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La represión dejó cientos de heridos, algunos de gravedad Entre gases, balas de goma y piedras
La coordinación de SAME del Hospital Argerich dijo que los heridos que estaban asistiendo eran “incontables”.
Imagen: EFE
Cerca de las 17, en los alrededores de la 9 de Julio se formó un foco represivo. Un joven fue aplastado por una moto y herido con balas de goma a medio metro. Un periodista de TN fue agredido por manifestantes.
“No voy a retroceder nada porque la calle es del pueblo. No pueden reprimirnos por repudiar el robo al pueblo.” Con una mano en alto y el dedo índice apuntando al cielo, Carmen avanzó sola por el medio de la 9 de Julio de frente a los escudos de la Federal, que esperaban parapetados en el límite de Avenida de Mayo y Lima. “Soy jubilada”, se presentó, “y no voy a dejar que pasen este robo así como así, nos tienen que dejar protestar”. A sus espaldas, un grupo de manifestantes se animaban de a poco a entrar a la 9 de Julio desde el lado de la Plaza de Mayo. Los anunciaron algunos cascotes volando. Carmen se dio vuelta y les habló: “Y ustedes no tiren piedras, que las palabras lastiman mucho más que los piedrazos”. La mediación de la jubilada duró poco. Los escudos de la Federal le dieron paso a las motos, que organizadas empezaron a barrer a manifestantes a puro gas lacrimógeno y balazo de goma e inauguraron un nuevo foco represivo. Los que se sucedieron durante el día dejaron como saldo cientos de heridos y 60 detenidos, entre los que figuraron trabajadores de prensa.
El nuevo foco represivo que la Federal abrió en la 9 de Julio después de las 17 tuvo como objetivo a un grupo de manifestantes rezagados de la gran desconcentración de la movilización que había llenado la Plaza de los dos Congresos más temprano, en repudio a la reforma previsional. No eran más de un centenar. Mayoría, varones. Mayoría, jóvenes. “A mí ni con las motos me agarran”, contó uno que calzaba rollers. Tenía toda la cara irritada por los gases que había aspirado durante la tarde: “Los gases sí me alcanzaron”.
El operativo duró aproximadamente dos horas y sus protagonistas fueron federales en moto que barrieron un radio de nueve cuadras a la redonda: partieron de Avenida de Mayo y recorrieron a balazos de goma y gases lacrimógenos entre 9 de Julio y Belgrano, Tacuarí y Salta. En la estampida hirieron de gravedad a un joven, a quien aplastaron con una moto y le dispararon con munición de goma a menos de medio metro de distancia y gasearon a una decena de manifestantes que estaban resguardándose en un local de choripan.
A lo largo de la jornada, los heridos fueron centenares. La coordinación de SAME del Hospital Argerich dijo a este diario que los heridos que al cierre de esta edición seguía asistiendo eran “incontables”. Un joven de 19 años que estaba en grave estado por haber sido atropellado por un camión cisterna, describió. Las ambulancias asistieron en la zona a varios manifestantes con la espalda y el pecho rematados a perdigonazos. En el hospital Santa Lucía fue asistido un manifestante que perdió un ojo de un perdigonazo de goma durante el desalojo represivo que la Policía de la Ciudad había desplegado temprano en la Plaza del Congresos. “Se acercó a pedir ayuda a una carpa de la Policía y le pegaron ahí también”, advirtió un compañero. Por un impacto similar, una colaboradora de este diario perdió un diente y dos fotógrafos de PáginaI12 recibieron impactos en la cara y las piernas. Durante la tarde, el Instituto Patria y el bar de la Asociación Madres de Plaza de Mayo sirvieron de estaciones sanitarias. Por allí, pasaron decenas de heridos.
Ataque en la 9 de Julio
La 9 de Julio fue refugio de las numerosas columnas de organizaciones sociales y agrupaciones políticas y sindicales, de manifestantes sueltos que escaparon de la situación tensa que ganó la zona de Congreso, entre piedrazos de algunos pocos manifestantes y la represión de la Policía de la Ciudad, a la que luego se sumó la Federal, y la Gendarmería. Allí, a salvo, estuvieron poco tiempo. Los gases y las balas de goma llegaron pronto y los terminaron corriendo también de allí.
Pero un par de decenas de pibes y pibas se quedaron. La mayoría en Avenida de Mayo y Bernardo de Irigoyen. Algunos encerraron a Osvaldo Bazán, periodista de Canal 13 y TN, que se había escondido en la boca de Subte de la línea C y tuvo que huir por los andenes. Tal vez no contaba con que las vías subterráneas habían sido gaseadas por un gendarme minutos antes. Fernanda volvía de la manifestación en Congreso y bajó en la línea Lima, intersección de la línea A con Avenida de Mayo, de la C: “Nos dejaron sin servicio. Bajó un gendarme y nos disparó con gas. Éramos como 300. La gente se fue contra el paredón final del andén. Sólo podías respirar mejor con la cara al suelo. Hasta que decidimos salir caminando por las vías fuimos para Sáenz Peña y habían hecho lo mismo. Imagínate a todos ahí abajo y una puerta cerrada y una sola abierta. Un espanto. Sembrar el terror y el daño”, contó.
En la superficie, otros manifestantes se peleaban con vecinos que los insultaban desde los balcones. “La estamos defendiendo a usted, señora. Baje y bánquese la represión como nosotros”, le gritaban. De repente, un pibe rompió el parabrisas de un Peugeot 308 que estaba estacionado, otro le tiró nafta y entre los dos lo prendieron fuego. Fue cuando los manifestantes corrieron de ellos mismos: “Son unos pelotudos”, rechazaron entre las corridas.
La Policía Federal, parapetada detrás de los escudos en Avenida de Mayo y Lima, esperaba para avanzar. El comisario a cargo del operativo, avanzó cobre Lima y se encontró con dos trabajadores de la Defensoría del Pueblo, que intentaban convencerlo de que desactivara el operativo. “Si la policía no se va, esto se va a descontrolar”, explicó uno de ellos a este diario. Para irse, la Policía les pidió que convenza a los manifestantes primero. Fue entonces que apareció Carmen a decir que a ella “nadie” la saca de la calle.
No le hicieron caso a la jubilada. Tampoco a los representantes de la Defensoría del pueblo. El comisario avanzó un paso. Los escudos se le acercaron. El camión cisterna reacomodó posición y apuntó el cañón hacia el frente. “No se les ocurra tirar, hijos de puta, paren la mano, hijos de puta. Macri, deja de reprimir”, gritó un hombre caminando hacia la Federal. Que hizo volar bombas de gas lacrimógeno. En respuesta recibieron cascotazos, pedazos de baldosas que los manifestantes rompieron con palos. Los escudos se abrieron y dejaron pasar a una treintena de motos que se dispusieron a barrer toda la zona. Dos policías por cada moto; uno al manejo, el otro escopeta en mano, persiguieron a los manifestantes a puerto balazos de goma. Los que recorrieron la 9 de Julio hacia el sur corrieron a un grupo de manifestantes hasta acorralarlos en Alsina. Allí cayó el pibe al que una moto le pasó por encima y terminó asistido de gravedad en el Argerich. Los perdigones que le impactaron en la espalda le quedaron incrustados en la carne. Quedó en estado de shock, perdió mucha sangre.
No contentos con el ataque, la Federal motorizada retomó Bernardo de Irigoyen hacia el sur. “Estaban persiguiendo al grupo de chicos que estaba con el pibe al que le pegaron mal y que, asustados, se metieron acá en el local”, contó un manifestante que estaba en la puerta de ese bar llamado “Chori Bien Argento” cuando las motos los cercaron y los gasearon sin freno. “Tiraron bombas de gas adentro del local, tiraron acá entre las mesas, mirá como nos dejaron a todos”, se quejó. La cara la tenía desfigurada.
Tras recorrer varias veces la zona, las motos armadas estacionaron sobre 9 de julio y, por tandas, se fueron retirando. Quedaron otras, montadas por efectivos individuales, monitoreando. Algunas camionetas de la Federal también comenzaron a irse. Quedaron solo los escudos y algunos manifestantes. A unas cuadras, en el Congreso, los diputados seguían sesionando.
FUENTES DE DIARIO PAGINA 12
Al menos 59 detenidos en el Congreso y alrededores
Cacería y arrestos tras la represión
Las comisarías porteñas quedaron colapsadas ayer por la cantidad de detenidos.
Imagen: Gonzalo Martinez
Las comisarías porteñas estaban colapsadas ayer a la noche por la gran cantidad de detenidos que la Policía de la Ciudad se llevó de la zona del Congreso y sus inmediaciones durante y después de la movilización contra la reforma previsional, a punto tal que empezaban a pasarlos de una dependencia policial o a otra. Según los números que manejaba el juzgado federal de Sergio Torres, que está de turno, eran 59 constatados. Los organismos de derechos humanos tenían a última hora un listado de 85 detenidos. Estaban distribuidos en las comisarías 4, 5, 6, 13,15 y 30. Entre las personas arrestadas había por lo menos cuatro trabajadores de prensa, de FM La Patriada, un trabajador de Diario Popular, y referentes de organizaciones sindicales. Uno de ellos, Carlos Artacho, de Foetra (sindicato de las Telecomunicaciones), estuvo casi cuatro horas en una comisaría sangrando, con la mandíbula rota, sin recibir atención médica. Los abogados se quejaban de la falta de información y la demora de la policía También hubo por lo menos un menor de edad detenido, que el juez ordenó liberar. Torres analizaría una por una las detenciones e investiga la presencia de infiltrados en la movilización. Al cierre de esta edición, el juzgado estaba comenzando a ordenar la libertad de quienes no tenían antecedentes.
Algunas de las detenciones se produjeron en la movilización, otras en la desconcentración y al voleo e incluso algunas en calles donde había poca gente. El grupo de trabajadores de La Patriada, por ejemplo, había ingresado al hall de un edificio para guarecerse y de pronto vio venir de frente a un grupo de policías que se los llevaron detenidos, como muestra un video en poder de los abogados. Los detenidos no están incomunicados, pero a los defensores de distintas organizaciones les resultó dificultoso que los dejaran tener contacto. “Las personas que logré ver en la comisaría 5 me describieron típicas detenciones posteriores al momento más álgido de la movilización”, relató a Páginað12 Claudia Cesaroni, quien se acercó junto con otros abogados en nombre del Foro Contra la Violencia Institucional.
“Estuve en la movilización, vi la represión como un acto criminal. En un momento cuando decidieron desalojar la plaza tiraron desde los techos gases lacrimógenos. Vi corridas como nunca había visto. Constaté detenciones durante la movilización. La mayoría de las personas que pude entrevistar, estaban caminando o intentando refugiarse, algunos fueron sorprendidos por la espalda sin siquiera llegar a ver quién los detenía”, relató la abogada Elizabeth Gómez Alcorta. Nada parece indicar, según la descripción de los letrados de distintos organismos, que estén entre los detenidos los agitadores que se veían en las imágenes de todos los canales de televisión arrojando piedras en la primera fila de la manifestación contra la policía, que se contuvo durante algo más de una hora y luego desató la represión.
Por la noche en la puerta de las comisarías se mezclaba el tumulto de familiares y abogados con los cacerolazos. Por todas las seccionales se repartieron defensores de organismos como Correpi, Liberpueblo, CELS, Ceprodh, Apel, Eatip, Cadhu, y profesionales nucleados en el Frente de Abogados populares, entre otros. Personal de la Procuración Penitenciaria verificó las condiciones de detención, los heridos y el trato a los presos. El relevamiento de detenciones lo hizo el Encuentro Memoria Verdad y Justicia con los datos que fueron aportando todos. En el juzgado tenían a última hora un listado de 59 detenidos y suponían que la diferencia con la nómina de los organismos respondía que había personas hospitalizadas que eran contabilizadas como presas. No estaba claro a última hora. Del mismo modo, los abogados que recorrían comisarías recibían la información de que las personas podrían ser liberadas durante la noche si se constataban sus domicilios y que no tuvieran antecedentes. La fiscal de turno es Alejandra Mángano, pero el juzgado no le corrió vista para dictaminar.
En todas las comisarías había manifestantes heridos. En el caso de Artacho, la atención médica demoró cerca de cuatro horas y recién fue una ambulancia cuando Myriam Bregman se presentó a reclamar. En la comisaría 4 había un hombre detenido que vive en situación de calle que padece tuberculosis y estaba en muy mal estado de salud y terminó hospitalizado. Al menos un menor de edad militante de una organización social fue detenido y llevado al Instituto de Menores Inchausti, pero Torres ordenó liberarlo.
Con las detenciones del jueves último, que fueron 44 y quedaron a disposición de Claudio Bonadio, el criterio fue que la mayoría de las personas permanecieron detenidas como mínimo un día. La mayoría fueron detenidos al azar, incluso eran personas que no participaban de la manifestación. Catorce terminaron excarcelados pero igual serán indagados en las próximas semanas. El resto fueron indagados durante el fin de semana. Hasta ayer de ellos quedaban cuatro en prisión, dos de los cuales viven en la calle. A todos se les imputan delitos como “intimidación pública”, “atentado y resistencia a la autoridad”, “lesiones” y “daños”. Los organismos suponen que el juez Torres tendrá un temperamento distinto. Pronto se sabrá.
FUENTES DE DIARIO PAGINA 12
Gas y pimienta
Por Luis Bruschtein
Eduardo Amadeo se esforzó por destacar los beneficios de la ley y acusar al kirchnerismo de los desmanes en las afueras del Congreso. Amadeo proviene del sector conservador de la democracia cristiana, se hizo peronista durante el menemismo, se fue del peronismo durante los gobiernos kirchneristas y ahora representa en el Congreso al gobierno conservador de los CEO’s de las principales empresas del país. La diputada massista Mirta Tundis lo destrozó: con la fórmula anterior, impulsada por la gestión kirchnerista el jubilado que recibe la mínima cobraría 8300 pesos en marzo y con la que propone el gobierno, menos de 7600. Con la fórmula del gobierno, el aumento rondaría en poco más del cinco por ciento. Con la del kirchnerismo, que se quiere derogar, casi 14 por ciento.
Afuera, el debate se producía en otros términos. Gas pimienta en la estación de subte, palos y piedras. Se hablaba de numerosos heridos, de que un chico podría perder un ojo, y de un señor que estaría en grave estado. Se ve un video en el que un anciano que camina solitario por las adyacencias del congreso es atacado por una caravana de motos policiales, dos de ellos se detienen para arrojarle gas a la cara, la caravana sigue y el anciano queda en el suelo.
Los gobernadores peronistas que avalaron el proyecto oficial fueron duramente castigados. Se llevaron la peor parte. La diputada del peronismo María Emilia Soria fue categórica: “se dicen gobernadores de las provincias y son prostitutas de Macri”. Le respondió el diputado Pablo Kosiner, ligado al gobernador salteño Juan Manuel Urtubey: “nosotros no estamos de acuerdo con este gobierno en muchas cosas, pero el peronismo tiene la responsabilidad de construir una oposición constructiva”. Los diputados que aportaron estos gobernadores no argumentaron con entusiasmo, casi se diría que lo hicieron con cola de paja. Para ellos también habrá un costo. La extorsión a los gobernadores se mantiene y naturaliza, el federalismo pierde sentido.
Hubo muchas columnas sindicales y de todas las centrales, incluso de la CGT. Muchos jóvenes en esas columnas. Pero también se podía ver a muchos jubilados que se sumaban en forma individual, algunos con bastones, todos con zapatillas, para correr en caso necesario. Nadie podía pasar en la Plaza, desde Montevideo hacia el Congreso. Era la frontera, la línea de batalla al principio. Por detrás de esa línea, la gente conversaba y discutía hasta que le caía una vaina de gas. Las nuevas lanzaderas de las Fuerzas de Seguridad tienen mucho más alcance. Todos sabían que no había que provocar avalanchas, que salir corriendo en medio de la multitud era peligroso. Pero el gas era imposible de respirar, algunos corrían, otros se caían y los más jóvenes se sumaban a los que tiraban piedras. Los que se refugiaron en el subterráneo fueron gaseados allí adentro y hubo muchos descompuestos y asfixiados.
El oficialismo insistía en que la nueva fórmula era beneficiosa para los jubilados pero no podía explicar entonces cómo se ahorra el gobierno cien mil millones de pesos al año con esa medida. El diputado oficialista Sergio Laspina repitió una nota de Clarín: “Con la moratoria de los K se jubilaron señoras bien para salir con sus amigas”. Sin embargo, el investigador Daniel Schteingart, que no es kirchnerista, demostró en diversas publicaciones que “donde más aumentó la cobertura es en los hogares más pobres y, a la inversa, donde menos en los más ricos.”
Ya habían corrido más de seis horas de debate y más horas de enfrentamientos en las calles. Circulaban versiones sobre gran cantidad de heridos y algunos graves. Desde la casa de las Madres se pedía que se acercaran médicos y enfermeras. Los negocios abrían sus puertas para refugiar a manifestantes gaseados. La frontera llegaba hasta la 9 de Julio. En el medio era territorio de nadie. El Congreso militarizado, blindado, el gas flotaba en el aire y el piso estaba sembrado con zapatillas perdidas y pedazos de baldosas que fueron usados como proyectiles. Grupos de manifestantes desperdigados, miles de policías y gendarmes, camiones, hidrantes y motos. Y esta vez, cuando se disipaba el gas en el Congreso y los diputados se disponían a votar, empezó un cacerolazo poco a poco, hasta extenderse por la mayoría de los barrios porteños, masivo, tumultuoso. En el centro de ese caos, los diputados discutían la forma de bajar las jubilaciones. El mismo escenario que el jueves pasado. La misma película que en los ‘90.
FUENTES DE DIARIO PAGINA 12
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