Por Alberto Couriel.
Los grandes centros internacionales tuvieron enorme influencia en la evolución económica de la región latinoamericana, en la búsqueda de materias primas y alimentos y posteriormente en los procesos de industrialización. EEUU tuvo un papel preponderante desde la segunda mitad del siglo pasado; en la actualidad, en el plano mundial posee hegemonía militar, comunicacional e inclusive financiera pese a las últimas crisis, en la medida que se mantiene el dólar como moneda de reserva y no hay centros financieros mundiales sustitutos al de Nueva York.
Sin embargo, en el plano comercial surge China con una extraordinaria potencia. Ambos tienen sus estrategias definidas con respecto a nuestra región. Lo relevante es qué hace, qué puede hacer América Latina para atender sus intereses. Las estrategias de cada centro de poder son determinantes y sus distintas políticas definen las relaciones comerciales. Ello es muy importante porque es la demostración más clara de la inexistencia de libertad de comercio.
Los países del mundo desarrollado avanzaron a través de distintos mecanismos de protección de sus economías. Inglaterra antes de alcanzar la primera potencia mundial no le vendía a India maquinaria textil, como forma de asegurar su predominio y limitar las posibilidades de competencia. EEUU fue tremendamente proteccionista, como lo hicieron Alemania y Japón para alcanzar sus altos niveles de desarrollo. Cuando tenían aseguradas sus ventajas comparativas en las actividades que deseaban promover, instaban a los demás países hacia el libre comercio, hacia la liberalización comercial, a que limitaran sus niveles de protección.
En la década del ‘90 del siglo pasado, en pleno auge del neoliberalismo –centrado en liberalización comercial y financiera, en las privatizaciones y en la flexibilidad laboral– EEUU intentó la liberalización comercial de América Latina a través del ALCA. Los países del Mercosur y Venezuela rechazaron dicha propuesta en 2005 en la reunión de Mar del Plata. EEUU buscó nuevos mecanismos para lograr los mismos objetivos de liberalización comercial y de limitar acciones proteccionistas de los países de la región. El instrumento utilizado son los Tratados de Libre Comercio (TLC) bilaterales con distintos países. Estos tratados se caracterizan por eliminar restricciones al comercio de bienes, como controles y baja de aranceles, partiendo de la base que los rubros manufactureros y de servicios tienen ventajas comparativas de la economía norteamericana. Buscan liberalizar los servicios aceptando la protección de algunos de ellos, e intentan influir en normas de competencia, especialmente para enfrentar los monopolios estatales, participar en las compras gubernamentales y predominar con sus inversiones y en materia de propiedad intelectual. Interesa señalar que en estos TLC, EEUU mantiene los subsidios a sus exportaciones agrícolas, las ayudas internas a sus productores rurales, las cuotas y contingentes a determinados rubros de importación (que son los que exporta América Latina), medidas antidumping que terminan siendo nítidamente proteccionistas, y picos arancelarios para rubros manufactureros intensivos en mano de obra. Estas medidas son una clara demostración de que no existe en el campo internacional libre comercio. La Alianza del Pacífico, de reciente creación, se efectiviza con países que tienen TLC con EEUU; por eso, EEUU impulsa que se integren a esta alianza comercial otros países, como Uruguay. La Alianza del Pacífico busca también vincularse directamente con la Alianza Transpacífico, donde están EEUU y países de Asia. Pero no están ni China, ni Japón, ni Corea del Sur, ni India, que pueden tener otras estrategias. Sería importante evaluar los resultados de los distintos TLC, en términos de beneficios para los países de la región, por ejemplo si tienen balance comercial favorable, si pudieron diversificar sus exportaciones hacia EEUU en rubros centrados en mayor valor agregado y contenido tecnológico o si siguen manteniendo las viejas relaciones centro–periferia. Porque firmar un TLC no es garantía de buenos resultados como, ideológicamente, se plantea constantemente en los grandes medios de comunicación.
China es actualmente el primer exportador de bienes y de productos manufacturados en el mundo. El dinamismo de Asia Pacífico permite prever que en los próximos años abarcará el 60% del consumo mundial. China es hoy el primer comprador de bienes de Brasil, Chile, Perú y Paraguay y el segundo comprador de Argentina y Uruguay. Su dinamismo generó altos precios internacionales de los productos de exportación de la región. Para las relaciones comerciales de América del Sur, China pasó a ser más importante que EEUU y que Europa; busca abastecerse de materias primas y alimentos de América Latina y compra grandes proporciones de tierra en África. Pero las relaciones comerciales entre China y Sudamérica sufren un clásico proceso centro–periferia, en que exportamos materias primas y alimentos y compramos rubros manufacturados con más valor agregado y contenido tecnológico. Es imprescindible encontrar caminos de negociación con China para superar este proceso y permitir una mayor igualdad de oportunidades. Vivimos en el mundo del conocimiento y de las innovaciones, y quienes se inserten con mayor contenido tecnológico serán los exitosos del futuro.
Para tener un mayor poder de negociación con el mundo desarrollado, es imprescindible el proceso de integración regional con unidad de propuestas. Para atender los intereses nacionales y regionales, se crea en 1991 el Mercosur, que se concreta con una alianza en distintos planos de Argentina y Brasil. Brasil desempeña un papel muy importante por su tamaño, por su nivel económico y porque quiere tener el rol de global player. Brasil coloca productos manufacturados a la América del Sur que es su primer comprador. Crea la Unasur que le da también poder en el campo internacional y compite con México en el liderazgo regional. La creación de la Celac incluye a todos los países de la región de América Latina y el Caribe; Mercosur tiene una estrategia distinta a la de EEUU y a la de China en la región. Está centrado en una unión aduanera que significa un arancel externo común y en efectivizar políticas comerciales comunes frente al resto del mundo. En el plano internacional Brasil juega, dentro de sus posibilidades, en el Brics que lo integra junto a Rusia, China, India y Sudáfrica. En cambio, la Alianza del Pacífico en el plano internacional juega más cercano a la política de EEUU. Sería muy importante que el Mercosur y la Alianza del Pacífico fueran complementarios y pudieran actuar unidos en las negociaciones comerciales, financieras, productivas e inclusive en las políticas con el mundo desarrollado.
En este cuadro Uruguay no puede quedar aislado. Con lógica se integra en 1991 a sus vecinos, incorporándose al Mercosur. Para la economía de Uruguay, el Mercosur no está destrozado. Es el primer comprador, el 61% de nuestras exportaciones son de productos manufacturados y el 29% son de alta y media tecnología. Las potencialidades son enormes en términos que somos el granero del mundo, contamos con agua y con fuentes energéticas para todo el siglo XXI, con avances de integración financiera, de compartir investigación científica y tecnológica y especialmente con la necesidad de complementariedad productiva para insertarnos conjuntamente en el mundo con mayor valor agregado y contenido tecnológico. Esto requiere de acuerdos políticos y económicos y de definir el papel de las grandes empresas transnacionales en el proceso de integración. Vivimos un momento excepcionalmente positivo de relacionamiento con Brasil en todos los planos. A la vez, tenemos dificultades con Argentina en relaciones comerciales y en el tema de los puertos. Nuestras exportaciones con la Alianza del Pacífico alcanzan al 6% del total. Pero, al mismo tiempo, vale la pena evaluar los tratados comerciales, porque por ejemplo, caricaturizando, a México le vendemos lácteos y le compramos automóviles. Entendemos que es desde el Mercosur que debemos avanzar en la integración de América Latina para construir nuestro desarrollo y para ganar poder de negociación con el mundo desarrollado, inclusive para negociar en mejores condiciones con Asia Pacífico y especialmente con China. Para ello se requiere un mayor compromiso de Argentina para que el Mercosur vuelva a generar las mejores expectativas.
Tomado de LA REPÚBLICA, 12 de junio de 2013.
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