La Marcha del Silencio se hace cada 20 de mayo, en recuerdo del asesinato ese día, pero de 1976 de los legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, y de los militantes tupamaros Rosario Barredo y William Whitelaw, quienes fueron secuestrados en Buenos Aires antes de ser asesinados. Un crimen por el que ya fueron condenados el ex dictador Juan María Bordaberry y su entonces ministro de Asuntos Exteriores, Juan Carlos Blanco.
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Algunas ideas de un gran líder: Zelmar Michelini
Escrito por: GUILLERMO CHIFFLET (*)
Zelmar Michelini y Hérctor Gutiérrez Ruiz |
En Uruguay, el 18 de mayo es el Día del Ejército. Y toda la institución militar ha quedado enjuiciada porque ese mismo día, en 1976, fueron secuestrados en Buenos Aires Héctor Gutiérrez Ruiz, figura del Partido Nacional, ex presidente de la Cámara de Representantes, y Zelmar Michelini, un líder carismático, diputado, senador, ministro durante su trayectoria en el Partido Colorado (batllismo) y cofundador del Frente Amplio, organización política que integran partidos de diversas vertientes de la izquierda (Partido Comunista, Partido Socialista, Partido Demócrata Cristiano, entre otros) y sectores progresistas desprendidos de los partidos tradicionales.
El 21 de mayo, en un automóvil, aparecieron los cadáveres de esos dos dirigentes particularmente prestigiosos, junto a los de dos jóvenes: William Whitelaw y Rosario Barredo. El cuádruple crimen fue una de las tantas acciones de la Operación Cóndor, concertación de las fuerzas represivas de la región para eliminar opositores a las dictaduras. En esa oportunidad los asesinos se habían propuesto matar también a Wilson Ferreira Aldunate, líder del Partido Nacional, también exiliado en Buenos Aires y a quien no encontraron en su domicilio.
Ferreira, un político inteligente, especialmente amigo de Michelini y Gutiérrez Ruiz, denunció de inmediato los secuestros, atropellos y robos cometidos por los asesinos y sus cómplices en carta al dictador teniente general Videla. La carta es un importante documento histórico, que detalla los hechos (la complicidad de policías y gobernantes argentinos en el operativo) e informa que el propio ministro de Defensa argentino, José María Klix, consideró el crimen “una operación uruguaya”.
En la dictadura que oprimía a Uruguay se enfrentaban, en ese momento, dos tendencias de los militares; una de ellas totalmente contraria a una cierta apertura promovida por el ex ministro Végh Villegas con el apoyo, en ese momento, de la Embajada de Estados Unidos. El sector más duro de la tiranía buscó, con los asesinatos, borrar toda posibilidad de diálogo. Más de treinta años después, recién con el gobierno del Frente Amplio se ha planteado la voluntad real de investigar ese crimen monstruoso y el destino de los detenidos-desaparecidos. Cada 20 de mayo importantes manifestaciones, cada vez más numerosas, reclaman verdad y justicia.
A través de la trayectoria de Michelini en especial de sus intervenciones en la Cámara de Senadores es posible admirar la claridad y valentía con la que denunció desde largo tiempo atrás las violaciones a los derechos humanos, las torturas y todo el proceso que culminaría en una dictadura ya sin máscaras. En 1968, cinco años antes de la disolución del Parlamento, invocando una algarada estudiantil denunció Michelini el gobierno impuso medidas de seguridad, disposición destinada a enfrentar una agresión exterior o una grave conmoción imprevista. Paralelamente, se endureció la política económica, impulsada por el Fondo Monetario. “Los trabajadores destacó Michelini salieron a protestar contra una congelación de salarios que significaba, en realidad, la congelación de la miseria; las huelgas se trataron de impedir, los dirigentes sindicales fueron presos, los sindicatos allanados, fue vulnerada la autonomía de la Universidad y numerosos trabajadores sometidos a torturas.
Michelini era un hombre de paz. “Elegimos dijo el camino parlamentario, la elevación de la conciencia de las masas, la búsqueda de las grandes soluciones colectivas, quizá por modalidad propia o porque siempre fuimos hombres de paz”. “Aun estando en contra del Gobierno y no votando la suspensión de las garantías individuales, fundamentalmente a los hombres que están en el Gobierno queremos hacerles sentir que los caminos que eligieron no son de paz sino de guerra”. Reprochó a los gobernantes negarse al diálogo para buscar soluciones y vaticinó “la respuesta violenta de minorías sacrificadas e idealistas que se iban a jugar el todo por el todo, contestando a la presión, a la arbitrariedad y a las armas, con las armas…”, porque “en la historia del país, nos merezca el juicio que nos merezca, a un gobierno prepotente y agresivo hubo siempre quienes le salieron con las armas en la mano para defenderse”.
Planteó entonces la necesidad del diálogo en torno a soluciones que pudieran volver al país al carril de la normalidad. El gobierno, alineado contra lo que fueran reclamos populares, acusaba a todo movimiento reivindicativo de obedecer a ideas foráneas y directivas extranjeras. El gobierno denunció Michelini pretendió dividir al país entre patriotas y traidores y siguió una política clasista que mereció por una parte de la población, una respuesta. El gobierno avasalló la Constitución, utilizó los métodos que ésta le daba y los que prohibía terminantemente, allanó, detuvo, no hizo caso a la Justicia, hizo caso omiso de las decisiones del Parlamento, burló los derechos constitucionales y lo hizo recurriendo a todos los medios publicitarios a los efectos de imponer la división entre patriotas y traidores.
El presidente se niega al diálogo denunció Michelini y ha dicho que con el Frente Amplio no hablaría nunca, despreciando a una fuerza respaldada por multitudes “que han sido ganadas para la lucha cívica, que son tan patriotas, tan uruguayos, tan nacionalistas y sobre todo tan latinoamericanos como el que más”. Reiteradamente y aportando pruebas, Michelini denunció las torturas que llevaban a cabo las fuerzas encargadas de la represión. Y advirtió años antes del golpe de Estado que “los gobiernos que son tolerantes con los planteos militares terminan siendo sus prisioneros: los gobiernos débiles frente a las exigencias militares América Latina está llena de ejemplos terminan sumiendo al país en situaciones mucho peores a las que pretendían corregir”. Responsabilizó al gobierno de ser el gran culpable de la violencia que se desencadenaba sobre el país.
“Nunca es tarde para dar marcha atrás; nunca es tarde para comprender la problemática del país; nunca es tarde para dejar el orgullo en la casa; nunca es tarde para buscar otras soluciones”. Convocó entonces a terminar con las causas de los enfrentamientos; la economía es la subversiva, dijo; lo son el infraconsumo, el subdesarrollo, el privilegio, la arbitrariedad, el abuso, las clases dominantes, la miseria, la desigualdad. Cada vez que denunciaba torturas, se pretendía mostrar que con ello buscaba desprestigiar a las Fuerzas Armadas. Un año antes del golpe dijo, proféticamente: “Cuando se escriba la historia de este tiempo dramático que vive la nación, uno de los capítulos más importantes será el de los apremios físicos, morales y espirituales a que han sido sometidos los detenidos, culpables o no. Algún día el propio Ejército, cuando tome debida nota de los apremios condenará debidamente a quienes no supieron estar a la altura de las circunstancias”.
Y recordó la polémica del general francés Jacques de Bollardiére en su célebre debate con el general Massu acerca de las consecuencias malsanas sobre la moral de un ejército de la práctica de las torturas. En momentos en que algunos políticos cedían ante el avance militar, Michelini sostuvo que de acuerdo a la Constitución las Fuerzas Armadas no opinan, no deliberan, no pueden emitir opinión. Desde el exilio, continuó la lucha. En marzo de 1974 concurrió al Tribunal Russell II, donde pronunció un discurso memorable, con documentos que comprobaban sus dichos, cumpliendo así “con el deber insoslayable de que todos los seres del mundo conozcan la infamia que asola a nuestra patria”. Orador excepcional, su voz de acusación y condena fue, a la vez, de esperanza y fe.
Michelini era tan brillante, tan convincente, con tanta fuerza argumental, que la dictadura (preparando su asesinato) comenzó por anular su pasaporte. Recién hoy la investigación sobre éste y otros crímenes se profundiza. Pero ya Zelmar Michelini, como Gutiérrez Ruiz, forma
n parte de una historia de luchas por las libertades. Como tantos asesinados por la dictadura, como los detenidos desaparecidos, están en el recuerdo de un pueblo que reclama Verdad y Justicia.
*Ex legislador. Periodista
(Publicado el Viernes 01 de junio de 2007. Tomado de La Red 21)
Marcha del Silencio |
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