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Mario Benedetti - Biografía Nació el 14 de setiembre de 1920 en Paso de los Toros, Uruguay,

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Nació el 14 de setiembre de 1920 en Paso de los Toros, Uruguay, donde sus padres Brenno Benedetti (químico farmacéutico y enólogo) y Matilde Farrugia se conocieron y se casaron. En 1922 se trasladaron a Tacuarembó, capital del departamento, y poco después a Montevideo, donde en 1928 nació Raúl, el hermano menor, enólogo en su juventud, que años más tarde habría de destacarse en el dibujo comercial y en la pintura. Mario ingresó en el Deutsche Schule de Montevideo, donde completó los seis años de Enseñanza Primaria y aprendió alemán, lo que le sirvió posteriormente para ser el primer traductor de Kafka en Uruguay. Cuando en esas aulas se hizo presente el nazismo, fue inmediatamente retirado por don Brenno.

Durante dos años fue alumno del liceo Miranda, pero el resto de Secundaria lo cumplió como estudiante libre. En esos mismos años aprendió taquigrafía, que durante largo tiempo fue su medio de vida. A los 14 años empezó a trabajar, primero como taquígrafo, luego como vendedor, funcionario público, contable, periodista, locutor de radio, traductor. Se formó como periodista junto a Carlos Quijano, en el semanario Marcha. En 1946 se casó con Luz López Alegre, que falleció en abril de 2006. Durante quince años integró el personal de una importante inmobiliaria, llegando a desempeñar el cargo de Gerente General. En 1948 funda y dirige la revista Marginalia y luego integra la redacción del semanario Marcha, en el que llegó a dirigir la sección literaria. Como periodista trabajó en El Diario y La Mañana (donde codirigió con Álvarez Olloniego la página literaria “Al pie de las letras”) publicando intensamente crítica cinematográfica y teatral. Integró además el staff del Semanario Brecha, y colaboró con El País de Madrid, la revista Punto Final de Santiago de Chile, la revista Crisis de Buenos Aires, entre otras.

Formó parte del grupo de la Revista Número de Montevideo junto a Idea Vilariño, Carlos Martínez Moreno, Emir Rodríguez Monegal, Sarandy Cabrera y Manuel Antonio Claps.

Desde 1968 a 1971 dirigió el Centro de Investigaciones Literarias, de la Casa de las Américas, en La Habana, y además integró el Consejo de Dirección de esa misma Institución. De 1971 a 1973 dirigió el Departamento de Literatura Hispanoamericana, en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo. En 1973 a raíz del golpe militar renunció a este último cargo y debió abandonar el país por razones políticas. Etapas de sus doce años de exilio fueron Argentina, Perú, Cuba y España. A partir de 1985, con el restablecimiento de la democracia en su país residió una parte del año en Montevideo y otra en Madrid.

Ha publicado más de 80 libros con más de 1200 ediciones y ha sido traducido a más de 25 lenguas. Su obra aborda diversos géneros: poesía, cuento, novela, ensayo y crítica literaria. Como humorista publicó numerosas crónicas bajo el seudónimo Damocles, primero en Marcha y luego en la revista Peloduro. Ha escrito además numerosas letras de canciones, reunidas en el volumen Canciones del Más Acá (1988) e incorporadas al repertorio de más de cuarenta cantantes, entre los que figuran Joan Manuel Serrat, Nacha Guevara, Los Olimareños, Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa, Pablo Milanés, Soledad Bravo, Amparo Ochoa, Laura Canoura, Rosa León, los Gambino, Eduardo Darnauchans, Adriana Varela, Numa Moraes, Tania Libertad, Marilina Ross, etc. El recital A dos voces, de canto (Daniel Viglietti) y poesía (Mario Benedetti) ha sido presentado en veinte ciudades de América Latina y Europa.

Ha integrado jurados de cine en los festivales internacionales de La Habana, San Sebastián y Valladolid, y de literatura en Uruguay, Argentina, Cuba, México, Ecuador, Panamá y España.

El Consejo de Estado de Cuba le otorgó en 1982 la Orden Félix Varela y en 1989 la medalla Haydée Santamaría. En 1987, Amnistía Internacional confirió en Bruselas el Premio Llama de Oro a su novela Primavera con una esquina rota, y en 1995 le fue otorgada en Chile la medalla Gabriela Mistral, así como en 2005 la medalla Pablo Neruda. En 1996 obtuvo en Uruguay el Premio Especial Bartolomé Hidalgo a su obra ensayística. En 1993 la Universidad de Buenos Aires lo designó Profesor Honorario, y en 1996 en Uruguay le fue otorgado el título de Profesor Emérito en la Facultad de Humanidades y Ciencias. En 1997 fue nombrado Doctor Honoris Causa por las Universidades de Alicante, Valladolid y La Habana, y en el 2004 recibió igual distinción de la Universidad de la República en Montevideo. En 1999 le fue otorgado en España el VIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. En el mismo año, en Uruguay, el Ministerio de Educación y Cultura le otorgó (conjuntamente con el narrador Julio da Rosa) el Gran Premio Nacional a la Actividad Intelectual. En 1999 la Cámara de Representantes de Colombia le otorgó la Orden de la Democracia en el grado Gran Cruz. En el año 2005 le fue otorgado en Santander, España, el Premio Internacional Menéndez Pelayo. Recibió el Premio Alba en la categoría Letras y la Orden Francisco de Miranda Primera Clase por parte del Gobierno Bolivariano de Venezuela en 2007, y en 2008 el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Córdoba, Argentina.

Algunas veces en compañía de su mujer y en otras ocasiones en forma individual emprendió numerosos viajes, que incluyen países como España, Francia, Alemania, Suiza, Dinamarca, Noruega, Suecia, Bélgica, Gran Bretaña, Austria, Finlandia, Italia, Grecia, Portugal, Unión Soviética, Bulgaria, Egipto, Estados Unidos, Argentina, Cuba, México, Nicaragua, Brasil, Chile, Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú, Panamá y Costa Rica.

Fallece el 17 de mayo de 2009 en su casa de Montevideo.

FUENTES DE 

http://www.fundacionmariobenedetti.org/en/mario_benedetti/vida/



Mario Benedetti: "El amor, las mujeres y la vida" y más 63 videos para ver clik aca


Entrevistas a Mario Benedetti, 3 videos para ver clik aca


FUENTES DE TV Y CINE SOCIAL DE AYER Y HOY POETAS Y ESCRITORES


UN TEXTO DEL COMUNISTA ITALIANO PARA TERMINAR EL AÑO “Odio el año nuevo”, de Antonio Gramsci

El 1º de enero de 1916, Antonio Gramsci escribía en el periódico socialista Avanti! el artículo Odio il Capodanno. En esta rara pieza, el comunista italiano expresa su odio al inmovilismo y al conformismo pequeñoburgués. A pocas horas de que termine el 2016, publicamos esta traducción al castellano para todas y todos los inconformistas que leen Izquierda Diario.


El texto fue publicado originalmente el 1º de enero de 1916 en Turín, en el periódico Avanti!, donde Gramsci escribía la columna ‘Sotto la Mole’, dedicada a comentar desde la sombra de la Mole Antonelliana, principal símbolo arquitectónico de la ciudad de Turín, el discurrir de la vida turinesa.

El Capodanno (Año Nuevo) de 1916 estuvo marcado por la reciente entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial, una carnicería como nunca antes había visto la humanidad entre naciones imperialistas por la dominación mundial.

Este hecho generó un profundo debate en la sociedad italiana, entre la clase trabajadora y en el propio seno del Partido Socialista italiano, que se debatía entre posiciones intervencionistas social patriotas y posiciones neutralistas. Un debate que atravesó el socialismo europeo, cuyos principales partidos apoyaron la guerra y a sus propias burguesías en “defensa de la patria”, llevando a la bancarrota de la Segunda Internacional. Entre quienes se opusieron a la deriva reformista de la Segunda Internacional y los Partidos Socialistas desde una posición revolucionaria (encabezados por Lenin, Trotsky, Liebknecht y Rosa Luxemburg), se encontraba también Antonio Gramsci, que posteriormente sería junto a Amadeo Bordiga el fundador del Partido Comunista Italiano.

En este contexto, el "Odio el Año Nuevo" es una diatriba contra esta festividad, pero, sobre todo, es una manifestación del odio de Gramsci hacia el conformismo de las ideas y de la vida reglamentada por el capitalismo y su ideología, que nos lleva a celebrar una ocasión especial, ya que siempre se ha hecho. Algo que nos impulsa a cambiar o a preparar nuevos planes para algún cambio, pero que luego nos enfrenta a un pantano de inmovilidad hasta una próxima ocurrencia. Contra esta inercia escribe Gramsci: “Quiero que cada mañana sea para mi año nuevo. Cada día quiero echar cuentas conmigo mismo, y renovarme cada día”.

Odio il Capodanno de Gramsci nos acerca a otro de sus conocidos artículos, “Odio a los indiferentes”, publicado un año después, el 11 de febrero de 1917, también en Avanti! Una lucha de Gramsci contra el inmovilismo y el conformismo de las ideas, propia de su personalidad curiosa, inconformista, anticlerical y, sobre todo, comunista.

Odio il Capodanno

Cada mañana, cuando me despierto otra vez bajo el manto del cielo, siento que es para mí año nuevo. De ahí que odie esos año-nuevos de fecha fija que convierten la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos y su balance y previsión de gastos e ingresos de la vieja y nueva gestión.

Estos balances hacen perder el sentido de continuidad de la vida y del espíritu. Se acaba creyendo que de verdad entre un año y otro hay una solución de continuidad y que empieza una nueva historia, y se hacen buenos propósitos y se lamentan los despropósitos, etc., etc. Es un mal propio de las fechas. Dicen que la cronología es la osamenta de la historia; puede ser. Pero también conviene reconocer que son cuatro o cinco las fechas fundamentales, que toda persona tiene bien presente en su cerebro, que han representado malas pasadas. También están los año-nuevos. El año nuevo de la historia romana, o el de la Edad Media, o el de la Edad Moderna. Y se han vuelto tan presentes que a veces nos sorprendemos a nosotros mismos pensando que la vida en Italia empezó en el año 752, y que 1192 y 1490 son como unas montañas que la humanidad superó de repente para encontrarse en un nuevo mundo, para entrar en una nueva vida.

Así la fecha se convierte en una molestia, un parapeto que impide ver que la historia sigue desarrollándose siguiendo una misma línea fundamental, sin bruscas paradas, como cuando en el cinematógrafo se rompe la película y se da un intervalo de luz cegadora.

Por eso odio el año nuevo. Quiero que cada mañana sea para mi año nuevo. Cada día quiero echar cuentas conmigo mismo, y renovarme cada día. Ningún día previamente establecido para el descanso. Las paradas las escojo yo mismo, cuando me siente borracho de vida intensa y quiera sumergirme en la animalidad para regresar con más vigor.

Ningún disfraz espiritual. Cada hora de mi vida quisiera que fuera nueva, aunque ligada a las pasadas. Ningún día de jolgorio en verso obligado, colectivo, a compartir con extraños que no me interesan. Porque han festejado los nombres de nuestros abuelos, etc., ¿deberíamos también nosotros querer festejar? Todo esto da náuseas.

Espero el socialismo también por esta razón. Porque arrojará al estercolero todas estas fechas que ya no tienen ninguna resonancia en nuestro espíritu, y si el socialismo crea nuevas fechas, al menos serán las nuestras y no aquellas que debemos aceptar sin beneficio de inventario de nuestros necios antepasados.

Antonio Gramsci, Turín, 1º de enero de 1916.

* Tomado del Libro “Bajo la Mole - Fragmentos de Civilización”, de Antonio Gramsci. Editorial Sequitur, Págs. 9-10.

FUENTES  DE  Izquierda Diario.

"Yo escribo para que no se filtre el olvido" Mauricio Rosencof


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Déborah Friedmann

Mauricio Rosencof cumplirá 80 años en dos semanas. El aniversario lo encuentra tranquilo. Cree, como dice Carlos Gardel, que "veinte años no es nada", así que se siente como de sesenta. Al igual que los estoicos considera que la muerte no es un problema - "cuando ella está yo no estoy, cuando yo estoy ella no está"-. Pero esa tranquilidad está lejos de significar quietud. Este hombre que no tiene en su vocabulario la palabra arrepentimiento, vive sus días como una construcción para ser "mejor tipo" y fiel a un juramento que hizo hace más de 30 años con Eleuterio Fernández Huidobro cuando estaba recluido en un pozo: dar testimonio de lo que vivió.

Fue una promesa hecha cuando comenzaron a saber que algunos de sus compañeros tupamaros se estaban "volviendo locos", cuando reiventaron el código morse, con el que se comunicaron durante diez años mediante golpes en la pared.


-¿Qué cree que salvó su cabeza?

-Yo no estoy tan seguro que ese acto de salvación se hubiera producido... lo más normal es que ahí te enajenaras, porque vivir en el mundo real, en el mundo tangible no era posible. No tenías para leer, no tenías para escribir, te tenían a media ración, no te llevaban al baño, reciclabas los orines, te los bebías, comías las moscas y no hablabas con nadie, mes tras mes, año tras año, quinquenio tras quinquenio. ¿Dónde se desarrollaba la vida? En la imaginación. Pero la imaginación puede ser pantanosa. Entonces, algunos de los compañeros quedaban empantanados ahí, como consecuencia de las condiciones. Cuando desaparecieron las condiciones entró la recuperación y hoy están en primera línea. Si no fijate quién tiene hoy la banda. A mí calculo que me debe haber ayudado, entre otras cosas, que tenía integrado un mecanismo de escritor y podía atrapar los fantasmas en una estructura teatral, novelada o una serie poética.

Lo primero que escribió Rosencof fueron poemas - "pensaba que como los versos son más cortos daban menos trabajo", dice-. Su novia empezó a enviarle versos en reuniones políticas. Él no podía ser menos, así que decidió contestarle.


Su primera obra completa, Las ranas (estrenada en 1961), la escribió mientras militaba en el Partido Comunista y trabajaba en el diario El Popular.

Durante quince días tomó de mañana la máquina de escribir Remington de la casa familiar, se adueñó de la mesa de la cocina y tecleó hasta el mediodía, cuando Rosa, su madre, tenía que usarla para el almuerzo.

Ya en ese entonces la pluma de Rosencof estaba ligada a su vida. Una vida que tuvo dos quiebres en su infancia y juventud. De niño vivía junto a Isaac, su padre, su madre y su hermano León en una casa de inquilinato en Gonzalo Ramírez y Santiago de Chile. De esa época son sus mejores recuerdos. Le vienen a la mente la ropa colgada en un patio abierto, el brasero, ir al carnicero a pedirle hígado para el gato, la calle, la vereda y una amistad entrañable con Fito que continúa hasta hoy. Se acuerda de las luces de un tablado que pensaba eran de Buenos Aires, de las cartas que su padre ponía en el buzón amarillo rumbo a su Polonia natal, de cómo fantaseaba con el camino que harían para llegar a destino. Eran tiempos de alegría, cuando las misivas escritas en idish se guardaban para compartir en la mesa del domingo junto al puchero de gallina.

El clima cambió cuando el cartero comenzó a seguir de largo. Pasaba por la vereda de enfrente o rápido para herir lo menos posible a don Isaac. "Las cartas que esperaba el viejo no llegaron y lo que hacía entonces era leer las cartas viejas con los cuatro de la familia rodeando la mesa".

Eran años en que la seguridad de Rosencof estaba estrechamente ligada a su hermano. Vivía como el dicho "No te metas conmigo que tengo un hermano que fuma". "Él hacía boxing en el Palermo Boxing Club y era un respaldo, podía hacer las travesuras con cierto sabor de impunidad. No sé si fumaba. Murió a los 16 años".

Fue ahí cuando la vida de Mauricio se volvió a transformar. Su madre quedó muy afectada, no quería vivir más en el mismo sitio donde los amigos de su hijo iban a crecer y él no. Se mudaron al barrio Flores, hoy La Blanqueada. Eran tiempos de adolescencia, milongas, de primeras novias, del tablado de la esquina, de aprender a bailar tango cruzado. Fue al liceo, comenzó a militar, pero no finalizó sus estudios.

-¿No le gustaba mucho estudiar?

-Bueno… es muy difícil explicarlo, pero yo estoy seguro que si mi hermano no se hubiera muerto, yo hubiera terminado como médico, abogado. Pero a lo que mi hermano ya no estaba y ya no controlaba deberes ni asistencia ni nada, el entorno no era muy sapiente para controlar eso. Además, estaba separado de las viejas amistades.

Rosencof militó en el Partido Comunista, pero un viaje a la Unión Soviética lo desilusionó y también sintió lo mismo con la respuesta que obtuvo cuando planteó sus críticas en esa colectividad. Casi en simultáneo, se encontró con viejos amigos y con Raúl Sendic y se unió a los tupamaros.

Fue quien ideó el montaje de un cortejo fúnebre para la Toma de Pando, el hombre que tuvo bajo su responsabilidad el plan de fuga de 38 presas tupamaras de la cárcel de Cabildo a través de las cloacas y del asalto a la financiera Mailhos, y el encargado de formar la columna política del MLN, según relata Miguel Ángel Campodónico en el libro Las vidas de Rosencof .

-¿Sigue convencido de ese camino que tomó?

-Ah sí. En ese momento pienso que eso que hicimos fue lo que había que hacer.

-¿Se arrepiente de algo?

-El arrepentimiento no está dentro de mi vocabulario porque el arrepentimiento es absolutamente inconducente desde mi punto de vista. Yo no tengo la menor duda de que me he equivocado muchas veces, de que he hecho las cosas mal, que he hecho cosas que no tienen goyete, que esas cosas las cargo yo, me duelen a mí, las elaboro yo, y mi aprendizaje consiste en tener una actitud más evolucionada o más rectificatoria de los errores que se cometen.

Su próximo cumpleaños lo encuentra sintiéndose tupamaro - "es un sentimiento, un estilo de vida, una opción ética de justicia social y austeridad"-, aunque se alejó hace años de la estructura partidaria. Los 80 también llegan con afectos entrañables, entre ellos Matilde, su cuarta esposa - "pero planté, ¿eh?"-, su hija Alejandra y su nieta Inés, "la alegría de todos los días".

Además, este autor que recibió numerosos premios, fue traducido, editado y representado en varias lenguas y tuvo una experiencia en un cargo de gobierno como director de Cultura de la Intendencia de Montevideo ("nunca más"), está en plena etapa creativa. Da los últimos retoques a El Duce, la ópera que escribió junto a Carlos Maggi, que musicalizó Federico García Vigil y que se estrenará el 1° de diciembre. Sus 80 años coincidirán también con la edición de Diez minutos (Alfaguara), una pieza más de un puzzle de memorias y sentimientos que se inició en 1985, cuando pocos días después de recuperar la libertad empezó a cumplir su promesa y escribió con Fernández Huidobro Memorias del calabozo.

"El testimonio es memoria y eso queda de alguna manera conformando grandes barricadas para que no se filtre el olvido".

En Diez minutos Rosencof cuenta el primer encuentro con su padre después de ser detenido y torturado, cuando legisladores, entre ellos Zelmar Michelini, presionaron para que alguien pudiera verlo. "Me llevan a una sala, me encapuchan, me alambran con una bolsa donde llevaban municiones, muy cerrada. Me la quitan, entra el viejo, había perros, soldados, fusiles y el oficial le dice: `Siéntese ahí, ahí está su hijo, tienen diez minutos`. Y el viejo lo mira a él, mira a los otros guardias, me mira a mí, pasa por encima mío y dice: `Yo vine a ver a mi hijo, pero él no es mi hijo, ¿dónde está mi hijo? Los diez minutos de la visita eran para explicarle al viejo que yo era yo". Hoy, este hombre que buscó con desesperación que lo nombraran en esos diez minutos se reconoce en sus defectos, virtudes y errores. "Soy el que soy. Y si hay aciertos y cosas que están bien, que quede en las palabras de quienes sienten que ha sido así".

DE POLONIA A URUGUAY
Como tantas otras familias judías uruguayas la historia de los Rosenkopf (así es originalmente el apellido) tiene como protagonista a Isaac, un hombre que vino a Uruguay en 1931 a buscar una mejor vida para su familia. En Bezyitze, un pueblo cercano a Lublin, la capital de la Galizia polaca, quedaban Rajzla, su mujer, y Liebu, su hijo. Trabajó en Florida hasta que logró que el resto de su familia viajara un año más tarde. El 30 de junio de 1933 nacería Marcos (ese es el nombre con el que está inscripto Mauricio, ya que fue lo que entendió el oficial del confuso español de Isaac).

En su casa mantenían "las clásicas" tradiciones judías: celebraban el año nuevo y la pascua. La comida era otro aspecto donde se notaba la influencia hebrea, sobre todo en el Gefilte fish (plato típico de pescado) y los bizcochitos de miel, receta que su amigo Fito se encargó de rescatar y que en la casa de Rosencof aún cocinan.

El escritor no entiende cuando le preguntan si se siente judío. "Yo soy judío y no hay tutía. Además para mí está muy vinculado a la militancia y a la actividad de izquierda. Y como dijo Ilya Ehrenburg: `Mientras haya un antisemita sobre la tierra, yo seguiré siendo judío`".

SUS COSAS
Un objeto
El tranvía 36 pasaba por Gonzalo Ramírez, justo donde vivía de niño Rosencof. "Tenía cuatro o cinco años y con Fito le tirábamos piedras. Después, paraba el guarda y nos corría". Esta reproducción es un regalo que tiene en su living.

Un rincón
En su escritorio hay un rincón especial que reúne recuerdos. De su padre hay una foto en Lublín, la kipá, el libro de Salmos y un dedal de su tarea como sastre. También está una foto de su hermano, otra de su nieta y la tapa de Las bases con la foto del día que salió en libertad con su hija Alejandra.

Un libro
Hay un libro que Rosencof relee y que le "refresca la vida". Es Don Quijote de la Mancha. "El Quijote es mágico. Además, a medida que uno crece y tiene otras informaciones y un poco más de cultura, cuando lo vuelve a tomar al cabo de un tiempo descubre otras cosas".

Fuente: El País de los Domingos

¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN URUGUAY Y EL MUNDO?


Galeano: las raíces de su pensamiento




Por Luis Casal Beck
Si como dijo José Martí, “la muerte no es verdad, cuando se ha cumplido la obra de la vida”, lo ocurrido el pasado lunes 13, es apenas el final del itinerario material de Eduardo Hughes Galeano (74), que seguirá proyectándose, a través de sus obras escritas, en el recuerdo de una vida inclaudicable, junto a los explotados de la tierra. Ideario repasa sus orígenes político-ideológicos, su transito por varios medios de prensa enrolados en la denominada “Izquierda Nacional”, y la influencia que en él ejerció, el pensador socialista Vivian Trías (1922-1980).

Eduardo Germán María Hughes Galeano, había nacido en Montevideo, en un hogar burgués y católico, el 3 de setiembre de 1940. A los 14 años, se afilió a la rama juvenil del Partido Socialista (PS), y empezó a colaborar con el semanario oficial del PS, “El Sol”. Lo hizo, inicialmente, a través de caricaturas que firmaba “Gius” (la reproducción gráfica en castellano de la pronunciación inglesa de su primer apellido; su padre se llamaba Eduardo Hughes y su madre, Lecia Galeano Muñoz). Es ahí donde conoció a Trías, un profesor de filosofía e historia del Liceo de Las Piedras, que lideraba una línea nueva en este partido (“Izquierda Nacional”), y a quien siempre consideró como su “maestro”.
Hughes Galeano estudió, trabajo en un banco (cajero), militó en su sindicato (AEBU), colaboró cada vez más intensamente con notas en “El Sol”, hasta que con 20 años pasó a ocupar la secretaria de redacción del semanario “Marcha” (1960-1964), que dirigía Carlos Quijano (1900-1984). En 1961, firmando como Eduardo H. Galeano, se encargó del diseño de la tapa de un importante ensayo de Trías: “Las montoneras y el imperio británico” (Ediciones Uruguay, 173 páginas).
Con solo 24 años, asumió la dirección del diario de izquierda “Epoca” (1964-1967), donde en un comienzo, el propio Quijano estuvo a su frente. Desde esa época hasta la fractura institucional de junio de 1973, Galeano ocupó simultáneamente la dirección de publicaciones de la Universidad de la República, UdelaR (que editó la primera edición de “Las venas abiertas de América Latina”,1971), y escribió mucho, (“Los días siguientes”, 1963, una breve novela; “Los fantasmas del día del león y otros relatos”, 1967, un libro de cuentos), y dio testimonio de sus peripecias como periodista, que lo llevaron a recorrer muy diferentes escenarios (“China 1964, crónica de un desafío, dn 1964; “Guatemala, clave de Latinoamérica, 1967; “Reportajes”, 1967; “Crónicas Latinoamericanas”, 1972).
En 1966, Vivian Trías publicó un ensayo muy importante en esa época, con definiciones doctrinales. Lo tituló “Por un socialismo Nacional” (Ediciones El Sol, 187 páginas). Como señala en su contratapa, “la portada” fue realizada por “Eduardo H. Galeano”.
En diciembre de 1967, el flamante presidente uruguayo Jorge Pacheco Areco, ilegalizó varios partidos de izquierda, por sus afinidades con la revolución socialista y con Cuba (entre ellos, el PS), y clausuró su prensa (Epoca, El Sol). La respuesta, fue la publicación de un semanario (“Izquierda”), que a los meses, también fue cerrado por el régimen pachequista. “Izquierda”, era dirigido por Trías, y tenía a Galeano, como su redactor responsable.
En julio de 1969, en un clima de exacerbación de los conflictos políticos y sociales, el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la UdelaR, publicó “El proceso económico del Uruguay: contribución al estudio de su evolución y perspectivas”. Esta obra clave, era de difícil comprensión para el gran público. Por eso, uno de los volúmenes de la colección “Nuestra Tierra”, -el número 26 de noviembre de ese año, de 60 páginas-, fue consagrado a popularizar los grandes conceptos y datos, de “El proceso económico”.
El autor elegido, fue Galeano, que para ello debió mantener un fluído vínculo con los principales economistas del país. Cuando se produjo el golpe del 73, Eduardo Galeano se refugió en Buenos Aires, donde fundó y dirigió la revista “Crisis” (en total, publica 40 números), que editó varios cuadernos (dos de ellos, fueron escritos por Trías, que en esa ciudad, publicó su “Historia del imperialismo norteamericano”). Entre los colaboradores de la revista, estuvieron Haroldo Conti, Juan Gelman, Francisco Urondo, Antonio Di Benedetto, Rodolfo Walsh (ver recuadro). En los inicios de 1976, en medio de presiones y amenazas, partíó hacia España (concretamente se instaló en Barcelona), donde siguió escribiendo y recibió un gran reconocimientos a nivel mundial (por ejemplo, tras la publicación de “Días y noches de amor y de guerra, 1978, premio Casa de las Américas).
En los inicios de 1985, con la apertura democrática, regresó a Montevideo. Estuvo en la gestación del semanario “Brecha”, y en la creación de la Fundación Vivian Trías, que con su apoyo, pudo adquirir su actual sede, en Colonia casi Barrios Amorín (Montevideo). Colaboró con la comisión parlamentaria que seleccionó y publico las obras de Trías (16 volúmenes; el último de 1991), y fue el encargado de uno de los prólogos (ver recuadro), que recuerda el legado de este político socialista, y termina diciendo: “ Escribiendo, hablando, peleando, Vivian nos contagió la fe en el fulgor de ese destino, nacido desde adentro y desde abajo, que es la contratara del jodido destino que nos han impuesto, desde afuera y desde arriba. No tiene el hombre mejor manera de quedarse cuando se va”.
“Trías fue mi maestro”
“Yo no sirvo para prólogos. Este no es, aunque debiera ser, el prólogo a “La crisis del Imperio”. Yo podría decir que se trata de un libro árido y profético, confirmado por el tiempo; decir que los hechos han dado la razón a sus páginas y han sabido desmentir las disculpas de la introducción que Trías había escrito. Con quince años de anticipación, él anunció con precisión asombrosa, la crisis del capitalismo en el mundo actual; el vértigo del dólar que vuela en el vacío; el frenesí de la especulación financiera, y la locura de la industria militar, ampliando artificialmente el mercado de trabajo y un mercado de consumo, que en los países ricos está gravemente enfermo de indigestión; la exportación de inflación a los países pobres; el estallido de la deuda externa; la multiplicación de las contradicciones sociales en escala universal, que el sistema no puede resolver, y ya ni siquiera puede enmascarar.
Todo eso podría decir, y más, y podría decir también que éste es un libro poco pulido, de estilo apresurado, a veces reiterativo, porque en los últimos años, Vivian escribía con apuro, mucho y desesperadamente, como sabiendo que la muerte se lo llevaría temprano.
Pero no quiero. En lugar de prólogo, prefiero dejar, aquí, el breve testimonio de mi gratitud. Yo fui alumno de Vivian; en el Partido Socialista y también en el café de Alfredo; y en su casa de Las Piedras, adonde el tren me llevaba a través de la noche, y hasta el alba lo encontraba siempre despierto y trabajando; y en mi minúsculo apartamento del barrio Palermo, tan chico que uno tenía que salir cuando el sol entraba, y dónde él, gustaba, de sentado, en el suelo, fumar y charlar.
El me enseñó a pensar el socialismo con cabeza propia, y me enseñó que la historia, no es un museo, sino una tragedia y una fiesta. Escuchándolo, yo descubrí que el tiempo pasado estaba vivo y enterrado por error o infamia.
Pocos creyeron tanto como él en esta tierra de libres. Pocos la conocieron tanto, y tanto la quisieron. Vivian Trías llegó al fondo de nuestras raíces, que tan breves son, y sin embargo, tan profundas, y por las raíces, nos adivinó el destino.
Escribiendo, hablando, peleando. Vivian nos contagió la fe en el fulgor de ese destino, nacido desde adentro y desde abajo, que es la contratara del jodido destino que nos han impuesto desde afuera y desde arriba.
No tiene el hombre, mejor manera de quedarse, cuando se va.
Prólogo de Eduardo Galeano al tomo trece de las obras de Vivian Trías (“La crisis del Imperio”, de 1970, Ediciones de la Banda Oriental, 284 páginas), publicadas por la Cámara de Representantes de Uruguay, en setiembre de 1989.
AQUEL HOMBRE, BUENO Y SABIO
“Vivian Trías había estudiado a fondo, como pocos, la historia uruguaya y latinoamericana. Había sido uno de los principales “nacionalizadores” del marxismo en América Latina. Como pocos, había comprendido la necesidad de recrear el marxismo en función de las peculiares características de nuestra región, y por eso, los dogmáticos no lo comprendieron y lo atacaron sin tregua.
En sus artículos y sus libros, había contribuido a rescatar nuestra verdadera historia del pantano de la alienación, y la mentira; y además de estudiar y redescubrir la historia, había ayudado con todas sus fuerzas, siempre ardientes, a cambiarla. En uno de sus libros, dio a conocer el prontuario de la oligarquía uruguaya; desde innumerables discursos pronunciados en el Parlamento y en la calle, desenmascaró con nombres y apellidos, y pelos y señales, a la constelación del poder, que está en la base de un sistema enemigo del país y de la gente. Por eso, la clase dominante, dominada desde afuera, lo odió hasta el final.
Muchos lo quisimos, y muchos aprendimos de él. Trías fue mi maestro de los primeros años, en aquellos tiempos de la Juventud Socialista de Montevideo.Yo soy uno de los muchos que lo mantendremos vivo, a través de nuestra memoria y de nuestros actos.
En el fondo de nuestros corazones, latirá siempre la imagen de aquel hombre bueno y sabio, que en la rueda de mate o de café, sabía contar, tiernamente, las pequeñas historias de su pueblo, Las Piedras, donde había nacido y amado, hasta que vino la muerte y lo arrancó de nosotros.
Muchos lo quisimos, y no solo en sus aciertos, lo que hubiera sido fácil, sino también en sus ingenuidades, y sus errores. Con nuestras piernas continuará caminando; y nuestro país de hombres libres, redimirá su soledad”.
(Nota escrita por Galeano, exiliado en ese momento en España, al enterarse en noviembre de 1980, de la muerte de Vivian Trías)
NOTICIAS DE BUENOS AIRES
“Luis Sabini se salvó. Pudo salir del país. Había desaparecido a fines del 75, y al mes ya supimos que lo habían metido preso. De Haroldo Conti, no hay rastros. A Juan Gelman lo fueron a buscar a su casa de Buenos Aires. Como no estaba, se llevaron a los hijos. La hija apareció unos días después. Del hijo no se sabe nada. La policía dice que no lo tiene; los militares dicen que tampoco Juan, iba a ser abuelo. La nuera, embarazada, también desapareció. El Cacho Paoletti, que nos enviaba textos desde La Rioja, fue torturado y sigue preso. Otros escritores que publicaban en la revista (“Crisis” de Buenos Aires): Paco Urondo, acribillado tiempo atrás, en Mendoza; Antonio Di Benedetto, en la cárcel; Rodolfo Walsh, desaparecido. En vísperas de su propio secuestro, Rodolfo envió una carta denunciando que la Triple A, son hoy las Tres Armas, “la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo, y sólo puede balbucear el discurso de la muerte””.
(“Días y noches de amor y de guerra”, Eduardo Galeano, Barcelona, 1978, premio Casa de las Américas).
SU ÚLTIMO MENSAJE
“Esta cronología latinoamericana, es un libro de consulta, ineludible fuente de información para estudiantes, profesores y curiosos en general. Pero es mucho más que eso.
En el mundo de nuestro tiempo, tiempo de vértigo incesante, la tecnología moderna nos acribilla con noticias desconectadas entre si. Estamos informados de todo y enterados de nada. Lo que ocurre con el presente, ocurre, también, con el pasado. La memoria colectiva corre el peligro de convertirse en un tejido roto, de hilos perdidos, incapaces de formar una trama que nos brinde cobijo.
Esta obra, escrita contra el desvínculo, confirma que todo tiene que ver con todo, y que a la corta o a la larga, el tiempo une lo que los mapas separan. Y nos demuestra, año tras año, pasito a paso, que la historia humana es una aventura compartida. Ella se burla de las fronteras y las distancias, y nos invita a descubrir que el mundo no es ancho ni ajeno.
Para nosotros, latinoamericanos, obras así cobran especial importancia en estas horas. Nos estamos descubriendo a nosotros mismos, a través de la lucha contra el divorcio mutuo, los mutuos rencores y la ignorancia mutua, en la búsqueda de una unidad que respete y celebre nuestra diversidad maravillosa”
(Contratapa de “Cronología histórico-cultural de América Latina y el Mundo- siglo XX”, Naguy Marcilla, Carlos Machado, Montevideo, marzo de 2015)
 Tomado de : República.com.uy

¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN URUGUAY Y EL MUNDO?

La niña de Guatemala


Por Mario Goloboff *
“Quiero, a la sombra de un ala,/ contar este cuento en flor:/ la niña de Guatemala,/ la que se murió de amor...” El patriota, luchador, político, pensador y enorme poeta cubano que fue José Martí tuvo todo tipo de incidentes y de accidentes espirituales en su pletórica y agitada existencia de sólo 42 años. Estimado ya por sus contemporáneos, el Maestro, el Vidente, el Profeta, el Apóstol, fue un grande y misterioso desconocido, como lo son todos los hombres de genio, y quedan de su existencia enigmas desentrañables y hechos cotidianos que las multitudes a las que dedicó su persona no pudieron ni pueden percibir. Una de las antólogas de testimonios sobre él, Carmen Suárez León, escribe: “Sólo por sus amigos o hasta conocidos circunstanciales podemos saber de sus gustos gastronómicos, su don conversador, su fino trato, el impacto de su voz, la calidad de su mirada o la movilidad de sus manos”. Claro, también, que sus muchos biógrafos, en el afán por enaltecer la figura y ponerla fuera de cualquier territorio humano (hasta cierto punto, legítimo en su caso), esquivan la presente historia o, cuando no pueden hacerlo, la difuminan, pudorosamente.
En marzo de 1877, Martí llega a Guatemala y poco después es nombrado catedrático de literaturas (española, francesa, inglesa, alemana e italiana) y de Historia de la Filosofía en la Escuela Normal Central. Quien la dirigía, José María Izaguirre, un cubano que debió exiliarse por haber seguido a Carlos Manuel de Céspedes, líder independentista y primer presidente de la República de Cuba en Armas, había sido protegido por el presidente guatemalteco Justo Rufino Barrios, liberal y reformador, y encomendado en la dirección de la escuela y en la educación de jóvenes. La escuela había alcanzado nombradía internacional, por lo que su fama llegó a toda América latina y por ende a México, donde comenzaba la larga dictadura de Porfirio Díaz. De allí, como cuenta Izaguirre, llegó una vez “un joven procedente de esa república solicitando plaza de profesor. Su porte era decente, su exterior simpático y su manera de expresarse fácil y agradable. Me cayó bien. Le pregunté quién era y cuáles eran sus aptitudes para el magisterio, a lo cual me respondió:
–Soy cubano, vengo de México y me llamo José Martí. Mis aptitudes para el magisterio...
–¡José Martí! –le interrumpí yo–. Ese nombre no me es desconocido: lo he visto como el del autor de un folleto en que se habla de los martirios que el gobierno español hace sufrir a los pobres cubanos que manda a los presidios de Africa. Acaso...
–Sí, señor, yo soy el autor de ese folleto y el mártir a quien el mismo se refiere.
–Pues bien, señor Martí, su doble merecimiento de cubano y mártir le hacen acreedor a toda mi simpatía: cuenta usted con la colocación que solicita”.
Acto seguido, Martí le dijo que quería ser franco y que, de aceptar la generosa oferta, debía consignar que estaba comprometido para casarse a los pocos meses en México con una joven cubana; que para ello necesitaría más adelante alrededor de un mes y que estaría de vuelta para continuar con la enseñanza. Izaguirre se lo concedió, y efectivamente Martí asumió el cargo, a los pocos meses se marchó por algunas semanas y volvió con su reciente esposa.
“Ella dio al desmemoriado/ una almohadilla de olor./ El volvió, volvió casado/ ella se murió de amor...” Pero en el interín había establecido una relación, no se sabe de qué grado aunque por las consecuencias se supone, con “la niña de Guatemala”, María, una adolescente de buena familia, perteneciente al grupo de hijas del matrimonio García Granados, en la casa que él frecuentaba con asiduidad desde su llegada al país centroamericano, y a quien además daba clases en la Academia de Niñas de Centroamérica. El mismo Izaguirre nos informa: “Entre las hijas del general Miguel García Granados (ex presidente y líder de la revolución liberal) había una llamada María, que se distinguía de sus hermanas como la rosa se distingue de las otras flores. Era alta, esbelta y airosa: su cabello negro como el ébano, abundante, crespo y suave como la seda; su rostro, sin ser soberanamente bello, era dulce y simpático; sus ojos profundamente negros y melancólicos, velados por pestañas largas y crespas, revelaban una exquisita sensibilidad. Su voz era apacible y armoniosa, y sus maneras tan afables, que no era posible tratarla sin amarla. Tocaba el piano admirablemente, y cuando su mano resbalaba con cierto abandono por el teclado sabía sacar de él notas que parecían salir de su alma y que pasaban a impresionar el alma de sus oyentes. (...) desde que Martí frecuentaba la casa, se notó en ella cierta tristeza que nadie se explicaba, así como el silencio en que se encerraba delante de él. Era evidente que algo pasaba en su interior; pero ese algo nadie se lo explicaba y quizás ella misma ignoraba la causa de lo que le pasaba”.
Hasta aquí, la “versión Izaguirre”, algo tradicional y recargada, no sólo por la prosa de la época sino también por los excesos del Romanticismo. Pero hay otras: un estudioso y casi biógrafo de Martí que se llamó Manuel Isidro Méndez, español que se avecindó en La Habana y quedó deslumbrado por la personalidad intelectual y humana de Martí, precisa que el poeta escribe esos versos en el momento en que rompe con Carmen Zayas Bazán y ella lo deja e, inclusive, va al consulado español en Nueva York a “pedir protección” de su esposo –“un desafecto de España”– para poder regresar a Cuba. Y aporta (he aquí la gran contribución) algún documento de los días de aquel retorno, como esta carta de “la niña”: “Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán. Te suplico que vengas pronto, Tu niña.”
“Se entró de tarde en el río/ la sacó muerta el doctor./ Dicen que murió de frío/ yo sé que murió de amor.” Ella, sostienen, de 17 años, se ahoga voluntariamente en el río. Sin embargo, el poema no ha sido tomado por los críticos en un sentido único, y no unánimemente consideran que, de parte de Martí, sea humilde y doloroso. Gabriela Mistral hasta le enrostra el hecho de estar “jactándose” de que una muchacha haya muerto de amor por él. Pero la gran poeta chilena no tiene en cuenta que el poema IX de los Versos sencillos, conocido como “La niña de Guatemala”, sólo se publica (y, presumiblemente, se escribe) en 1891, es decir catorce años después. Cuando ya su matrimonio con Carmen Zayas Bazán estaba destruyéndose, y es probable que aquel amor de juventud, frustrado por la palabra empeñada, haya vuelto a su memoria con matices de arrepentida idealización: “Era su frente ¡la frente/ que más he amado en mi vida!”. Así nació una de las tantas piezas maestras que dejó Martí a la lengua y a la poesía latinoamericana (y a la canción, puesto que fue extensamente musicalizada): “Callado, al oscurecer,/me llamó el enterrador;/ nunca más he vuelto a ver/ a la que murió de amor”.
* Escritor, docente universitario.
Tomado de: Página/12

La niña de Guatemala



Por Mario Goloboff *
“Quiero, a la sombra de un ala,/ contar este cuento en flor:/ la niña de Guatemala,/ la que se murió de amor...” El patriota, luchador, político, pensador y enorme poeta cubano que fue José Martí tuvo todo tipo de incidentes y de accidentes espirituales en su pletórica y agitada existencia de sólo 42 años. Estimado ya por sus contemporáneos, el Maestro, el Vidente, el Profeta, el Apóstol, fue un grande y misterioso desconocido, como lo son todos los hombres de genio, y quedan de su existencia enigmas desentrañables y hechos cotidianos que las multitudes a las que dedicó su persona no pudieron ni pueden percibir. Una de las antólogas de testimonios sobre él, Carmen Suárez León, escribe: “Sólo por sus amigos o hasta conocidos circunstanciales podemos saber de sus gustos gastronómicos, su don conversador, su fino trato, el impacto de su voz, la calidad de su mirada o la movilidad de sus manos”. Claro, también, que sus muchos biógrafos, en el afán por enaltecer la figura y ponerla fuera de cualquier territorio humano (hasta cierto punto, legítimo en su caso), esquivan la presente historia o, cuando no pueden hacerlo, la difuminan, pudorosamente.

En marzo de 1877, Martí llega a Guatemala y poco después es nombrado catedrático de literaturas (española, francesa, inglesa, alemana e italiana) y de Historia de la Filosofía en la Escuela Normal Central. Quien la dirigía, José María Izaguirre, un cubano que debió exiliarse por haber seguido a Carlos Manuel de Céspedes, líder independentista y primer presidente de la República de Cuba en Armas, había sido protegido por el presidente guatemalteco Justo Rufino Barrios, liberal y reformador, y encomendado en la dirección de la escuela y en la educación de jóvenes. La escuela había alcanzado nombradía internacional, por lo que su fama llegó a toda América latina y por ende a México, donde comenzaba la larga dictadura de Porfirio Díaz. De allí, como cuenta Izaguirre, llegó una vez “un joven procedente de esa república solicitando plaza de profesor. Su porte era decente, su exterior simpático y su manera de expresarse fácil y agradable. Me cayó bien. Le pregunté quién era y cuáles eran sus aptitudes para el magisterio, a lo cual me respondió:

–Soy cubano, vengo de México y me llamo José Martí. Mis aptitudes para el magisterio...

–¡José Martí! –le interrumpí yo–. Ese nombre no me es desconocido: lo he visto como el del autor de un folleto en que se habla de los martirios que el gobierno español hace sufrir a los pobres cubanos que manda a los presidios de Africa. Acaso...

–Sí, señor, yo soy el autor de ese folleto y el mártir a quien el mismo se refiere.

–Pues bien, señor Martí, su doble merecimiento de cubano y mártir le hacen acreedor a toda mi simpatía: cuenta usted con la colocación que solicita”.

Acto seguido, Martí le dijo que quería ser franco y que, de aceptar la generosa oferta, debía consignar que estaba comprometido para casarse a los pocos meses en México con una joven cubana; que para ello necesitaría más adelante alrededor de un mes y que estaría de vuelta para continuar con la enseñanza. Izaguirre se lo concedió, y efectivamente Martí asumió el cargo, a los pocos meses se marchó por algunas semanas y volvió con su reciente esposa.

“Ella dio al desmemoriado/ una almohadilla de olor./ El volvió, volvió casado/ ella se murió de amor...” Pero en el interín había establecido una relación, no se sabe de qué grado aunque por las consecuencias se supone, con “la niña de Guatemala”, María, una adolescente de buena familia, perteneciente al grupo de hijas del matrimonio García Granados, en la casa que él frecuentaba con asiduidad desde su llegada al país centroamericano, y a quien además daba clases en la Academia de Niñas de Centroamérica. El mismo Izaguirre nos informa: “Entre las hijas del general Miguel García Granados (ex presidente y líder de la revolución liberal) había una llamada María, que se distinguía de sus hermanas como la rosa se distingue de las otras flores. Era alta, esbelta y airosa: su cabello negro como el ébano, abundante, crespo y suave como la seda; su rostro, sin ser soberanamente bello, era dulce y simpático; sus ojos profundamente negros y melancólicos, velados por pestañas largas y crespas, revelaban una exquisita sensibilidad. Su voz era apacible y armoniosa, y sus maneras tan afables, que no era posible tratarla sin amarla. Tocaba el piano admirablemente, y cuando su mano resbalaba con cierto abandono por el teclado sabía sacar de él notas que parecían salir de su alma y que pasaban a impresionar el alma de sus oyentes. (...) desde que Martí frecuentaba la casa, se notó en ella cierta tristeza que nadie se explicaba, así como el silencio en que se encerraba delante de él. Era evidente que algo pasaba en su interior; pero ese algo nadie se lo explicaba y quizás ella misma ignoraba la causa de lo que le pasaba”.

Hasta aquí, la “versión Izaguirre”, algo tradicional y recargada, no sólo por la prosa de la época sino también por los excesos del Romanticismo. Pero hay otras: un estudioso y casi biógrafo de Martí que se llamó Manuel Isidro Méndez, español que se avecindó en La Habana y quedó deslumbrado por la personalidad intelectual y humana de Martí, precisa que el poeta escribe esos versos en el momento en que rompe con Carmen Zayas Bazán y ella lo deja e, inclusive, va al consulado español en Nueva York a “pedir protección” de su esposo –“un desafecto de España”– para poder regresar a Cuba. Y aporta (he aquí la gran contribución) algún documento de los días de aquel retorno, como esta carta de “la niña”: “Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán. Te suplico que vengas pronto, Tu niña.”

“Se entró de tarde en el río/ la sacó muerta el doctor./ Dicen que murió de frío/ yo sé que murió de amor.” Ella, sostienen, de 17 años, se ahoga voluntariamente en el río. Sin embargo, el poema no ha sido tomado por los críticos en un sentido único, y no unánimemente consideran que, de parte de Martí, sea humilde y doloroso. Gabriela Mistral hasta le enrostra el hecho de estar “jactándose” de que una muchacha haya muerto de amor por él. Pero la gran poeta chilena no tiene en cuenta que el poema IX de los Versos sencillos, conocido como “La niña de Guatemala”, sólo se publica (y, presumiblemente, se escribe) en 1891, es decir catorce años después. Cuando ya su matrimonio con Carmen Zayas Bazán estaba destruyéndose, y es probable que aquel amor de juventud, frustrado por la palabra empeñada, haya vuelto a su memoria con matices de arrepentida idealización: “Era su frente ¡la frente/ que más he amado en mi vida!”. Así nació una de las tantas piezas maestras que dejó Martí a la lengua y a la poesía latinoamericana (y a la canción, puesto que fue extensamente musicalizada): “Callado, al oscurecer,/me llamó el enterrador;/ nunca más he vuelto a ver/ a la que murió de amor”.

* Escritor, docente universitario.
Tomado de: http://www.pagina12.com.ar

Marcos Ana: "Nadie es feliz si es ajeno a la esclavitud de los otros"

El poeta Marcos Ana. EFE
El Poeta Marcos Ana. Foto de EFE


El poeta de 93 años publica 'Vale la pena luchar', en el que anima a "calentar la calle y las plazas" para que los ciudadanos exijan el bienestar de "manera pacífica".

A sus 93 años, el poeta Marcos Ana (San Vicente de la Alconada, Salamanca, 1920) no se ha cansado de exigir un mundo mejor, una sociedad más justa y humana. Se siente un indignado más y por ello ahora lanza una reivindicación y un mensaje para quienes se sienten decepcionados: el libro Vale la pena luchar (Espasa), en el que anima a "calentar la calle y las plazas" para que los ciudadanos exijan el bienestar de "manera pacífica".

El poeta se sorprende cuando escucha su nombre de nacimiento, Fernando Macarro Castillo, ya que se hace llamar desde hace mucho tiempo Marcos Ana, en homenaje a sus progenitores, para que estuvieran "siempre con él". Su padre murió durante la Guerra Civil y su madre enfermó durante los años en los que visitó a su hijo "de cárcel en cárcel", según ha explicado durante una entrevista.

Con tan solo 19 años entró en la cárcel y pasó allí 23 largos inviernos de su vida, un tiempo en el que comenzó a escribir sus primeros poemas, con los que, lejos de "tocar el cielo con las manos", quería escribir "poesía terrenal y directa, que llegase a la gente para que se movilizara".

"Una de las cosas que hace el capitalismo es invalidar al hombre" 
Su mente ágil y lúcida sorprende cuando recuerda con exactitud el tiempo que pasó entre rejas, una historia en apariencia triste que en cambio él relata como si se tratara de una experiencia con la que aprendió a resistir. "No tengo rencor, ni espíritu de venganza, no sirve para nada", indica Marcos Ana. Su pasión por la poesía comenzó cuando sus compañeros de cárcel metieron en un petate de paja, junto a algo de comida, unos poemas de Alberti y de Neruda. "Como no tenía otra cosa que hacer, los leí mil y un veces, y vi que fluía una necesidad de hacer algo parecido acerca de mis impresiones en la celda", cuenta.

El poeta no salió en libertad hasta 1961, cuando contaba con 41 años. "Salí como si me hubieran lanzado de un planeta extraño. Tuve que acostumbrarme a la vida y a las cosas, los ojos se me pusieron rojos y cuando salía al exterior me ponía enfermo. Me había acostumbrado a distancias cortas y verticales. Me mareaba hasta vomitar", recuerda.

Su primer amor fue una prostituta, quien "se humanizó tanto" que se comportó con Marcos Ana casi como si fuera una novia, incluso "una madre". Esta historia conmovió tanto al cineasta Pedro Almodóvar que decidió adquirir los derechos de la obra autobiográfica Decidme cómo es un árbol, aunque aún no se conoce cuándo llevará a cabo este proyecto. "Quiero que lo haga porque lo escribí para mandar un mensaje a los demás, ya que a través de ellos es la mejor manera de vivir para uno mismo", comenta ilusionado el escritor, quien afirma sentirse "un privilegiado" ante el cariño que ha recibido siempre. "Cuando me hacen homenajes me siento mal, pienso en los seres anónimos que no han tenido el mismo reconocimiento", añade.

"Cambiar la política de Estado"
Marcos Ana dedica este libro a los jóvenes, en quienes confía. "A la juventud, en cuyos surcos hemos sembrado nuestra historia: una lucha incesante por alcanzar un mundo mejor y más justo en el que el sol salga y caliente para todos", escribe en esta obra. El poeta mira a las nuevas generaciones con esperanza porque está convencido de que "abrirán caminos", encontrarán un futuro mejor y conquistarán "el bienestar de los ciudadanos". Aunque, para eso, cree necesario "cambiar la política de Estado", un ente "capitalista" que, a su juicio, "solo tiene una ley: la del máximo beneficio".


"Una de las cosas que hace el capitalismo es invalidar al hombre, anularle porque quieren hacer de él un pequeño dios, pero el objetivo es separarlo de los demás, que cada uno piense para él y no se una al resto, porque así el estado podría tambalearse. Sin embargo, la realidad es que nadie es feliz si es ajeno a la esclavitud de los otros", reflexiona el escritor.

Tomado de: http://www.publico.es

**************************************
AUTOBIOGRAFÍA
(Marcos Ana)
Mi pecado es terrible;
quise llenar de estrellas
el corazón del hombre.
Por eso aquí entre rejas,
en diecinueve inviernos
perdí mis primaveras.
Preso desde mi infancia
ya muerte mi condena,
mis ojos van secando
su luz contra las piedras.
Mas no hay sombra de arcángel
vengador en mis venas:
España es sólo el grito
de mi dolor que sueña.

YO DENUNCIO
(Marcos Ana)

Yo no pido clemencia. Yo no pido
con un hilo de voz descolorida
perdón para la vida que me deben.
Odio la voz delgada que se postra
y el corazón que llora de rodillas
y esas frentes vertidas en el polvo,
hecha añicos la luz del pensamiento.
Yo no pido clemencia. Yo no junto
las manos temblorosas en un ruego.
Arden voces de orgullo en mi palabra
cuando exigen -sin llanto- que las puertas
de la venganza oscura se derriben
y a los hombres descueguen de sus cruces.
Yo no pido clemencia. Yo denuncio
al dictador cadaver que gobierna
la vida de los hombres con un hacha
y ahora quiere dejar para escarmiento
mi cabeza cortada en una pica.
Yo no pido clemencia.
Doy banderas.
Paso de mano el golpeado
corazón de mi pueblo prisionero.

Más poemas de Marcos Ana enhttp://marcos-ana.blogspot.com

Galeano habla de su profunda amistad con Salvador Allende

El escritor uruguayo, Eduardo Galeano, ofreció una entrevista especial para teleSUR, durante la cual habló de cómo ha aprendido a descubrir la grandeza dentro de las cosas chiquitas y de los pequeños acontecimientos. Para mi la grandeza no se puede confundir 'con lo grandote'. (...) El arte de la revelación de la grandeza es el que me mueve la mano cuando escribo y rescato la vida de los anónimos". El escritor habló sobre su profunda amistad con el presidente chileno Salvador Allende y el comandante Hugo Chávez. 
Publicado el 13/09/2013



¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN URUGUAY Y EL MUNDO? RADIOS DE AM Y FM, TV DIARIOS Y PORTALES DEL MUNDO

Dos Poemas de Mario Benedetti: "Pregón" y Pasatiempo





"Pregón"


Señor que no me mira
mire un poco
yo tengo una pobreza para usté
limpia
nuevita
bien desinfectada
vale cuarenta
se la doy por diez

señor que no me encuentra
busque un poco
mueva la mano
desarrime el pie
busque en su suerte
en todos los rincones
piense en las muchas cosas
que no fue

le vendo la pobreza
es una insignia
en la solapa puede convencer
qué cosas raras pasan en el mundo
usté tiene agua
yo no tengo sed

tiene su cáscara
su Dios
su diablo
su fe en los cielos
y su mala fe
lo tiene todo menos la pobreza
si no la compra
llorará después

va como propaganda
como muestra
quizá le guste y le coloque cien
pobreza sin los pobres
por supuesto
ya que los pobres
nunca huelen bien

pobreza abstracta
sin harapos
pulcra
noble al derecho
noble al revés
pobreza linda para ser contada
después del postre
y antes del café

señor que no me mira
mire un poco
yo tengo una pobreza para usté
mejor no se la vendo
le regalo
la pobreza por esta única vez.


Pasatiempo

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía

cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra

ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros

ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser

la nuestra


La pobreza por Eduardo Galeano



Pobreza, definición de Eduardo Galeano

Los pobres, los verdaderos pobres, son todos aquellos que no tienen tiempo para perder tiempo. Los verdaderos pobres, son aquellos que no tienen silencio y no pueden comprarlo. Son aquellos que tienen piernas pero se han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas han olvidado volar. Son aquellos que comen basura y la pagan como si fuera comida. Son aquellos que tienen el derecho de respirar mierda como si fuera aire. Son aquellos que tienen sólo la libertad de elegir entre un canal de televisión y otro. Son aquellos que viven dramas pasionales con las máquinas. Son aquellos que estando entre muchos, están siempre solos. Los pobres, los verdaderos pobres, son aquellos que no saben que son pobres.

La pobreza como delito - Eduardo Galeano 

Mucho antes de que los niños ricos dejen de ser niños y descubran las drogas caras que aturden la soledad y enmascaran el miedo, ya los niños pobres están aspirando pegamento.

Mientras los niños ricos juegan a la guerra con balas de rayos láser, ya las balas de plomo acribillan a los niños de la calle.

Algunos expertos llaman "niños de escasos recursos" a los que disputan la basura con los buitres en los suburbios de las ciudades. Según las estadísticas, hay setenta millones de niños en estado de pobreza absoluta, y cada vez hay más, en esta América Latina que fabrica pobres y prohíbe la pobreza. Entre todos los rehenes del sistema, ellos son los que peor la pasan. La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende. Nacen con las raíces al aire.

Muchos de ellos son hijos de familias campesinas, que han sido brutalmente arrancadas de la tierra y se han desintegrado en la ciudad. Entre la cuna y la sepultura, el hambre o las balas abrevian el viaje. De cada dos niños pobres, uno trabaja, deslomándose a cambio de la comida o poco más: vende chucherías en las calles, es la mano de obra gratuita de los talleres y las cantinas familiares, es la mano de obra más barata de las industrias de exportación, que fabrican zapatillas o camisas para las grandes tiendas del mundo.

¿Y el otro? De cada dos niños pobres, uno sobra. El mercado no lo necesita. No es rentable, ni lo será jamás. Y quien no es rentable, ya se sabe, no tiene derecho a la existencia. El mismo sistema productivo que desprecia a los viejos, expulsa a los niños. Los expulsa, y les teme.

Desde el punto de vista del sistema, la vejez es un fracaso, pero la infancia es un peligro. En muchos países latinoamericanos, la hegemonía del mercado está rompiendo los lazos de solidaridad y está haciendo trizas el tejido social comunitario.

¿Qué destino tienen los dueños de nada en países donde el derecho de propiedad se está convirtiendo en el único derecho sagrado? Los niños pobres son los que más ferozmente sufren la contradicción entre una cultura que manda consumir y una realidad que lo prohíbe.

El hambre los obliga a robar o a prostituirse; pero también los obliga la sociedad de consumo, que los insulta ofreciendo lo que niega. Y ellos se vengan lanzándose al asalto. En las calles de las grandes ciudades, se forman bandas de desesperados unidos por la muerte que acecha.

Según la organización Human Rights Watch, los grupos parapoliciales matan seis niños por día en Colombia y cuatro por día en Brasil. ¿Y ellas? Hay medio millón de niñas brasileñas que venden el cuerpo, casi tantas como en la India, y en la República Dominicana la próspera industria del turismo ofrece subastas de niñas vírgenes.

Puntos de vista - Eduardo Galeano



Desde el punto de vista del sur, el verano del norte es invierno. 
Desde el punto de vista de una lombriz, un plato de espaguetis es una orgía. 
Donde los hindúes ven una vaca sagrada, otros ven una gran hamburguesa. 
Desde el punto de vista de Hipocrates, Galeno, Maimonides y Paracelso, 
existía una enfermedad llamada indigestión, pero no existía una enfermedad llamada hambre. 
Desde el punto de vista de sus vecinos del pueblo de Cardona, el Toto Zaugg, que andaba con la misma ropa en verano y en invierno, era un hombre admirable: 
-El Toto nunca tiene frío -decían. 
El no decía nada. Frío tenia, pero no tenia abrigo. 
Desde el punto de vista del búho, del murciélago, del bohemio y del ladrón, el crepúsculo es la hora del desayuno. 
La lluvia es una maldición para el turista y una buena noticia para el campesino. 
Desde el punto de vista del nativo, el pintoresco es el turista. 
Desde el punto de vista de los indios de las islas del mar Caribe, Cristóbal Colon, con su sombrero de plumas y su capa de terciopelo rojo, era un papagayo de dimensiones jamás vistas. 
Desde el punto de vista del oriente del mundo, el día del occidente es noche. 
En la India, quienes llevan luto visten de blanco. 
En la Europa antigua, el negro, color de la tierra fecunda, era el color de la vida, y el blanco, color de los huesos, era el color de la muerte. 

Según los viejos sabios de la región colombiana del Choco, Adán y Eva eran negros y negros eran sus hijos Cain y Abel. Cuando Cain mato a su hermano de un garrotazo, tronaron las iras de Dios. Ante las furias del señor, el asesino palideció de culpa y miedo, y tanto palideció que blanco quedo hasta el fin de sus días. Los blancos somos, todos, hijos de Cain.

Si Eva hubiera escrito el Génesis, ?como seria la primera noche de amor del genero humano? Eva hubiera empezado por aclarar que ella no nació de ninguna costilla, ni conoció a ninguna serpiente, ni ofreció manzanas a nadie, y que Dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu marido te dominara. Que todas esas son puras mentiras que Adán contó a la prensa.

Si las Santas Apostolas hubieran escrito los Evangelios, ¿como seria la primera noche de la era cristiana?

San José, contarían las Apostalas, estaba de mal humor. El era el único que tenia cara larga en aquel pesebre donde el niño Jesús, recién nacido, resplandecía en su cuna de paja. Todos sonreían: la Virgen María, los angelitos, los pastores, las ovejas, el buey, el asno, los magos venidos del Oriente y la estrella que los había conducido hasta Belén de Judea.

Todos sonreían, menos uno. San José, sombrío, murmuro:

-Yo quería una nena.

En la selva, ¿llaman ley de la ciudad a la costumbre de devorar al mas débil?

Desde el punto de vista de un pueblo enfermo, ¿que significa la moneda sana?

La venta de armas es una buena noticia para la economía, pero no es tan buena para sus difuntos.

Desde el punto de vista del presidente Fujimori, esta muy bien asaltar al Poder Legislativo y al Poder Judicial, delitos que fueron premiados con su reelección, pero esta muy mal asaltar una embajada, delito que fue castigado con una aplaudida carnicería.

Los prisioneros - Eduardo Galeano

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El Estado, que jamás va preso, asesina por acción y por omisión. Crímenes por acción: a fines del año pasado, la policía militar de Río de Janeiro reconoció oficialmente que venía matando civiles a un ritmo ocho veces más acelerado que el año anterior, mientras la policía de los suburbios de Buenos Aires cazaba jóvenes como si fueran pajaritos. Crímenes por omisión: al mismo tiempo, cuarenta enfermos del riñón murieron en el pueblo de Caruarú, en el nordeste de Brasil, porque la salud pública les había hecho diálisis con agua contaminada; y en la provincia de Misiones, en el nordeste de la Argentina, el agua potable, contaminada por los plaguicidas, generaba bebés con labios leporinos y deformaciones en la médula espinal.

En la era de la privatizaciones y el mercado libre, el dinero se propone gobernar sin intermediarios. ¿Cuál es la función que se atribuye al Estado? El Estado debe ocuparse de la disciplina de la mano de obra barata, condenada a salarios enanos, y a la represión de las peligrosas legiones de brazos que no encuentran trabajo: un Estado juez y gendarme, y poco más. De los otros servicios públicos, ya se encargará el mercado, y de la pobreza, gente pobre, regiones pobres, ya se ocupará Dios, si la policía no alcanza. La administración pública sólo puede disfrazarse de madre piadosa muy de vez en cuando, atareada como está en consagrar sus menguadas energías a las funciones de vigilancia y castigo. En el proyecto neoliberal, los derechos públicos se reducen a favores del poder, y el poder se ocupa de la salud pública y de la educación pública como si fueran formas de la caridad pública. 

El arte de borrar huellas 

Mientras tanto, crece la pobreza y crecen las ciudades y crecen los asaltos y las violaciones y los crímenes. "La criminalidad crece mucho más que los recursos para combatirla", reconoce el ministro del Interior del Uruguay. La explosión del delito se ve en las calles, aunque las estadísticas oficiales se hagan las ciegas, y los gobiernos latinoamericanos confiesan, de alguna manera, su impotencia. Pero el poder jamás confiesa que está en guerra contra los pobres que genera, en pleno combate contra las consecuencias de sus propios actos. "La delincuencia crece por culpa del narcotráfico", suelen decir los voceros oficiales, para exonerar de responsabilidad a un sistema que arroja cada vez más pobres a las calles y a las cárceles y que condena cada vez más gente a la desesperanza y la desesperación. 

Las cumbres irradian el mal ejemplo de su impunidad. Se castiga abajo lo que se aplaude arriba. El robo chico es delito contra la propiedad, el robo en gran escala es derecho de los propietarios: uno es asunto del Código Penal, el otro pertenece a la órbita de la iniciativa privada. El poder, que elogia al trabajo y a los trabajadores en sus discursos pero los maldice en sus actos, sin pudor alguno recompensa la deshonestidad y la falta de escrúpulos. La respetable tarea tiene por cómplices a los grandes medios de comunicación, que mienten callando casi tanto como mienten diciendo. 

¿Denuncias o confesiones? 

Y mientras el poder enseña impunidad, esos grandes medios, y sobre todo la televisión, difunden mensajes de violencia y de consumismo obligatorio. Una reciente investigación universitaria reveló que los niños de Buenos Aires ven, cada día, cuarenta escenas de violencia en la pantalla chica. ¿Cuántas escenas de consumismo ven? ¿A cuántos ejemplos de despilfarro y ostentación asisten cada día? ¿Cuántas órdenes de comprar reciben los que poco o nada pueden comprar? ¿Cuántas veces por día se les taladra la cabeza para convencerlos de que quien no compra no existe, y quien no tiene, no es? Paradójicamente, la televisión suele trasmitir discursos que denuncian la plaga de la violencia urbana y exigen mano dura, mientras la misma televisión imparte educación a las nuevas generaciones derramando en cada casa océanos de sangre y de publicidad compulsiva: en este sentido, bien podría decirse que sus propios mensajes están confirmando su eficacia mediante el auge de la delincuencia. 

Las fábricas de opinión pública echan leña a la hoguera de la histeria colectiva, y mucho contribuyen a convertir la seguridad pública en obsesión pública. Cada vez tienen más ecos los gritos de alarma que se pronuncian en nombre de la población indefensa ante el acoso del crimen. Se multiplican los asustados, y los asustados pueden ser más peligrosos que el peligro que los asusta. Para acabar con la falta de garantías de los ciudadanos, se exigen leyes que suprimen las garantías que quedan; y para dar más libertad a los policías, se exigen leyes que sacrifican la libertad de todos los demás -incluso en países como el Uruguay, donde las estadísticas confiesan que los policías son, en proporción, los ciudadanos que más delitos cometen. 

No sólo los vividores de la abundancia se sienten amenazados. También la clase media, y también numerosos sobrevivientes de la escasez: pobres que sufren el asalto de otros pobres más pobres o más desesperados. En sociedades que prefieren el orden a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares del orden: hay cada vez más gente convencida de que no hay ley que valga ante la invasión de los fuera de la ley. Hay un clamor creciente por la pena de muerte en la opinión pública de varios países latinoamericanos; y las matanzas de niños por los escuadrones parapoliciales de la muerte en Bogotá, Río de Janeiro o la ciudad de Guatemala son pública o secretamente aplaudidas por un sector considerable de la sociedad. Se considera normal la tortura del delincuente común, o de quien tenga cara de; y llama la atención el silencio de algunos organismos de derechos humanos, en países donde la policía tiene la costumbre de arrancar confesiones mediante métodos de tortura idénticos a los que las dictaduras militares aplican contra los presos políticos. 

Las otras jaulas 

Presos: las dictaduras militares ya no están, pero las frágiles democracias latinoamericanas tienen sus cárceles hinchadas de presos. Los presos son pobres, como es natural, porque sólo los pobres van presos en países donde nadie va preso cuando se viene abajo un puente recién inaugurado, cuando se derrumba un banco vaciado por los banqueros o cuando se desploma un edificio construido sin cimientos. Cárceles inmundas, presos como sardinas en lata: en su gran mayoría, son presos sin condena. Muchos, sin proceso siquiera, están ahí no se sabe por qué. Si se compara, el infierno del Dante parece cosa de Disney. Continuamente, estallan motines en estas cárceles que hierven. Entonces las fuerzas del orden cocinan a tiros a los desordenados y de paso matan a todos los que pueden, con lo que se alivia la presión de la superpoblación carcelaria -hasta el próximo motín. 

En realidad, bien se podría decir que presos estamos todos, quien más, quien menos. Los que están en las cárceles y los que estamos afuera. ¿Están libres los presos de la necesidad, obligados a vivir para trabajar porque no pueden darse el lujo de trabajar para vivir? ¿Y los presos de la desesperación, que no tienen trabajo ni lo tendrán, condenados a malvivir a los zarpazos? Y los presos del miedo, ¿estamos libres? ¿No estamos todos presos del miedo? Todos enrejados: ya hay plazas públicas rodeadas de rejas en algunas ciudades latinoamericanas, y están enrejadas las casas de todos los que tenemos algo que perder, aunque sea poco, aunque sea nada; yo he visto rejas hasta en algunos ranchos de lata y madera de los suburbios pobres. Los de arriba y los del medio y los de abajo: en sociedades obligadas al sálvese quien pueda, aterrorizadas por los manotazos de sus náufragos, estamos todos presos: los vigilantes y los vigilados, los elegidos y los parias. 

Los hechos se burlan de los derechos. Retrato de América Latina al fin del milenio: ésta es una región del mundo que niega a sus niños el derecho de ser niños. Los niños son los más presos entre todos los presos, en esta gran jaula donde se obliga a la gente a devorarse entre sí. El sistema de poder, que no acepta más vínculo que el pánico mutuo, maltrata a los niños. A los niños pobres los trata como si fueran basura. Y a los del medio los tiene atados a la pata del televisor. 

En la burbuja del poder 

En el océano de los que necesitan, las islas de los que más tienen tienden a convertirse en lujosos campos de concentración, donde los poderosos sólo se encuentran con los poderosos y nunca pueden olvidar, ni por un ratito, que son poderosos. En algunas de las grandes ciudades latinoamericanas, donde los secuestros se han hecho costumbre, los niños ricos crecen encerrados dentro de la burbuja del miedo. Habitan mansiones amuralladas, grandes casas o grupos de casas rodeadas de cercos electrificados y guardias armados, y están día y noche vigilados por los guardaespaldas y por las cámaras de los circuitos cerrados de televisión. Viajan, como el dinero, en autos blindados. No conocen, más que de vista, la ciudad donde viven. Descubren el subterráneo en París o en Nueva York, pero jamás lo usan en San Pablo o en la ciudad de México. 

Ellos no viven en la ciudad donde viven. Tienen prohibido ese vasto infierno que acecha su minúsculo cielo privado. Más allá de las fronteras del privilegio, se extiende una región del terror donde la gente es mucha, fea, sucia y peligrosa. En plena era de la globalización, los niños ricos no pertenecen a ningún lugar. Crecen sin raíces, despojados de identidad nacional, y sin más sentido social que la certeza de que la realidad es una amenaza. Tienen por patria las marcas de prestigio universal y por lenguaje los códigos internacionales. Los niños ricos de las ciudades más diversas se parecen en sus costumbres, tanto como entre sí se parecen los shopping centers y los aeropuertos, que están fuera del tiempo y del espacio. Educados en la realidad virtual, los niños ricos se deseducan en la ignorancia de la realidad real, que sólo existe para ser temida o para ser comprada. 

Desde que nacen, son entrenados para el consumo y para la fugacidad, y transcurren la infancia comprobando que las máquinas son más dignas de confianza que las personas. Fast food, fast cars, fast life: mientras esperan que llegue la hora del ritual de iniciación, cuando el primer Jaguar o Mercedes les sea regalado, ellos ya se lanzan a toda velocidad a las autopistas cibernéticas, a toda velocidad compiten en las pantallas electrónicas y a toda velocidad devoran imágenes y mercancías haciendo zapping y haciendo shopping. 

La pobreza como delito 

Muchos antes de que los niños ricos dejen de ser niños y descubran las drogas caras que aturden la soledad y enmascaran el miedo, ya los niños pobres están aspirando pegamento. Mientras los niños ricos juegan a la guerra con balas de rayos láser, ya las balas de plomo acribillan a los niños de la calle. Algunos expertos llaman "niños de escasos recursos" a los que disputan la basura con los buitres en los suburbios de las ciudades. Según las estadísticas, hay setenta millones de niños en estado de pobreza absoluta, y cada vez hay más, en esta América Latina que fabrica pobres y prohíbe la pobreza. Entre todos los rehenes del sistema, ellos son los que peor la pasan. La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende. 

Nacen con las raíces al aire. Muchos de ellos son hijos de familias campesinas, que han sido brutalmente arrancadas de la tierra y se han desintegrado en la ciudad. Entre la cuna y la sepultura, el hambre o las balas abrevian el viaje. De cada dos niños pobres, uno trabaja, deslomándose a cambio de la comida o poco más: vende chucherías en las calles, es la mano de obra gratuita de los talleres y las cantinas familiares, es la mano de obra más barata de las industrias de exportación, que fabrican zapatillas o camisas para las grandes tiendas del mundo. ¿Y el otro? De cada dos niños pobres, uno sobra. El mercado no lo necesita. No es rentable, ni lo será jamás. Y quien no es rentable, ya se sabe, no tiene derecho a la existencia. El mismo sistema productivo que desprecia a los viejos, expulsa a los niños. Los expulsa, y les teme. Desde el punto de vista del sistema, la vejez es un fracaso, pero la infancia es un peligro. 

En muchos países latinoamericanos, la hegemonía del mercado está rompiendo los lazos de solidaridad y está haciendo trizas el tejido social comunitario. ¿Qué destino tienen los dueños de nada en países donde el derecho de propiedad se está convirtiendo en el único derecho sagrado? Los niños pobres son los que más ferozmente sufren la contradicción entre una cultura que manda consumir y una realidad que lo prohíbe. El hambre los obliga a robar o a prostituirse; pero también los obliga la sociedad de consumo, que los insulta ofreciendo lo que niega. Y ellos se vengan lanzándose al asalto. En las calles de las grandes ciudades, se forman bandas de desesperados unidos por la muerte que acecha. Según la organización Human Rights Watch, los grupos parapoliciales matan seis niños por día en Colombia y cuatro por día en Brasil. ¿Y ellas? Hay medio millón de niñas brasileñas que venden el cuerpo, casi tantas como en la India, y en la República Dominicana la próspera industria del turismo ofrece subastas de niñas vírgenes. 

El pánico y sus trampas 

Entre una punta y la otra, el medio. Entre los que viven prisioneros del desamparo y los que viven prisioneros de la opulencia, están los niños que tienen bastante más que nada, pero mucho menos que todo. Cada vez son menos libres los niños de clase media. Les confisca la libertad, día tras día, la sociedad que sacraliza el orden mientras genera el desorden. En estos tiempos de inestabilidad social, cuando se concentra la riqueza y la pobreza se difunde a ritmo implacable, ¿quién no siente que el piso cruje bajo los pies? La clase media vive en estado de impostura, simulando tener más que lo que tiene, pero nunca le ha resultado tan difícil cumplir con esta abnegada tradición. Está, hoy por hoy, paralizada por el pánico: el pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas, y el pánico de no llegar a tener lo que se debe tener para llegar a ser. Nadie podrá reprocharle mala conducta. La sufrida clase media sigue creyendo en la experiencia como aprendizaje de la obediencia, y con frecuencia defiende todavía al orden establecido como si fuera su dueña, aunque no es más que una inquilina del orden, más que nunca agobiada por el precio del alquiler y el pánico al desalojo. 

En el pánico, pánico de vivir, pánico de caer, cría a sus hijos. Atrapados en las trampas del pánico, los niños de clase media están cada vez más condenados a la humillación del encierro perpetuo. En la ciudad del futuro, que ya está siendo presente, los teleniños, vigilados por niñeras electrónicas, contemplarán la calle desde el balcón o la ventana: la calle prohibida por la violencia, o por el pánico a la violencia; la calle donde ocurre el siempre peligroso, y a veces prodigioso, espectáculo de la vida.


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