El miedo no es buen consejero Un nuevo fantasma recorre el mundo.

Un nuevo fantasma recorre el mundo. No es el fantasma del comunismo, como proclamaba notoriamente el Manifiesto de Marx. Es el fantasma del miedo, una lógica que inspira cada vez más la política. Y, como dice el viejo proverbio, el miedo no es buen consejero.
filipinas
Tomemos como síntoma, las últimas elecciones en Filipinas. En un país en el que los tiempos sangrientos de la dictadura de Ferdinando Marcos no son un recuerdo lejano (una revolución popular en 1986 lo obligó a abandonar el poder), la población ha elegido como presidente con gran margen, a Rodrigo Duterte, un hombre cuyo lema de campaña fue: “Vamos a matarlos a todos”.
Se refería a los criminales, ladrones y traficantes de droga, a quienes persiguió con grupos paramilitares como alcalde de la ciudad de Davao. Durante la campaña, declaró que una vez presidente se encargaría él mismo de matar a algunos de ellos, para luego concederse el perdón presidencial. El presidente saliente, Benigno Aquino III, trató de frenarlo, avisando que tales promesas equivalían a volver a la dictadura de Ferdinando Marcos. Se hizo un llamamiento a la unidad de los otros candidatos para derrotar a Duterte, pero no lograron ponerse de acuerdo.
A pesar de un fuerte crecimiento económico, las Filipinas todavía tienen un alto nivel de pobreza y de desempleo. Proliferan los conflictos armados contra los insurgentes en el sur así como las bandas de secuestradores. Las encuestas confirman una sensación generalizada de miedo: desde el miedo de los desempleados buscando trabajo, al de los trabajadores que temen perderlo. Todos interpretaron la falta de seguridad como un elemento importante a la hora de votar.
Al otro lado del planeta, en Brasil, la presidente Dilma Roussef, elegida hace menos de dos años con 50 millones de votos, ha sido depuesta por el Congreso. Mientras la élite política se enfrenta a un enorme escándalo de corrupción, a Roussef no se le acusa de robar, sino de falsificar el presupuesto, práctica común en todo el mundo.
Una encuesta realizada por una empresa brasileña especializada descubrió que los cientos de miles de personas que claman en la calle por su destitución pertenecen básicamente a la clase media y que además saben perfectamente que más del 50% de los diputados y senadores que votaron a favor de la destitución estaban bajo investigación criminal por delitos mucho peores que falsificar un presupuesto. Mientras que el común denominador que unía a los manifestantes era deshacerse de la corrupción (algo de lo que no fue acusada Rousseff), los ciudadanos estaban molestos con la creciente crisis económica, que ha dejado a Brasil en una situación dramática, y consideran que el actual gobierno es incapaz de hacer frente a la crisis.
Es importante notar que bajo las presidencias de Lula da Silva y Dilma Rousseff, el Partido de los Trabajadores (PT) ha sacado de la pobreza a 30 millones de personas, integrándolas en la clase media. Esos millones temen regresar a sus orígenes y constituyen la gran mayoría de los que se tomaron las calles. Lo impresionante es que otra encuesta reveló que el casi 32% de los manifestantes expresan nostalgia de los tiempos del régimen militar (1964-1985), cuando se garantizaba el “orden”.
Ahora, véase Estados Unidos, que muchos consideran un ejemplo de democracia. El último libro de dos destacados científicos sociales, John Hibbing y Elizabeth Theiss-Morse, “Democracia Sigilosa”, utiliza una encuesta de Gallup del 1998 y la actualiza al día de hoy. Pues bien, a un sorprendente número de estadounidenses no le gusta el caos de la democracia. El 60% de los encuestados cree que el gobierno “funcionaría mejor si las decisiones se tomasen como en una empresa” y  32% está convencido de que el gobierno estadounidense “funcionaría mejor si dejásemos que los hombres de negocios exitosos tomen las decisiones”, mientras que el 31% creía que el gobierno funcionaría mejor si las decisiones las tomasen “expertos no elegidos”.
El New York Times publicó hace algún tiempo un estudio sorprendente, según el cual un tercio de los encuestados también habría aceptado un gobierno militar, si éste significase mayor eficacia. Los dos autores creen que estos datos explican el éxito de Donald Trump. Pero también coinciden en que la base principal de Trump proviene de aquellos que se han sentido excluidos y temen por su futuro.
No es de extrañar: la clase media estadounidense se ha reducido a menos del 50% de la población adulta, en comparación con el 61% de finales de los años sesenta. El Centro de Investigación Pew, junto con el Financial Times, ha llegado a una conclusión sorprendente. La sociedad se fragmenta, a medida que la piedra angular de la economía de la post-guerra se vacía: la clase media se redujo a la mitad de los hogares de Estados Unidos. Por primera vez, aquellos con ingresos inferiores y superiores superan en número a la clase media.
Para dar un ejemplo, el número de adultos en los dos niveles superiores ha crecido en 7,8 millones, mientras que los de la clase media en sólo 3 millones. Los que están en los niveles más bajos aumentaron en 6,8 millones. En esta tendencia, la fuerza de división más importante ha sido la educación. Aquellos con educación universitaria tienen una probabilidad ocho veces mayor de vivir con niveles de ingresos más altos que los adultos que no terminan la escuela secundaria, y el doble de probabilidad que un adulto que tenga tan sólo un diploma de la escuela secundaria. Por lo tanto, aquellos que no pueden pagar una educación superior están siendo impedidos de participar con éxito en el mercado de trabajo. Muchos de los que tienen empleos modestos no ganan lo suficiente para llevar una vida normal.
Miremos ahora a Europa. El único país que ha realizado un estudio sobre lo que está sucediendo a su clase media es España, pero sin duda este país es representativo de muchos otros en el continente. Entre 2007 y 2013 (los años de la gran recesión, de la que Europa aún no salió), la clase baja creció pasando de 26,6% de la población a 38,5%. Un estudio de la Fundación BBVA ha encontrado tres tendencias principales: 1) el ingreso per cápita y por familia ha vuelto a los niveles de finales del siglo pasado; 2) ha empeorado la distribución del ingreso, aumentando la desigualdad económica; 3) el aumento imparable de esta desigualdad en combinación con la disminución de los ingresos “ha creado situaciones de pobreza y exclusión social que, hace unos años, se pensaba habían desaparecido de nuestra sociedad”.
Finalmente, centrémonos en China. La clase media china está tratando desesperadamente de colocar ahorros en el exterior. China ha sacado de la pobreza a 600 millones de personas, que obviamente temen volver a caer en ella. La economía china atraviesa actualmente un cambio de modelo económico, de las exportaciones, al mercado interno. Este cambio va acompañado del cierre de muchas fábricas y empresas ineficientes, marcando el inicio de un proceso radical. Individuos y empresas han sacado alrededor de un billón de dólares del país en el último año y medio.
La inseguridad económica se suma a la lista de preocupaciones del día a día, que incluyen la contaminación del aire, del agua y de los alimentos, millones de vacunas defectuosas, falta de apoyo médico y de un sistema de jubilación real. Las redes sociales ahora distribuyen artículos como “la ansiedad de la clase media” o “¿Serán los de clase media los nuevos pobres?”.
El Financial Times informa que 45,5% de aquellos con ingresos medios quiso colocar al menos 10% de sus ahorros en el exterior y otro 29% ya lo ha hecho. En 2014, 76.089 chinos en el extranjero recibieron permisos de residencia permanente con requisitos financieros sólidos, en contraste con los 4.291 del año anterior. Durante el año académico 2014-15, 304.040 chinos estudiaron en los EE.UU., en comparación con los 110.000 de 2011-12. Mientras tanto, de acuerdo con cifras oficiales, las manifestaciones públicas de insatisfacción han sido más de 850.000 el año pasado.
Todos los economistas están de acuerdo en que nos enfrentamos a un mundo post-industrial, donde la aportación del trabajo en el valor de los productos va a continuar a disminuir. La robotización pasará del actual 12% de la producción industrial a 40% en diez años.
Los refugiados son ahora cerca de 20 millones de personas, según la ONU, y su número seguirá aumentando. El gigantesco incendio en Canadá, que destruyó una ciudad, es una de las señales de alarma del cambio climático.
Los periódicos de todos los países dedican un espacio cada vez mayor a la corrupción, a los documentos de Panamá, al desempleo juvenil, y a la amenaza del terrorismo, por citar algunas de las fuentes del miedo.
Por lo tanto, los Trump, los Duterte, los Le Pen y los Erdogan son una reacción mecánica al miedo. ¿Pero es el miedo buen consejero?

Roberto Savio
Doctor en Economía y Periodista. Fundador y Presidente emérito de Inter Press Service (IPS). Miembro del Comité Internacional del Foro Social Mundial.
FUENTES  DE LARED 21 MUNDO

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