EL CAMBIO CLIMÁTICO COMO LUCHA DE CLASES

El cambio climático es una cuestión de clase porque una parte importante de las emisiones recae sobre una minoría empresarial. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la producción eléctrica y térmica supone un veinticinco por ciento de los gases de efecto invernadero en emisiones directas; por su parte, el sector industrial representa más de un cincuenta por ciento del consumo global de energía, según la Energy Information Agency (2018). Por tanto, la crisis climática no se solucionará con mejoras graduales en nuestros estilos de vida ni con donaciones puntuales para compensar la huella de carbono. De acuerdo con Matthew T. Huber en El futuro de la revolución (Errata Naturae, 2024), la única forma eficaz de encarar el problema es enfrentarse a un sistema capitalista desbocado que agrava la emergencia climática. El futuro de la revolución pasa por entender que el cambio climático es una cuestión de lucha de clases. Y la lucha de clases implica, entre otras cosas, el fortalecimiento de la conciencia obrera y de los sindicatos. Huber es profesor de Geografía en la Universidad de Siracusa y entre sus libros también destaca Lifeblood: Oil, Freedom, and the Forces of Capital (2013). La entrevista la realizó Andrés Lomeña para Sin Permiso.

ANDRÉS LOMEÑA: Los incendios en Los Ángeles no han distinguido entre viviendas humildes y viviendas de personas adineradas. Al parecer, había más estaciones de bomberos en los años sesenta que ahora y como no hay bomberos suficientes, están contratando a presos por menos de treinta dólares al día. Para mí es una prueba más sobre la importancia de lo público y el poder de las infraestructuras sociales. Quiero pensar que se va a aprender algo tras esta tragedia.

MATTHEW T. HUBER: Dudo mucho que esta crisis vaya a ser la que nos enseñe a actuar en el cambio climático. Las crisis siguen produciéndose, pero la inacción relativa continúa. El problema es que estos desastres, aun siendo horribles, aún afectan a relativamente poca gente, y el cambio climático requiere una movilización social que implique una política inspiradora para millones de personas, tanto si estas han experimentado desastres climáticos como si no.

Tienes toda la razón a la hora de señalar la importancia de las infraestructuras públicas. El cambio climático es un problema de inversión en infraestructura pública en todos los frentes que tiene abiertos. Es como si lo hubiéramos olvidado después de décadas de austeridad neoliberal, pero tradicionalmente solo el sector público es el que está interesado en invertir en infraestructuras a largo plazo porque no es algo particularmente rentable para el capital. Tal y como muestra Brett Christophers en su nuevo libro The Price is Wrong, esperamos que de alguna forma el sector privado lleve a cabo la transición energética por nosotros (y no es ninguna sorpresa que lo vean como algo poco rentable). La electricidad en particular conlleva grandes inversiones de capital fijo a largo plazo en la transmisión de energía y en las centrales eléctricas.

Además, la adaptación al clima también tiene que ver con invertir en infraestructuras públicas como bomberos, control de inundaciones y otras formas de seguridad. En Estados Unidos, tal y como muestra el proyecto The Living New Deal, hemos vivido casi un siglo de inversiones en infraestructuras públicas. El que todo se esté desmoronando y el cambio climático solo intensifica la necesidad de reconstruir la economía política para orientarla a los bienes públicos. Desgraciadamente, la “Bidenconomía” no ha sido eso: se usaron fondos públicos para subvencionar soluciones a los mercados privados tanto desde la perspectiva de la inversión como desde el punto de vista del consumidor.  

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