La ofensiva para-fascista de la derecha oligárquica local y las fuerzas del imperialismo sobre la región, ha venido disponiendo de un amplio abanico de cartas utilizadas, una a una en función de la inestable correlación de fuerzas en cada uno de nuestros países.



El capitalismo manipulatorio de nuestra época se interesa en circunscribir “la política” dentro del ámbito restringido de las instituciones, entre otras.

La crisis de las economías dependientes latinoamericanas, vinculada a la del sistema mundial capitalista, agrava los conflictos de clase precipitando a nuestros pueblos al mayor deterioro de la soberanía y socavamiento de la democracia. Los impactos de la crisis en nuestros países conducen a la guerra del capital contra el trabajo, lo que implica que las clases dominantes (locales y trasnacionales) no cedan ni un átomo de valor económico y político en el complejo sistema de dominación. Los imperativos de la etapa actual del capital tienden a arrastrar las propias necesidades y derechos sociales fundamentales. El signo de nuestro tiempo está marcado por una radical ofensiva de la contrarrevolución en América Latina unida a la agresiva y militarizada reformulación geopolítica del imperialismo a nivel global.

Los gobiernos estadounidenses de Obama y Trump han reaccionado con extraordinaria fuerza a las victorias de los gobiernos progresistas sobre las “democracias gobernables” impuestas a nivel continental (de ahí las “cláusulas democráticas” de la OEA) por los mismos gobiernos de EEUU. Más aún, estos han venido reaccionando en clave geopolítica ante la profundización de las relaciones económicas de estos gobiernos con las potencias de China y Rusia. Así, la región experimenta el salto cuántico de las condiciones formales de las democracias “controladas” a los Estados de excepción que adquieren cada vez mayor profundidad.
La ofensiva para-fascista de la derecha oligárquica local y las fuerzas del imperialismo sobre la región, ha venido disponiendo de un amplio abanico de cartas utilizadas, una a una en función de la inestable correlación de fuerzas en cada uno de nuestros países. Hasta ahora, se han puesto de relieve los golpes de Estado “de nuevo tipo”, constituidos mediante la salvaguardia del “Estado de Derecho”, las magnas operaciones contra la corrupción y la instrumentalización política de los poderes de Justicia, además de los procesos de criminalización de la protesta social, y la acentuación de ésta con la militarización de las sociedades, procesos que elevan a rango “constitucional” al Estado de excepción permanente. Estos recursos han predominado de un modo heterogéneo en Honduras (2009/2018), Paraguay (2012), Brasil (2016/2018), Ecuador (2018), Argentina (2017-2018), México (2017-Ley de Seguridad Interior). Por otro lado, Venezuela experimenta, además de los fracasos golpistas mediante estos procesos señalados y otros más, una enorme ofensiva de desestabilización y “guerra no convencional”, entre las que sobresalen, el furioso despliegue de la guerra económica y la amenaza de una intervención militar de corte mediática “humanitaria”, amparada por las condiciones infra-soberanas del Grupo de Lima en una nueva e ignominiosa especie de Minustah, al tiempo que el pueblo venezolano ha propinado una nueva, contundente e inédita victoria con el 68% de los votos contra la reacción en este histórico 20M.

La degradación de la Justicia como instrumento político, tiene sus raíces -en la era neoliberal- en la destrucción del pacto social basado en el intercambio de concesiones y protección social (de ningún modo universal) entre el Estado y clases dominadas, el cual dotaba de legitimidad al régimen político que precedió al neoliberalismo. La ruptura del pacto por el viraje neoliberal precipitó la crisis de legitimidad del régimen agravada con la acentuación de la superexplotación del trabajo y la crisis de la democracia representativa centralizada en las manos de las oligarquías. Estallaron entonces las crisis políticas en toda la región latinoamericana a finales de siglo. A partir de aquí se configura la sustitución de esta forma de consentimiento por una nueva modalidad de legitimidad (para nada exitosa) del sistema de dominación. Las grandes campañas contra la “corrupción” y la afirmación prevaleciente del “Estado de Derecho”, constituyeron el factor central de una forma abstracta de legitimidad vinculada a los nuevos regímenes democráticos hegemonizados por el discurso abstracto de la “igualdad política”, el “pluralismo”, y la “ciudadanización política”, preservados éstos por el “Estado de Derecho”.
Asistimos al re-despliegue de enormes cruzadas contra la corrupción y el aseguramiento “pleno” del “Estado de Derecho”, en tanto formas encontradas por las clases dominantes locales y el imperialismo, para frustrar a los gobiernos ajenos a sus intereses. Señalamos al menos otras dos cartas que demandan su rigurosa discusión. La primera versa sobre la metamorfosis del Estado de Derecho en Estado de derecho de excepción que pretende hacer efectivo y legitimar el derecho a la fuerza del Estado con la militarización de la vida social, precisamente en un periodo histórico caracterizado por la lucha por los derechos laborales y colectivos vaporizados con la espiral de la crisis estructural del capital. Colombia, México, Brasil, Perú, Honduras, Argentina, destacan dentro de esta morfología estatal.
La segunda carta, quizá la vía maestra del capital, alcanza las capas tectónicas de las estructuras sociales de nuestros países. Se refiere, grosso modo, a un proceso de deconstrucción neoliberal de la política y de la democracia, que pone en juego, mediante una conculcación de derechos políticos, un proceso de despolitización de la democracia. Se trata de una neoliberalización de la política y de la democracia que las constriñe a un carácter cada vez más abstracto y puro, esto es, aislándolas en una dimensión que el capital presenta como exclusivamente “política”. Dentro de esta perspectiva, el capitalismo manipulatorio de nuestra época se interesa en circunscribir “la política” dentro del ámbito restringido de las instituciones, competencias electorales, participación “ciudadana”, “gestión de gobierno”, etc., una serie de “comportamientos estrictamente políticos” con enorme repulsión a cualquier vínculo con lo económico y sus fundamentos estructurales.
De igual modo, orienta y reconstituye a la “democracia” sobre la base de una independencia respecto a la producción y reproducción material de la vida social, desprendiéndola de sus determinaciones económicas y sentidos sociales, es decir, inhabilitándola de cualquier capacidad (incluso de dirimir) para incidir sobre modificaciones de carácter económico-estructural.
una portentosa “ficción real”, se ha venido estableciendo una “ruptura entre la economía y la política en el mundo del capital”[3], la cual lleva a constituir a la “democracia” degradándola a una dimensión “política” abstraída de todo contenido sustantivo, alienándola dentro de una forma superior. Si el poder del Demos incidiese en lo económico, aplasta “las libertades” y junto con ello, erosiona el orden natural de lo económico. Es esta la narrativa del capital en la decadente era neoliberal. Las clases dominantes pretenden someternos a esta forma democrática del Estado oligárquico latinoamericano, forma sutil de exclusión y despolitización del poder popular.

El influyente empresario Miguel Alemán Velasco, en el foro “México Cumbre de Negocios”, nos obsequia una auténtica pieza del despotismo del capital de nuestros días, cuando advierte ante el depositario del poder Ejecutivo en México: “es preciso consolidar la fortaleza institucional del Estado mexicano para obtener un modelo de gobernabilidad constitucional y una reforma para consolidar un estado de derecho que asegure que nuestro modelo de desarrollo no sea sujeto a visiones personales”. En este sentido, hay que entender la proliferación actual de los “decálogos” dictados por distintas fracciones del capital, en el marco de la campaña electoral en México, así como otra serie de intervenciones de estas fuerzas en la región.

Estado de Derecho y democracia bajo la política del capital en AL
Escrito por José Luis Ríos Vera

FUENTE LA REPUBLICA  DIARIO

¡Cuidado con el populismo!, advierten los neoliberales



Ante la debacle generalizada del modelo impuesto por los que pretendieron corregir a los llamados “gobierno progresistas”, la ciudadanía se apresta a regresar las aguas a su curso, tarea difícil ya que la democracia que permitió el ascenso de la derecha está hoy confinada debido a una apropiación del poder político respaldada por los militares, los medios, el sistema financiero; y para justificarse, claman cordura enfocados en impedir el regreso del populismo. No saben bien qué es eso, tampoco nosotros comentaremos su larga historia nacida en la Rusia decimonónica, sino que nos abocaremos a explicar el significado de populismo en gente como Macri, Temer, sobre todo, Peña Nieto.

Según los neoliberales la política sirve a la economía, en tal sentido, gobernar es ajustar algunos parámetros básicos: tasa de interés, inflación, endeudamiento público, crecimiento del PIB e Inversión Extranjera Directa. A su juicio, el mundo es un gran mercado y los países deben jugar las cartas conforme a su capacidad exportadora. De esta manera, la autosuficiencia alimentaria es un objetivo absurdo (Peña Nieto, dixit) ya que cada nación tiende a producir lo que le ofrece ventajas en el comercio internacional. Gracias a este dislate México perdió su autosuficiencia, condenándose a adquirir alimentos básicos en un 55% (arroz, frijol, maíz). Se lo compran a EEUU quesubvenciona a su agro bajo la convicción de que la independencia empieza por producir lo imprescindible, es decir, alimentos y energía. Existen excepciones, pero, a grosso modo, este sería un buen comienzo para no tener que depender de los demás, razón por la cual el “coloso del norte” subvenciona a su agro, mientras las administraciones mexicanas (las seis últimas) descalabraron el agro y los campesinos se arraciman en barrios miserables alrededor de las grandes ciudades. Son tan listos que siendo un país petrolero prefieren adquirir gasolina a buen precio a EEUU, en consecuencia, discontinuaron sus plantas refinadoras; si esto último fuera poco, compran gas a Perú y quemar el suyo.

TENEMOS MÁS PARA LEER
Diego López fue presentado como nuevo DT de Peñarol
Jun 10, 2018
PIT-CNT busca rápida aprobación de ley sobre trabajo tercerizado
Jun 10, 2018
Mujer “aliviada” tras encontrarse los restos de quién la atacó en enero
Jun 10, 2018
El PS analizó la Rendición la Caja Militar y el CPP
Jun 10, 2018
He aquí el mundo feliz, uno donde lo fundamental es ubicarse en el centro de la globalización y obviar lo acontecido en cada nación. Estos presidentes como Peña Nieto, Macri, Temer gobiernan hacia afuera sin ofrecer explicaciones ya que sus pueblos no las comprenderían. Es por ello que Mauricio Macri (además del tarifazo, de sustraer fondos de las pensiones y despedir a miles de trabajadores), se dedica a endeudar al país con singular alegría. El descalabro económico argentinose halla a flor de piel y la popularidad del presidente en caída libre. Sin embargo, no corrige rumbo; afanado en tapar parches le pide dinero al FMI ya que Wall Street le cortó el chorro. Dejemos a Cristina Fernández de Kirchner explicar el desaguisado: “La catástrofe financiera y cambiaria adquiere, además, ribetes de tragedia cuando, Mauricio Macri y la Alianza Cambiemos, le comunican a los argentinos y argentinas que han decido volver al FMI a pedir préstamos cuando el verdadero rol del FMI como prestamista de última instancia impone programas económicos de ajuste bajo el eufemismo de condicionalidades, que impactan negativamente en el desarrollo económico y social de los países”.

A su entender, se agotó el trillado argumento de la “pesada herencia” para encarar una realidad incontrovertible: ¿quién le prestaría 100 mil millones de dólares a un país quebrado? Es irrefutable, la actual crisis la produjeron ellos al prometer lo que no cumplieron. Ni alcanzaron el “hambre cero”, ni vinieron las salvíficas inversiones, ni se ubicaron en el cenit del mundo financiero al postrarse ante Wall Street, a tal punto que hoy están en manos del Fondo, tras destruir lo realizado por Néstor Kirchner cuando pagó lo adeudado. Una medida interpretada como patriótica.
Este es el mundo neoliberal con ribetes delincuenciales, por eso, cualquier gobierno que atienda las necesidades de las mayorías es denunciado ipso facto dedescuidar la ¿realidad?, por atentar contra lo ¿logrado? en años de aplicación macroeconómica. No obstante, la esencia del sistema representativo es velar por las necesidades de quienes poseen la potestad según señala la Constitución. Contrapuesto a este mandato, la derecha entiende que lo correcto es someterse al mundo globalizado yolvidar a sus ¡representados! cuya situación se agrava cada vez más. Por ejemplo, en el Brasil actual 14 millones de brasileños perdieron sus empleos; 5 millones fueron excluidos del más importante programa social la “Bolsa familia”, y el déficit primario del gobierno central ronda los 37 mil 500 millones de dólares. El crecimiento del producto interno bruto, cayó estrepitosamente hasta situarlo en un mediocre 2 % como en México, donde aumentar la pobreza es signo de caminar en el rumbo correcto.Hace pocas semanas, los transportistas brasileños realizaron un paro nacional protestando por los precios de las gasolinas que subieron un 200% en un país petrolero. Una huelga que acabó las aspiraciones reeleccionistas del usurpador, cuyo apoyo ciudadano es nulo.
Así pues, los neoliberales solamente comprenden que el progreso es engordar al 1%; en cambio, los que rechazan esta realidad son dementes, quieren regresarnos al pasado o algo peor, son populistas. Los primeros entienden que un país se valora por el bienestar de las minorías, sus adversarios, en cambio, en el bienestar de las mayorías.

Escrito por Ugo Codevilla, analista

FUENTE LA REPUBLICA  DIARIO

El marxismo puesto al frente de la doctrina social católica.

Resultado de imagen para Marx y la doctrina social católica

En anteriores artículos me referí, específicamente, a la teoría de Marx. Voy a continuar con el tema, motivado por la conmemoración en el presente año, del bicentenario del nacimiento de este pensador. Pero lo haré desde otro ángulo: el marxismo puesto al frente de la doctrina social católica.
Al despegar la década de 1970, las universidades públicas ecuatorianas, como las de otros países latinoamericanos, eran centros donde había prendido el marxismo, convertido en motor de la agitación estudiantil contra el sistema. En los primeros años en cada facultad se impartía, como materia obligatoria, “Materialismo Histórico y Materialismo Dialéctico” y se usaban los manuales de la antigua URSS como el de Otto V. Kuusinen o el de V. Afanasiev, y otros libros de similar contenido, sumamente baratos.
Por tanto, había mucho de “marxismo oficial” y dogmatismo, además de que una pobre asimilación teórica conducía inevitablemente a interpretaciones que nada tenían que ver con el marxismo. Entre la multiplicidad de grupos “marxistas”, predominaban las confrontaciones por la verdad doctrinaria y la correcta estrategia revolucionaria entre “chinos” y “cabezones” (rusos).
En el país se carecía de amplias investigaciones sobre la realidad nacional, exceptuando algunos ensayos destacados, entre los que sobresalía El Proceso de Dominación Política en Ecuador (1972), del célebre sociólogo Agustín Cueva, cuya influencia perdura hasta el presente. La ciencia social ecuatoriana despegó a fines de los años 70 e inicios de los 80 y estuvo atravesada por la influencia del marxismo, como ocurría, por entonces, en toda Latinoamérica.
En la Universidad Católica (UC) de Quito (todavía no tenía el título de Pontificia), la única privada, jesuita y con alto prestigio -aunque aún era un bastión del conservadorismo tradicional y un centro de formación de cuadros de la derecha política-existía otra cátedra: “Marxismo y Cristianismo”, cuyo profesor más destacado era el jesuita Eduardo Rubianes, filósofo.
A diferencia de lo que acontecía en las universidades públicas, esta materia se proponía refutar al marxismo y, desde luego, privilegiar el pensamiento católico de la iglesia. Y Rubianes dominaba el marxismo (su libro Marxismo. Hombre si, Dios no[1968] lo demuestra), de modo que lo exponía con solvencia.
El punto de partida de la doctrina social católica era, obviamente, la Biblia. Pero su interpretación históricamente ha sido muy variable, de modo que los papas han impuesto la versión oficial. En todo caso, para la historia contemporánea interesan dos documentos: la Encíclica Rerum Novarum de León XIII (1878-1903) y la Quadragesimo Anno de Pío XI (1922-1939).
La Rerum Novarum (1891) es el documento pionero de la iglesia católica en tratar las realidades creadas por el capitalismo. En él se ataca al liberalismo tanto como al socialismo: al primero, por ser aliado del capital, atentar contra el clero y la fe, y conducir a las desgracias de los trabajadores; al segundo, por atentar contra la propiedad privada, pretender la utópica igualdad humana, fomentar la lucha de clases y divulgar el ateísmo.
En lo propositivo, la Encíclica alienta la intervención del Estado para la realización de la justicia y el bien común, ensalza la caridad cristiana, aboga por la armonía entre clases sociales, y clama por la protección a los obreros, reconociendo el descanso, el justo salario, las asociaciones obreras, pero no las huelgas.
La Quadragesimo Anno (1931) recogió el enfoque obrerista de la Rerum Novarum, pero dio un paso adelante: no solo enfocó el tema laboral, sino la cuestión social general, la justicia social. Sustenta varios principios: el “bien común” como fin supremo del Estado, defensa del derecho a la propiedad, justa relación entre capital y trabajo, redención del proletariado, justo salario, cristianización de la vida. La Encíclica reconoce los cambios en cuatro décadas, señala que la libertad del capitalismo se ha convertido en una verdadera dictadura económica de los ricos y poderosos; pero niega la solución socialista.
Sobre el renovado pensamiento de la iglesia, derivado de las Encíclicas citadas, se expandió en el mundo la “acción social católica”, destinada tanto a enfrentar el avance del “comunismo” como a ofrecer a los trabajadores una guía alternativa para sus reivindicaciones y derechos.
La doctrina social católica se difundió en Ecuador entre la joven intelectualidad conservadora de la década de 1930, aunque bajo el recelo de las jerarquías eclesiásticas, temerosas de las confusiones que podían darse con el pensamiento marxista, impulsado por los partidos Socialista (1926) y Comunista (1931).
Mientras los marxistas organizaron sus sindicatos, los jóvenes católicos hicieron lo mismo entre artesanos, de modo que en 1938 lograron fundar la Confederación Ecuatoriana de Obreros Católicos (CEDOC); en 1945 se logró constituir la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE), patrocinada por el Partido Comunista. Ambas fueron las primeras centrales sindicales surgidas en el país.
Desde aquella época de incipiente obrerismo, el salto decisivo llegó en 1962 con el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII (1958-1963) y continuado por Pablo VI (1963-1978). De allí surgió la renovación católica que, incluso, reconoció la libertad religiosa y el valor del ecumenismo, además de la crítica al capitalismo y al comunismo. Pero en América Latina el cambio trascendental llegó con la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM) realizada en Medellín (agosto, 1968), que significó una verdadera revolución en el pensamiento católico.
En efecto, como puede seguirse en los documentos de Medellín, por primera vez en la historia se realizó un análisis global de las realidades latinoamericanas, que coincide con cualquiera de los análisis que en la misma época hacían los marxistas. En los documentos incluso se utilizan categorías del marxismo y se reconoce la “tensión entre clases sociales” (lucha de clases), en una situación de dominio de oligarquías, burguesías, imperialismo y neocolonialismo.
Si bien se rechaza el comunismo, se condena al capitalismo por atentar contra la dignidad humana, se habla del compromiso cristiano por la transformación de las realidades latinoamericanas, y se proclama la liberación del ser humano en la misma tierra, y no en el cielo. A tal punto se comprende la situación, que llega a advertirse: “Es innegable que el Continente se encuentra, en muchas partes, en actitud revolucionaria, que exige transformaciones globales, audaces, urgentes y profundamente renovadoras”; y también se argumenta:
“La falta de desarrollo técnico, las clases oligárquicas obcecadas, los grandes capitalismo extranjeros, obstaculizan las transformaciones necesarias y ofrecen una resistencia activa a todo lo que pueda atentar contra sus intereses y crean, por consiguiente, una situación de violencia. Pero la alternativa no está entre el statu quo y el cambio está más bien entre un cambio violento y un cambio pacífico”. En otras palabras, se reconocía la posibilidad de la lucha armada, en una década signada por la Revolución Cubana de 1959.
Desde Medellín nacieron la iglesia popular, los cristianos de base, la teología de la liberación, los curas revolucionarios, los marxistas católicos, los socialistas católicos. Aparecerían las rupturas con las jerarquías eclesiásticas conservadoras, tradicionalistas y reaccionarias. El compromiso cristiano estaba con los pobres y no con los ricos, con los proletarios y no con la burguesía, con el país, con América Latina y no con el imperialismo. De allí partió el reconocimiento al marxismo como método de estudio y guía para la acción social católica.
En adelante, también la iglesia de la liberación latinoamericana cayó bajo sospecha, fue combatida por “comunista” y los sacerdotes y católicos “rojos”, como se los calificaba, igualmente sufrieron muerte, tortura y desaparición bajo las dictaduras militares fascistas del Cono Sur, iniciadas con Pinochet en Chile en 1973, lanzadas a liquidar el “marxismo” mediante el exterminio de sus seguidores o simpatizantes.
La doctrina social católica se convirtió en eje para el compromiso de amplios sectores cristianos con las luchas populares, por la reivindicación proletaria, contra el capitalismo y a favor del socialismo. En Ecuador, incluso, se organizaron movimientos revolucionarios que combinaron los principios católicos y el marxismo, como fue la Izquierda Cristiana, un fenómeno igualmente prodigado en toda Nuestra América Latina.
Así es que el marxismo latinoamericano no solo puede ser visto y comprendido a través de los movimientos, partidos, grupos o individualidades definidos por la teoría de Karl Marx, sino también por el marxismo “extra-partidista”, que en la historia de la región no se ha reducido a la militancia, sino que se halla entre quienes, incluso sin ser marxistas, comparten la misma visión sobre la necesidad de construir una nueva sociedad, a base de minar las raíces sobre las que se asienta el régimen capitalista.

Escrito por Por Juan J. Paz y Miño Cepeda* Ecuatoriano. Doctor en Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela. Decano de la Facultad de Comunicación, Artes y Humanidades de la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE). Coordinador Académico, en Ecuador, de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC). Miembro de Número de la Academia Nacional de Historia. U

 FUENTE LA REPUBLICA  DIARIO

“El fascismo es ignorancia”, reza un grafitti en una pared en Bologna, Italia.Un fascismo renovado recorre Europa

"El fascismo es ignorancia", reza un grafitti en una pared en Bologna, Italia. Foto: Olli Sulopuisto

El populismo de ultraderecha que renació en Francia se fue propagando al resto del Viejo Continente
Italia, Eslovenia, República Checa, la Gran Bretaña del Brexit, Holanda, Austria, Polonia o Francia son los principales países europeos donde se fue forjando el cinturón negro de la extrema derecha racista y autoritaria.


El ex primer ministro esloveno Janez Jansa está a un paso de sumarse como una pieza más de la fortaleza populista y xenófoba que, con un éxito imparable, se fue construyendo en Europa desde que, a mediados de los años 80 del siglo XX, la extrema derecha del Frente Nacional francés empezó a acumular éxitos electorales. En aquellos años sus militantes se reunían con la cabeza rapada, exhibían sin tapujos las esvásticas y entonaban himnos públicos en homenaje al nazismo. Los de ahora andan con corbata, desalojaron las escenografías provocativas y centraron su ascenso al poder en torno al rechazo a Europa y un racismo fervoroso.

Italia, Eslovenia, República Checa, la Gran Bretaña del Brexit, Holanda, Austria, Polonia o Francia son los principales países del Viejo Continente donde se fue forjando el cinturón negro de los fascismos renovados. La fase actual se inició en 2005 cuando Francia y Holanda rechazaron mediante un referéndum el tratado sobre la Constitución Europea. Desde entonces, alentado por las crisis financieras, el desempleo, la dilución del ideal europeo, el surgimiento del islamismo radical que Occidente facilitó o las reiteradas crisis migratorias, el cinturón de los populismos grises no hizo más que estirarse.

Janez Jansa, el líder del Partido Demócrata Esloveno (SDS), se impuso el domingo pasado en las elecciones legislativas eslovenas con un 25,03% de los votos. Aunque no puede gobernar sin el respaldo de otras formaciones políticas, la estrecha victoria de Jansa se fraguó con una mezcla de las narrativas del presidente norteamericano Donald Trump y eslóganes anti Europa y anti inmigración inspirados del modelo de la ultraderecha francesa y, sobre todo, con el principal ingrediente de la retórica de su maestro, el ultranacionalista primer ministro húngaro Víktor Orban, el propulsor del “iliberalismo”. Esta doctrina mencionada en los años 90 por el ensayista norteamericano Fareed Zakarya en un artículo publicado en la revista Foreign Affairs es una suerte de versión decorosa del llamado autoritarismo postdemocrático que suprime derechos democráticos, pone a la justicia al servicio del poder político, recorta las libertades individuales, amordaza a la prensa y articula su ascenso al poder a partir de un racismo de Estado. Ni democracia auténtica ni dictadura real, mezcla de ultranacionalismo con estrangulamiento de los derechos democráticos, “en las fronteras de Europa como en el seno de Europa se plasma la tentación de las democracias iliberales”, dijo hace unos meses el presidente francés Emmanuel Macron. La realidad fue más veloz de lo que muchos analistas esperaban y llegó hasta incrustarse en el corazón de la Unión Europea con el ejemplo de Italia y el pacto de gobierno entre el Movimiento 5 Estrellas y los racistas de la Liga Norte (11 millones de personas votaron por el primero (32%) y seis millones (18%) por el segundo). En su primera intervención pública en Sicilia, el nuevo ministro de Interior italiano y líder de la Liga, Matteo Salvini, invitó a los inmigrantes a prepararse “a hacer sus valijas”. Nada muy distinto a lo que ocurrió en Gran Bretaña con el Brexit, en Polonia con el dirigente Jaroslaw Kaczynski, en Hungría, Austria, Holanda o Francia. Los ascendentes líderes de estos países constituyen la línea fronteriza que pretende defender a Europa de lo que todos llaman “la invasión”.

Paradójicamente, ese grupo ha adoptado algunos perfiles retóricos que antes pertenecían exclusivamente a la izquierda. El principal consiste en presentarse como un “cinturón antisistema”. El ejemplo más importante y al que más le temen los socios europeos debido a su poderosa carga euroescéptica es el de Italia. La alianza entre el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte es la primera coalición ultraderechista “antisistema” que llega al poder en uno de los países fundadores de la Unión Europea. Ambos partidos se han caracterizado por sus pactos con otras fuerzas similares en el escenario político de Europa. Los 14 eurodiputados con que cuenta el Movimiento 5 Estrellas en el Parlamento Europeo se asociaron con la formación de ultraderecha Europa de la Libertad y de la Democracia directa cuyo líder no es otro que el británico Nigel Farage, el patrón del Brexit en Gran Bretaña. Y en lo que atañe a la Liga Norte, los 5 eurodiputados de este partido formaron una alianza con el Frente Nacional de Marine Le Pen. El populismo de ultraderecha que renació en Francia se fue propagando al resto de Europa, principalmente hacia la Europa del Este donde empezó a prosperar luego de la caída del Muro de Berlín (1989). Luego avanzó por Europa del Norte hasta conquistar el corazón de Europa del Sur. Un trabajo llevado a cabo por el Centro de Investigaciones Internacionales de la Universidad de Ciencias Políticas de París identificó muchos puntos comunes a ese iliberalismo xenófobo: pueblo virtuoso contra elites corrompidas y globalizadas; sociedad abierta contra sociedad cerrada. En 2017, el húngaro Víktor Orban decía: “una nueva era está golpeando la puerta. Una nueva era del pensamiento político. La gente quiere sociedades democráticas y no sociedades abiertas”. Quiere dirigentes con perfil fuerte; con una inclinación pronunciada por la democracia directa mediante la celebración de todo tipo de referéndums; un poder sólido dentro de un Estado soberano, o sea, independiente de la Unión Europea; y la defensa de la identidad cultural ante la “invasión tóxica” de los extranjeros.

Paradójicamente, tanto en el seno del Movimiento 5 Estrellas como en la Liga Norte las líneas narrativas excluyentes de hace unos meses fueron limadas: ya no se habla como antes de un Italexit, ni del abandono del Euro, ni menos aún de salir de la Alianza Atlántica, la OTAN. Ello no impide que lo que hoy se denomina “la internacional populista” sea una realidad cada vez más tangible. El mismo el uso término de “populismo” difiere por otra parte al que hacen en América Latina los narradores mediáticos de la casta. En América Latina, las derechas liberales llaman populistas a todo lo que vas desde la socialdemocracia hacia la izquierda. En Europa no: ese término está globalmente identificado con las extremas derechas.

El politólogo francés Alain Duhamel escribió en las página del diario Libération que “Europa enfrenta la crisis más gravé de su historia. Europa se ha convertido en el campo cerrado de una batalla entre reformistas y populistas, entre partidarios y adversarios de la Unión”. Los países del Este de Europa se liberaron del comunismo para luego caer en los brazos de su enemigo histórico, los del Norte de Europa se dejaron seducir por las mismas sirenas y los del Sur niegan ahora toda la historia que los constituyó como pilares de la construcción europea. Xenofobia y autoritarismo, los demagogos son las estrellas triunfantes en la “cuna de la cultura”. Como lo señala el mismo Alain Duhamel en Libération, la historia ha dado un vuelco extraordinario: “desde los años 60 al 2000, los europeos reformistas ganaron el primer tiempo. Desde los años 2000 hasta ahora, los populistas eurófobos acumulan las victorias”. El hundimiento de la izquierda primero, de la socialdemocracia después y los derroteros de los partidos de derecha reconfiguraron a Europa. La avalancha no ha terminado. El cinturón del populismo racista y autoritario seguirá asfixiando a las democracias liberales. 06.06.18

Un fascismo renovado recorre Europa    FUENTE  LA RED 21
Eduardo Febbro

Eduardo Febbro

Periodista en Radio France Internacional y Página 12

Hay momentos en que faltan las palabras para caracterizar el desprecio que uno siente ante ciertas personas y ciertas actitudes.




No recuerdo si fue Unamuno, Ortega y Gasset o Vaz Ferreira quien escribió que “hay momentos en que se debe ahorrar el desprecio a causa del considerable número de necesitados”.

Lo cierto es que también hay momentos en que faltan las palabras para caracterizar el desprecio que uno siente ante ciertas personas y ciertas actitudes.

Obviamente hablo del excanciller uruguayo y actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Dr. Luis Almagro. Confieso que a mí también me engañó. Yo también creí que era una buena persona, un honesto funcionario, un buen compañero. No porque yo creyera lo que quería creer ni porque yo imaginara que las cosas eran como yo quisiera que fueran. Almagro me engañó porque con él hablamos de muchas cosas, muchas veces, incluidas Cuba y Venezuela, destinos que Almagro visitaba, respetaba y elogiaba mientras los necesitaba, particularmente, mientras necesitaba el voto de Venezuela para acceder al cargo de secretario general de la OEA.

Con Almagro también me equivoqué, pero admito que me equivoco muchas veces, sobre todo cuando trato de entender a los burócratas.



En fecha tan cercana como el 16 de febrero pasado, bajo el título de ‘El rugido del ratón’, escribí: “Ni en los peores tiempos de ese ‘ministerio de colonias’ que es la OEA se vio un secretario general tan cipayo y desubicado”. Ninguno de aquellos títeres insultó a un primer mandatario democráticamente electo y se opuso a un proceso de transición. Así actúa Luis Almagro con la Venezuela presidida por Nicolás Maduro y con la Cuba que procesa la sucesión de Raúl Castro, mientras hace silencio ante golpes de Estado como el de Brasil. Hace tiempo que Almagro no quiere que se negocie en Venezuela ni se preocupa por facilitar una transición pacífica; por el contrario, Almagro y sus patrones de Estados Unidos apuestan al derrocamiento violento del gobierno chavista, a la restauración conservadora, a la intervención norteamericana, a la destrucción de las Fuerzas Armadas bolivarianas y a apoderase de los recursos naturales de uno de los países más ricos del continente y el que tiene las reservas más grandes de gas, petróleo y minerales de América. El excanciller pasará a la historia como el peor y más vendido secretario general de la OEA, lo cual es muchísimo decir si consideramos que el cargo ha estado reservado para los más distinguidos genuflexos del hemisferio.

Hoy pienso que Almagro ya se había prostituido cuando llegó a su apreciado cargo en la OEA; si no hubiera sido así, es muy difícil que hubiera llegado tan alto y con el visto bueno de EEUU. “Durante su gestión -decíamos entonces- ha tenido apenas susurros declarativos para los golpes de Estado que sufrieron Honduras, Paraguay y Brasil, pero ha sido implacable en sus críticas al gobierno democráticamente electo de Nicolás Maduro”.

En aquel momento, el secretario general de la OEA había redoblado sus presiones sobre el gobierno venezolano al pedir más sanciones por parte de los países miembros de la OEA y también planteaba denunciar a Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional “dado el desdén que muestran sus autoridades por el estado de derecho”.

Recuerdo que también escribí: “Resulta totalmente inaudito que un funcionario internacional, cuyo abultadísimo sueldo sale del pago de las cuotas de los países miembros, se refiera así a un gobierno democráticamente electo, que votó su candidatura al organismo, y mucho más que pretenda impartir normas de conducta. Mucho más cuando ha hecho silencio ante las escandalosas violaciones del Estado de derecho registradas en Honduras, Paraguay y Brasil, donde se derrocó a la presidenta Dilma Rousseff. Mucho más, aunque esto no debería contar, cuando el blanco de sus ataques son gobiernos de izquierda, a la que él dijo pertenecer durante el período en que acumuló su fortuna política, aquí, en su país de origen”.

Sin embargo, vinieron las elecciones del 20 de mayo pasado (que se iban a realizar el 22 de abril y fueron aplazadas a pedido de la oposición), que revalidaron el mandato presidencial de Nicolás Maduro, con lo cual esta porquería se quedó sin argumentos.

En estas elecciones -en las que participó un sector muy amplio de la oposición que acumuló cuatro millones de votos y en la que se autoexcluyó un sector que ha optado por el golpismo y por reclamar la intervención militar de EEUU- el Presidente Nicolás Maduro obtuvo seis millones de votos y consagró una inobjetable victoria electoral cuya legitimidad es difícil de discutir, al menos si se considera la calidad técnica del acto electoral, la magnitud de la participación y las garantías del proceso de la votación, incluyendo la confección del padrón electoral, la fiscalización por los partidos opositores, la legitimidad del conteo y las auditorías (más de 12) de todas las instancias del proceso realizadas por un Consejo Electoral en el que están representados mayorías y minorías, gobierno y oposición.

Por aquella época también el infatuado césar de opereta le imploraba a los 14 gobiernos del llamado Grupo de Lima (integrado por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Santa Lucía y Guyana, creado en agosto de 2017 para “abordar la crisis venezolana”, y al que honrosamente no adhiere Uruguay) que excluyeran de todos los foros internacionales a Venezuela; y con increíble tupé criticaba la transición en Cuba, como si tuviera alguna autoridad de algún tipo para hacerlo, máxime que la isla ha sido excluida de la OEA hace más de 50 años.



El frustrado intento de desquite de Almagro

El lunes 5 de junio, en Washington, la OEA comenzó su Asamblea General, su reunión más importante del año, en la que, como consignan las agencias internacionales, EEUU y los países del Grupo de Lima llegaron con la intención de aprobar una resolución sobre Venezuela, en tanto que otros países buscaban encarar la crisis en Nicaragua.

Nuestro viejo conocido, el secretario general de la OEA, don Luis Almagro, pronunció un discurso inaugural en el que afirmó que “debemos tener un continente libre de dictaduras”; que “la libertad nunca puede ser ni entregada, ni erosionada ni relativizada en favor de intereses particulares o procesos negociadores”; que “la libertad de los pueblos es sagrada”; que “sólo en democracia el individuo tiene, ejerce y reclama sus derechos”, para terminar diciendo que “cuando estamos dispuestos a celebrar elecciones con candidatos proscriptos y presos políticos, no estamos haciendo democracia […] estamos siendo cómplices del autoritarismo y violando derechos humanos”.

El que tenga estómago para verlo en YouTube podrá apreciar como este tartufo, que hace unos años elogió personalmente a Chávez y a Maduro, levanta el tono y su raleada melena sintiéndose un león, un Bismarck. Pobre infeliz si no fueran tan miserables su actuación y sus actitudes.

Tras el discurso de Almagro, se eligió a Paraguay como país encargado de ejercer la presidencia de la Asamblea, en la persona de su canciller, Eladio Loizaga.

El asunto “Situación de Venezuela” fue incluido en el temario aprobado por la Asamblea General con dos tercios de los votos, bajo la protesta del canciller venezolano, Jorge Arreaza, quien afirmó que la inclusión de este tema fue adoptada “de manera espuria” en la comisión preparatoria.

Argentina, Brasil, Canadá, Chile, EEUU, México y Perú presentaron un proyecto de resolución dirigido a abrir el camino para suspender a Venezuela del organismo, el que recibió recibió 19 votos a favor (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guyana, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Santa Lucía, República Dominicana, Bahamas, Jamaica y Barbados), cuatro en contra (San Vicente y las Granadinas, Bolivia, Dominica y Venezuela ) y 11 abstenciones: Surinam, San Cristóbal y Nieves, Trinidad y Tobago, Belice, Antigua y Barbuda, Ecuador, El Salvador, Granada, Haití, Nicaragua y Uruguay.

En estos días, el vicepresidente de EEUU, Mike Pence, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, llamaron a suspender a Caracas y considerar ilegítimos las elecciones del 20 de mayo, en las que Nicolás Maduro fue reelecto presidente por más de seis millones de votos.

También llamaron a los Estados miembros y observadores a implementar medidas adecuadas a nivel político, económico y financiero para “coadyuvar” a los que los autores del texto califican de “restablecimiento del orden constitucional”.

También se pide la aplicación de los artículos 20 y 21 de la Carta Democrática Interamericana, que establecen la posibilidad de suspender a un Estado miembro en caso de “alteración del orden constitucional”. Pero para lograr ese objetivo se necesitan cinco votos más, o sea 24.

El texto se votó en forma nominal a pedido del canciller venezolano quien declaró, luego su rechazo, acerca de la decisión adoptada por 19 países.

Arreaza afirmó que “garantizamos que nosotros vamos con nuestro pueblo a enfrentar nuestras dificultades y entre los venezolanos vamos a resolver nuestros problemas sin que su injerencia y su intervencionismo hagan mella en nuestra nación. Venezuela es libre y soberana”.

El canciller de Bolivia, Fernando Huanacuni, declaró que la resolución contraviene los principios fundamentales del derecho internacional de respeto a la soberanía de los Estados y no intervención en los asuntos internos.

El representante de San Vicente y las Granadinas, Camillo Gonsalves, dijo que “el texto constituye una autorización de la OEA para una intervención, incluyendo de carácter militar, en los asuntos del territorio sudamericano”.

Por lo tanto, el saldo de la ofensiva diplomática no pudo obtener los 24 votos necesarios para suspender a Venezuela y tuvo como premio consuelo una resolución simbólica: califica a las elecciones presidenciales del 20 de mayo por fuera de los “estándares internacionales”, sin apelar a la verborrea del “fraude”; reclama un diálogo nacional y una ruta que “posibiliten elecciones libres”; pide que se apliquen medidas (sin hacer ninguna referencia específica) para “restaurar la democracia en Venezuela”; solicita permitir el ingreso de “ayuda humanitaria” y atender a “los inmigrantes venezolanos”, repitiendo lo mismo de la resolución aprobada en febrero; y aprueba tratar la suspensión de Venezuela en una eventual asamblea extraordinaria de cancilleres, sin especificar fecha.



Victoria simbólica y derrota de los principios

Consignan las agencias: “La suspensión, de concretarse, podría ser solamente simbólica, puesto que en abril de 2017 Venezuela solicitó su salida de la OEA, un proceso que se concreta en dos años. “Nosotros denunciamos a la OEA y nos vamos de la OEA […] ya van 13 meses de los 24 que tenemos que esperar para que sea efectivo. Cuando Venezuela salga de la OEA vamos a hacer una gran fiesta nacional”, dijo Maduro al criticar la “campaña criminal, macabra, de chantaje y amenaza de EEUU a los gobiernos de la región”.

Venezuela es el primer miembro de la OEA en pedir el retiro voluntario de la organización en 70 años de existencia. Ni siquiera lo pidió Cuba, a pesar de que su membresía estuvo suspendida entre 1962 y 2009.

Pero volvamos a nuestro excanciller, el tartufo Almagro: que vaya pensando en el momento en que, como “Roma no paga a traidores”, le toque bajar nuevamente al llano de la simple ciudadanía.

Cuántos lo estaremos esperando o lo iremos a buscar donde sea, a enrostrarle su falta de principios para todo lo que dijo apoyar durante tantos años.

Dante colocó en el noveno y último círculo del Infierno de su Divina Comedia solamente a tres personas: Judas Iscariote, el entregador de Jesucristo, y Bruto y Casio, los asesinos de Julio César. Almagro y sus compinches, porque los tiene, jugarían en este círculo, pero definitivamente lo harían en la divisional B. Eso sí, en la B profesional.

HABLANDO DE TRAIDORES
Almagro en el noveno círculo del Infierno

Por Alberto Grille.   FUENTE CARAS Y CARETAS