PRIMERO DE MAYO. Enrique Amorim.
El abuelo gringo
que vino en un barco
de velas de fuego
con mástiles blancos
-brújula embrujada
mendrugos y endriagos-
El abuelo gringo
dijo por lo bajo:
Primero de Mayo
Recorrió la América
numerando andamios.
Coloreó arrabales
y fué, palmo a palmo,
corazones, tierras
ganado. Ganando
mujer, casa y huerto
para su descanso.
Primero de Mayo
Y encendió la pipa
en medio del patio.
Hojas otoñales
siguieron sus pasos.
Por la calle sola
se alejó cantando,
con un libro viejo
cerrando las manos.
Primero de Mayo
¿Los hombres temieron
al fuego del canto?
¿Daban miedo entonces
las voces en alto?
Hubo atardeceres
de sangre y espanto.
Muros de ignominia
y enlutado asfalto.
Primero de Mayo
La plaza cercada
de sables y cascos.
El rencor roncaba
su sordo fracaso.
El grito en el puño
y el puño en lo alto.
Un clarín de muerte
deshojó el espacio.
Primero de Mayo
Rosas renovadas
en ocasos bravos.
Noches de la imprenta
sudores lunados.
Rojos fueron siempre
la aurora y el parto.
El nieto ya lee
el viejo libraco.
Primero de mayo
Se abrieron las calles
a punta de canto.
Las heroicas madres
los hijos en brazos.
Vendaval de gritos,
del grito sangrado.
Gargantas de acero:
¡Libertad hermanos!
Primero de Mayo
Banderas al viento
tus fechas flamearon
por calles y plazas
y sierras y campos
y montes y surcos
y ríos y llanos.
¡Espigas y estrellas
colmaron los labios!
Primero de Mayo
Ya nadie podría
la fiesta quitarnos
¿Quién puede a los yunques?
¿Quién puede al arado?
¡Que claro es el día,
qué día mas claro!
Está amaneciendo
¡Primero de Mayo!
Buenos Aires, 1947
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Enrique Amorim
(Salto, 1900 - Buenos Aires, 1960) Novelista uruguayo. Pertenece realmente a las literaturas uruguaya y argentina, pues pasó buena parte de su vida en Buenos Aires, residencia que alternaba con Salto y Montevideo. Amorim es el novelista moderno del campo rioplatense, que ahonda en la vida rural con un sentido intensamente humano, en frecuente contraposición con la vida ciudadana.
En 1916 llegó a Buenos Aires, donde inició su producción de poemas y cuentos, dividida en varios ciclos. En el primero, con sus novelas rurales La carreta (1929) y El paisano Aguilar (1934), abordaría los temas del gaucho, el campo y la pampa, a los que estuvo ligado desde niño, abriendo un espacio singular en la literatura del Río de la Plata, en una época de profundos cambios sociales.
El segundo ciclo es de transición, ya que su novelística intenta fórmulas y temas nuevos: psicológicos (La edad despareja, 1938), policíacos (El asesino desvelado, 1945) y políticos (Nueve lunas sobre Neuquén, 1946); fue una etapa dominada por su creciente participación en cuestiones ideológicas. De un último período narrativo destacan las novelas Corral abierto (1956), Los montaraces (1957) y La desembocadura (1958), donde combina el realismo con una fantasía inusual y exuberante.
Entre sus libros de cuentos se encuentran Horizontes y bocacalles (1926), La plaza de las carretas (1937) y Temas de amor (1960). Su poesía figura en los volúmenes Veinte años (1920), Visitas al cielo (1930) y Quiero (1953). Gran escritor, observador inteligente y artista singular, Enrique Amorim logra espléndidas realizaciones cuando su inquietud ante la injusticia social que presencia no se convierte en obsesión.
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