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La prensa canalla - Agencia Télam
Fuente:: http://www.telam.com.ar
La historia de la prensa canalla, por ejemplo en nuestro país (porque no es el único), es larguísima. Aunque con solo ubicarla en las últimas décadas podemos estremecernos. Un tipo de periodismo que jugó abiertamente con la dictadura, con el menemismo y sus monstruos, y que sigue jugando con la derecha siniestra que se opone a cada una de las medidas populares que toma el gobierno. No se trata solo de periodistas aislados, sino de una trama canallesca que se articula a manera de sistema o aparato.
La presidenta esta semana habló de la prensa canalla. Ante la descarada publicación de una falsa foto de Hugo Chávez en el diario El País de Madrid (el diario que se jacta de su manual de estilo pero no chequea fuentes; que despide masivamente periodistas; el que justificó el golpe del 2002 en Venezuela; el que está ligado al grupo Prisa, siempre contra los gobiernos populares en América Latina) ella simplemente tuiteó “prensa canalla”. Y digo simplemente porque todos sabemos a qué se refiere. Especialmente los organismos de Derechos Humanos lo saben muy bien.
Durante la más sangrienta dictadura de la historia argentina, esta trama de prensa canalla participó activamente del golpe. Mientras una parte del periodismo resistió de modos heroicos en ocasiones y en otras al menos dignos, otra parte, la canalla, actuó sistemáticamente para legitimar el crimen: la desaparición forzada de personas, las torturas, los robos de bebés, el saqueo del país a través de un plan económico que dejaría por décadas fuera de la vida vivible a millones de argentinos.
Hay mucho material, pero especialmente dos libros, que nos ayudan a recordar esta cuestión. Sintomáticamente fueron publicados en 1984 y en 1998. El primero, Los sofistas y la prensa canalla, del Cid Editor; el segundo, Decíamos ayer, La prensa Argentina en el proceso, de Colihue. En ellos se documenta el papel jugado por ciertos periodistas y medios con la dictadura. La Prensa canalla focaliza en la editorial Atlántida de Vigil, y particularmente en las revistas Gente, Para Ti y Somos.
"Durante la más sangrienta dictadura de la historia argentina, esta trama de prensa canalla participó activamente del golpe."
El primer libro no tiene un gran mérito analítico, pero con sólo ver juntas cada una de las notas en la cual una revista masiva como Gente, conducida por Samuel Gelblung durante toda la dictadura, despliega su arsenal simbólico destinado a negar el horror y a producir el terror es escalofriante. Allí se afirma que las denuncias en el extranjero sobre el accionar de la dictadura son una campaña de desprestigio. Gente, 10 de junio de 1976, "¿Quién está detrás de todo esto?" Gente hace una informe con las cartas recibidas de Suecia, Francia, de Alemania, de la Universidad de Bradford pidiendo la liberación de presos políticos, y afirma que todo es una “operación mentirosa, son cartas falsificadas por organizaciones terroristas”. La revista responde citando la voz de Videla y de Harguindeguy pero tiene claramente una voz propia en el asunto, incluso en ocasiones yendo más lejos que los dictadores.
Durante páginas y páginas a través los años de la dictadura se habla de enfrentamientos, abatimientos, de inmoralidad de los terroristas, pero también de los militares como los salvadores del país ante el caos. Son aberrantes las notas de diciembre del 76 y del 77: "Las 76 caras del 76", lo mismo en el 77, que presentan las caras de los que “desde sus puestos trabajaron en favor del país”. Allí aparece entre otros Jorge Rafeal Videla “la mayor responsabilidad, un ejemplo”.
"Durante páginas y páginas a través los años de la dictadura se habla de enfrentamientos, abatimientos, de inmoralidad de los terroristas, pero también de los militares como los salvadores del país ante el caos."
En una nota titulada "Moralidad, Idoneidad, Eficiencia", el 1 de abril de 1976 se dice que “La prolija operación militar del 24 de marzo fue largamente meditada” y se explican todas las razones por las cuales la editorial Atlántida va apoyar a la dictadura. Y esto se hace luego de una autocrítica (¡autocrítica!!!) en la editorial que se llama "Nos equivocamos", refiriéndose al acompañamiento que previamente habían hecho de López Rega. En esa editorial dicen: “El dramático proceso del país nos hizo crecer. Y de pronto advertimos que teníamos la obligación de interpretar la producción de noticias, de arriba para abajo. Que teníamos la obligación de hacer ideología y pecar por arbitrarios antes que por complacientes”. Hacer ideología fue hacer la ideología de la dictadura. Algo que hace muy poco Samuel Gelblung volvió a argumentar explicando que él había entendido que “había una guerra, y en esa guerra había elegido donde estar” (obviamente, del lado de los genocidas): “Soy responsable de todo lo que salió en Gente”. Gelblung es claramente responsable junto con otros de la las canalladas periodísticas sistemáticas de la dictadura. Junto, por ejemplo, a Hector D´Amico, actual jefe de redacción del diario La Nación, autor de la nota "Cómo viven los desertores de la subversión" de la revista Somos, en donde se habla de “centros de recuperación de detenidos”. Se sospecha que las fotos de la nota son de la Esma y que las citas de los “desertores” eran de los detenidos.
Gelblung es responsable de la nota Alejandra está sola, de la revista Gente, que se replicó con el título "A ellos nada les importaba Alejandra", en la revista Para Ti, como también en Somos "Los hijos del terror". En esas notas se utiliza la imagen de Alejandra Barry, muy chiquita, hija de dos militantes que habían sido secuestrados y asesinados en la Operación Cóndor y la muestran como víctima de unos padres delincuentes, terroristas, monstruos como toda su generación, capaces de “fabricaba huérfanos”. Y que por supuesto, había que exterminar.
Pero de la dictadura no sólo participó la editorial Atlántida. El diario Clarín, que el 24 de marzo tuvo como tapa el “neutral e independiente” título de "Nuevo Gobierno", no sólo ocultó las torturas y desapariciones sino que además hizo negocios manchados de sangre con los dictadores, como el caso de Papel Prensa. En cada una de sus páginas asumió el relato de los dictadores afianzando su existencia como imposible de combatir. El diario actuó como una versión del Boletín oficial, idea presentada excelentemente por Blaustein y Zubieta en Decíamos ayer.
Luego, durante el menemismo, fue artífice de la revisión de la ley de Radiodifusión de la dictadura que le permitió transformarse en un multimedio que, entre otras mentiras, durante la presidencia de Duhalde, hizo la tapa con la infame frase "La crisis causó dos nuevas muertes".
Por el mismo camino, el diario La Nación, tribuna histórica de la derecha, durante la dictadura claramente apoyó su modelo económico y cultural (moral, lo llamaron) y jamás denunció ni las torturas ni las desapariciones. Cada una de sus páginas mostró la comodidad con la dictadura y su modelo de país: era el de ellos.
Entre la lista de periodismo canalla imposible de agotar en una nota de estas características, tienen un lugar destacado periodistas como Bernardo Neustad, Mariano Grondona o Joaquín Morales Solá, dándole la bienvenida a los asesinos, el martes 8 de junio de 1976, en La Gaceta de Tucumán.
También diarios absolutamente reaccionarios como La nueva provincia, de la familia Massot. Este diario llegó a publicar, como parte de las operaciones de Inteligencia, información arrancada en sesiones de tortura a los militantes. La línea editorial de este periódico de Bahía Blanca se permitió utilizar como fuente a las cámaras de tortura durante la dictadura y en democracia siguió y sigue defendiendo a través de sus editoriales la represión. En 2012, terminado el juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura en la ciudad de Bahía Blanca, se reunieron denuncias y pruebas sobre el rol que ocupó el diario La nueva Provincia legitimando el terrorismo de estado. Así el Tribunal habló de “propaganda negra” -en alusión directa a las operaciones de consolidación de terror sobre la población- y de cómo el diario participó activamente en la construcción del “enemigo”, cooperando con el Ejército y la Armada en el de exterminio de un sector de la sociedad.
"No estamos sólo ante un periodismo que ha silenciado, o que le faltó crítica (que por supuesto merecerían la condena ética y profesional) sino que estamos antes actores que han participado en hechos delictivos, en operaciones criminales."
En resumen, no estamos sólo ante un periodismo que ha silenciado, o que le faltó crítica (que por supuesto merecerían la condena ética y profesional) sino que estamos antes actores que han participado en hechos delictivos, en operaciones criminales.Y que no sólo no han hecho una autocrítica sino que siguen defendiendo sus posiciones contra las políticas populares de un gobierno democrático.
PARA LA CONTINUIDAD EN DEMOCRACIA
Este aparato periodístico pro-dictadura no desapareció con la democracia. Durante la larga década de los noventa, donde el saqueo se profundizó, no sólo no fueron juzgadas sus responsabilidades sino que el rol espantoso que habían jugado se consolidó. Transformados en medios monopólicos, fueron más que la voz de la derecha: fueron y son la derecha. Ocuparon un lugar central para la afirmación de tres nudos fundamentales para el éxito de las políticas neoliberales: primero, supieron ser los operadores discursivos de la desaparición de los horrores del pasado para invisibilizar los horrores de ese presente; luego, moldearon simbólicamente las nuevas políticas represivas contra los sectores populares a través de la criminalización de la pobreza y la protesta social (ya que empezamos hablando de libros, cito entre cientos La palabra de los muertos del Juez Zaffaroni); finalmente, participaron de manera activa en el derrocamiento de la política como opción de transformación.
"La prensa canalla ha actuado con absoluta impunidad durante décadas amparándose en la mentira de su inmaculada concepción y la hipocresía de la llamada opinión pública. Pero comenzó a encontrar sus límites en Argentina a partir del proceso abierto en el 2003."
En esta descripción, no hay que dejar de lado que el aparato mediático reaccionario no actuó ni actúa jamás solo, sino que lo hace en una clara red de relaciones. Sería ingenuo y equivocado no ver sus plataformas comunes sostenidas en ejes programáticos compartidos. En este sentido, las reuniones periódicas y públicas de la Sociedad Interamericana de Prensa, la SIP, que nuclea a los dueños de los medios impresos del continente -y que en la casi absoluta mayoría de los casos son dueños también de otro tipo de medios- tienen siempre como corolario alguna conclusión adversa a la intervención de los estados con gobiernos populares. La SIP, que se autoproclama la voz autorizada en problemáticas de libertad de expresión, es un cartel de propietarios de medios que nació en el marco de la Guerra fría asociada a la CIA para protagonizar la defensa de los poderes imperiales. Han sido largamente documentadas sus acciones en toda la región de desestabilización y golpismo en las dictaduras, en las cuales muchos periodistas fueron perseguidos y asesinados.
AL DESNUDO, JUSTICIA
La prensa canalla ha actuado con absoluta impunidad durante décadas amparándose en la mentira de su inmaculada concepción y la hipocresía de la llamada opinión pública. Pero comenzó a encontrar sus límites en Argentina a partir del proceso abierto en el 2003. De la mano de una política de estado de verdad, memoria y justicia, que comenzó juzgando responsabilidades militares pero avanzando también sobre las responsabilidades civiles entre las que sin duda están las de este periodismo que se resiste a aceptarlas.
Estos límites a la impunidad se están dando también en América Latina gracias a los procesos de recuperación de la política en toda la región a favor de los intereses de las mayorías. Por eso están tan nerviosos
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