El País es el intelectual orgánico de la reacción, del conservadurismo y del atraso. El País se opuso a todos los avances sociales y democráticos, a todos, sin excepción. Hace un siglo se opuso a la ley de 8 horas y su vigencia, a las empresas públicas, luego a la Ley Orgánica de la Universidad, también a las Asignaciones Familiares y al Seguro de Paro, que según decían, fomentaría la vagancia. Por supuesto a los Consejos de Salarios.



Siempre fue la expresión de lo más conservador y retrógrado de nuestra sociedad.

El diario El País defendió a Stroeesner, a Pinochet, a Somoza, a Videla, atacó a Mandela, y también, apoyó el Golpe de Estado y la dictadura fascista en nuestro país.

El 11 de junio de 1976, el editorial de El País dejaba bien claro su opinión sobre la democracia y las libertades y sostenía: “No compartimos la tendencia a sobreestimar las virtudes de la estricta institucionalidad democrática-republicana”.

El 27 de junio de 1978, en el quinto aniversario del golpe de Estado rechazaba las denuncias contra las violaciones a los derechos humanos y escribía en defensa de la dictadura: “Han surgido las versiones de que en el Uruguay soportamos una de las dictaduras más crueles y repugnantes de América Latina, burda especie a la que se procura dar patente de verdad en el exterior por medio de datos estadísticos ridículos sobre uruguayos asesinados, presos, torturados o forzados a abandonar el territorio nacional”.

Un año después, el 21 de agosto de 1979, decía El País, en defensa de los torturadores y asesinos: “Las Fuerzas Armadas abandonaron los cuarteles, no impulsadas por bastardas ambiciones de poder, sino cediendo al imperativo de librar a la Nación de la inminente amenaza del caos y de la ruina”.

La prédica antidemocrática y en defensa de la dictadura de El País no se limitó a nuestro país, el 27 de agosto de 1976, escribía en defensa de la dictadura argentina y del asesino Rafael Videla, responsable de 30 mil desaparecidos: “Se explica y justifica que el gobierno del general Videla no haya establecido fecha ni plazo para dar por terminada su misión. No se puede abandonar la tarea emprendida sin antes estar absolutamente seguro que los profundos males que carcomen a la sociedad han sido radicalmente extirpados. De no actuar así se estaría ante un caso de irresponsabilidad histórica y de pusilanimidad personal. Y por cierto que en la Argentina aún no se han dado, ni siquiera remotamente, las condiciones que permitan esperar un futuro de estabilidad, de orden y de paz. Mal puede entonces abandonarse el timón de la nave y entregarla a quienes la pueden llevar a cualquier puerto. La hora para el descanso no ha llegado todavía”.

Pero la prédica, golpista, oscurantista y retrógrada de El País, viene de lejos. En un editorial El País reclamaba el asesinato de Patricio Lumumba, líder de la independencia en el Congo. Sobre Lumumba decía El País el 13 de febrero de 1961: “Es un negro que va dando demasiado trabajo. ¿Existe realmente? ¿O es la personificación de un sinnúmero de negros turbulentos, desorbitados, criminales si es necesario, contradictorios casi todas las semanas, que dan un deplorable espectáculo de la incapacidad para gobernar? Después de oír hablar durante muchos meses del mismo personaje, de ver un retrato que aseguran ser de él, la verdad es que ya no sabemos si existe o lo inventaron para hacer creer que los negros tienen hombres capaces de gobernarlos”.

Lumumba fue asesinado poco después, por mercenarios belgas, supongo que para gran alegría de los demócratas de El País que vieron cumplido su deseo.

Después de releer estos editoriales, hay mucho más, se van las ganas de poner calificativos, ¿para qué?, se califican solitos y de sobra.

El diario El País hizo del anticomunismo y del odio a los trabajadores organizados una seña de identidad. Anunció con alegría y entusiasmo el vaticinio asesino del general Iván Paulós, jefe de inteligencia de la dictadura, quien auguró: “La desaparición del Partido Comunista por 50 años”.

Anunció con júbilo y apoyó la intervención de la Universidad, la disolución de la CNT y la FEUU. Publicó las caras de las compañeras y compañeros buscados por la represión e incluso las caras con los signos de tortura luego de su detención y fue el vehículo para cada una de las mentiras y calumnias que la dictadura dijo sobre ellos.

Fue en el diario El País que la dictadura publicó la infamia contra las y los adolescentes, militantes de la UJC, detenidos y torturados en Treinta y Tres en 1975. El País fue el vehículo para calumniarlos y justificar la tortura de niños.

Y eso no es solo del pasado. Se mantiene hasta hoy. El País es el diario de la mentira hoy. Cuando asumió el Frente Amplio auguró las siete plagas bíblicas para el Uruguay. Mintió y sigue mintiendo. Si uno lee El País hoy parece que Uruguay estuviera en una crisis perpetua, horrible, que estuviéramos en el peor país del mundo.

Y sigue siendo anticomunista y antiobrero. En el 2014 cuando las últimas elecciones internas del Frente Amplio. Publicó un editorial titulado “La izquierda militante y radical” que es una verdadera joyita. Luego de hacer simplistas análisis numéricos y comparar lo incomparable, ataca el cogollo de la cuestión, el peso de los comunistas en el Frente Amplio.

El final es de antología y dice: “Por otro lado, el Frente Amplio sacó una foto de sí mismo en la que se ve que los sectores radicales están sobrerrepresentados con respecto a lo que son los pesos relativos de cada uno de ellos fijados por toda la ciudadanía que votó en octubre de 2016. El peso del Partido Comunista en particular, con su feroz prédica retrógrada, será nuevamente mucho mayor a raíz de este tipo de elección interna que el peso marginal que toda la ciudadanía definió para él en 2014. Esta vez, con menos de 10.000 votos en total, quedó como segunda fuerza del Frente Amplio. El resultado de esta interna es pues muy malo para el país: fortaleció a los militantes radicales izquierdistas”.

Hay que decirlo sin vueltas ni eufemismos, El País fue y es, el diario del fascismo, el diario de las dictaduras, el diario del racismo y del apartheid. Y eso no lo cambia ni un diseño bonito, ni los colores, ni algunas firmas.

El País no tiene credenciales para hablar de democracia, al menos antes debería responder públicamente si se arrepiente o no de haber apoyado la tortura, si se arrepiente o no de haberle mentido a sus lectores al decir que no había presos ni desaparecidos, si se arrepiente de haber pedido que Videla siguiera matando y torturando, si se arrepiente de haber sostenido que los negros no pueden gobernarse a si mismos.

No hay ninguna razón para homenajear a El País, ni una. Esto no es contra sus trabajadores y trabajadoras, periodistas o no, sabemos diferenciar entre los dueños del medio y quienes allí trabajan. Y tampoco nada tiene que ver la libertad de expresión con ello. Si Uruguay vive hoy la época de mayor liberta de expresión de su historia, la más democrática de su historia, es a pesar de El País, y porque se luchó contra sus ideas y contra su práctica.

Por Gabriel Mazzarovich

fuente caras y caretas

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