El País es el intelectual orgánico de la reacción, del conservadurismo y del atraso. El País se opuso a todos los avances sociales y democráticos, a todos, sin excepción. Hace un siglo se opuso a la ley de 8 horas y su vigencia, a las empresas públicas, luego a la Ley Orgánica de la Universidad, también a las Asignaciones Familiares y al Seguro de Paro, que según decían, fomentaría la vagancia. Por supuesto a los Consejos de Salarios.



Siempre fue la expresión de lo más conservador y retrógrado de nuestra sociedad.

El diario El País defendió a Stroeesner, a Pinochet, a Somoza, a Videla, atacó a Mandela, y también, apoyó el Golpe de Estado y la dictadura fascista en nuestro país.

El 11 de junio de 1976, el editorial de El País dejaba bien claro su opinión sobre la democracia y las libertades y sostenía: “No compartimos la tendencia a sobreestimar las virtudes de la estricta institucionalidad democrática-republicana”.

El 27 de junio de 1978, en el quinto aniversario del golpe de Estado rechazaba las denuncias contra las violaciones a los derechos humanos y escribía en defensa de la dictadura: “Han surgido las versiones de que en el Uruguay soportamos una de las dictaduras más crueles y repugnantes de América Latina, burda especie a la que se procura dar patente de verdad en el exterior por medio de datos estadísticos ridículos sobre uruguayos asesinados, presos, torturados o forzados a abandonar el territorio nacional”.

Un año después, el 21 de agosto de 1979, decía El País, en defensa de los torturadores y asesinos: “Las Fuerzas Armadas abandonaron los cuarteles, no impulsadas por bastardas ambiciones de poder, sino cediendo al imperativo de librar a la Nación de la inminente amenaza del caos y de la ruina”.

La prédica antidemocrática y en defensa de la dictadura de El País no se limitó a nuestro país, el 27 de agosto de 1976, escribía en defensa de la dictadura argentina y del asesino Rafael Videla, responsable de 30 mil desaparecidos: “Se explica y justifica que el gobierno del general Videla no haya establecido fecha ni plazo para dar por terminada su misión. No se puede abandonar la tarea emprendida sin antes estar absolutamente seguro que los profundos males que carcomen a la sociedad han sido radicalmente extirpados. De no actuar así se estaría ante un caso de irresponsabilidad histórica y de pusilanimidad personal. Y por cierto que en la Argentina aún no se han dado, ni siquiera remotamente, las condiciones que permitan esperar un futuro de estabilidad, de orden y de paz. Mal puede entonces abandonarse el timón de la nave y entregarla a quienes la pueden llevar a cualquier puerto. La hora para el descanso no ha llegado todavía”.

Pero la prédica, golpista, oscurantista y retrógrada de El País, viene de lejos. En un editorial El País reclamaba el asesinato de Patricio Lumumba, líder de la independencia en el Congo. Sobre Lumumba decía El País el 13 de febrero de 1961: “Es un negro que va dando demasiado trabajo. ¿Existe realmente? ¿O es la personificación de un sinnúmero de negros turbulentos, desorbitados, criminales si es necesario, contradictorios casi todas las semanas, que dan un deplorable espectáculo de la incapacidad para gobernar? Después de oír hablar durante muchos meses del mismo personaje, de ver un retrato que aseguran ser de él, la verdad es que ya no sabemos si existe o lo inventaron para hacer creer que los negros tienen hombres capaces de gobernarlos”.

Lumumba fue asesinado poco después, por mercenarios belgas, supongo que para gran alegría de los demócratas de El País que vieron cumplido su deseo.

Después de releer estos editoriales, hay mucho más, se van las ganas de poner calificativos, ¿para qué?, se califican solitos y de sobra.

El diario El País hizo del anticomunismo y del odio a los trabajadores organizados una seña de identidad. Anunció con alegría y entusiasmo el vaticinio asesino del general Iván Paulós, jefe de inteligencia de la dictadura, quien auguró: “La desaparición del Partido Comunista por 50 años”.

Anunció con júbilo y apoyó la intervención de la Universidad, la disolución de la CNT y la FEUU. Publicó las caras de las compañeras y compañeros buscados por la represión e incluso las caras con los signos de tortura luego de su detención y fue el vehículo para cada una de las mentiras y calumnias que la dictadura dijo sobre ellos.

Fue en el diario El País que la dictadura publicó la infamia contra las y los adolescentes, militantes de la UJC, detenidos y torturados en Treinta y Tres en 1975. El País fue el vehículo para calumniarlos y justificar la tortura de niños.

Y eso no es solo del pasado. Se mantiene hasta hoy. El País es el diario de la mentira hoy. Cuando asumió el Frente Amplio auguró las siete plagas bíblicas para el Uruguay. Mintió y sigue mintiendo. Si uno lee El País hoy parece que Uruguay estuviera en una crisis perpetua, horrible, que estuviéramos en el peor país del mundo.

Y sigue siendo anticomunista y antiobrero. En el 2014 cuando las últimas elecciones internas del Frente Amplio. Publicó un editorial titulado “La izquierda militante y radical” que es una verdadera joyita. Luego de hacer simplistas análisis numéricos y comparar lo incomparable, ataca el cogollo de la cuestión, el peso de los comunistas en el Frente Amplio.

El final es de antología y dice: “Por otro lado, el Frente Amplio sacó una foto de sí mismo en la que se ve que los sectores radicales están sobrerrepresentados con respecto a lo que son los pesos relativos de cada uno de ellos fijados por toda la ciudadanía que votó en octubre de 2016. El peso del Partido Comunista en particular, con su feroz prédica retrógrada, será nuevamente mucho mayor a raíz de este tipo de elección interna que el peso marginal que toda la ciudadanía definió para él en 2014. Esta vez, con menos de 10.000 votos en total, quedó como segunda fuerza del Frente Amplio. El resultado de esta interna es pues muy malo para el país: fortaleció a los militantes radicales izquierdistas”.

Hay que decirlo sin vueltas ni eufemismos, El País fue y es, el diario del fascismo, el diario de las dictaduras, el diario del racismo y del apartheid. Y eso no lo cambia ni un diseño bonito, ni los colores, ni algunas firmas.

El País no tiene credenciales para hablar de democracia, al menos antes debería responder públicamente si se arrepiente o no de haber apoyado la tortura, si se arrepiente o no de haberle mentido a sus lectores al decir que no había presos ni desaparecidos, si se arrepiente de haber pedido que Videla siguiera matando y torturando, si se arrepiente de haber sostenido que los negros no pueden gobernarse a si mismos.

No hay ninguna razón para homenajear a El País, ni una. Esto no es contra sus trabajadores y trabajadoras, periodistas o no, sabemos diferenciar entre los dueños del medio y quienes allí trabajan. Y tampoco nada tiene que ver la libertad de expresión con ello. Si Uruguay vive hoy la época de mayor liberta de expresión de su historia, la más democrática de su historia, es a pesar de El País, y porque se luchó contra sus ideas y contra su práctica.

Por Gabriel Mazzarovich

fuente caras y caretas

Un paciente trabajo de años permitió reconstruir el relato de quien en círculos muy íntimos se ufanó de asesinar a Fernando Morroni. Ese trabajo permitió, además, establecer los vínculos del exagente policial en la actualidad con grupos activos políticamente. A 24 años de la masacre del Filtro, no todo es impunidad.

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Esa noche Waldemar era “chofer de  comisario”. Tarea sencilla aunque él pensara que era un desperdicio haberlo asignado, con su capacidad y experiencia, a satisfacer las razones de servicios del jerarca policial.

Cierto es que estar de particular en un Fiat Duna blanco, con la “pajera” a disposición, le daba el agradable éxtasis de “poder”, como cuando andaban en procedimiento de civil exhibiendo el carné de la Dirección de Investigaciones, aquella barra de agentes “con tres huevos”.

También es cierto que el clima en la fuerza era otro desde que hace una semana se viene produciendo el acontecimiento de la huelga de hambre de los vascos y su posible extradición.



Aunque a Waldemar la política le importa un bledo, no podía escapar a los comentarios que circulaban en todo el país, en boliches, peluquerías y mesas familiares. En la “fuerza” tampoco podían sustraerse al tema; los oficiales alertaban sobre el proceder de “los enemigos de la patria”, que solidarizados con los terroristas vascos movilizaban gente hacia el hospital Filtro, convocando desde dos emisoras radiales.

Ver aquella cantidad de gente intentando violentar la decisión judicial de la extradición lo hacía sentirse más desaprovechado; Waldemar Rosas fue de los que resistió los embates de aquellos ministros, Forteza y Juan Andrés Ramírez, reorganizando la fuerza; se plantó en huelga y levantó carpa con los demás en el Prado y aquellos ministros no pudieron llevar adelante sus planteos de reforma.

Ahora, por suerte, está Ángel María Gianola al frente del ministerio, hombre de mano  dura de los que se venían necesitando y el político adecuado para sobrellevar esta delicada situación.

Pero, estando al tanto de lo que ocurría, Waldemar no estaba asignado a aquel operativo ni como apoyo de las unidades designadas; estaba de chofer de un comisario al que, por los informes que le llegaban por la radio, como mucho le picaba la curiosidad.

Ese 24 de agosto de 1994  Fernando Morroni concurriría como muchos jóvenes de su edad a aquella movilización de solidaridad, hasta donde el mismo candidato Tabaré Vazquez y el general Liber Seregni se hacían presentes. Estar allí, en ese clima de solidaridad con los refugiados políticos extranjeros, que era una tradición del país, parecía ser lo más natural.

Los primeros comunicados de radio picaban la curiosidad dentro del Fiat. Incidentes y pequeñas escaramuzas se venían dando con los manifestantes y había una alerta radial por la presencia de civiles armados y comunicados con handy. “Alguno nuestro no identificado”, pensó Waldemar riéndose.

Lo cierto es que sobre la tardecita, cuando aquellos incidentes seguían, el comisario sugirió ir hasta el lugar; por la radio llegaban noticias de la lluvia de piedras y alguna bomba incendiaria contra los efectivos policiales. Waldemar y el comisario empezaban a intercambiar opiniones al tiempo que sentían que la “sangre les hervía”.

Waldemar recordaba con el comisario: “La escuela de Policía… Setiembre del 86… Bogia me revoleó para 630… ahí de pechito me atajó Ribeiro… de volea pateó fuerte y caí atrás del 46 con Teperino y Damiano… 14.15 h… salimos de base…14.40 h… Damiano con medio cuerpo para afuera por General Flores, con la escopeta en Clave 32… C.47… atrás del lc… Joselito Techera… me preguntaba… ¿dónde me metí? No sabía en ese momento… meses después… ya lo sabía… estaba en el cuerpo de Radio Patrulla… todo era emoción… hasta hoy… los recuerdos emocionan…”. (Comentario extraído de un pie de foto del grupo 630 de Radio Patrulla del perfil de Facebook de Waldemar Rosas).

Al ritmo de los recuerdos, se imaginaba llegando y, como en su mejor época, agarrar a esos pichis de los pelos y meterlos en el vehículo, aunque ahora de civil no había necesidad de tal esfuerzo y bastaba con reducirlos para entregarlos al personal uniformado.

A medida que se acercaba la vieja adrenalina de los procedimientos, va ganando el espíritu; Waldemar tiene “licencia política” para usar su arma de reglamento, y que las salvas sean de plomo, que nadie haya previsto darle munición de goma para dispersar no es su problema; además, el no tiene nada que hacer ahí.

Pero la Clave 52, el anuncio de policía caído en el preciso momento que se sumergían en la muchedumbre de gente y policías, en una suerte de batalla campal, fue el “cheque en blanco”.

Frenó como pudo y, sin meditarlo demasiado, confiado en su coraje y experiencia, bajó “pajera” en mano; alguno de aquellos pichis había disparado contra un compañero, así que al primero que vio y le quedó en la diana le descargó el arma hasta verlo caer y asegurar su reducción; en esta batalla campal no hay códigos y dispararle por la espalda era una manera de asegurar que no se daría vuelta posiblemente con un arma en la mano y, ante todo, “es la vida nuestra o la de ellos”, y ya había un camarada caído.

No obstante, percatado de que había dejado tirado a un manifestante, subió rápido al auto y aconsejó al comisario irse de ahí y apoyar en lo posible al resto del personal de particular que estaba operando en el “trampero” en las inmediaciones del bulevar, esperando la retirada de los manifestantes.

Esa noche, Waldemar Rosas Ruiz, al igual que Fernando Morroni, no regresó a su casa. Recién lo hizo al otro día cuando, enterado del nombre del muchacho que ejecutó, revisó en las imágenes de la televisión si el había quedado registrado y, si bien aparecía en muchas de las tomas, ninguna lo podía relacionar con el homicidio, al menos vistas sin mucho detalle; y si alguien lo hacía, esos videos podían desaparecer. En todo caso, la “fuerza” cerraría filas.

Claro que una muerte es una muerte; y sobre todo cuando esa muerte genera un entierro multitudinario y aglutina gente todos los 24. La impunidad de su presencia en el procedimiento quizás lo haya salvado de que su nombre no estuviera entre los de aquellos jerarcas procesados. Pero lo mejor era seguir pidiendo traslado de las distintas unidades. Su conflictivo carácter no sólo lo hacía pedir traslado a cada rato, sino también la necesidad de no generar muchos vínculos en este “secreto” que carga en su alma y no como una medalla de condecoración, aunque él piense que de no ser por el escándalo político, ameritaría.

Finalmente, lo mejor es irse; pedida la licencia sin goce de sueldo, intenta vivir una nueva vida en La Plata, logrando allí la radicación definitiva para ser ciudadano legal argentino.

De este lado del “charco” igual quedan los camaradas de armas, sus mejores y únicos amigos y aquel número 52, que sería como una bisagra en su vida.



Carne podrida

El triunfo frenteamplista de 2005 dotó al gobierno de una importante bancada parlamentaria.

El Parlamento se transformó en el lugar donde años y años de demandas insatisfechas, reclamos e injusticias no resueltas empezaban a llegar multitudinariamente.

Había que ordenar y derivar institucionalmente cada reclamo, cada planteo, cada denuncia que llegaba a los distintos despachos; se aprendió a distinguir incluso información con visos de verdad de carne podrida; muchísima información, sobre todo de enterramientos humanos, por ejemplo.

En el comienzo de la campaña electoral de 2009, y a raíz de haber investigado un crimen cometido contra un recluta en el Batallón de Paracaidistas Nº14 en Toledo, alguien llegó confiado en aquella actuación.  “Le ciudadane” venía con el dato: “Yo sé quién mató a Fernando Morroni”.

Como habían existido algunas presiones, seguimientos y clima raro por lo del 14 de Toledo, lo primero que pensamos fue: carne podrida.

Sin embargo, acordamos un encuentro para unas semanas más adelante; grabamos la entrevista por si acaso y empezamos a trabajar sobre los datos entregados.

Decidimos el camino más largo; teníamos todos los datos identificatorios sobre el acusado; ¿pero cómo confirmar si no estábamos ante una vendetta, las famosas camas policiales, una cuestión de despecho, unas broncas personales no resueltas?

De los círculos sociales de los que provenía la fuente no había manera de poder llegar con naturalidad a los grupos y gentes que reclamaban el esclarecimiento de la verdad cada 24 de agosto.

Este elemento también nos hizo descartar de entrada la posibilidad de contactar a la fuente con Norma Morroni; nos constaba que bastante carne podrida había recibido en todo este tiempo.



Puzle y contrachequeos

El narcisismo de moda tiene sus ventajas; la persona acusada tenía, como muchos, su propia página de Facebook, iniciada desde su nueva vida en Argentina.

Los datos que el seguimiento y vínculo permitieron ir extrayendo derivaron en sorpresas varias, pero además empezó a permitir ir armando un puzle en el que, por un lado, se podía estar frente a alguien que tenía todos los méritos para haber ejecutado a Fernando Morroni, y permitía observar sus vínculos actuales con sus  excamaradas de armas.

Por el otro lado, “le ciudadane” fue sometido a una serie de encuentros, casuales y organizados, realizados y suspendidos a último momento, que demostraron siempre una condición que fue cimentando confianza: la persistencia.

En los largos, cautelosos y preventivos seis años que llevó esta primera parte de la investigación se mantuvo firme respecto de los distintos contactos y cuando en setiembre de 2014 se le vuelve a grabar pidiendo el relato de los hechos, el relato es idéntico al realizado en 2009.



La barra 630 y Dignidad

En el transcurso de esos seis años apareció un elemento nada menor que obligó a trabajar con mayor cautela.

La persona acusada ingresó a Argentina en el año 2007 y consiguió la residencia definitiva en 2010. Fue miembro activo de  colectivos de uruguayos residentes en La Plata e ingresó varias veces a Uruguay. Desde varios de esos colectivos también nos llegó información.

Vale recordar la reforma policial en la que se transformó la vieja base de Radio Patrulla; un grupo importante de la misma conocida, como la 630, la “pesada” en la jerga interna, empezó a operar políticamente. Primero, generando y alimentando, con base en los vínculos de las redes, un núcleo duro del cual forma parte el exagente que veníamos siguiendo.

Empieza a construirse una relación de solidaridad entre los afectados por alguna de las medidas administrativas del Ministerio del Interior y lo que podríamos denominar la “generación Lacalle”.

Durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle se produjeron, entre muchos hechos, algunos que tuvieron vinculados a integrantes de distintas ramas de las fuerzas del Estado: el asesinato del químico Eugenio Berríos, la masacre del Filtro, atentados con bombas a Hugo Cores y Sanguinetti.

Desde algunos círculos militares se empezó a difundir el concepto de guerra psicológica, que venía ganando la izquierda.

En las elecciones del 2014 esos malestares, nostalgias y deseos de combate toman cuerpo: se crea la Agrupación Dignidad Policial dentro del Partido Nacional, acaudillada por un excomisario, Ernesto Carrera, integrada por varios miembros de la 630 y otros desmovilizados y sancionados exfuncionarios policiales y algunos en actividad.

Waldemar Rosas fue uno de los  responsables, en las canteras de Kibón, de organizar la llegada y despedida de blancos que venían desde Argentina a participar en las elecciones.



Carrera contrarreloj

La fuente mantenía su firme decisión de que se avanzara en la investigación, pero solicitaba, en caso de que el tema quedara en manos de la Justicia, que fuese preservada. A su vez corrían los años y se podía declarar prescripto el delito de homicidio.

Otra valoración era entregar esa información a quienes pudieran hacerla pública y así poner en alerta al acusado.

La fuente que nos trajo la información pertenecía un grupo de confidentes que, por suerte, hasta el momento demostraba un  hermetismo cerrado.

A fines de 2015 llega la novedad de una situación de depresión vinculada a un infarto y a un posible viaje a España por parte del acusado. El triunfo de la izquierda nuevamente había sido un golpe severo para quien, mediante el seguimiento de los actos del 14 de abril y los informes de la Agrupación Dignidad Policial, sentía lejanas sus posibilidades de volver a vivir en el país.

El segundero del reloj se transformaba en un verdugo implacable en esta carrera contra el tiempo.



Norma

Ella vive en unas condiciones muy humildes y mantiene con entereza la necesidad de saber la verdad; tiene cierta firme tristeza en la mirada, habla pausado, intenta comprender, está algo desconfiada de tanto dato falso que le ha llegado.

Por encima de las cuestiones legales hay una decisión que sólo le corresponde a ella en todo este asunto; decisión que debe tomar en su fuero íntimo por encima de cualquier tipo de valoración política.

Pusimos toda la información, lo actuado, lo sabido, las voces que denuncian en sus manos.

Empezaron algunas trabas legales; distintos expertos jurídicos valoraban los años del delito y la posibilidad de la prescripción, lo dificultoso de los exhortos para una declaración fuera de fronteras, la posibilidad de comprobarlo a partir sólo de una declaración.

Había una tenue luz de esperanza de que algún fiscal asumiera nuevamente el caso de oficio ante las nuevas pruebas.

Norma nos planteó que a, esta altura, que el acusado pudiese decir por qué hizo lo que hizo permitiría resarcir parte de la herida; un gesto de bondad y necesidad humana de cerrar heridas.

Lo cierto es que a partir del acto del 24 de agosto de 2016, en el que se hace pública la acusación, el Facebook con el que teníamos contacto cierra y, al abrirlo nuevamente, desaparecen todos los datos que hacían mención a su pasado, así como la mayoría de las amistades, dejando un grupo selecto. Sí, claro, buena parte de la barra 630 y aquella que le permite mantener cierta nostálgica orientalidad, como la barra de la Aparcería Blanca del departamento de Durazno, la Cacho Barrios.



Preguntas que flotan

Por los crímenes del Filtro, las muertes de Morroni y Facal y las decenas de heridos fueron procesados los funcionarios Juan Miguel Rolan, Raúl Guarino y y Erode Ruiz.

Ninguno de los procesados manejó en los juicios el nombre de Waldemar Rosas; tal vez en un operativo de grandes dimensiones y de efectivos que no estaban destinados, pero participaron, esos datos no se manejaron. Sin embargo, el autor material era un secreto a voces en algunos círculos de la fuerza.

Juan Miguel Rolan integra la Agrupación Dignidad Policial, blanca.

Falta en este puzle el nombre del comisario para quien Rosas hizo de chofer.

La cultura de la impunidad aún goza de buena salud.

LA MASACRE DEL FILTRO
Al irracional impulso de la Clave 52

Por Ricardo Pose.     caras y caretas


Tenemos que preguntarnos, ¿Por qué, si en los últimos 13 años hubo importantes mejoras para la inmensa mayoría de la población, hoy tenemos más cuestionada que nunca la posibilidad de un cuarto gobierno?”.


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EL SECRETARIO GENERAL DEL SUNCA CONSIDERÓ QUE HACE FALTA MÁS PROFUNDIDAD Y PIDIÓ NO SUBESTIMAR LA MILITANCIA SOCIAL
Óscar Andrade: “El debate por las candidaturas parece la disputa por un trompo”

El secretario general del SUNCA, Óscar Andrade, se sumó a la discusión por las candidaturas y, sin descartar que hay compañeros que impulsan su nombre, prefirió instalar un debate que sirva como desafío estratégico sobre el rumbo que el Frente debe tomar a partir del próximo gobierno.

Andrade destacó que es prioritario discutir, “los cambios que el pueblo frenteamplista está reclamando”, antes que los nombres, porque de lo contrario “pareciera la disputa por un trompo”.

En su diálogo con LA REPÚBLICA este domingo, el popular “Boca” consideró que el debate de la izquierda tiene que ser de otra profundidad. “Tenemos que preguntarnos, ¿Por qué, si en los últimos 13 años hubo importantes mejoras para la inmensa mayoría de la población, hoy tenemos más cuestionada que nunca la posibilidad de un cuarto gobierno?”.

“El debate acerca de las candidaturas tendría que atender las señales que una mayoría del pueblo frenteamplista está reclamando por abajo. Ya dejó en claro que no está muy interesado en discutir nombres sueltos, sino a partir de una estrategia que lo convoque a luchar para conquistar lo nuevo”, agregó.

Partiendo de este análisis, Andrade aceptó que hay compañeros que formulan su nombre y los “desde acá” poniendo el acento “en acumular una discusión que aporte, para recuperar debates que han sido históricos para el frenteamplismo, y los adapte a las nuevas circunstancias históricas”.

“¿Qué nos queda por discutir? ¿Si gestiona mejor Martínez que Cosse? ¿Si generan más afinidad en lo político Mujica, Astori o Bergara? ¿Esa es la discusión? Creo que estamos desafiados a hacer un balance más profundo en todos los terrenos”, aseveró.

“Estoy decidido a abrir una discusión que vincule las candidaturas al para qué. La discusión de nombres de candidatos en el FA no puede estar separada de cuál es el proceso político que la izquierda entiende que hay que abrir a partir de 2019. ¿Cuáles van a ser los objetivos principales?”.

“No podemos perder los vínculos, hay que dar señales en esa dirección. Máxime cuando, muchas veces, se ven relativos divorcios entre las fuerzas sociales del cambio y la fuerza política. Es un debate que está bueno instalar, no solo con una intención académica sino para resolver una práctica que supere las dificultades que seguramente tendremos este año y el que viene”, expresó.

Militancia social

Para el secretario general del Sunca, es indispensable que la izquierda uruguaya lleve adelante un debate “sobre el papel y la significación que le damos a la militancia social, porque además, las izquierdas pueden perder los gobiernos, no es un enfoque teórico, sino del resultado de las últimas elecciones en nuestra América. Y eso puede seguir pasando si las izquierdas pierden el contacto con la base social que las referencia; con los trabajadores, los cooperativistas o los movimientos feministas. Y si esto pasa, dejamos de ser izquierda”.

No menospreciar la lucha social

“¿Desde cuando empezamos a pensar que la acción sindical nos inhabilita para promover compañeros? La lucha social no puede ser menospreciada respecto a la institucional. Este es un debate que tiene que quedar instalado en la izquierda. No soy anarquista, no creo que haya que despreciar los ámbitos institucionales.

Es importante el compañero que tiene una experiencia al frente de un ente del Estado o en el Parlamento; pero no creo menos importante el trabajo del compañero o la compañera que se rompe el alma detrás de una olla popular, o trabajando con los presos, o por la re inserción de los menores en infracción. o para levantar las banderas del movimiento feminista, o por las situaciones de discapacidad, o que se rompe el alma trabajando por los trabajadores de este país”, añadió.

A su modo de ver, en Uruguay “privilegiamos la experiencia en la institucionalidad, despreciando terrenos de batalla que son esenciales en el campo popular. Algunos de los procesos más importantes de la izquierda latinoamericana fueron encabezados por dirigentes cuya experiencia principal fue la lucha social.

Evo Morales es el presidente más importante de la historia de Bolivia, y su experiencia anterior no fue haber ido intendente de la Paz, sino del movimiento cocalero. Lula en Brasil, encabezó tres campañas electorales hasta que logra triunfar y hoy sigue siendo el enemigo principal de la élite brasilera. Por algo sigue encarcelado de manera absurda y su experiencia previa fue la de dirigir 100 mil metalúrgicos en San Bernardo”, concluyó.

Escrito por Gustavo Carabajal

LA REPÚBLICA