteligencia de las tres ramas militares. En esa reunión, el senador Dardo Ortiz (del grupo de Ferreira), sentado junto a Amodio, que prácticamente no abrió la boca, le pidió que escribiera en un papel que le proporcionó un texto. “¿Cuál?” le preguntó Amodio, según relataría poco después el parlamentario. “bueno, ponga estamos reunidos en un establecimiento militar o en una unidad militar”, le respondio. Amodio lo hizo, y Ortiz, guardo el papel en un bolsillo. En momentos de retirarse, el coronel Ramón Trabal, titular de la inteligencia militar (SID), se acercó a Ortiz y le pidió el papel. “si usted no me entrega el documento no podrá retirarse del local”, añadió, “soy conciente de que estoy violando las leyes, violentando la Constitución y atacando sus fueros de senador, pero lo hago obedeciendo ordenes superiores”, agregó, ante la mirada atónita de los legisladores reunidos. .
Ortiz se negó a devolver el papel. Pidió entonces que hablara con sus superiores. Siguieron varios minutos de gran tensión. Hasta que consulado el jefe del Ejército, general Hugo Chiappe Posse, Ortiz y los otros legisladores abandonaron el lugar.
Poco después, en rueda de prensa, Ortiz denunció los hechos, y dijo que comparando el papel escrito por Amodio con la fotocopia de las 60 carillas preparadas para un posible libro, llegaba a la conclusión de que era la misma persona. “La acusación de Amodio contra Erro, queda desmentida”, subrayó. Uno de los asistentes a la reunión el IMES fue Washington Beltrán, uno de los directores del diario El País, quien en su exposición en el Senado consideró inconsistente la argumentación del pedido de desafuero. Cuando los colorados vieron que los votos no estaban (planteo de Carlos Fleitas), derivaron el asunto a Diputados, iniciando un juicio político contra Erro. Diputados rechazó este extremo. La respuesta fue el golpe de estado del 27 de junio de 1973.
LA ENIGMATICA PERSONALIDAD DE AMODIO PÉREZ
Era un liceal solitario con mentalidad de “provocador”
“Yo lo conocí en el liceo Dámaso Antonio Larrañaga, el número 3, que en aquella época estaba en la esquina de Paysandú y Julio Herrera y Obes, a mediados, fines de los 50, antes del asunto de la ley de autonomía de la Universidad de 1958.
No recuerdo si era segundo o tercero de liceo; él era un personaje muy extraño, un tipo muy encerrado en sí mismo, medio autista, no se daba con nadie, no establecía muchas relaciones con la gente, y tenía muchas actitudes provocativas con respecto a los profesores: por ejemplo, en mitad de una clase se ponía a leer el diario ostensiblemente, ese tipo de cosas. Incluso fuera de clase nunca estaba con el el resto de la gente; siempre estaba solo, nunca supimos exactamente por qué, nunca hablamos mucho con él, salvo cosas elementales. Todo el mundo que lo conoció en esa época lo recuerda así.
El tenía una participación muy limitada en todo. Por ejemplo, en aquel tiempo renacía todo el movimiento estudiantil de Secundaria; se había creado una Federación de Estudiantes combativa y se hacían asambleas (…) se lo invitó varias veces. Uno de los que invitaba permanentemente era Alfredo Zitarrosa, que no era alumno del Larrañaga pero sí del nocturno, y era anarco perdido en aquellos años y andaba movilizando en todos los liceos. Intentaba acercar a gente que andaba indiferente al movimiento; nos preguntaban a nosotros y después iban a hablar con él y él nunca le dio pelota a nadie (…) no hacia nada de lo que hacíamos nosotros, incluso las cosas mas elementales, como ir a un boliche”.
*No le interesaba jugar al fútbol ni al básquetbol. Hacía ciclismo. Tenía una bicicleta preciosa y salía a correr solo. No recuerdo que hubiera corrido por ningún club en particular. Salía, se practicaba, pero creo que nunca participó en ninguna competencia oficial. Y era hincha fanático de Nacional”.
“Yo ví a Amodio una o dos veces, una en una asamblea de la prensa en el tiempo en que las patronales habían decretado un lock out y los diarios habían dejado de salir. El estaba como delegado sindical de los gráficos, en el tiempo en que trabajaba en el diario BP Color. Por entonces, todavía era poco más que un muchacho y su comportamiento era más bien oscuro. Era silencioso, casi siempre pasaba desapercibido. Tampoco era una figura importante dentro del sindicato, muchos menos un líder. El líder de los gráficos era Gerardo Gatti, un hombre excepcional, un ser humano e una gran ética y de una gran ternura, un hombre duro en su ideología pero considerado de los más aptos para llevar adelante una negociación con la patronal.
Amodio era un delegado más, que concurría a las asambleas del gremio, pero rara vez participaba. Cuando pasa a la clandestinidad, y todo el mundo empieza a comentar sus espectaculares acciones, en alguna medida nos causó algo de sorpresa, sobre todo teniendo en cuenta que con el paso del tiempo comenzó a ser considerado un individuo sumamente peligroso, de primera línea en las operaciones armada, al punto que la policía le tenía miedo”.
(“La Piel del Otro”. Investigación del escritor y periodista Hugo Fontana sobre Héctor Amodio Pérez, editorial Cal y Canto, abril de 2001).
Nota: Fontana (Canelones, 1955), fue secretario de redacción de la revista Zeta y jefe de cultura del diario La República. Es uno de los escritores uruguayos mas galardonados en los últimos años.
Sociólogo francés Alain Labrouse
Su aporte a la represión fue “devastador” para el MLN
“(ante una sumatoria de graves errores operacionales y sospechas sobre su historia personal), la dirección del MLN se reunió (el 19 de mayo de 1972), para decidir la suerte de Amodio Pérez, cuya compañera, Alicia Rey, acababa de rendirse a los militares. Al enterarse, Amodio se derrumbó psicológicamente. Algunos propusieron enviarlo a Chile a comandar la columna Guacha, compuesta por tupamaros refugiados en este país bajo el gobierno de (Salvador Allende), pero (Raúl) Sendic impuso la decisión de expulsarlo de la organización y evacuarlo hacia el extranjero. Detenido poco después por los militares, Amodio fue conducido al batallón de infantería Florida, centro neurálgico de la represión, y “empezó a trabajar en la destrucción de la organización. (con consecuencias “devastadoras”).
Como sabía mucho sobre los militantes y las infraestructuras del MLN, su colaboración fue un aporte inestimable para los militares. Pronto, vestido con un uniforme del Ejército, el supuesto capìtán Miranda, dirigió operaciones señalando militantes que reconocía en la calle (“en el mes de agosto señaló en la calle a Julio Marenales, quien antes de ser detenido le lanzó una granada, que no explotó”), conduciendo a los militares hasta los escondites, interrogando a los sospechosos con la cara disimulada por un pasamontañas, etc. Es gracias a él que los militares descubren el 27 de mayo la Cárcel del Pueblo, donde estaban aun detenidos (Ulysses) Pereira Reverbel y el antiguo ministro (Carlos) Frick Davies” (“Una Historia de los Tupamaros. De Sendic a Mujica”, Alain Labrousse, Fin de Siglo, setiembre de 2008).
Nota: Labrousse (Francia, 1937), que es doctor en sociología y letras, estudió en los años 70 los movimientos guerrilleros en América Latina y residió a lo largo de cinco años en Montevideo.. En 1971, publicó: “Tupamaros. Guérilla urbaine en Uruguay”, Éditions du Seuil, París.
Tomado de: Diario La República (15 de abril de 2013)
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