LA VERDADERA IDENTIDAD Cuando descubres que tus padres son tus apropiadores

  • Claudia Poblete supo a los 21 que no era hija de militar, sino de desaparecidos de la dictadura argentina; lo revive en el Grec
  • Cuando descubres que tus padres son tus apropiadores
  • Lo dice con serenidad, pero a los que fueron sus padres durante dos décadas los denomina siempre sus apropiadores. Nunca sus padres. Se llama Claudia Victoria Poblete Hlaczik (Buenos Aires, 1978), aunque se llamó durante 21 años Mercedes Landa. Hasta que una prueba de ADN y unas fotos confirmaron terriblemente –“se me cayó el mundo encima”, dice ya sin dolor aparente– que no, que no era hija del militar Ceferino Landa, sino de dos desaparecidos por la dictadura argentina con los que la internaron en un centro de detención clandestino. Sólo ella salió viva de allí y se la dieron a los que la criarían durante mucho tiempo hasta que la búsqueda que realizaban sus verdaderos familiares dio frutos. No sólo pudo volver a llamarse Claudia Poblete y conocer a su familia biológica. Su caso fue un terremoto para las leyes de impunidad aprobadas en Argentina para no juzgar la dictadura: debido a su caso se dictaminaron inconstitucionales y se abrieron multitud de juicios. Y ahora Claudia Victoria Poblete Hlaczik sube a los escenarios a contar su tremenda historia sin olvidar la de Argentina. Lo hace en el CCCB de mañana al domingo en Claudia, dentro del Grec como plato fuerte de la última semana. No es que ella quisiera subir a escena: es ingeniera de sistemas y tiene dos hijos. Pero la compañía catalana La conquesta del Pol Sud –Carles Fernández Giua y Eugenio Szwarcer–, que ya logró un enorme éxito con una operación similar con otra obra de teatro documental – Nadia , donde la joven afgana Nadia Ghulam, afincada en Catalunya, narraba su experiencia en el Kabul talibán–, contactó con las Abuelas de la Plaza de Mayo. Ellas les pusieron en contacto con Claudia.
    “Yo conozco la verdad a los 21 años. En el año 2000 me encuentra mi familia biológica a través de las Abuelas de la Plaza de Mayo. Mi abuela es una de ellas. Desde que fueron conscientes de mi desaparición y de la de mis padres habían trabajado. Mis apropiadores habían tenido denuncias, pero nunca les habían podido probar nada y no era por este caso. Hasta que uno de mis tíos, mirando las denuncias que había en Abuelas, ve las fechas y se da cuenta de que esa chica que tenían los Landa podía ser su sobrina. Me informan de que he de hacer la prueba del ADN y sale la comprobación científica de mi identidad biológica. En ese momento se me vino el mundo abajo”, cuenta Claudia.
    “Yo había sido criada en una familia militar, nunca me dijeron que podía ser adoptada, si bien en algún momento de la adolescencia alguna duda había tenido porque las fechas no daban, las personas que me criaron a mí eran muy mayores. Pero nunca había pensado que podía ser hija de desaparecidos. En la Argentina en los noventa no se hablaba del tema mucho, con la vigencia de las leyes de impunidad no se hablaba y menos en el ambiente que me movía. Me dan el examen de ADN y una foto de antes del secuestro. Yo tenía otra tomada días después con mis apropiadores. Era evidente. Y me cae la bomba”, prosigue. “Y empiezo a enterarme de la historia, no era consciente de lo que había pasado en Argentina y a conocer a la familia, enterarme de quiénes habían sido mis padres, comprender la búsqueda de veinte años de mi familia, entender la responsabilidad de mis apropiadores. Cosas que me llevaron mucho tiempo. Hay cosas que están hoy más cerradas, pero siempre es un proceso”.
    Sobre sus padres sólo sabe que desaparecieron. “Estuvimos los tres en un centro de detención, a mí me sacan, ellos se quedan ahí, y hay registros de que estuvieron vivos hasta fines del 78 o principios del 79, después de eso no sabemos más nada”. Sobre sus apropiadores dice que le costó mucho “sacarme la sensación de culpa, porque ellos fueron condenados, presos, por el delito de la apropiación; luego a mí me llega el momento de ser madre y darme cuenta de la responsabilidad real que tiene un adulto frente a un niño y yo logro acordarme de ese lugar. Si bien el vínculo afectivo con ellos es lo que más me ha costado cortar, quedó en otro lugar. Pero no puedo olvidarme de los veinte años que viví con ellos, son parte de mi vida. En un momento quería desecharlo. Luego me di cuenta de que por salud mental tenía que aceptar que me había tocado eso, que lo había vivido. Es la parte más dura. Tengo un vínculo pero tengo la conciencia de lo que pasó, las decisiones que tomaron, lo que hicieron”.
    Y se convirtió en un símbolo. “Mi caso no fue el primero de restitución, pero con mi caso se logró derogar las leyes de obediencia debida y punto final. El juez que me restituye la identidad se encuentra que puede juzgar a mis apropiadores pero no a los que me secuestraron. Y toma la decisión de que esas leyes son inconstitucionales y permite no sólo la apertura de mi caso – se juzgó a los secuestradores míos y de mis padres– sino de todos los demás. Y a hí empieza ese proceso en Argentina de justicia de todos los crímenes de la dictadura. Que todavía continúa. Se han abierto las cosas, se investigan se juzgan... El paralelismo es inmediato con lo que ha pasado en España”, señala. Allí, cuenta, “se ha investigado y condenado a muchos militares. Se han encontrado cuerpos, los lugares de detención son hoy sitios de memoria, unos tipo museo y otros con actividad social. Ya no dependen de las fuerzas armadas. Para el país ha sido una catarsis. Es una lucha que continúa, muy viva, reciente, aún quedan procesos, trabajo por hacer. Abuelas de Plaza de Mayo ha encontrado a 120 personas secuestradas y apropiadas pero hay registros de hasta 500”.
    Y cuenta que aceptó subir a escena porque la propuesta le llegó “en un momento que siento que tengo algo para decir y que le puede servir al que tenga una duda sobre su identidad, para que vea que aún buscamos nietos de desaparecidos y que hay vida después y vale la pena el camino. La identidad es algo que nos atraviesa a todos. Mostramos un ensayo de la obra en Argentina a gente con nada que ver con la historia y se sintió interpelada: cómo nos afecta la crianza, hasta dónde nos afecta a nuestras decisiones de vida, quiénes somos en función de los que nos criaron, cómo somos
    con nuestros hijos”. “No soy la persona que hubiera sido sin saber la verdad. La frase bíblica dice que la verdad os hará libres; siento que sí, por muy doloroso que haya sido el proceso me ha liberado y permitido decidir quién soy, quién quiero ser. Lucho todos los días por ser sincera conmigo misma y encontrar mi voz en todo”.
  • FUENTES DE LA VANGUARDIA

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