Corría abril de 1992 cuando el ministro de Defensa, Mariano Brito, reconoció ante una delegación sindical, y luego ante la prensa, la existencia de espionaje contra organizaciones sindicales y sociales. Afirmó que era una tarea necesaria y que estaba en conocimiento de las autoridades. Los ministros de Defensa que pasaron por la comisión investigadora parlamentaria negaron tener conocimiento de las tareas de espionaje. A la luz de lo revelado por Brito hace 25 años, es evidente que alguno no dice la verdad.
POR PABLO SILVA GALVÁN
Desde el comienzo de las investigaciones en torno al espionaje militar en democracia, en particular a partir de los denominados archivos “Berrutti” y “Castiglioni”, los ministros de Defensa e Interior, en sus declaraciones ante la comisión investigadora, negaron tener conocimiento de esas tareas. Sin embargo, hay un acontecimiento que puede dejar en evidencia que al menos alguno de ellos mintió ante los parlamentarios: el 8 de abril de 1992 el diario El Observador (por ese tiempo El Observador Económico) tituló ‘Brito admitió al PIT que los servicios de inteligencia de las FFAA actúan en los sindicatos y otras organizaciones’. El titular de Defensa de la época, el nacionalista Mariano Brito, reconoció ante sindicalistas que estos y sus actividades eran espiados. Y así lo reveló el diario del Opus Dei, pese a la coincidencia –en su momento se habló de pacto de silencio– entre los asistentes a la reunión de no dar a conocimiento público lo informado por el secretario de Estado.
Corría la mitad del gobierno de Luis Alberto Lacalle, un período complejo en cuanto a las relaciones con los militares. Allí está el caso Berríos, en el que quedó claro que los servicios de inteligencia actuaban por su cuenta. O no tanto. Por lo menos eso fue lo que dijo el ministro a una delegación de la central sindical cuando reconoció que eran espiados, actividad que estaba bajo su conocimiento. Por ese tiempo se reveló que un virus informático (Michelangelo) había provocado pérdidas importantes en las computadoras del Ejército. Entre la información perdida estaba la referente a las actividades de
los sindicatos. Por esta razón, el Pit-Cnt solicitó una entrevista al titular de Defensa. El viernes 3 de abril Brito recibió en su despacho a los dirigentes Alberto Melgarejo (textil) y Antonio Adourian (bebida) y les informó que los servicios de inteligencia actuaban en los sindicatos y otras organizaciones sociales para buscar información. Hubo coincidencia en no hacer público lo informado. Los sindicalistas darían cuenta a la central sobre esa situación y ella resolvería en consecuencia.
Pero algo falló: el 8 de abril, como ya fue mencionado, El Observador publicó, como título principal de su edición de ese día, que Brito había admitido al Pit-Cnt que los servicios de inteligencia de las FFAA actuaban sindicatos y otras organizaciones. En su página 4, el matutino señalaba que “el ministro de Defensa Nacional, Mariano Brito, admitió el pasado viernes 3 a una delegación del Pit-Cnt que los sindicatos y otras organizaciones políticas y sociales son objeto de actuación de los servicios de inteligencia para la obtención de información, dijeron fuentes oficiales y sindicales”. La nota estaba “producida” por los periodistas Alfonso Lessa (editor de política), Sergio Berrutti y Antonio Ladra, y su única fuente era el propio ministro Mariano Brito. “En todos los países funcionan servicios de inteligencia porque su función es prevenir. ¿Prevenir qué? Un daño. Es como la medicina: hay que tenerla en los estantes para cuando uno necesita usarla. Prevenir la enfermedad, el daño”, afirmaba en la nota el ministro para explicar a los periodistas lo que anteriormente había dicho a los sindicalistas.
Posteriormente el jerarca aclaró en otra entrevista con el mismo diario que la tarea la realizaba el Servicio de Información de Defensa (SID) y que él tenía “el deber de transmitir a la opinión pública que [ese organismo] recoge información, por ejemplo de la prensa, y luego la sistematiza”.
La noticia provocó conmoción en los medios periodísticos y políticos. Esa misma tarde, en la redacción del diario La República, se me encomendó trabajar sobre el tema. El ministro no contestó a ninguna llamada, pero sí uno de los sindicalistas participantes de la reunión. Enterado del asunto y tras un grueso improperio contra el secretario de Estado por haber dado a conocer el tenor de la reunión, explicó en detalle los pormenores del encuentro. La edición del día siguiente del diario no cayó muy bien entre los sindicalistas porque dejaba en evidencia la “coincidencia” para no dar detalles del tema.
Tras la evidencia y la conmoción en ámbitos políticos y del sindicalismo, el ministro consideró cerrado el asunto. Así se lo expresó a la prensa, que lo abordó a la salida de una reunión de la comisión de Defensa de la cámara baja, a la que concurrió para informar sobre la presencia de militares estadounidenses en San José.
Unos días después de las revelaciones, el Secretariado Ejecutivo del Pit-Cnt respaldó lo actuado por los dirigentes que participaron en la reunión y negó un pacto de silencio. En este sentido señaló que hubo “común coincidencia de que [el tema] no daba mérito a trascender”. O sea que permanecería oculto para la población.
En esa ocasión el dirigente Carlos Curbelo dijo a la prensa tras la reunión de la Mesa Representativa –no había teléfonos celulares ni correo electrónico, mucho menos WhatsApp, así que no había más remedio que ir personalmente al lugar– que la información (sobre el espionaje) “adquirió una trascendencia que no merece el tema”.
Casi como cerrando el tema abierto por ellos mismos y que extrañamente no ha sido recordado por estos días, el 13 de abril El Observador publicó una extensa entrevista de dos páginas al ministro Mariano Brito. Bajo el título de “Los militares están en lo que deben”, explicó en detalle que las Fuerzas Armadas realizan su trabajo bajo el control del poder civil y en ningún momento los periodistas Alfonso Lessa y Sergio Berrutti le preguntaron por el espionaje, tema revelado por su diario y por ellos mismos.
El espionaje militar a sindicatos, partidos políticos, organizaciones sociales, dirigentes y hasta presidentes de la República, que ahora se revela, puede decirse que salió a la luz –por lo menos una parte– en un tiempo ya tan lejano como 1992. Fue el propio ministro de Defensa de la época el que abrió esa ventana por la que nadie quiso mirar.
FUENTES DE CARAS Y CARETAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario