Boaventura de Souza Santos: "Por qué sigo defendiendo a la Revolución Bolivariana" en Venezuela


Boaventura de Souza SantosDerechos de autor de la imagenMAURICIO LIMA/AFP
Image captionBoaventura de Souza Santos es uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial y uno de los más respetados intelectuales de izquierda del viejo continente.

Descrito como el "sociólogo de la antiglobalización" y el "pensador estrella de los movimientos sociales", el portugués Boaventura de Souza Santos es uno de los más respetados intelectuales de izquierda de Europa.
Su trabajo, sin embargo, trasciende fronteras nacionales y académicas, pues además de ejercer como director del centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra es investigador distinguido de la facultad de Derecho de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, y uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial.
Y desde hace unas semanas un reciente escrito suyo titulado "En Defensa de Venezuela" ha sido ampliamente compartido a través de las redes sociales, especialmente por simpatizantes del gobierno venezolano.
Aunque De Souza Santos no es el tipo de pensador dispuesto a firmar cheques en blanco a favor de ningún gobierno.

Protesta en VenezuelaDerechos de autor de la imagenREUTERS

De hecho, en mayo pasado el sociólogo portugués suscribió un manifiesto llamado a "detener la escalada de violencia en Venezuela" bastante crítico con el gobierno de Nicolás Maduro.
En dicho documento se califica al de Maduro como "un gobierno con marcados rasgos autoritarios" y se hace al Estado venezolano "el principal responsable de la situación en Venezuela".
Lo que no significa que De Souza Santos le haya dado la espalda a la Revolución Bolivariana o descalifique completamente la reciente convocatoria a una Asamblea Constituyente, por razones que explicó en "En defensa de Venezuela" y profundiza en esta entrevista con BBC Mundo.

línea

Cuando escribe usted "En defensa de Venezuela", ¿exactamente a qué o a quién está defendiendo?

Yo estoy defendiendo a las mayorías de Venezuela, porque hasta ahora es evidente que estas mayorías se han manifestado a favor de continuar con las políticas de inclusión social, de mejoría de las clases pobres.

Manifestación a favor de la ConstituyenteDerechos de autor de la imagenAFP
Image captionPara De Souza Santos, la mayoría de los venezolanos siguen apoyando el proyecto bolivariano.

Como usted sabe, en 1998 un 60% de la población de Venezuela vivía bajo del nivel de pobreza y hoy es mucho menos. Claro, ahora hay una crisis de abastecimiento, una crisis económica muy grave.
Pero hasta ahora las mayoría pobres de Venezuela no se han manifestado en contra (del actual gobierno), a no ser durante las elecciones (parlamentarias) de 2015, cuando ganó la oposición, pero no por una gran diferencia.
La venezolana es una sociedad polarizada, con diferencias. Y defender Venezuela es defender la democracia venezolana y que las mayorías puedan manifestarse democráticamente.
Si usted mira, la oposición organiza un referendo -aunque no tenga ninguna validad jurídica- y se habla de 7 millones, el gobierno organiza unas elecciones para la Asamblea Constituyente y se habla de 8 millones.
Y después viene una empresa que dice que en realidad fueron siete millones, pero lo que muestra todo eso es que la sociedad está dividida. Y las divisiones en nuestra sociedad deben resolverse democráticamente.

¿Pero está funcionando la democracia venezolana?

Lo que está claro es que Venezuela no es una dictadura, porque si fuera una dictadura no se podría hacer lo que la oposición está haciendo: quemando centros de salud, quemando escuelas, un helicóptero que bombardea el Tribunal Supremo, la oposición en la calle provocando todo tipo de problemas, de provocaciones.

Miembros de las fuerzas de seguridad de Venezuela arrestan a un manifestante opositorDerechos de autor de la imagenREUTERS

En los medios internacionales parece que son provocaciones del gobierno cuando es claro que no. Y sabemos que no porque lo hemos visto antes.
Si usted vio por casualidad el reportaje de Sky News antes de las elecciones (de la Asamblea Constituyente), sobre lo que parecía casi una guerra civil en Caracas, acuérdese de lo que Sky News ha hecho en Libia, en Trípoli, y también en Mosul, en Siria, que después se verificó que eran falsedades.
Hay un intento de no mostrar la realidad de Venezuela en los medios internacionales y por eso defender Venezuela es defender un poco la democracia y una salida no violenta para esta crisis, porque si hay una salida violenta los venezolanos, sobre todo, pero el mundo en general, va a sufrir.

¿Y está usted seguro de que la mayoría de los venezolanos apoyan al actual gobierno? Como usted mismo recordó, la última vez que la oposición participó en unas elecciones, las ganó…

Si, la mayoría votó a favor de la oposición, no hay duda ninguna, pero si usted mira fue en el contexto de una crisis. Y obviamente Maduro no es Chávez.
Sabemos también que hay problemas -nadie va a negar que hay problemas en Venezuela- y sabemos también que Maduro no es Allende.
Pero la verdad es que cuando se organizan las elecciones en 2015 las mayorías estaban muy poco contentas con algunos de los desarrollos de la Revolución Bolivariana, pero querían continuar con la Revolución Bolivariana: corregirla, no eliminarla.
Por eso, cuando viene la Asamblea Constituyente -en las condiciones difíciles que sabemos, con lugares de voto que han sido quemados, que han sido impedidos- ocho millones de personas se manifestaron a favor.
Me parece que la mayoría de los venezolanos no quiere exactamente el tipo de políticas bolivarianas que Maduro está realizando en este momento, pero quiere que siga el mismo proyecto de inclusión social, de dar más poder a las comunas, a los más pobres, etc.
No es eliminar del todo todas las conquistas que se lograron desde 1998. En ese sentido es que hablo de mayorías.

¿Pero cree usted que en las condiciones que se da la Constituyente puede tomarse como un ejercicio de democracia y sus resultados como una expresión de voluntad de las mayorías?

Sí, es un ejercicio democrático, no de una dictadura. Los procesos constituyentes pueden tener diferentes composiciones, diferentes formas de elegir. Y el artículo 348 de la Constitución establece que el presidente tiene esa prerrogativa (de convocarla).

maduroDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionDe Souza opina que habría sido mejor seguir con la Constitución de 1998.

Ahora, yo he criticado siempre, de una manera solidaria, algunos aspectos de la política bolivariana; no es de hoy. Y claro, yo personalmente pienso -aunque no soy venezolano- que habría sido mejor seguir con la Constitución de 1998, y mucha gente cree que eso sería posible.
Hablar de que quizá la Asamblea Constituyente no es plenamente democrática es una hipocresía, porque realmente la Asamblea Nacional le estaba haciendo un bloqueo total a Maduro, desde el inicio.

Pero era un proceso más simbólico que efectivo, mientras que la Constituyente sí tiene poder: de hecho uno de sus primeras decisiones fue destituir a la fiscal general Luisa Ortega. ¿Cree usted que ese tipo de actos contribuyen a la confianza y el diálogo que el gobierno dice quiere impulsar?

No. Y yo pienso realmente que hay una polarización creciente y muy preocupante, que las dos partes están realmente polarizando la situación.
Usted ve, por ejemplo, que ha habido intento de dividir a los militares, intentos detrás de los que hay una interferencia norteamericana muy fuerte, que está documentada, porque realmente están intentando boicotear todo el proceso bolivariano de Venezuela. Y las reacciones tampoco me parecen muy buenas, por supuesto.

Luisa ortegaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionUna de las primeras medidas de la AC fue la destitución de la fiscal general Luisa Ortega.

Lo que me parece interesante, sin embargo, es que la oposición ha decidido participar en las elecciones regionales y locales que se van a realizar. Y esa es la manifestación de una voluntad de enfrentar una votación y seguir por la vía democrática, lo que para mí es una noticia muy buena.
Por otro lado, en Venezuela ahora tenemos una situación de poder dual, con la Asamblea Nacional por un lado, y también un vacío institucional muy fuerte, porque la fiscal general ha sido echada por Maduro, o por la Asamblea Constituyente, pero ella no lo va a aceptar.
Y todo eso crea una situación -que no es nueva en historia, en Rusia tuvimos eso durante un tiempo en 1917- en la que hay una división de poder en la sociedad que hace que cada vez sea más difícil una solución vía el diálogo. Y esto no lo habíamos visto antes en América Latina.
Lo que sí hemos visto son las sangrientas dictaduras que vienen después, la destrucción de todo, y eso a todos los demócratas les debe preocupar. Y por eso todos los intentos deberían ser para fomentar el diálogo.
Lamentablemente hay gente que no está interesada en ninguna manera en el diálogo.
Y no sé si realmente no hay fuerzas externas en este momento que están interesadas en que Venezuela, que tiene todas las riquezas minerales del mundo, no sea realmente un país soberano y con alguna independencia en relación a Estados Unidos, porque sabemos que todos los otros países han sido eliminados, destrozados, destruidos cuando tiene reservas que son considerada estratégicas para lo que EE.UU ve como su seguridad nacional.
Y hay muchas formas de intervenir. No podemos ser ingenuos. Después de la Operación Cóndor en el Cono Sur de América Latina en la década de 1970 no podemos ser ingenuos: hay muchas formas de intervenir en los asuntos de otro país.
Yo pienso que sin eso esta polarización se podría resolver por la vía democrática. Así, no sé. Y eso me tiene bastante preocupado.

El chavismo, sin embargo, lleva 18 años en el poder. ¿No es esa la prueba de que se está sobredimensionando el peso de esa supuesta conspiración organizada por Washington?

El problema no es realmente de cuántos años está en el poder, sino si gobierna bien. Y en Venezuela hubo un problema estructural muy claro: que Venezuela no aprovechó la bonanza del petróleo para reconstruir un Estado históricamente rentista y muy dependiente de EE.UU.
Porque realmente Chávez no lo cambió: no aprovechó la bonanza del petróleo para cambiar la matriz productiva de la economía de Venezuela. Al contrario, de alguna manera quedó todavía más dependiente de la producción del petróleo.

petroleoDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption"Venezuela no aprovechó la bonanza del petróleo para reconstruir un Estado históricamente rentista y muy dependiente de EE.UU"

Eso obviamente es un problema estructural. Y a eso hay que sumarle el problema de la corrupción, que no es de ahora. La corrupción era absolutamente endémica en Venezuela, en los 70, en los 80. Era un caso de estudio…

¿Y ya no hay corrupción en Venezuela?

Claro que hay. Como lo hay en otros países. Pero no estoy diciendo que no lo hay. El problema es el del doble estándar, que permite por ejemplo que en Brasil la presidenta más honesta de América Latina, que es Dilma Rousseff, fuera echada por los políticos más corruptos de América Latina. Este doble estándar es lo que me molesta.
¿Y dónde está el doble estándar? Es básicamente esto: ¿estás o no alineado con las lógicas internacionales del neoliberalismo, de privatizaciones y de entrega de recursos naturales al mercado internacional?
Si estás a favor de esto se tolera todo, como se tolera que en Arabia Saudita van a ejecutar jóvenes que estuvieron en la primavera árabe, y nada pasa; o que a las mujeres les dan latigazos porque conducen vehículos.
Para nosotros nada de eso pasa, no es importante, y ese el doble estándar que me molesta. Pero de ninguna manera estoy tratando de ocultar los problemas estructurales del país.

¿Pero cree usted que las preocupaciones con la calidad de la democracia en Venezuela son pura fachada?

No, yo pienso que la lucha debe ser por la calidad de la democracia. Pero, el tema es qué se entiende por democracia.

mujerDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionExisten grupos que intentan construir desde la base un poder comunal.

Por ejemplo, usted hoy tiene en Venezuela una estructura muy importante que se llama el Poder Comunal, donde además hay gente muy crítica con algunas políticas de Maduro, que están intentando construir desde la base un poder comunal que es un poder participativo, no necesariamente un poder representativo en términos de democracia representativa. Pero usted sabe que hay otras formas de democracia.
Y en Venezuela había un sistema electoral muy sofisticado. Y a mí me sorprende que la empresa venga a decir -con qué base no lo sé, lo que sí sé es que acaba de concluir un contrato millonario con Colombia- que solo fueron siete millones, que no fueron ocho millones.
Hay cosas que no entendemos y que me causan un poco de sorpresa y de distancia por lo que he visto otras veces en América Latina y las consecuencias son siempre las mismas: una guerra civil, muertes, asesinatos cada vez más, y eso sería muy malo para el pueblo venezolano y los demócratas del mundo.

¿Y no le resulta sospechosa la unanimidad de las decisiones de la Constituyente? ¿Hasta qué punto puede un cuerpo que toma decisiones así considerarse representativo de la sociedad venezolana?

No estoy seguro que las cosas vayan a ser de esta manera...

Pero así ha sido hasta el momento…

Claro, pero todavía no ha empezado, por así decirlo. Vamos a ver lo que va a pasar.
Por otro lado, en Venezuela todavía hay mecanismos democráticos muy fuertes. Cuando esta Constituyente termine su trabajo la nueva Constitución va a tener que ser refrendada, no puede entrar en vigor sin más, tiene que haber un referendo. Entonces los venezolanos van a tener la oportunidad, en un referendo, de decir que están en contra.

constituyenteDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa AC reformará la Constitución de 1998.

En otras palabras, me parece que hay algunos mecanismos todavía existentes que nos permiten ver una salida democrática, una salida con un mínimo de violencia -que lamentablemente ya es grande- y con un mínimo de intervención internacional.
Vamos a ver si eso es posible, pero no hay que desistir de esa posibilidad. Aunque, por lo pronto, las dos partes en este momento no se están comportando de la mejor manera para intentar un diálogo.

¿Y cree usted que la voluntad de diálogo del gobierno es legítima?

Pues no hay que olvidar que todo empezó cuando la oposición ganó las elecciones en 2015. Ganó las elecciones legislativas, no la presidencia, pero la primera cosa que dijo fue: 'Hay que destruir la Revolución Bolivariana y sacar a Maduro'.
Es decir, las primeras declaraciones del nuevo presidente de la Asamblea son para destruir todo lo que pasó antes.
Esto no es normal. Y uno no se puede sorprender de que los que están con el presidente o están con el gobierno empiecen a pensar en maneras para defenderse. Y estoy feliz que la manera que hasta ahora intentaron fuera una Asamblea Constituyente, pues podría haber sido el recurso a una lucha armada y sabemos que en Venezuela hay muchas armas.
Por eso, yo prefiero de alguna manera prestigiar mínimamente la Asamblea Constituyente, preparar un referendo, someterlo y si es derrotado, es derrotado. Y si gana, gana.
Pero hay que intentar que el proceso siga, aunque sea al borde del caos. Estamos al borde del caos, pero muchos países hemos pasado por esto -mi país, Portugal, pasó por lago muy similar en 1975- y lo superamos.
Y en ese entonces se decía que tenía que haber una intervención norteamericana en Portugal, después de la Revolución de Abril. O sea que logramos mantener el sistema democrático.

protestasDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionVenezuela vivió más de 100 días de protestas.

Ahora, Venezuela no es Portugal, los países son distintos, los contextos son distintos.
Pero sigo defendiendo la posibilidad de una salida de diálogo democrático, lo que probablemente pasaría por no profundizar la dualidad de poder con la Asamblea Nacional, dejar redactar una Constitución de la Asamblea Constituyente y someterla a un referendo, y sobre todo apostar con fuerza a las elecciones regionales y locales.
Las elecciones regionales y locales nos van a decir lo que realmente piensa el pueblo. Y todas las informaciones que recibo desde dentro, de gente que está con los pueblos, es que la gente no está en contra de la Revolución Bolivariana, pero quiere comer, quiere resolver.
Y piensa además que ha habido un boicot durante mucho tiempo de las fuerzas oligárquicas que bloquearon el abasto de la sociedad. Pero claro, no hay cosechas, no hay medicamentos, no hay protección para la salud y estas cosas son insostenibles. Y la gente no está satisfecha, para nada.

¿Pero esa situación se puede explicar únicamente por un supuesto boicot de la oligarquía? ¿No es también un resultado de las políticas del chavismo? ¿Puede acaso un boicot explicar que Venezuela se haya convertido, en palabras de Ricardo Hausmann, en "el país más endeudado del mundo"?

Venezuela No es el país más endeudado, el país más endeudado es Estados Unidos: US$23 billones de deuda pública. No lo es ni en términos absolutos, ni en términos relativos. El tema es que EE.UU. puede imprimir los billetes que quiere y el valor del dólar se mantiene…

Pero la venezolana es una deuda significativa…

Sí, es importantísima. Y no le voy a decir que el boicot es la única causa (de la crisis económica de Venezuela). No hay causas únicas en esto. Y hay errores. Yo no estoy intentando de ninguna manera defender que el pobre Maduro es una víctima inocente de toda la oposición. No es so.
El tema es que, si hay errores, en una democracia qué se hace: es derrotar. Y por eso empezó en 2015 la derrota de algunos errores de la Revolución Bolivariana.
Pero, ¿qué pasó después? Que el que ganó las elecciones (legislativas) decidió que la única manera de poder conquistar y hacer valer su victoria era destruir la Revolución Bolivariana y no corregirla.

dilma y lulaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionDilma Roussef fue destituida por en septiembre de 2016 por el senado de Brasil.

Ese es el problema hoy. Esa es la causa de la polarización. Porque cuando se piensa no hay que corregir los errores sino destruir entonces hay que hacer algo más radical.
Fue así en Brasil: tuvo que ser un golpe. Porque si únicamente se hubiera tratado de corregir los errores de Lula -que eran muy grandes y que los critiqué a su debido tiempo- se hubiera podido encontrar una solución democrática, esperar a las próximas elecciones y derrotar ahí a Dilma Rousseff. Pero la oligarquía estaba impaciente y produjo un golpe.
Yo pienso que en Venezuela eso es lo que va a pasar. O puede pasar. Porque los mecanismos democráticos que todavía existen, están muy frágiles y exigirían grandes líderes o la protección de instituciones como Celac y Unasur, que si estuvieran fuertes podrían intervenir y decir "Amigos, vamos a intentar salvar lo más importante".
Pero eso es lo que está ausente en estos momentos y hay culpas de todos los lados. Y para mí lo importante es mantener una estructura democrática, porque el resultado, va a ser terrible. Y eso es lo que no podemos tolerar.

¿Es usted optimista o pesimista?

En este momento soy cada vez más pesimista, porque todos los días que pasan veo que las posibilidades de diálogo son cada vez menos y veo que la presión internacional, la presión de EE.UU., está creando una situación que básicamente quiere producir un golpe.
Pero, además, la oposición está muy dividida. Está unida simplemente para destruir la Revolución Bolivariana pero para nada más.
¿Entonces qué vamos a tener después? Una gran incertidumbre, quizá mucha violencia y un retroceso total de las conquistas sociales.
FUENTES DE BBC Mundo   Arturo Wallace

Verdades incómodas sobre Venezuela y la furia de las oligarquías mediáticas.

Verdades incómodas sobre Venezuela y la furia de las oligarquías mediáticas. Reflexiones en defensa propia
Los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad

y hoy existen para impedir que la verdad se diga.”
(G. K. Chesterton, 1917)
En los últimos días, en coincidencia con la decisión de Cambiemos de hacer de Venezuela uno de sus ejes de campaña, fui sometido a un ataque sin precedentes desde las ciudadelas de la oligarquía mediática argentina a propósito de mis opiniones acerca de lo que está ocurriendo en aquel país.
Periodistas y académicos unieron sus fuerzas para no sólo disentir con mis ideas sino también para lanzar toda suerte de agravios sobre mi persona. No tiene sentido referirme a cada uno de sus autores por separado, y esto por dos razones. Primero, porque en el fondo su discurso es el mismo: variantes de un mismo guión dictado desde Washington, reciclado por sus acólitos neocoloniales y lanzado por ellos a través de los “medios independientes” (¿independientes de quiénes?) para hostilizar a quienes piensan distinto. Segundo, porque individualizarlos sería conferirles a los autores de tales libelos una dignidad que su estatura intelectual y moral hace totalmente inmerecida. Dicho esto, en lo que sigue, va mi respuesta.
Uno. En Venezuela la oposición está compuesta por dos sectores. Uno, que acepta al diálogo con el gobierno. Otro, totalmente opuesto a él y dispuesto a quebrar el orden constitucional y derrocar a Nicolás Maduro apelando a cualquier recurso, legal o ilegal. Desgraciadamente, esta fracción ha sido la que hasta la semana pasada ha hegemonizado la oposición amenazando al sector dialoguista con una brutal represalia si cedía a los llamados del gobierno.1 Negociar con éste equivalía, para los violentos, a una infame traición a la patria, merecedora de los peores castigos. Este grupo extremista y fascista hasta el tuétano, venía conspirando contra la democracia desde el fallido golpe de estado del 11 de abril del 2002 y sus principales líderes: Leopoldo López, Henrique Capriles, Antonio Ledezma, Freddy Guevara, Julio Borges y María Corina Machado apoyaron abiertamente aquel golpe. Machado, una de las “demócratas” de hoy, fue firmante del Acta de Juramentación de la nueva junta de gobierno presidida por el empresario Pedro Carmona Estanga. En dicha acta se cancelaban las libertades públicas, se abolían todas las leyes producidas por el chavismo y se decretaba la cesación en sus cargos de todas las autoridades electas y de los parlamentarios y ediles del país. Estos fascistas fueron los que, bajo el liderazgo de Leopoldo López, organizarían la sedición de febrero del 2014 –significativamente llamada “Operación Salida”- una vez consumada la derrota del candidato Henrique Capriles en las elecciones presidenciales convocadas luego de la muerte de Hugo Chávez. La “Operación Salida” adoptó las tácticas violentas de control de la calle aconsejadas en diversos manuales de la CIA y en la obra de uno de sus máximos teóricos, Eugene Sharp. Aquellas contemplaban la realización de atentados de todo tipo a instalaciones públicas, autobuses, erección de barricadas armadas (“guarimbas”) impidiendo que la gente saliera de sus hogares y matanza indiscriminada de personas para aterrorizar a la población. A diario López declaraba que esta insurrección sólo cesaría con la renuncia de Maduro. Finalmente se restableció el orden público, pero con un saldo luctuoso de 43 muertos. López fue apresado y enviado a la justicia donde, como veremos más abajo, recibió una moderada condena, desproporcionada en relación a los crímenes cometidos. Este mismo grupo es el que en abril de este año relanzó la segunda fase de la estrategia insurreccional, pero incrementando exponencialmente la violencia de sus actos e introduciendo macabras innovaciones en sus tácticas de “oposición democrática”: arrojar bombas incendiarias sobre jardines infantiles y hospitales y, como en los viejos tiempos de la Inquisición, quemando vivas a personas cuyo pecado fuese tener el color de piel incorrecto según el criterio de los terroristas. Cuando al describir este deplorable escenario utilicé la expresión “aplastar a la oposición” era obvio para cualquier lector atento de mi artículo que me estaba refiriendo a este sector y no a quienes deseaban una salida pacífica, como felizmente parece estar en marcha en estos últimos días. Cualquier interpretación en contrario sólo puede ser producto de la mala fe. Pero fue dicha lectura la que originó la primera ronda de críticas e insultos.
Dos, si algo revela la monumental hipocresía de mis censores es su sepulcral silencio a la hora de proponer alguna alternativa para detener la violencia en Venezuela. Críticos que en su enorme mayoría no conocen ese país, que jamás estuvieron en él, ignoran su historia y no tienen amigos o parientes viviendo allí se dan el lujo de agraviar a quien piense de otra manera. Mi preocupación obsesiva por el deterioro de una situación que podría desembocar en una orgía de muerte y destrucción se funda en la necesidad de evitar para Venezuela -y para los amigos que tengo en ambos lados, en el chavismo y en la vereda de enfrente- un final apocalíptico. No es el caso de mis censores, a quienes en su condición de obedientes publicistas de la derecha – la de aquí y la de allá, y sobre todo la de “más allá”, en Washington- se les ordenó que descarguen toda su artillería contra quienes tuviéramos la osadía de defender el orden institucional en Venezuela. Mil veces hice la pregunta: ¿cómo se detiene la violencia iniciada, nuevamente por la derecha golpista, y ante la cual la respuesta del Estado fue débil e insuficiente? Las respuestas casi siempre fueron evasivas, pero cuando les exigía mayores precisiones lo que decían era: “renuncia de Maduro y convocatoria a elecciones presidenciales.” Es decir que estos severos críticos de mis opiniones, autoproclamados (pero inverosímiles) custodios de la libertad, los derechos humanos y la democracia, no son otra cosa que vergonzantes apologistas de la fracción terrorista de la oposición. Lo que quieren estos furiosos escribas es nada menos que el triunfo de la sedición, la victoria de los golpistas, el retorno de los fascistas y la destrucción del Estado de derecho. O sea, quieren exactamente lo mismo que la pandilla de López y sus compinches. Son, por lo tanto cómplices, cuando no autores intelectuales o legitimadores post bellum, de la barbarie desatada por la derecha. En su desesperación por acabar con el chavismo apelan a una retórica que sólo en apariencia es democrática. Lo que hay debajo de sus huecas palabras es una afrenta a los valores humanísticos que dicen defender. Tendrán que hacerse cargo de su apología de la violencia. Porque, en la reseca llanura de la política latinoamericana, con tantas “democracias” que empobrecen, marginan y lanzan a la desesperación a millones de personas no sería de extrañar que fuera de Venezuela surjan grupos que ante el ostensible vaciamiento del proyecto democrático decidan también ellos apelar a la violencia para derrocar gobiernos que los hambrean y embrutecen. Si los sedicentes custodios de la democracia aprobaron esa metodología en Venezuela, ¿la apoyarán también cuando se ensaye en otros países? ¿Qué van a decir entonces? ¿Que saquear, incendiar, matar y quemar vivas a personas está bien en Venezuela pero estaría mal en Colombia, Argentina, México? ¿No les suena un poquitín incoherente exaltar la vía insurreccional en contextos laboriosamente democráticos y que tanto costó construir?
Tres, decíamos más arriba que esta ofensiva se produce en momentos en que el gobierno argentino hizo de Venezuela uno de los ejes de su campaña electoral. Este sábado fue la punta de lanza para suspender a Venezuela del Mercosur, violando las normas del Mercosur y la Carta Democrática establecida en el Protocolo de Ushuaia, y los ataques tienen que ver con eso pero también con algo más. Obedientes, los escribidores y charlistas de los medios hegemónicos arremeten con saña contra cualquiera que defienda al gobierno legal, legítimo y constitucional de Nicolás Maduro. La voz del amo imperial les exige que digan que su gobierno es una feroz dictadura, una manzana podrida en el cajón donde brillan las ejemplares democracias de Argentina, el Brasil del golpista Michel Temer, y Paraguay, dignas herederas de la democracia ateniense y sus grandes líderes como Pericles, Solón y Clístenes, que empalidecen cuando se los compara con sus actuales sucesores sudamericanos. Tremenda dictadura la de Maduro en donde, seguramente al igual que en tiempos de Videla, Pinochet y Strossner, sus opositores pueden ir a Estados Unidos para solicitar la intervención armada de ese país en Venezuela, como lo hiciera el presidente de la Asamblea Nacional Julio Borges en su visita al Jefe del Comando Sur, Almirante Kurt Tidd, y regresar al país sin ser molestado por las autoridades, conservar su inmunidad parlamentaria, ofrecer conferencias de prensa y entrevistas en numerosos medios nacionales e internacionales y proseguir con su actividad proselitista y destituyente sin ninguna clase de limitaciones. Seguramente ocurriría lo mismo con los opositores en las dictaduras de Videla, Pinochet y Strossner. Este es un ejemplo entre muchos otros. Uno más: en Venezuela la mayoría de los medios de comunicación son contrarios al gobierno y las grandes cadenas de noticias internacionales tienen sus corresponsales instalados en aquel país que día a día “malinforman” o “desinforman” al resto del mundo sobre lo que ocurre en Venezuela sin ninguna clase de restricciones. Es que la “posverdad” y la “plusmentira” se convirtieron en monedas corrientes en los medios hegemónicos.
Conviene reproducir aquí lo que recientemente escribiera Boaventura de Sousa Santos, profesor de la Universidad de Wisconsin y uno de los más distinguidos sociólogos y juristas contemporáneos. Luego de adherir a un manifiesto de intelectuales críticos del gobierno de Nicolás Maduro, de Sousa Santos sintió la necesidad de escribir un artículo porque, según sus palabras, “estoy alarmado con la parcialidad de la comunicación social europea, incluyendo la portuguesa, sobre la crisis de Venezuela, una distorsión que recorre todos los medios para demonizar un gobierno legítimamente electo, atizar el incendio social y político y legitimar una intervención extranjera de consecuencias incalculables.” Y, poco más adelante, en ese mismo artículo, nuestro autor, cuya autoridad científica y moral convierte a mis críticos en deformes pigmeos, termina diciendo que “El gobierno de la Revolución bolivariana es democráticamente legítimo. A lo largo de muchas elecciones durante los últimos veinte años, nunca ha dado señales de no respetar los resultados electorales. Ha perdido algunas elecciones y puede perder la próxima, y solo sería criticable si no respetara los resultados. Pero no se puede negar que el presidente Maduro tiene legitimidad constitucional para convocar la Asamblea Constituyente.” 2 Suficiente en relación a este tema.
Cuatro, siempre en función de la dupla “posverdad-plus mentira” ninguno de los órganos de la oligarquía mediática que nos desinforma a diario en toda América Latina -incluyendo a El País de España, director de esta desafinada orquesta mediática- mencionó una noticia que ningún medio de comunicación “serio e independiente”, como gustan llamarse estas agencias de propaganda que hoy nos bombardean con sus falsedades, podría haber dejado pasar por alto. En su conferencia de prensa del 1º de agosto el Secretario de Estado de Donald Trump, Rex Tillerson, anunció oficialmente que “estamos evaluando todas nuestras opciones de política acerca de lo que nosotros podemos hacer para crear un cambio de condiciones donde o bien Maduro decida que ya no tiene futuro y quiera marcharse por voluntad propia o nosotros podemos hacer que los procesos gubernamentales en Venezuela vuelvan a lo que marca su Constitución.3 O sea: el imperio, por boca de su encargado de relaciones exteriores, anuncia que está implicado en la concreción de un golpe de Estado en Venezuela y tan gravísima novedad es escandalosamente silenciada en los grandes medios, esos que dedican ríos de tinta y horas y más horas de radio y televisión para acusar y difamar a diestra y siniestra a quienes denuncian las maniobras del imperialismo y sus lugartenientes locales para destruir regímenes democráticos, como lo hicieron –para nombrar sólo los casos más resonantes- en Guatemala (1954), en Brasil (1964), en República Dominicana (1965), en Chile (1973), en Honduras (2009), en Paraguay (2012) y hace pocos meses en Brasil. Pocos días antes había sido el Director de la CIA, Mike Pompeo, quien declarase en su ponencia ante el Foro de Seguridad convocado por el Aspen Institute que “basta señalar que estamos muy esperanzados de que puede haber una transición en Venezuela, y nosotros -la CIA-, está dando lo mejor de sí para entender la dinámica allá para que podamos comunicársela a nuestro Departamento de Estado y a otros, los colombianos. Acabo de estar en Ciudad de México y en Bogotá, la semana antepasada, hablando exactamente sobre este tema, intentado ayudarles a entender las cosas que podrían hacer para obtener un mejor resultado para su rincón del mundo y nuestro rincón del mundo.”4 ¡Al demonio con la soberanía nacional, la autodeterminación de los pueblos y la democracia! Porque si al emperador no le gusta el gobierno que existe en algunas de las provincias del imperio lo derriba sin miramientos. Y la prensa de todo el hemisferio, más la española, convenientemente aceitada y colonizada, acepta el engaño sin chistar y se esmera por blindar la ominosa noticia con la colaboración de los habituales saltimbanquis de los medios que dicen los que se les ordena decir, no importa lo que hayan dicho antes. No es conveniente que el pueblo se entere de estos planes insurreccionales de la Casa Blanca que producen un daño irreparable a la credibilidad de la democracia porque esta sólo será respetada si sus resultados son del agrado del emperador. Caso contrario el error se corrige con una ayudita de los boys de la CIA y la “embajada”. Mejor será que la población siga pensando que el imperio tiene su sede en Orlando y sus personajes más significativos son el Pato Donald y el Ratón Mickey, que la CIA es una vetusta leyenda soviética y los otros quince servicios de inteligencia de Estados Unidos productos de una alucinación colectiva que afectó irreparablemente los cerebros de Noam Chomsky, Howard Zinn, Tom Engelhardt, Michael Parenti, James Petras, Jim Cockcroft, Philip Agee y John Perkins. Que no vaya a recordar ese pueblo que en el mayor acto terrorista de la historia Estados Unidos arrojó dos bombas atómicas sobre dos ciudades indefensas cuando Japón estaba vencido y que sí recuerde, en cambio, que Washington ha “exitosamente” exportado la democracia a Irak, Libia y Ucrania y ahora está tratando de hacer lo mismo en Siria y Venezuela. En síntesis, que Estados Unidos es lo que Hollywood dice que es y que Julian Assange es el novio despechado de la hija de Donald Trump y por eso inunda al mundo con sus mentiras desde Wikileaks. Se cumple lo que hace ya un siglo había pronosticado Gilbert K. Chesterton cuya cita pusimos como epígrafe a este escrito: los medios existen para impedir que la verdad sea dicha, que la verdad sea conocida.5
Cinco y final. El torrente de mentiras, falsedades y ocultamientos de mis críticos me obligaría a escribir un libro para desnudar toda y cada una de sus canalladas. No lo merecen. Prefiero proseguir con mis análisis y no perder mi tiempo discutiendo una a una sus acusaciones y respondiendo a sus insultos. Pero haré una excepción en relación a una de sus más socorridas mentiras: la reiterada caracterización del líder fascista y golpista Leopoldo López cono un “preso político.” En su afán por congraciarse con el imperio y la derecha vernácula los personeros de la oligarquía mediática insisten en el tema y, aún más, endiosan a ese personaje y a otros de su calaña como si fueran heroicos combatientes por la libertad. ¿Les suena la melodía? ¡Claro! Washington la empleó varias veces en el pasado: Combatientes por la libertad fueron los “exiliados” iraquíes que atestiguaron que el gobierno de su país estaba fabricando armas de destrucción masiva, a sabiendas de que tal cosa era una flagrante mentira. Pero sus testimonios fueron decisivos para que el Congreso de EEUU aprobase la declaración de la guerra contra Irak junto a José María Aznar y Tony Blair, siniestros cómplices del engaño que todo el mundo sabía era tal.6 Antes habían utilizado la misma virtuosa categoría para exaltar la imagen de los “contras” nicaragüenses, convirtiendo a unos brutales mercenarios en heroicos luchadores por la democracia y los derechos humanos. Volvieron a hacer lo mismo con la “oposición democrática” a Gadaffi supuestamente bombardeada por este en Bengasi, un hecho que luego se demostró absolutamente falso pues el monitoreo satelital de la zona reveló que no existió tal bombardeo.7 Pero la mentira surtió efecto y las víctimas de ese supuesto ataque rápidamente se convirtieron en valerosos combatientes por la libertad. Lo mismo está ocurriendo hoy en Venezuela, caracterizando como “preso político” a un señor como Leopoldo López que en realidad es un político preso, y que lo está por haber sido encontrado culpable del delito de sedición. En Estados Unidos, por ejemplo, esto configura un crimen federal y puede llegar a ser purgado con prisión perpetua y hasta con la pena capital si es que en los incidentes promovidos por los sediciosos para alterar el orden institucional o derrocar a las autoridades constituidas se produjeran víctimas fatales. Parecida es la pena contemplada en España (recordar el caso del Teniente Coronel Antonio Tejero, en 1981) a quien en principio se lo sancionó con prisión perpetua por haber intentado un incruento golpe de estado ocupando la sede de las Cortes, reteniendo a los diputados pero sin provocar el menor destrozo dentro y fuera del recinto.. La sanción a López, en cambio, fue mucho más benigna pese a los destrozos producidos y las muertes ocasionadas: 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de prisión. Con el ánimo de reducir la crispación política en vísperas de la Asamblea Nacional Constituyente la justicia venezolana le concedió el benefició de la prisión domiciliaria. Tal como es habitual en estos casos su otorgamiento estaba regido por estrictas reglas, una de las cuales era abstenerse de hacer proselitismo político, norma que el líder golpista violó repetidamente y por eso fue devuelto a la cárcel. Lo mismo ocurre en EEUU cuando un reo sale de la cárcel bajo “parole” y viola las condiciones de la libertad condicional. Nada nuevo. El gobierno argentino, y otros de su mismo signo, insisten en la liberación del “preso político” Leopoldo López, mientras mantiene como prisionera política sin cargos y sin proceso, y en contra de los reclamos de Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derecho Humanos, a Milagro Salta en la prisión de Alto Comedero, en Jujuy. Sin embargo, bastó que yo dijera que el retorno a la cárcel de López se ajustaba a derecho y era lo que legalmente correspondía para que un tropel de críticos se abalanzaran de nueva cuenta contra mi persona, haciendo lugar inclusive a la inserción en una de esa notas de ataques soeces y agraviantes extraídos de los mensajes enviados en las redes sociales, algo que yo al menos nunca había visto antes y que expresa el grado de putrefacción moral a que han llegado las oligarquías mediáticas en la Argentina y Nuestra América.8 ¡Dixit, et salvavi animam meam! 
1 Afortunadamente para la paz en Venezuela los líderes de Acción Democrática manifestaron días atrás que presentarían sus candidatos a las elecciones de gobernadores y alcaldes previstas para la segunda mitad de este año, rompiendo de ese modo el chantaje al que los tenía sometidos la fracción terrorista de la oposición. Es muy probable que en los próximos días otros partidos adopten la misma postura.
2 Ver su “En defensa de Venezuela”, en La Jornada (México), 28 Julio 2017
3 https://www.state.gov/secretary/remarks/2017/08/272979.htm . Fue también publicado en España por el periódico digital Público: http://www.publico.es/internacional/crisis-venezuela-secretario-eeuu-dice-estudiando-forma-derrocar-maduro.html
4 https://red58.org/la-cia-confirma-que-est%C3%A1-trabajando-para-derrocar-a-venezuela-c485f0754487
5 Me permito recomendar la lectura de algunos libros que permitirán comprender un poco mejor el mundo en que vivimos y el papel que en él desempeñan los medios: Pascual Serrano, Desinformación. Como los medios ocultan al mundo (Barcelona: Península, 2009) y del mismo autor, Medios Violentos: Palabras e imágenes para el odio y la guerra (Madrid: El Viejo Topo, 2008).Ver también Denis de Moraes, A batalha da mídia (Río de Janeiro, Pao e Rosas, 2009)
6 Ver el magnífico documental “Iraq: a deadly deception” que prueba todo esto. Ir a: https://www.youtube.com/watch?v=3fNkeOZlM4U
7 Ver al respecto: https://www.youtube.com/watch?v=XYesnOD6_gQ
8 “Atilio Borón aplaudió los encarcelamientos de opositores en Venezuela y en Twitter le respondieron”, en https://www.clarin.com/mundo/atilio-boron-aplaudio-encarcelamientos-opositores-venezuela-twitter-respondieron_0_HkGhBMRU-.html   
Atilio A. Boron
FUENTES DE TELE SUR