El culto estadounidense a las armas de fuego Los estudiantes de secundaria


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¿Puede un AR-15* tener éxito donde fracasó el “Sueño americano”?

Después de la matanza de Parkland, en una tierra cuyos ciudadanos poseen algo así como 265 millones de armas de fuego –la mitad de ellas en manos de apenas el 3 por ciento de la población– y con tiroteos masivos (son aquellos en los que están implicadas cuatro a más personas) que se producen como promedio en nueve de cada 10 días, este país es único entre las naciones desarrolladas en la cuestión de las armas de fuego y la violencia con estas armas. No existe en el mundo otro lugar en el que los civiles estén tan exageradamente armados ni otro país cuyos políticos (respaldados incondicionalmente por la Asociación Nacional del Rifle [NRA, por sus siglas en inglés]) sean tan sofisticados y sofistas a la hora de explicar por qué esto no podría ser lo más normal en un país “libre” (en 2014, la publicación satírica The Onion captó perfectamente el espíritu del momento con este titular “‘No hay manera de impedir esto’, dice el único país donde esto sucede habitualmente”).

Desgraciadamente, como lo dejan en claro las reacciones ante la carnicería de Parkland, Florida, nuestros hijos no se sienten tan “libres” ya que en sus escuelas realizan deprimentes ejercicios de confinamiento. Hace poco tiempo, mi nieto de cinco años y medio llegó a su casa después de uno de esos ejercicios y le preguntó a su madre, “¿Por qué querrían entrar en mi escuela unos perros furiosos?” Muy bien, él no domina todos los detalles todavía, pero muy pronto se acurrucará en algún rincón de un aula a oscuras. Ir así a la escuela es algo infernal.

Por supuesto, en los sesenta, cuando yo iba a la escuela, teníamos un equivalente en los ejercicios llamados “correr y buscar protección” que los alumnos debíamos hacer regularmente en el aula. Aunque no enteramente igual, eso –como el lector puede imaginar– también era aterrador. La intención era que nosotros captáramos la idea de un ataque nuclear. Al menos sabíamos que esos misiles rusos no apuntaban específicamente a nuestra escuela y que la intención no era matarnos a nosotros; apuntaban a todo, a matar a todo el mundo. Eran horripilantes, pero también impersonales.

Mientras tanto, en el contexto escolar, la muerte se ha convertido en algo mucho más personal. De ningún modo sorprende que, conducido por los estudiantes de secundaria más avanzados, los que han estado en la línea de fuego o temen que pueden estarlo alguna vez, algo auténtico está sucediendo en este país; algo relacionado con las armas de fuego –un cambio en la opinión pública, un creciente boicoteo comercial a la NRA, una cadena de tiendas de artículos deportivos que dejará de vender fusiles semiautomáticos como el que Nikolas Cruz llevó a la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas e incluso algunos políticos que están empezando a repensar su posición respecto del culto nacional por las armas de fuego. En ese contexto, permita que Belle Chesler –profesora de secundaria– le lleve al interior de la tan estadounidense galería de tiro al blanco de nuestra era y le informe de lo que piensa una persona adulta sobre la naturaleza del modo de vida “americano” mientras está encerrada en la oscuridad con sus alumnos.

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Los canarios en la mina de carbón del desastre estadounidense

“Entre quienes le conocían, nadie se sorprendió al enterarse de que él había disparado” (Emma González, estudiante del último curso en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas).

En las tres últimas semanas, la voz vehemente y los categóricos reclamos de los estudiantes de la escuela Marjory Stoneman Douglas han tenido eco en las redes sociales y en el hall de entrada de las escuelas secundarias en los suburbios donde yo enseño artes visuales. Un grupo de chicas del último curso, estimuladas por el horror de la matanza de Parkland y entusiasmadas por los vídeos de las manifestaciones de sus colegas estudiantes, organizaron por su cuenta un abandono de aulas. A pesar de que era un día de mucho frío y con nieve en nuestra parte de Oregon, cientos de estudiantes salieron de la escuela para participar en lo que, ciertamente para muchos de ellos, era su primera acción de desobediencia civil. Yo me situé al final del gentío, escuchando las exigencias de los estudiantes dichas a voz en cuello, que básicamente eran tener una escuela más segura y acabar con el miedo en el aula. De pie en la helada acera, me sentí abrumada por una oleada de emociones encontradas. Aunque interiormente orgullosa de los estudiantes por alzar la voz e insistir en ser escuchados, yo también estaba obligada a enfrentar una dura y brutal realidad: ni mis alumnos ni yo nos sentimos seguros en nuestra escuela.

Aún recuerdo aquella fría mañana de diciembre de 2012 cuando supe de la masacre en la escuela primaria Sandy Hook de Newton, Connectucut. Una compañera se acercó a mi escritorio con la cara bañada por las lágrimas para contarme los espeluznantes detalles de ese tiroteo: un aula llena de chicos de primer grado y su maestra asesinados en lo que debería haber sido un día de clase más.

En ese momento mi hija estaba en el preescolar. En esas fotos que comenzaron a aparecer en los medios, en los que aparecían niños de los primeros grados de Sandy Hook, vi la cara de mi hija. Empecé a pensar sobre su futuro en un mundo tan inhóspito. Desde entonces, se me hizo insoportable leer las historias de lo que había pasado dentro de esa escuela y me encontré a mi misma evitando el relato apasionado y angustiado de los animosos progenitores y maestros de niños insensatamente asesinados. Era algo que golpeaba lo más íntimo de mi ser. Era el horror en un nivel que hasta entonces había sido inimaginable para mí en una escuela tan parecida a la mía. Ingenuamente, supuse que las cosas habrían de cambiar, que nadie podría ver a esos pequeños y defender cruelmente el statu quo. ¡Qué equivocada estaba! Como todos sabemos, los tiroteos continuaron sucediendo.

Entonces, ¿qué hubo en los asesinatos de Parkland que inclinó la balanza? ¿Por qué no había pasado eso después de lo de Columbine ni de lo de Newton? Estas son las preguntas que los maestros y maestras de nuestra escuela hemos estado haciéndonos unos a otros últimamente. Es posible que lo que domine en este momento sea el miedo a lo que parece inevitable; se sabe que eso pasará, aunque no cuándo. En tanto maestras, estamos obligadas a preguntarnos: ¿Cuándo nos tocará? ¿Atrancamos las puertas, luchamos, corremos o nos escondemos? ¿Cuándo dejaremos de esperar la irrupción del mal en la persona de un desquiciado adolescente con un arma de fuego que viene a convertir nuestra escuela en una galería de tiro al blanco?

En este momento, llevamos varios años practicando ejercicios de encierros de emergencia. Cerramos las puertas con llave y las bloqueamos; después, 36 adolescentes y un adulto, nos acurrucamos en el suelo en el rincón más oscuro del aula tratando de estar lo más callados y tranquilos posible. Nada de llamadas telefónicas, no hablar, no moverse. Esperamos hasta que oímos el ruido del picaporte y uno de nosotros grita; entonces se acaba el ejercicio. El peligro ha pasado.

Encendemos las luces, estiramos las extremidades acalambradas y cada uno vuelve a su asiento. Cuento un chiste, trato de aligerar un poco el ambiente y reanudamos la clase. No obstante, una consecuencia no deseada de esos ejercicios y procedimientos es la normalización de la amenaza de una acción tan atroz y anormal como difícil de asimilar. Fundamentalmente, hemos insensibilizado por completa a la comunidad escolar respecto del auténtico horror de lo que estamos interpretando: una lucha por nuestra vida. Suponemos que cuando vuelvan las luces continuarán las rutinas del aula, esperando que los estudiantes hayan captado la seriedad del ejercicio pero que no hayan interiorizado el miedo. Cuando mis alumnos expresan lo que está dentro de ellos en esa sala a oscuras, cuando permiten que la desesperación asome a la luz, estamos obligados a enfrentar la retorcida realidad de lo que estamos haciendo.

En el comienzo del semestre entregué a mis nuevos alumnos un cuestionario acerca de la vida de cada uno de ellos. Uno respondió a la pregunta “¿Qué es lo que te afecta de verdad?” escribiendo: “Lo que de verdad me afecta es que yo podría morir en esta escuela”.

Francamente, no tenía idea de qué podía decirle a mi estudiante: yo también me sentía así. ¿Cómo transmito yo lo que siento cada mañana cuando entro en mi lugar de trabajo preguntándome si será hoy el día que yo me muera aquí? ¿Cómo explico el temor que siento cuando debo enfrentar a ese estudiante –el que viene haciendo dibujos inquietantes, el que no sonríe ni se relaciona con sus compañeros y cuyos padres no responden a mis mensajes ni a mis llamadas– para decirle que necesita moderar la violencia de sus trabajos? ¿Cómo compartir el más profundo de mis temores: el que un tiempo después este muchacho vuelva por mí armado y dispuesto a vengarse?

¿Cómo expreso la complejidad de mis emociones cuando, acurrucada en la oscuridad con mis alumnos, estoy pensando en qué habría que hacer para que todos salgamos vivos cuando se produzca la versión real de la situación? ¿Y cómo es que empecé a pensar en el peor de los escenarios posibles: que el chico de 16 años que está agachado junto a mí en la oscuridad puede ser el próximo atacante de la escuela? Ahora, en la agudizada paranoia de mi salón de clase, mis alumnos son sospechosos.

¿Maestras o mártires?

Me figuro que cada nueva maestra llega con alguna versión de la historia de aquella exitosa maestra que traslada a un grupo de estudiantes de la confusión a la excelencia académica dando vueltas en su mente. Sin embargo, cuando pasan los años, a menudo esa cinematográfica fantasía es descartada. Si de verdad has de sobrevivir en el sistema, piénsatelo en el largo recorrido; deberás deshacerte de ciertas ilusiones. Más o menos un tercio de los nuevos maestros abandona el barco en el tercer año, cuando los desafíos profesionales –los largos horarios, la constante planificación, las interminables calificaciones y la preocupación sobre cómo unir las necesidades intelectuales y las emocionales de los alumnos– empiezan a parecer insostenibles.

En los primeros años de mi trabajo, la magnitud de la tarea psicológica de cuidar el bienestar de mis estudiantes y el aumento de la conciencia de que nunca sería capaz de ayudarlos y conocerlos a todos me ponían al borde de las lágrimas. Muchas veces, cada tarde el regreso a casa lo sentía como una sesión de terapia sin terapeuta. Hacía un repaso de cada oportunidad perdida, cada reto interpersonal; después lloraba. Yo sabía que, a pesar de lo que me habían hecho creer, la descarnada realidad de la situación era que yo no podía ayudad a todos mis alumnos. Una parte de la enseñanza siempre tendría que ver con el fracaso: la imposibilidad de comunicar, la imposibilidad de percibir, la imposibilidad de atender las necesidades específicas de cada uno de los estudiantes. Era un juego de números en el que siempre perdería; esta era una verdad que yo debía asumir para convertirme en una educadora más eficaz.

Sin embargo, el arquetipo de la maestra-mártir, que trabaja duro hasta la noche sacrificando su vida personal para centrarse solo en sus alumnos es la que nos han inculcado como una cultura. La historia que nos cuentan es que las maestras son sobrehumanas, capaces de revertir cualquier corriente y enfrenta los problemas de la sociedad gracias a su acertado enfoque, su persistencia y su cuidado. Si solo me dedicara más, trabajara más horas y consiguiera tener el mejor plan de estudios, a la larga los salvaría a todos. El ser una mártir así es un divisa de honor en la escuela, algo que muestra que quien la ostenta está haciendo el mejor trabajo. No obstante, no puedo menos que preguntarme: ¿No es acaso morir alcanzada por una bala de un estudiante la expresión suprema de este arquetipo? ¿No es acaso lo que –después de lo de Portland– lo que se nos exige?

Este excepcional mito estadounidense de la maestra que asegura la protección de sus alumnos es el que ahora hemos atribuido a las maestras en Parkland, que pusieron su cuerpo ante las balas para salvar la vida de sus estudiantes. Y aunque estoy conmovida por su coraje, continúo cuestionando las motivaciones que hay detrás de su actitud, incluyendo las del presidente de Estados Unidos, que las enaltece como si fuesen iconos.

Tal vez, hacer unos héroes de las maestras y los maestros no sea más que otra forma de negar continuamente la honra y el respeto a nuestra profesión en la forma que realmente importa. Los héroes no necesitan clases más reducidas, ni prestaciones, ni jubilaciones adecuadas. La verdad es que esas maestras nunca deberían haber tenido que poner su cuerpo ante las balas por sus alumnos. No era ese su trabajo. No somos combatientes; somos maestras. No somos héroes; somos maestros.

Cuando fracasan los sueños

Mi último curso ha sido el más difícil. No solo por lo que yo enseño, o por el tamaño de la clase o por el volumen del trabajo, sino por la tensión cada vez mayor que percibo en mis alumnos. Estos chicos son los canarios** de nuestra mina de carbón estadounidense (una imagen que ha adquirido un nuevo significado en la era Trump). Cuando les pregunto sobre su salud mental, siempre quedo abrumada por la cantidad de quienes me hablan de depresión y ansiedad. Están agotados y continuamente estresados. Muchos de ellos se sienten desesperados por su futuro. ¿Qué puedo responder a eso? Cuando estás acurrucada en un rincón de un aula a oscuras, haciendo un ejercicio que tiene que ver con tu propia muerte, es muy difícil sentir que pueda haber alguna esperanza de un futuro decente.

Ya no sueño con la ingenuidad de cambiarles la vida a mis estudiantes. Mis objetivos se han encogido: conseguir que los muchachos aprendan, ser alguien que los defienda, escucharlos, crear un plan de estudios relevante, hacer que el aula sea un espacio lleno de vida y estimulante. En cada semestre, mi primera meta es aprender rápidamente el nombre de todos mis alumnos –más de 200–, tener contacto con ellos lo más a menudo posible y tratar de atender las necesidades únicas e individuales de cada uno de ellos.

Trato de poner cualquier energía y atención adicionales en beneficio de mis alumnos más marginados, sabiendo que, como mujer blanca de clase media, es probable que me vean como representante de un sistema que refuerza las capas de alienación existentes. Sin embargo, hace tiempo que he dejado de sentir que puedo salvar a cualquiera de ellos. Ni siquiera se me ocurre que esa pueda ser mi tarea. Mi trabajo es facilitar un espacio para la búsqueda y la expresión.

Si de verdad hago bien mi trabajo, al menos ayudaré a que mis estudiantes encuentren su propia voz. Pero creedme, es una tarea parecida a la de Sísifo. Después de todo, ellos son adolescentes. Su paisaje emocional cambia minuto a minuto, día a día. Llegan a mi aula con entre 15 y 18 años de experiencia vivida, el resultado de la dinámica familiar y la de su comunidad. Las horas que paso con ellos, más allá de como puedan impactar, no pueden competir con lo que ellos llevan dentro de sí. Algunos se sentirán vistos y escuchados en mi aula; otros –no importa lo que yo haga– se sentirán invisibles, inadvertidos y perdidos.

Apretar el gatillo

La escuela es el sitio donde el adolescente vive las elevadas promesas del ‘Sueño americano’. Nosotros, los maestros, le transmitimos el mensaje de que él puede ser lo que quiera, hacer lo que desee. El mensaje dice: “Estudia seriamente y harás algo realmente tuyo en la vida; superarás todos los obstáculos que encuentres. Haz amigos, haz de ti un compañero o una compañera, y ascenderás en la escala social. Encuentra tu camino y tu talento, y tendrás el mundo en tus manos”.

Como educadores, sabemos que no existe alguien tan entusiasta y comprometido con lo que ama como el adolescente. Si accedemos a la intensidad y la generosidad del adolescente, somos dueños de todo el potencial de la alquimia pedagógica. Pero, ¿qué pasa si todas las promesas que hacemos a los estudiantes resultan –implícita o explícitamente– estar completamente fuera de su alcance y ellos son cada vez más conscientes de eso? ¿Que pasa si eres un estudiante de color o estás indocumentado y el ‘Sueño americano’ nunca te dijo que tú estabas entre los primeros? ¿Qué pasa si eres poco dado a la amistad? ¿Qué pasa si el estrés emocional que llevas contigo te pesa demasiado y todo en la escuela es un incesante recordatorio de lo que tiene mal? ¿Qué pasa si, al igual que la sociedad de la que forma parte, la escuela se convierte en un lugar para el fracaso, no para la posibilidad?

Si los adolescentes se destacan en algo es en el desprecio de la hipocresía. Los chicos son capaces de ver lo que hay debajo del barniz de muchas promesas. Y, respecto de los niños, en este momento cualquier maestra se está preguntando: ¿qué hay para ellos realmente en este mundo que hemos construido? ¿Qué daños han sido desapercibidos, desatendidos?

¿Hay algo de asombroso en que el más contrariado de esos chavales, quien se sienta más traicionado por la promesa quebrantada de ese ‘Sueño’, regrese al sitio que más le ha fallado, la institución que la sociedad le prometía que le proporcionaría la salvación y está tan claro que no lo ha hecho? Lleva consigo sus fracasadas relaciones sociales y familiares, la seguridad de que el ‘Sueño’ jamás le tendrá entre los primeros y –en la mayor parte de los casos– un AR-15 u otra arma igualmente letal. Se cobra ese cheque invalidado apretando el gatillo, acabando con esa ilusión y –al mismo tiempo–con la vida de unos estudiantes y una maestra.

Disparar esa arma es la última acción de albedrío personal que ofrecen estos muchachos –hasta ahora son muchachos–. Esa cortedad de miras y esa concentración total, cuya consecuencia es la muerte en nuestras escuelas, reflejan la desesperación y el nihilismo que se observa en muchos de esos atacantes. Es algo que, al menos en el nivel más bajo, debería ser conocido por cualquier maestra o maestro en estos días. Consideremos que la indefinible y despersonalizada frustración y desesperación que hace que un menor coja un arma de guerra y mate sin miramiento alguno es el fracaso del ‘Sueño americano’, un fracaso que acaba en sangre.

Querido Estados Unidos: me concedes una tarea imposible y me condenas por fracasar en mi desempeño. Ahora, tú –a al menos el presidente, la Asociación Nacional del Rifle y diferentes políticos– me aseguráis que puedo redimirme si cojo un arma y disparo sin parar contra la desesperación. No, gracias. Yo no quiero tener en mis manos esa arma de fuego; no puedo ser un escudo. No puedo salvar a mis alumnos, ni metafórica ni físicamente.

Lo que pedimos de nuestros hijos, nuestras maestras y nuestras escuelas es diferente de cualquier cosa que pedimos de cualquier persona o institución. Estamos haciendo que nuestros hijos sean mártires en el altar de las fracasadas promesas sociales y después nos preguntamos por qué regresan una y otra vez con un fusil en sus manos.

* El AR-15 es un fusil de asalto, un arma semiautomática de uso militar. Ver https://es.wikipedia.org/wiki/AR-15. (N. del T.)

** La autora se refiere a los canarios que los mineros de la hulla tienen en la mina: estos pájaros son los primeros en percibir la presencia del gas grisú, que mezclado con el aire produce violentas explosiones con el consiguiente derrumbe de las galerías. (N. del T.)

Belle Chesler es maestra de artes visuales en una escuela secundaria de Beaverton, Oregon.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176394/tomgram%3A_belle_chesler%2C_will_an_ar-15_succeed_where_the_american_dream_failed/#more

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la misma.

Introducción de Tom Engelgardt          Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García


Belle Chesler
TomDispatch          fuente  Rebelión

Gina Haspel, “la sangrienta” La posible nueva directora de la CIA y su participación en el programa de torturas de la era Bush

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El lunes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, despidió al secretario de Estado, Rex Tillerson, vía Twitter. A pesar de las decenas de funcionarios del gobierno que han sido destituidos, forzados a renunciar o que simplemente se han ido, Trump aún se las ingenia para dejar una marca indeleble en el gobierno federal: ha designado decenas de jueces conservadores en cargos vitalicios, sigue desmantelando regulaciones logradas con mucho esfuerzo y recortando programas vitales de la seguridad social. En el mismo tuit en que destituyó a Tillerson, Trump anunció dos ascensos: el director de la CIA , Mike Pompeo, sería su nuevo secretario de Estado, y la subdirectora de la CIA , Gina Haspel, reemplazaría a Pompeo en la dirección de la agencia de espionaje. La trayectoria de Haspel en la CIA abarca más de tres décadas. Se desconocen varios aspectos de su trabajo, pero hay dos hechos confirmados: administró una cárcel clandestina de la CIA donde se cometieron torturas brutales y, más adelante, ayudó a encubrir las torturas mediante la destrucción de grabaciones de video, desacatando expresas directivas presidenciales.
Estos hechos deberían ser más que suficientes para desacreditar su nombramiento y para que el Senado niegue su confirmación en el cargo. En un acto de campaña en Ohio en noviembre de 2015, Trump alardeó: “¿Si yo aprobaría el ahogamiento simulado? Ya lo creo, en un abrir y cerrar de ojos”. Trump repitió esa frase durante toda su campaña, y ya como presidente siguió haciéndolo. También sugirió otras técnicas, como ejecutar a familiares de los sospechosos frente a ellos durante los interrogatorios como incentivo para que hablen. Si logra su cometido e instala a Gina Haspel como directora de la CIA , tendrá a su lado a alguien con experiencia directa en la tortura, una de las líderes del tristemente célebre programa de tortura del gobierno de George W. Bush.

En 2002, Gina Haspel dirigió un centro de tortura de la CIA en Tailandia, donde eran llevados prisioneros sospechosos de pertenecer a al-Qaida para ser interrogados. La víctima más conocida de ese sitio es Abu Zubaydah, quien fue sometido a una horrenda gama de técnicas de tortura, todas autorizadas técnicamente a través de una serie de memorandos legales escritos por abogados del gobierno de Bush y Cheney. Se utilizaron torturas tales como el ahogamiento simulado, el confinamiento en una caja del tamaño de un ataúd durante largos períodos, la humillación, la alimentación forzada a través del recto y varios otros procedimientos dolorosos. En 2005, cuando Haspel se desempeñaba como jefa de personal del Centro de Contraterrorismo de la CIA , en ese momento a cargo de José A. Rodriguez Jr., redactó un memorando que Rodríguez firmó, donde se ordenaba la eliminación de 92 grabaciones de video de esas mismas sesiones de tortura dirigidas por Haspel, a pesar de las instrucciones de la Casa Blanca de no destruirlas.

John Kiriakou, un analista de inteligencia que trabajó 14 años para la CIA , denunció el programa de tortura de la era Bush y, por hacerlo, fue encarcelado durante dos años. Hasta el momento, es el único funcionario estadounidense encarcelado en relación con el programa de tortura de Bush. Kiriakou relató en una entrevista para Democracy Now!: “La llamábamos ‘Gina, la sangrienta’. Gina siempre estaba rápidamente dispuesta a usar la fuerza. Había un grupo de oficiales en el Centro de Contraterrorismo de la CIA , cuando yo estaba prestando servicio allí, que… detesto hacer la acusación en voz alta, pero lo voy a decir: que disfrutaban del uso de la fuerza. Todo el mundo sabía que la tortura no funcionaba. Esa ni siquiera era la cuestión. Hay varias cosas que funcionan. ¿Era moral, ético y legal? Creo que la respuesta a esas preguntas es que claramente “no”. Pero Gina y la gente como Gina lo hicieron, creo, porque disfrutaban hacerlo. Torturaron por gusto, no para recopilar información”.

El programa de tortura fue desmantelado tras la elección del presidente Barack Obama. No obstante, quienes lo autorizaron, quienes lo supervisaron y los propios torturadores nunca fueron enjuiciados. Obama declaró al respecto en 2009: “Tenemos que mirar hacia adelante en lugar de mirar hacia atrás”.

“Aquí es donde entramos en escena los europeos”, me dijo el abogado especialista en derechos humanos Wolfgang Kaleck en una entrevista para Democracy Now!. Kaleck es uno de los fundadores del Centro Europeo por los Derechos Constitucionales y Humanos, que el año pasado solicitó a los fiscales alemanes que se emitiera una orden de arresto contra Haspel por su papel en el programa de tortura: “Los casos de tortura deben ser llevados a juicio en todo el mundo. Tenemos varias leyes en Europa, y usamos estas leyes en los últimos 15 años para presentar numerosas denuncias penales en varias jurisdicciones contra los torturadores de Estados Unidos. En algunos casos tuvimos más éxito que en otros. Pero lo interesante es que como resultado del trabajo legal de nuestra red los torturadores estadounidenses ya no son intocables. Deben tener cuidado de adónde viajan”.

Kaleck señaló sobre Haspel: “Decidimos dirigir nuestros esfuerzos particularmente contra ella el año pasado porque, como subdirectora de la CIA , viaja mucho por el mundo. Por lo tanto, creemos que es importante que las autoridades judiciales, en Alemania y otros países europeos, intenten investigar el papel de Haspel en Tailandia y en otros lugares, y que estén preparadas: si Gina Haspel viaja a nuestros países, deberían poder arrestarla. También tendríamos que comunicar que ahora, si es confirmada en el cargo de directora, nuestras oficinas de asuntos exteriores –no solo en Alemania, sino en otros países– deberían declararla persona no grata, para que no sea invitada a nuestros países debido a que es una conocida torturadora y a los torturadores no se les debería permitir viajar libremente por Europa”.

El senador republicano Rand Paul ya expresó que se iba a oponer a la confirmación de Haspel. El senador republicano John McCain, de Arizona, quien fue torturado como prisionero de guerra en Vietnam del Norte, calificó el programa de tortura de Bush como “uno de los capítulos más oscuros de la historia estadounidense”. Todo el senado debería votar contra la confirmación de Gina Haspel y cerrar definitivamente el capítulo de la tortura en nuestro país.

© 2018 Amy Goodman

Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

Fuente: http://www.democracynow.org/es/2018/3/16/gina_haspel_la_sangrienta_la_posible

fuentes de Rebelión.

Amy Goodman y Denis Moynihan
Democracy Now!








“El asesinato de Marielle está conectado a la violencia que vivimos en Brasil desde el golpe de Estado”

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Entrevista a Nalú Faría, dirigente feminista de Brasil

El miércoles a la noche acribillaron en Río de Janeiro a Marielle Franco, concejala y activista que denunció la violencia policial en Brasil.

Melissa Zenobi.- ¿Quién era Marielle Franco y cuál era su compromiso?

Nalú Faría.- Marielle fue electa concejala en las elecciones municipales de 2016, como una de las concejales con más votos por su militancia en la izquierdista del Partido Socialismo y Libertad. Ella viene justamente de una de las favelas más grandes que viene denunciando la militarización, que es la favela da Maré. Este es un sitio con mucha presencia de la lucha de las mujeres. Últimamente había sido designada para hacer el seguimiento de la intervención militar en Río de Janeiro y los últimos días venía denunciando públicamente los abusos policiales en la Favela de Acari, en la Zona Norte de Río de Janeiro.

Melissa Zenobi.- ¿Por qué crees que la asesinan?

Nalú Faría.- Cuando fue asesinada, ella estaba justamente saliendo de una reunión de mujeres jóvenes negras en el centro de Río y muy cerca de allí la dispararon cuando iba en su auto. El conductor del auto de Marielle también murió, pero una asesora de ella sólo fue herida. En este momento, la militancia de Río vive un momento de mucha conmoción y se está llamando a movilizar para que el crimen sea investigado rápidamente. La idea genera es que el asesinato de Marielle está conectado a la violencia que vivimos en Brasil desde el Golpe de Estado.

Melissa Zenobi.- ¿Cómo crees que va a ser la investigación teniendo en cuanta que es un crimen vinculado al poder?

Nalú Faría.- Todavía es muy reciente y el hecho fue muy brutal y muy violento, lo cual generó mucha conmoción. Incluso el Alcalde de Río decretó tres días de asueto. Además en Brasil, el 26 de marzo el juzgado se expedirá en relación al Juicio Político de Lula Da Silva. Allí se va a definir la situación de él y de toda la política nacional porque Lula podría ser encarcelado el 27. Entonces el ambiente en el país es muy complicado. Por eso la solidaridad internacional y la movilización es muy importante, al igual que circulen documentos de todas las organizaciones amigas. Es fundamental para lograr algún tipo de cambio y conseguir justicia.

Melissa Zenobi.- Brasil se encuentra muy militarizado

Nalú Faría.- Los medios hegemónicos dicen que Río está muy violento para justificar la intervención militar que se profundizó después del carnaval. Sin embargo los datos demuestran que no fue un carnaval más violento que otros, si no todo lo contrario. Por eso creemos que la intervención militar tiene otro objetivo que no tiene nada que ver con la inseguridad.


CTA Autónoma


Fuente: http://www.agenciacta.org/spip.php?article26727

Rebelión.    
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“Si en Uruguay gana la peor derecha, hay muchas cosas que van a retroceder”





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Tres días después de la presentación de los lineamientos de una ronda salarial que se anuncia como la más grande de la historia del país, el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro, conversó con la diaria sobre la política salarial, la seguridad social y un escenario sin el Frente Amplio en el poder. El ministro les recordó a los productores de Un Solo Uruguay y a las gremiales agropecuarias que Uruguay gasta 390 millones de dólares al año en seguridad social y políticas de salud en el sector rural, y anunció que el Ejecutivo presentará un proyecto alternativo para crear un fondo de garantía en casos de insolvencia patronal.

En la definición de los lineamientos de esta ronda salarial hubo mayor sintonía entre el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) que en la ronda anterior. ¿Por qué?

Creo que en esta etapa hay una diferencia, y es que cuando arrancamos en 2015 recibimos cuestionamientos más duros, tanto del PIT-CNT como de las cámaras empresariales, y eso también es parte de las circunstancias. Creo que ahora están apareciendo reacciones más cautas de todas las partes, y esto es parte de lo que vamos aprendiendo y corrigiendo todos. Por ejemplo, en estos lineamientos estamos planteando ajustes semestrales, pero si las partes se ponen de acuerdo, pueden ser anuales. Estamos planteando que los convenios deben ser de por lo menos a 24 meses para saltear el período electoral, y pueden ser a más. Estamos planteando correctivos a los 18 meses, pero si las partes están de acuerdo pueden ser a los 12 meses. En la ronda anterior habíamos planteado ese correctivo si la inflación era de 12%, ahora planteamos 8,5%. Además, esto parte de la evaluación que hicimos de estos 13 años de negociación colectiva, que ubica a Uruguay primero en América Latina. No somos vecinos de Suecia y de Noruega; América Latina lleva tres años de deterioro en el empleo. Uruguay también, pero menos que América Latina, y mucho menos que Brasil. Es la primera vez en toda la historia del país que nos desacoplamos, porque tenemos, tanto en economía como en empleo, una situación diferente. Este gobierno del Frente Amplio [FA] quiere crecimiento de la economía con justicia social.

¿Hubo más flexibilidad por parte del MEF en esta ronda?

La vida es un continuo aprendizaje. Por ejemplo, un error que cometimos en 2015 fue anunciar los lineamientos por conferencia de prensa antes de anunciarlos en el consejo superior tripartito. Es un tema formal, pero incide, y en este caso lo corregimos. En esta instancia hicimos otra cosa que nunca habíamos hecho antes: pedirle a las cámaras empresariales y al PIT-CNT, 40 días antes de proponer los lineamientos, que nos dieran su opinión. Lo hicimos por escrito. Seis cámaras empresariales nos hicieron llegar propuestas y el PIT-CNT también, y las tuvimos en cuenta. Tuvimos una reunión en la que les pedimos que explicaran sus propuestas, y otra en la que el Poder Ejecutivo presentó las suyas. Uruguay es el primer país de América Latina con negociación colectiva privada y pública. Hay países latinoamericanos donde está prohibida la negociación colectiva pública. Nosotros no queremos eso.

¿Y cuán sólidos te parece que son los avances en materia laboral logrados por los gobiernos del FA ante un eventual cambio de gobierno?

Si en Uruguay gana la peor derecha, hay muchas cosas que van a retroceder. Esta película ya la vimos. En la década del 90, prácticamente se anuló la negociación colectiva; sólo quedaron 20% con acceso a ella. Estuvimos prácticamente hasta 2005 sin negociación colectiva. Y ahí se perjudicaron los trabajadores y los jubilados en su fuente de ingresos. Además, el principal factor del crecimiento de la economía es el consumo, y el consumo se nutre fundamentalmente de lo que pasa con el salario y las jubilaciones. Por eso creo que no es correcto hacer una asociación estricta entre salario y empleo, como algunos hacen, porque la mejora del salario puede generar empleo en las pequeñas empresas por el aumento del consumo. Uruguay está teniendo un aumento del consumo y ese es un factor fundamental en el crecimiento de su economía.

Sin embargo, algunos productores en Durazno mencionaron el consumo como un factor negativo, como sinónimo de despilfarro y endeudamiento.

¿En ese consumo no entran las 4X4 que algunos de los dirigentes de los autoconvocados tienen? Ahí hay que diferenciar lo que son los verdaderos problemas del sector rural, de trabajadores y productores de pata en el barro y bota de goma, de los que quieren usar a esta buena gente para otros fines políticos. A mí me llama la atención que no planteen nada del precio de la tierra, que es un factor del alto costo del que se apropia gente que tiene muy poco que ver con el productor de pata en el barro y bota de goma. El otro factor es que deberían defender el sistema de seguridad social y salud rural. Por cada peso que entra al Banco de Previsión Social [BPS], salen 3,40. Por cada peso que entra al Fondo Nacional de Salud, salen dos en el sector rural. Esto le cuesta a la sociedad uruguaya 390 millones de dólares por año. Y yo no estoy planteando recortarlo, al contrario.

¿Cuando hablás de “la peor derecha” te referís a Luis Lacalle Pou?

Si acá, como están dadas las cosas, no gana el FA y ganan candidatos de derecha y centroderecha y se alían con la peor derecha, que crece en el mundo y crece en Uruguay, les va a ir muy mal a los trabajadores, a los jubilados, a los pequeños y medianos empresarios.

Lacalle Pou, entonces, no sería “la peor derecha”.

No sé todavía dónde ubicarlo, pero anda por ahí. Puede haber cosas que se presenten a veces diplomáticamente antes de las elecciones, el tema es qué se va a hacer después de ellas.

¿Hay algún planteo concreto de dirigentes del Partido Nacional (PN) vinculado a política laboral que te genere preocupación?

Por ejemplo, se está hablando –lo acaba de decir uno de sus principales asesores en lo laboral, que ocupó ya cargos en gobiernos del PN y del Partido Colorado [se refiere a Mario Arizti]– de que hay que disminuir las negociaciones por rama o sector de actividad y priorizar la negociación por empresa. Nosotros estamos radicalmente en contra de eso. Nosotros creemos que una fortaleza del sistema de negociación colectiva uruguayo es la negociación por rama de actividad. Y después se puede negociar por empresas. Pero la negociación por empresa debe ser algo que se puede hacer siempre que la negociación por rama sea lo principal.

Después, hay otro ejemplo de estas horas. Una de las principales asesoras de Lacalle Pou [se refiere a Azucena Arbeleche] planteó la semana pasada que había que revisar la ley de flexibilización del acceso a las jubilaciones de 2009, que permitió que se jubilara gente que nunca se había jubilado en Uruguay, entre ellas 30.000 mujeres, que si no hubiera sido por esa ley no se hubieran podido jubilar. ¿Qué significa querer “revisar”? Debemos ser cuidadosos, porque Uruguay tiene que seguir desarrollándose con justicia social y con derechos sociales y laborales, como lo hemos venido haciendo en estos 13 años.

En materia salarial, el PIT-CNT está pidiendo un salario mínimo de media canasta.

Nosotros hemos hecho una propuesta importante desde el gobierno. Estamos hablando de un salario mínimo nacional de 15.000 pesos al 1º de enero. Eso va a significar un aumento de casi 12% sobre el monto del salario mínimo nacional actual. Si se cumple lo que estamos previendo, que la inflación de 2018 sea de 7%, vamos a estar hablando de un salario mínimo nacional 4 o 5 puntos por encima de la inflación, lo que es muy importante. Y además de eso, queremos volver a un régimen que teníamos en 2008, bajo el cual los aumentos de salarios mínimos sean semestrales. Creo que, más allá de la diferencia con lo que reclama la central sindical, estamos avanzando positivamente.

Las autoridades de la empresa finlandesa UPM dijeron la semana pasada que apuestan a generar un acuerdo laboral que sea de toda la cadena productiva. Les preocupa, en particular, el tema de prevención de conflictos. ¿Cómo ve el gobierno estos planteos?

Creo que esto es un desafío para todo el sistema de negociación colectiva. Inicialmente somos partidarios de avanzar en ese camino. Creo que en esta ronda todavía no vamos a poder hacerlo, pero que hay que pensar en ese camino, porque cada vez más tenemos lo que se llaman cadenas productivas. Tenemos que empezar a pensar en sistemas de negociación colectiva en este sentido. Y en prevención de conflictos. En esta negociación colectiva está dicho expresamente que el ministerio va a estar presentando, especialmente en aquellos Consejos de Salarios donde no existen –que son muy pocos– protocolos de prevención de conflictos. Hay sectores que tienen mecanismos de prevención de conflictos ejemplares: la construcción, la bebida, los metalúrgicos, el papel. Por ese lado estamos rumbeando. Nosotros lamentamos que la propuesta que hicimos en marzo de 2017, a raíz de la queja ante la OIT [Organización Internacional del Trabajo], no fuera aceptada por la Cámara de Industria y la Cámara de Comercio. Ahora nos hemos vuelto a reunir en enero y febrero y hemos vuelto a plantear la propuesta. Ese fue un gran error de las cámaras empresariales, que deben hacerse responsables. Hubo un error político y perdimos un año. Nosotros somos firmes partidarios del mecanismo de prevención de conflictos. Es muy probable que tengamos que ir por la queja a la OIT este año. Vamos con absoluta tranquilidad. Creo que es un mal que se le hace a Uruguay, que está muy bien considerado por la OIT.

¿Qué factores explican la baja del empleo? ¿Es posible revertirla?

Hay análisis de gente que ha estudiado mucho estos temas; cada revolución industrial inicialmente genera pérdida de empleo y luego genera más empleo que antes. Creo que ahora estamos en esa etapa, en la que inicialmente hay una pérdida de empleo en el mundo, en la región, y a Uruguay dentro de eso le está yendo más bien o menos mal, como quieran decirlo. Ahora, a mí me llama la atención el silencio que hay por parte de gente de la derecha y del mundo empresarial sobre lo que está pasando en Brasil. El gobierno de Michel Temer hizo lo que quiso en derechos laborales y cerró 2017 con 13% de desempleo. Esas son las cosas que en Uruguay no queremos que pasen.

¿Está pronto el decreto reglamentario de la ley de cincuentones?

Está casi pronto, va a estar pronto en tiempo y forma. Estamos ajustando los últimos detalles. Es muy buena la respuesta de la gente: a esta altura hay más de 40.000 consultas en el BPS. Acá hubo también un muy buen indicador, que fue poner por primera vez un tope de ganancia. En 2017 las AFAP tuvieron una ganancia de 58 millones de dólares, muy desigual según la cantidad de afiliados. República AFAP, que tiene la mayoría de los afiliados, tiene una ganancia de 17 millones de dólares, y luego vienen dos AFAP que tienen mucho menos afiliados y 15 millones de ganancia. Vivimos en una sociedad capitalista, las empresas deben tener sus ganancias; ahora, una cosa es la ganancia y otra es el disparate.

¿Qué aprendizaje debería sacar el FA sobre el sistema mixto de seguridad social a raíz de lo que sucedió con los cincuentones?

Hay estudios –incluso en los próximos días se va a presentar uno– que muestran que el sistema no tiene los rendimientos que dijeron que iba a tener los que lo impulsaron. Acá se dijo, en 1995 y 1996, que la gente iba a tener dos jubilaciones. Acá se dijo que la jubilación iba a ser 125% del salario. Eso no es cierto, y 20 años después se sabe que no es cierto. Los sistemas de seguridad social deben ser objeto de reformas periódicas, como hemos estado haciendo. Además, hemos decidido aumentar la jubilación mínima, que anda en los 11.000 pesos. ¿Por qué está en 11.000 pesos? Por los Consejos de Salarios, por el aumento del salario mínimo y por los aumentos especiales que damos en junio; si no, estaría en 4.000 o 5.000 pesos. Y las primeras que tendrían que agradecer acá son las AFAP, porque de otra forma tendrían muchas más quejas que las que tienen. Porque hay gente que, estando afiliada a una AFAP, cobra 11.000 pesos gracias a san BPS y el aumento de la jubilación mínima, porque cobra chirolas por las AFAP.

¿El FA debería plantearse una reforma de la seguridad social de cara al próximo programa? ¿Qué pensás de subir la edad jubilatoria?

Las reformas de la seguridad social deben ser políticas de Estado, producto de un diálogo social. El tema con la edad es que a veces se dicen cosas pero no se dice todo. Cuando se habla de algunos países que tienen edad jubilatoria de 65 o 67 años, países desarrollados, no se dice dos cosas: que junto a eso tienen normas que permiten jubilarse antes, y en segundo lugar, no se dice cuánto cobran por jubilarse a los 65 o 67. En la mayoría de esos países, se cobra 100% del salario. Hay que estudiar todo. Hay un estudio de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos] que muestra que entre 1970 y 2010, la mayoría de los países de la OCDE aumentaron la edad legal de jubilación, pero en la práctica, la edad real a la que se jubiló la gente la bajaron. Esto hay que verlo en conjunto con otras cosas. Hay que discutir la compatibilidad entre trabajo y jubilación. Tenemos que mejorar la posibilidad de jubilación parcial. Tenemos leyes para las dos cosas pero tienen demasiados condicionamientos. Son discusiones que se van a tener que dar. No ahora, pero se van a tener que dar.

Iniciativa del Ejecutivo por discapacidad y fondo de garantía
El gobierno resolvió presentar proyectos alternativos a los que discute el Parlamento sobre empleo para personas con discapacidad y sobre un fondo de garantía en casos de insolvencia patronal. En el primer caso, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social presentó al PIT-CNT y a las cámaras empresariales una iniciativa que tiene el respaldo de todo el gabinete; prevé una mayor gradualidad en el ingreso de personas con discapacidad a los puestos laborales y contempla el concepto de “idoneidad de la persona con discapacidad” que no estaba incluido en el proyecto inicial. La idea del Ejecutivo es presentar el nuevo proyecto al Parlamento después de Semana de Turismo. Además, el gobierno remitirá al Parlamento en abril o mayo un proyecto alternativo para constituir un fondo de garantía en casos de insolvencia patronal, que no se financiará con aportes de los empresarios como estaba previsto en la iniciativa original, anunció Murro. “Queremos cumplir con algo a lo que el gobierno se había comprometido: que no haya aumento de impuestos. Estamos viendo fuentes alternativas de financiamiento”, reveló el ministro.
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 fuente   la diaria:

El ascenso autoritario. Las nuevas dictaduras latinoamericanas


Jorge Beinstein
Rebelión.   


  El ascenso autoritario. La radicalización reaccionaria de los gobiernos de países como Paraguay, Argentina, Brasil, México u Honduras comienza a generar la polémica en torno de su caracterización.
Ninguno de esos regímenes ha sido el resultado de golpes de estado militares, en los casos de Brasil, Honduras o Paraguay la destitución de los presidentes fue realizada (parodia constitucional mediante) por el poder legislativo en combinación más o menos fuerte con los poderes judicial y mediático. En Brasil la Presidencia pasó a ser ejercida por el vicepresidente Temer (ungido por un golpe parlamentario) cuyo nivel de aceptación popular según diversas encuestas rondaría apenas el 3 % de los ciudadanos. En Paraguay ocurrió lo mismo, y el presidente destituido fue remplazado por el vicepresidente a través de un procedimiento parlamentario express y luego fueron realizada elecciones presidenciales que consagraron a Horacio Cartes un personaje de ultraderecha claramente vinculado al narcotráfico.
En Honduras se realizaron elecciones presidenciales en noviembre 20171, la “Alianza de Oposición contra la Dictadura” había ganado claramente pero el gobierno haciendo honor al calificativo con que lo había marcado la oposición consumó un fraude escandaloso afirmando así la continuidad del dictador Juan Orlando Hernandez.
Un caso por demás curioso es el de Argentina donde se realizaron en 2015 elecciones presidenciales en medio de una avalancha mediática, económica y judicial sin precedentes contra el gobierno y favorable al candidato derechista Maurizio Macrì. El resultado fue la victoria de Macrì por escaso margen quien apenas asumió la presidencia avanzó sobre los otros poderes del estado logrando al poco tiempo de hecho la suma del poder público. Si a esa concentración de poder le agregamos el control de los medios de comunicación y del poder económico nos encontramos ante una pequeña camarilla con una capacidad de control propia de una dictadura. Completa el panorama el comportamiento cada vez más represivo del gobierno que por primera vez desde el fin de la dictadura militar en 1983 ha decidido la intervención de las Fuerzas Armadas en conflictos internos mediante la constitución de una “fuerza militar de despliegue rápido” integrada por efectivos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica y la conformación de una fuerza operativa conjunta con la DEA utilizando la excusa de la “lucha contra el narcotráfico y el terrorismo2. De ese modo Argentina se incorpora a una tendencia regional impuesta por los Estados Unidos de reconversión convergente de las Fuerzas Armadas convencionales, las policías y otras estructuras de seguridad en policias-militares capaces de “controlar” a las poblaciones de esos países. No siguiendo el viejo estilo conservador-cuartelario inspirado en la “doctrina de seguridad nacional” sino estableciendo espacios sociales caóticos inmersos en el desastre, precisamente atravesados por el narcotráfico (promovido, manipulado desde arriba) y otras formas de criminalidad disociadora siguiendo la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación.
En México como sabemos se suceden los gobiernos fraudulentos inmersos en una creciente ola de barbarie y en Colombia la abstención electoral tradicionalmente mayoritaria llegó recientemente a cerca de dos tercios del padrón electoral3 adornada por un muy publicitado “proceso de paz” que logró la rendición de las FARC asegurando al mismo tiempo la preservación de la dinámica de saqueos, asesinatos y concentración de ingresos que caracteriza tradicionalmente a ese sistema. En estos dos casos no nos encontramos ante algo “nuevo” sino frente a regímenes relativamente viejos que fueron evolucionando hasta llegar hoy a constituir verdaderos ejemplos exitosos de aplicación de las técnicas más avanzadas de desintegración social. La tragedia de esos países muestra el futuro que aguarda a los recién llegados al infierno.
El panorama queda completado con las tentativas de restauración reaccionaria en Bolivia y Venezuela. En el caso venezolano la intervención directa de Estados Unidos busca recuperar (recolonizar) la mayor reserva petrolera del mundo en momentos en que el reinado del petro-dolar (fundamento de la hegemonía financiera global del Imperio) entra en declinación rápida ante el ascenso de China (el mayor comprador internacional de petróleo) que busca imponer su propia moneda respaldada por oro (el petro-yuan-oro) en alianza presisamente con Venezuela y otros gigantes del sector energético como Rusia e Irán.
En Bolivia el aparato de inteligencia imperial realiza una de sus manipulaciones de manual inspirada en la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación. Pone en acción sus apéndices mediáticos locales y globales intentando desplegar la histeria (en este caso racista) de franjas importantes de las clases medias blancas y mestizas contra el presidente indio. Aquí no solo se trata de barrer a un gobierno progresista sino de apropiarse de las reservas de litio, las mayores del mundo (según distintas prospecciones Bolivia contaría con aproximadamente el 50 % de las reservas de litio del planeta), pieza clave en la futura reconversión energética global.
Principales características
Las actuales dictaduras tienen todas la característica de presentar una imagen civil con apariencia de respeto a los preceptos constitucionales, manteniendo un calendario electoral con pluralidad de partidos y demás rasgos de un régimen democrático de acuerdo a las reglas occidentales. Por otra parte no nos encontramos ante mecanismos explícitos de censura y aunque marginales o en posiciones muy secundarias se escuchan algunas voces divergentes. Los prisioneros políticos pasan casi siempre por los juzgados donde los jueces los condenan de manera arbitraria pero aparentando apoyarse en las normas legales vigentes. Los asesinatos de opositores son minimizados u ocultados por los medios de comunicación y quedan por lo general envueltos por mantos de confusión que diluyen las culpas estatales amalgamando de manera sistemática los crímenes políticos con las violencias policiales contra pobres y pequeños delincuentes sociales y represiones a las protestas populares
Esa máscara democrática, prolijamente desprolija, resulta ser lo que es: una máscara, cuando constatamos que los medios de comunicación convertidos en un instrumento de manipulación total de la población están controlados por monopolios como el grupo Clarín en Argentina, O Globo en Brasil o Televisa en México cuyos propietarios forman parte del estrecho círculo del Poder. O cuando llegamos a la conclusión de que el sistema judicial está completamente controlado por ese círculo del que participan los principales intereses económicos (transnacionalizados) manejando a discreción al aparato policial-militar. Y que en consecuencia los partidos políticos significativos, los medios de comunicación, las grandes estructuras sindicales y otros espacios de potencial expresión de la sociedad civil están estratégicamente controlados (más allá de ciertos descontroles tácticos) mediante una embrollada maraña de represiones, chantajes, crímenes selectivos, abusos judiciales, bombardeos mediáticos apabullantes disociadores o disciplinadores y fraude electoral más o menos descarado según el problema concreto a resolver.
El nuevo panorama ha provocado una notable crisis de percepción donde la realidad choca con principios ideológicos, conceptualizaciones y otras componentes de un “sentido común” heredado del pasado. No somos víctimas de un rígido encuadramiento de la población con pretensiones totalitarias explícitas anulando toda posibilidad de disenso, buscando integrar al conjunto de la sociedad a un simple esquema militar, sino ante sistemas flexibles, en realidad embrollados, que no intentan disciplinar a todos sino más bien desarticular, degradar a la sociedad civil convirtiéndola en una víctima inofensiva, apabullada por la tragedia.
No se presentan proyectos nacionales desmesurados, propios de los militares “salvadores de la patria” de otros tiempos o imágenes siniestras como la de Pinochet, ni siquiera discursos hiper optimistas como el de los globalistas neoliberales de los años 1990 o personajes cómicos como Carlos Menem, sino presidentes sin carisma, por lo general torpes, aburridos repetidores de frases banales preparadas por los asesores de imagen que conforman una red regional globalizada de “formadores de opinión” made in USA.
En suma, las dictaduras blindadas y triunfalistas del pasado parecen haber sido reemplazadas por dictaduras o protodictaduras grises que ofrecen poco y nada montadas sobre aplanadoras mediáticas embrutecedoras. Siempre por detrás (en realidad por encima) de estos fenómenos se encuentran el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y los de algunos de sus aliados. La CIA, la DEA, el MOSSAD, el M16 según los casos manipulan los ministerios de seguridad o de defensa, los de relaciones exteriores, las grandes estructuras policiales de esos regímenes vasallos y diseñan estrategias electorales fraudulentas y represiones puntuales.
Capitalismo de desintegración
Se forjan así articulaciones complejas, sistemas de dominación donde convergen élites locales (mediáticas, políticas, empresarias, policial-militares, etc.) con aparatos externos integrantes del sistema de poder de los Estados Unidos.
Estas fuerzas dominan sociedades marcadas por lo que podría ser calificado como “capitalismo de desintegración” basado en el saqueo de recursos naturales y la especulación financiera, y la creciente marginación de población, radicalmente diferente de los viejos capitalismos subdesarrollados estructurados en torno de actividades productivas (agrarias, mineras, industriales). No es que en los viejos sistemas no existiera el saqueo de recursos ni el bandidaje financiero, en algunos momentos y países ocupaban el centro de la escena pero en el largo plazo y en la mayor parte de los casos quedaban en un segundo plano. La superexplotación de la mano de obra y el acaparamiento de las ganancias productivas aparecían como los principales objetivos económicos directos de aquellas dictaduras.
Tampoco es cierto que ahora las élites dominantes se desinteresen de los salarios o de la propiedad de la tierra, por el contrario desarrollan una amplio abanico de estratagemas destinadas a reducir los salarios reales y adueñarse de territorios, ya que si en los viejos capitalismos no existía solamente producción sino también especulación y saqueo, en los actuales la base productiva, en retracción a causa del pillaje desmesurado, sigue siendo una fuente importantisima de beneficios. Sin embargo su preservación, su reproducción en el largo plazo no está en el centro de las preocupaciones cotidianas de las élites atrapadas psicológicamente por la dinámica parasitaria de la especulación financiera y su entorno de negocios turbios.
Entre otras cosas porque en el actual imaginario burgués ha desaparecido el largo plazo, sus operaciones más importantes están regidos por el corto plazo lumpecapitalista. En el saqueo de recursos naturales a través de la megaminería a cielo abierto, de la extracción de gas y petróleo de esquisto o de la agricultura basada en transgénicos, se utilizan tecnologías orientadas por la velocidad del ritmo financiero al servicio de gente que no tiene tiempo ni interés para dedicarse a temas tales como la salud de la población afectada, el equilibrio ambiental y otras áreas impactadas por los “daños colaterales” del éxito empresario (financierización del cambio tecnológico, la cultura técnica dominante como auxiliar del saqueo).
Estos capitalismos de desintegración son conducidos por élites que pueden ser caracterizadas como lumpenburguesías, burguesías principalmente parasitarias, transnacionalizadas, financierizadas, oscilando entre lo legal y lo ilegal, crecientemente alejadas de la producción. Son inestables no por accidentes de la coyuntura sino por su esencia decadente. Por encima de ellas se encuentran las grandes potencias y sus élites embarcadas desde hace tiempo en el camino de la degradación, en un planeta donde los productos financieros derivados representaban a fines de 2017 unas siete veces el Producto Bruto Global, donde la deuda global total (pública más privada) era de casi tres veces el Producto Bruto Global, donde solo cinco grandes bancos estadounidenses disponían de “activos financieros derivados” por unos 250 billones de dólares (13 veces el Producto Bruto Interno de los Estados Unidos), donde sumadas las ocho personas más ricas del mundo disponen de una riqueza equivalente al 50 % de la población mundial (los más pobres).
La formación y encumbramiento de esas élites latinoamericanas son el resultado de prolongados procesos de decadencia estructural y cultural, de un subdesarrollo que incluyó hace ya varias décadas componentes parasitarias que se fueron adueñando del sistema, lo fueron carcomiendo, envenenando, pudriendo, siguiendo la lógica sobredeterminante del capitalismo global, no de manera mecánica sino imponiendo especificidades nacionales propias de cada degeneración social.
Por debajo de esas élites aparecen poblaciones fragmentadas, con trabajadores integrados desde el punto de vista de las normas laborales vigentes separados de los trabajadores informales, precarios. Con masas crecientes de marginales urbanos, de pobres e indigentes estigmatizados por los medios de comunicación, despreciados por buena parte de las clases integradas que se van achicando en la medida en que avanzan los procesos de concentración económica y pillaje de riquezas.
No se trata entonces de espacios sociales estancados, segmentados de manera estable sino de sociedades sometidas a la reproducción ampliada de la rapiña elitista transnacionalizada, a la sucesión interminable de transferencias de ingresos de abajo hacia arriba y hacia el exterior, a la degradación ascendente de la calidad de vida de las clases bajas pero también de porciones crecientes de las capas medias.
Algunos autores se refieren al fenómeno calificándolo de “neoliberalismo tardío4, algo así como un regreso a los paradigmas ideológicos neoliberales que tuvieron su auge en los años 1990 pero en un contexto global desfavorable a ese retorno (ascenso del proteccionismo comercial, declinación de la unipolaridad en torno de los Estados Unidos, etc.). Nos encontraríamos entonces frente a una aberración histórica, un contrasentido económico y geopolítico protagonizado por círculos dirigentes empecinados en su subordinación al Imperio norteamericano, interrumpiendo la marcha normal, racional, progresista y despolarizante que predominaba en América Latina. Las derechas latinoamericanas se encontrarían embarcadas en un proyecto a contramano de la evolución del mundo.
Pero ocurre que el mundo no se encamina hacia una nueva armonía, un nuevo ciclo productivo, sino hacia la profundización de una crisis de larga duración, iniciada hace casi medio siglo. La misma se caracteriza entre otras cosas por la declinación tendencial de las tasas de crecimiento de las economías capitalistas centrales tradicionales y la hipertrofia financiera (financierización de la economía global) impulsando el quiebre de normas, legitimidades institucionales y equilibrios socioculturales que aseguraban la reproducción de la civilización burguesa más allá de las turbulencias políticas o económicas. La mutación parasitaria-depredadora del capitalismo tiene como centro a Occidente articulado en torno del Imperio norteamericano pero envuelve al conjunto de la periferia y también afecta a potencias emergentes como China o Rusia muy dependientes de sus exportaciones donde los mercados de Europa, Estados Unidos y Japón cumplen un papel decisivo. Así es como la tasas de crecimiento del Producto Bruto Interno de China se vienen desacelerando y la economía rusa oscila entre la recesión, el estancamiento y el crecimiento anémico.
Un aspecto esencial de la nueva situación global es el carácter abiertamente devastador de las dinámicas agrarias, mineras e industriales motorizadas tanto por la potencias tradicionales como por las emergentes, cuyos efectos han dejado de ser una borrosa amenaza futura para convertirse en un desastre presente que se va amplificando año tras año.
Todo ello nos debería llevar a la conclusión de que los regímenes reaccionarios de América Latina no tienen nada de tardío, de desactualizado, de desubicación histórica sino que son la expresión de la podredumbre radical de sus élites, de su mutación parasitaria enlazada con un fenómeno global que las incluye. Lo que nos permite descubrir no solo la fragilidad histórica, la inestabilidad de esas burguesías, tan prepotentes y voraces como enfermas, sino también las vanas ilusiones progresistas negadoras de la realidad, que al calificar de tardío al lumpencapitalismo dominante lo marcan como anormal, anómalo, a destiempo, alentando la esperanza del retorno a la “normalidad” de un nuevo ciclo de prosperidad en la región, más o menos keynesiano, más o menos productivo, más o menos democrático, más o menos razonable, ni muy derechista ni muy izquierdista, ni tan elitista ni tan populista. El sujeto burgués de ese horizonte burgués fantasioso solo está en su imaginación, la marcha real del mundo lo ha convertido en un habitante fantasmagórico de la memoria. Mientras tanto los grandes “empresarios”, los círculos concretos de poder, participan de cuerpo y alma en la orgía de la devastación, tan desinteresados en el largo plazo y el desastre social y ambiental como en la racionalidad progresista (a la que consideran un estorbo, una traba populista al libre funcionamiento del “mercado”).
Reacciones populares y profundización de la crisis
La gran incognita es la que se refiere al futuro comportamiento de las grandes mayorías populares que fueron afectadas tanto desde el punto de vista económico como cultural por la decadencia del sistema. Las élites pudieron aprovechar la desestructuración, las irracionalidades sociales generadas por un fenómeno perverso que atravesó tanto las etapas derechistas como las progresistas. Durante los períodos de gobiernos de derecha civiles o militares promoviendo y garantizando privilegios y abusos de todo tipo, afirmando un “sentido común“ egoísta, disociador, subestimador de identidades culturales solidarias. Pero cuando llegaron las experiencias progresistas esas élites utilizaron la degradación social existente, la fragmentación neoliberal heredada (enlazada en algunos casos con tradiciones de marginación muy enraizadas) impulsando irrupciones racistas, neofascistas de las capas medias extendidas a veces hasta espacios medio-bajos donde se mezclan el pequeño comerciante con el asalariado integrado (en consecuencia por encima del marginado, del precario).
Vimos así en Brasil, Argentina, Bolivia o Venezuela movilizaciones histéricas de clases medias urbanas neofascistas exigiendo las cabezas de los gobernantes “populistas”, manipuladas por los medios de comunicación y los poderes económicos que el progresismo había respetado como parte de su pertenencia al sistema (admitida abiertamente, silenciada o negada de manera superficial o insuficiente).
Ahora las llamadas restauraciones conservadoras o derechistas no están restaurando el pasado neoliberal sino instaurando esquemas de devastación nunca antes vistos. Pudieron triunfar gracias a las limitaciones y desinfles de progresismos acorralados por las crisis de sistemas que ellos pretendían mejorar, reformar o en algunos casos superar de manera indolora, gradual, “civilizada”.
Pero las crisis nacionales no se detienen, por el contrario son incentivadas por los comportamientos saqueadores de las derechas gobernantes que siguen practicando sus tácticas disociadoras, de embrutecimiento colectivo, buscando generar odio social hacia los pobres. Los medios de comunicación trabajan a pleno detrás de esos objetivos y como la declinación económica avanza empujada por las políticas oficiales y por la marcha de la crisis global, las manipulaciones mediáticas comienzan a demostrarse impotentes ante la marea ascendente de protestas populares. La virtualidad del marketing neofascista empieza a ser desbordado por la materialidad de las penurias no solo de los pobres sino también de capas medias que se van empobreciendo. Males materiales que al amplificarse les abren la puerta a la rebeldía de quienes nunca fueron engañados y de los que han sido embaucados. Es así como en Brasil el repudio popular al gobierno de Temer es abrumador o en Argentina la imagen edulcorada de Macri se va diluyendo velozmente mientras se extienden las protestas populares.
La represión, la militarización de los gobiernos de derecha aparece entonces como alternativa de gobernabilidad, las dinámicas dictatoriales de esos regímenes van engendrando dispositivos policial-militares con la esperanza de controlar a los de abajo, van funcionando con cada vez mayor intensidad los mecanismos de “cooperación hemisférica”: operaciones conjuntas con la DEA, suministro de armamento y capacitación para el control de protestas sociales, multiplicación de estructuras represivas nacionales y regionales monitoreadas desde los Estados Unidos.
Se trata de un combate con final abierto entre fuerzas sociales que buscan sobrevivir y que al hacerlo pueden llegar a engendrar vastos movimientos de regeneración nacional, radicalmente antisistémicos y élites degradadas e inestables, dependientes del amo imperial (que se reserva el derecho a la intervención directa, si las circunstancias lo requieren y permiten), animadas por un nihilismo portador de pulsiones tanáticas.
Notas:
1 Hugo Noé Pino, “Cronología del fraude electoral en Honduras”, Criterio.hn. Diciembre 8 de 2017,http://criterio.hn/2017/12/08/cronologia-del-fraude-electoral-honduras/
2 Manuel Gaggero, “Argentina. La historia se repite… como tragedia”, http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/02/11/argentina-la-historia-se-repitecomo-tragedia/
3 Ana Patricia Torres Espinosa, “Abstención electoral en Colombia. Desafección política, violencia política y conflicto armado”, Cuadernos de Investigación, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología,http://politicasysociologia.ucm.es/data/cont/docs/21-2016-12-21-CI12_W_Ana%20Patricia%20Torres.pdf
Miguel García Sanchez, “Sobre la baja participación electoral en Colombia”, Semana, 2016-10-18,http://www.semana.com/opinion/articulo/miguel-garcia-sanchez-sobre-la-baja-participacion-electoral-de-colombia/499388
4 “El neoliberalismo tardío. Teoría y praxis. Documento de Trabajo nº 5”, Daniel García Delgado y Agustina Gradin (compiladores), FLACSO, Argentina 2017.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


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