Hace 60 años: así denunciaron el robo de las tierras por las que reclamaba Maldonado
DANIEL RIERA 03.09.2017
En 1959, un pequeño periódico independiente escrito y dirigido por Osvaldo Bayer denunció cómo fue el despojo a los aborígenes de sus territorios en Esquel y quiénes estuvieron detrás. En 2017, en aquellas mismas tierras fue visto por última vez Maldonado.
En noviembre de 1958, Osvaldo Bayer, uno de los grandes periodistas argentinos, fue despedido del diario Esquel. Decidió entonce fundar un periódico junto a su colega Juan Carlos Chayep. Se llamó La ChIsPa-Contra el Latifundio-Contra el Hambre-Contra la Injusticia. La ChIsPa duró ocho números: se editó entre el 20 de diciembre de 1958 y el 4 de abril de 1959. El título de la editorial del primer número describe con precisión lo que se proponían Bayer y Chayep: “De brazo con el pueblo, luchar con él”. En el primer párrafo, informaban: “La ChIsPa sale la calle desnuda de alardes tipográficos y en un tamaño que parece de periódico escolar. No importa. Esta hoja es humilde pero lleva en sus puños la verdad y la nobleza del humilde que no debe a nadie ni se debe a nadie”.
El mítico y fugaz periódico figuraba en toda referencias a la trayectoria del autor de “La patagonia rebelde”, pero era difícil, por no decir imposible- acceder a sus páginas. Hasta ahora. Bruno Nápoli, periodista a cargo de ordenar los papeles de Bayer, editó en junio pasado una edición facsimilar de La ChIsPa. La increíble actualidad de sus páginas sorprende tanto como estremece: desde las páginas de La ChIsPa Bayer denunciaba el despojo a los mapuches de las tierras de Cushamen en Esquel, Chubut. Es decir, de las mismas tierras que hoy pertenecen a Luciano Benetton. Es decir, las mismas tierras donde fue visto por última vez Santiago Maldonado.
En el primer número, con el título “Es necesario tratar cuanto antes el tema de las tierras de Cushamen”, en La ChIsPa se publica un pequeño artículo que comienza diciendo: “Hace cerca de cuarenta años que el Estado entregó al jefe aborigen Rafael Nahuelquir un predio de 625 hectáreas en el lote 140 de la Colonia Cushamen, de acuerdo a la ley 1501 del 20/10/1899 que se refería a la adjudicación de lotes a la tribu Ñancuchi Nahuelquir en reserva especial de 200 lotes de 625 hectáreas cada una. Así comienza el detallado drama de la tierra en Cushamen realizado por nuestro corresponsal y que publicaremos en nuestras páginas a partir del próximo número. (…)
En el número 2, con el título “Los dramas negros de Cushamen” , la ChIsPa revela los orígenes del despojo. “Con posterioridad llegó a la zona un ciudadano árabe de nombre Juan Sfeir quien solicitó al jefe aborigen Rafael Nahuelquir le alquilara la casa en que éste vivía, en el lote 140 de la colonia. El señor Sfeir nunca pagó un centavo a Rafael Nahuelquir, y además se negó a entregar la casa, que luego vendió con mejoras de su propiedad a otro ciudadano árabe: Heikel El Khazen. Este caballero estableció un comercio y desde él comenzó el despojo de las familias aborígenes de la colonia.” El artículo refiere que en 1935 Nahuelquir inició un reclamo legal y que, mientras éste estaba en curso, Nahuelquir murió, dejando varios hijos menores de edad y una esposa también aborigen, y analfabeta. Los bienes de la familia de Nahuelquir fueron declarados en sucesión. Contra la voluntad de la viuda de Nahuelquir se nombró como depositario de los bienes a un señor de apellido Miranda y como tasador Luis Zuschlag. La familia de Nahuelquir le entregó 160 pesos de la época a un comerciante de la época llamado Julio Telleriarte para que este se los pagara al tasador. Telleriarte les firmó un recibo por la gestión. Años después, Zuschlag les inició un juicio a los herederos de Nahuelquir argumentando que no había recibido el pago correspondiente. El periódico de Bayer describe el terrible final de la historia.
“El Juez ordenó el remate de los bienes de la sucesión. El remate se hizo sin notificar a los herederos quienes se vieron sorprendidos al ver rematados sus animales vacunos, lanares y yeguarizos, sus útiles de labranza, carros, sogas, etc., su casa y sus árboles. ¿Quién fue el comprador? Pues nada menos que Julio Telleriarte. (…) Del dinero obtenido en el remate los herederos no han recibido hasta la fecha un solo centavo. Les queda la casa habitación que valientemente se negaron a desalojar.” En 1959, cuando se publicó la serie de cuatro notas de Bayer, Telleriarte era entonces un político importante de la provincia: ocupaba una banca de diputado provincial representando a la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Considerándose ofendido, Telleriarte reclamó una investigación parlamentaria de los hechos denunciados por La ChIsPa. Bayer lo “gastó” desde las páginas de su periódico: “¿Porqué pide el citado legislador una investigación parlamentaria? ¿Porqué no pide que la Justicia intervenga como correspondería? ¿tendrá cola de paja y miedo a que se le queme?” Más adelante se burlaba del discurso de Telleriarte ante la legislatura: “Por último contestaremos al señor Telleriarte sobre algo por él dicho: ‘Sin prestigio no podría sentarme un minuto más en esta banca’ ¿Qué espera para levantarse Señor Telleriarte, o cree por ventura tener prestigio?”.
Osvaldo Bayer tiene hoy 90 años. Seguramente, ni en sus peores pesadillas imaginó que aquella valiente investigación publicada hace 58 años adquiriría una terrible vigencia tras la desaparición de Santiago Maldonado, visto por última vez el 1° de agosto pasado, durante la represión de la Gendarmería a la comunidad Cushamen, en esas mismas tierras.
FUENTES DE Red Filosófica del Uruguay Un espacio para la reflexión
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