Milei y la revolución de los ricos


 De la estrategia salvaje del oficialismo, sin intermediaciones políticas ni económicas, se deduce con claridad que solamente puede provocar una catástrofe. El gobierno dice que trata de evitarla, pero todo lo que hace tiende a demostrar que es lo que busca. El presidente Javier Milei ha dicho —aunque sus seguidores no le creen cuando dice la verdad— que con esas intermediaciones no se puede destruir el sistema de convivencia democrática que a duras penas y con grandes problemas pudo lograr el país desde la última dictadura. Y lo que hace es consecuente con esa esencia autoritaria con que la vieja derecha golpeaba la puerta de los cuarteles.

Habló de espaldas al Congreso cuando asumió, una semana después emitió un MegaDNU que derogó y modificó más de 300 leyes para evitar al Congreso, tres días después envió al Congreso una ley ómnibus con 1649 artículos para ser discutidos en diez días y en las que pidió que deleguen el poder legislativo durante toda su gestión e insultó a los senadores y diputados que se le opusieran.  

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