Agua y desarrollo, la necesaria mirada desde una perspectiva de género

Agua y desarrollo, la necesaria mirada desde una perspectiva de género
Water and Sanitation in Viet Nam / UN Photo – Kibae Park

2013: Año Internacional de la Cooperación en la Esfera del Agua


El 11 de febrero de 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución A/RES/65/154,   proclamó el año 2013 como el Año Internacional de la Cooperación en la Esfera del Agua, generando múltiples referencias y actividades.

La trascendencia de la cuestión como problemática internacional se basa en cifras como las siguientes: 1 de cada 7 personas en el mundo no tiene acceso al agua potable y casi el 40% de la población mundial, unos 2.600 millones de personas, carece de sistemas adecuados de saneamiento doméstico o depuración de aguas residuales (PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2006).
En las últimas décadas las alusiones al agua como recurso escaso y agotable se han incrementado preocupantemente. Su importancia para la supervivencia humana es indiscutible y su valor político-estratégico ha sido valorado por todas las civilizaciones, motivando  disputas y guerras a lo largo de la historia. Desde el siglo XIX, con el desarrollo industrial, se han contaminado gran cantidad de fuentes de agua, reduciendo así su disponibilidad para el consumo humano. Más recientemente, un nuevo elemento ha aparecido en escena: la utilización del agua para diversos usos -la generación de energía eléctrica, la industria embotelladora, la agricultura y la ganadería extensiva, y la industria minera- fomentando la percepción del agua como un bien económico y de uso privativo.

En este sentido, se ha de tener presente que el acceso al agua es un Derecho Humano, según la Observación General nº 15 del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales se define como el derecho de todos (y todas) a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico. En el logro de su universalidad, una de las metas del Objetivo 7 de Desarrollo del Milenio busca reducir a la mitad, para 2015, la proporción de personas sin acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento. Pero a día de hoy, el acceso al agua potable supone un desafío pendiente en gran parte del globo.

Países en desarrollo: mujer y agua

Foto: Mujer bombeando agua en Haiti / Flickr Alex Proimos

El vínculo entre la equidad de género y el Índice de Desarrollo de un país es ampliamente conocido, y el fenómeno de la feminización de la pobreza no se puede obviar. Las mujeres, al ser desplazadas de los principales lugares de toma de decisiones, encuentran mayores dificultades en el acceso a servicios, recursos  y derechos,  acentuándose estas vulnerabilidades en las zonas rurales.

En todas las sociedades existen patrones de género, y la temática de agua no se encuentra exenta de ellos.  Históricamente, la relación mujer y agua ha sido especialmente estrecha debido a los roles y relaciones de poder que generalmente se establecen en la cotidianeidad de la vida diaria.
En los países en desarrollo, el papel de las mujeres en la provisión de agua es especialmente importante. Generalmente no se cuenta con sistemas de abastecimiento efectivos, y son las mujeres como usuarias y proveedoras de agua para el uso doméstico (en su rol de cuidadoras o de la salud familiar, la agricultura y la ganadería de subsistencia, y de la producción para la comercialización de productos), las encargadas de su aprovisionamiento para el consumo en el hogar.

Dentro del papel de cuidadora, las mujeres desempeñan diversas tareas domésticas como la preparación de alimentos y el aseo de los niños. La falta de acceso a fuentes de agua segura implica un aumento de enfermedades relacionadas con el agua como diarreas, fiebre amarilla o cólera; que, sumado a la falta de acceso a unos de servicios de salud y farmacológicos, supone un aumento de la mortalidad infantil.

Desde que son niñas las mujeres desempeñan tareas de recolección de agua, desatendiendo su educación y momentos de ocio. Cuando una comunidad carece de una toma de agua cercana, las mujeres deben desplazarse a zonas comunes y generalmente alejadas, exponiéndose a ser atacadas y poniendo en riesgo su seguridad física. Una situación similar la encontramos en el acceso al saneamiento básico, que debido a las necesidades específicas de higiene de las mujeres genera riesgos para su integridad física y su salud, por la menor ingesta de líquidos  o por no acudir a realizar sus necesidades físicas con la frecuencia necesaria, ya que no disponen de facilidades específicas y suelen realizarlas en la noche para no ser vistas.

Las mujeres dedican un gran número de horas y esfuerzos a la provisión de agua, no pudiendo realizar otras actividades que fomentan su propio desarrollo o el de sus comunidades. Estas circunstancias actúan reduciendo claramente las libertades, oportunidades y posibilidades de desarrollo de las mujeres. Como indica Martha Nussbaum en su libro Las Mujeres y el Desarrollo Humano, el poder humano de elección y de sociabilidad resultan frecuentemente malogrados por sociedades en las que deben vivir como agregadas y sirvientas de los fines de otros, y en las que su sociabilidad está deformada por el temor y la jerarquía.

Recursos hídricos: una necesaria perspectiva de género

Foto: Mujer llevando a su bebé y agua en bicicleta en Burkina Faso / Flickr Ollivier Girard / CIFOR

Es por ello que cualquier intervención de desarrollo que pretenda abordar la gestión de los recursos hídricos ha de incorporar la perspectiva de género con un profundo análisis de los distintos y complejos roles en los usos del agua para garantizar la sostenibilidad y éxito de las iniciativas, trabajando conjuntamente con mujeres y hombres en la gestión del agua. Se trata de transversalizar el enfoque de género visibilizando el papel de la mujer como agentes de desarrollo, y no reforzar las desigualdades existentes entre hombres y mujeres.

Resulta  conveniente introducir indicadores de género en las políticas, programas y proyectos; acudir a la realización de procesos de consulta en los que las y los futuras/os beneficiadas/os expresen sus concretas necesidades; y fomentar la presencia física y el papel decisorio de éstas/os en la planificación e implementación de iniciativas relacionadas con la gestión del agua.

Si queremos avanzar en la equidad de género, hemos de trasladar la temática a las agendas políticas nacionales e internacionales, y enfocarlas hacia las necesidades específicas de las mujeres, trabajando desde estrategias y políticas de agua sensibles al género, haciendo valer los derechos de las mujeres en el acceso seguro a los recursos hídricos.

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