José Saramago: Vivimos en el paraíso de la palabra inútil y la imagen que no sirve para nada



Fuente: elmundo.es

Vivimos en el paraíso de la palabra inútil y la imagen que no sirve para nada, en un mundo donde la santa audiencia es venerada en todos los altares y donde el sistema ha convertido en cómplices a sus propias víctimas.
Hay quienes dicen que estamos mejor que antes, son los que confunden el tener con el ser, y se les olvida que quizá haya mejorado una pequeña minoría entre más de seis mil millones de personas.
Ahora se vive en una especie de culto a la imagen como un valor en sí mismo y la televisión hace una utilización totalmente gratuita de esas imágenes, echando a la cara de quien mira la pantalla una tras otra sin otro resultado que el aturdimiento, con la insensibilidad que trasluce que a un programa dedicado a la vida de los que se conoce, erróneamente, como famosos, siga otra bomba en Irak o una epidemia de Sida en Africa, lo que significa que tanta importancia tiene una cosa como la otra . Existe una santa venerada en los altares de todo el mundo, que es la santa audiencia, en cuyo nombre, como se decía de la libertad, se cometen muchos crímenes contra la razón, la sensibilidad y el buen gusto, con el aplauso además de las propias víctimas. El sistema ha convertido a las víctimas en cómplices y eso pasa todos los días. Los ciudadanos deberían exigir que se les respetase, sobre todo a los medios y también al poder político.
A esa manipulación de la imagen se suma la de palabra, que es especialmente descarada en el caso de los políticos, aunque, en este caso, ya se sabe o se sospecha que el que tiene la palabra en la boca le está dando el sentido contrario al que posee. Las palabras pueden dejar de servir y el diccionario está lleno de las que ya no se usan, o pueden convertirse en otra cosa, como ocurre con bondadoso que antes era positiva y ahora llamar a alguien así es llamarle tonto. Otras incluso se pudren con el uso o se aparcan, como indignación, un término que reivindicó aunque consciente de que los ciudadanos quizá tengan demasiados problemas prácticos que resolver para sobrevivir diariamente como para recuperar su significado.

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