Película “maldita” del cine americano, recrea un hecho histórico, una huelga minera en Nuevo México, ocurrida entre 1951 y 1952 cuyo desencadenante fue el reclamo por mejores condiciones de trabajo. No quedó al margen del tratamiento fílmico la discriminación salarial de que eran objeto los trabajadores mexicanos respecto de los americanos (lo que motivó que se la acusara de promover el “odio racial”) y la discriminación de género, pese a que son las mujeres las que finalmente salvan el piquete cuando se prohíbe a los trabajadores huelguistas su continuación.
El rodaje no fue sencillo. Alertados los mecanismos de poder de la industria del cine, operaron rápidamente: una campaña de descrédito prohijada por la prensa y unas coacciones asfixiantes provenientes del sindicato de actores y del FBI, la CIA y el Comité de Actividades Antiamericanas obstaculizaron el progreso fílmico y condujeron a que desistieran del proyecto técnicos y actores, contando solamente con el apoyo de vecinos y los propios mineros protagonistas reales del relato, en una síntesis de realidad y ficción pocas veces vista en el cine.
El hostigamiento fue consecuencia del contexto político de la guerra fría, marcado fuertemente en EEUU por la llamada “caza de brujas” liderada por el senado Joseph McCarthy y ejecutada por el Comité de Actividades Antiamericanas. El sistema impuesto comportó la persecución ideológica de militantes comunistas primero, y luego de meros e insospechados simpatizantes del New Deal de Roosevelt. Entre las más connotadas víctimas se encontraron un grupo de intelectuales y artistas denominados los “Diez de Hollywood”, entre los que figuraba justamente Herbert J. Biberman (1900 – 1971), director de “La sal de la Tierra”, que había sufrido la cárcel a fines de los años cuarenta. Fue inútil ensayar una defensa fundada en la Primera Enmienda de la Constitución americana, que proclama la libertad de expresión: el fanatismo pudo más. El director no tomó el camino de otro notable de Hollywood, Elia Kazan, que terminó siendo un indigno delator para hacerse perdonar por su pasado sospechoso y volver a la vida laboral y cívica.
Peor le fue a Biberman, el director, que piloteó la filmación en condiciones de precariedad y riesgo y no pudo volver a la actividad hasta fines de la década del sesenta.
Richard Nixon era miembro del Comité de Actividades Antiamericanas, y la Alianza Cinematográfica por la Preservación de los Ideales Americanos estaba integrada, entre otros, por los vaqueros Ronald Reagan y John Wayne. Walt Disney y Gary Cooper defendieron el régimen represor con fervor patriótico. Dios los cría.
HUGO BARRETTO GHIONE
PROFESOR AGREGADO (GRADO IV) EN DERECHO DEL TRABAJO Y DE LA SEGURIDAD SOCIAL
FACULTAD DE DERECHO
UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA
Tomado de : Diario La República (Uruguay)
Un fragmento muy breve de la película doblado al español
Un fragmento muy breve de la película doblado al español
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