Procurador en juicio del Plan Cóndor en Roma dijo que el “objetivo es que dentro de un año y medio” Tróccoli “esté preso”

Arturo Salerni, Mario Angelelli y Jorge Ithurburu, en la mesa de actualización y síntesis del proceso judicial del Plan Cóndor, ayer, en la sede del Instituto Nacional de Derechos Humanos. Foto: Pablo Nogueira
Arturo Salerni, Mario Angelelli y Jorge Ithurburu, en la mesa de actualización y síntesis del proceso judicial del Plan Cóndor, ayer, en la sede del Instituto Nacional de Derechos Humanos. Foto: Pablo Nogueira

“Cuando acá no había justicia y no podíamos acudir a tribunales, un grupo de familiares [de desaparecidos], sobre todo de mujeres, fue a la Justicia italiana a buscar lo que no encontraba en su país”. Así empezó Mirtha Guianze, presidenta de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (INDDHH), la conferencia de prensa –que tuvo lugar en la sede de la institución ayer de tarde– para informar sobre la actualidad del proceso judicial que empezó hace tres años en la Corte Penal III del Tribunal de Roma (III Corte de Asís de Roma), que trata las causas de delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del Plan Cóndor. En este momento, el proceso está en la instancia de apelación, explicó Guianze, y por eso a la INDDHH le pareció importante que los abogados encargados de los diversos casos explicaran el estado del proceso. “Circulan diferentes versiones y nosotros no conocemos bien el procedimiento italiano”, dijo Guianze, y subrayó que los abogados no perciben honorarios, sino que “que se dedican precisamente a las causas de derechos humanos, por eso es doblemente importante su testimonio”.

“Nuestro objetivo es que dentro de un año y medio Jorge Néstor Tróccoli esté preso”, dijo Jorge Ithurburu, procurador de las familias Zaffaroni Islas, Gómez Rosano, Sobrino, Sanz, Río Casas, Moyano Artigas, Recagno y Bellizzi (Uruguay), y explicó que para afrontar el nuevo juicio –de apelación– disponen de un año y dos meses. Además, contó que los abogados querellantes están profundizando las distintas pruebas de los casos. Luego les hizo un pedido a “las autoridades uruguayas”, para que los abogados de los ciudadanos uruguayos “puedan peticionar y recibir documentación e información de parte del Estado uruguayo, porque aún es posible presentar nuevas pruebas, e incluso algún testigo nuevo, hasta dos meses antes de que empiece el juicio de apelación”, dijo Ithurburu.

Cuando le tocó el turno al abogado italiano Mario Angelelli, defensor de las familias Fernández de Sanz, Gatti y Giordano (Uruguay), dijo que la sentencia de la Corte describió “minuciosamente” el Plan Cóndor, un pacto de exterminio que condenó a personas por cómo pensaban, por ser opositoras a las dictaduras de América Latina. Agregó que en el juicio quedó descartado que personas procesadas en Uruguay no puedan ser procesadas también en Italia, y también quedó descartado que no se pueda demostrar el homicidio de personas desaparecidas si no se encuentra el cuerpo.

Angelelli se refirió a las responsabilidades de los mandos intermedios José Nino Gavazzo (en 1976) y Tróccoli (1977). Dijo que la Corte no difiere en las responsabilidades que tuvieron ambos en el secuestro y la detención ilegal de personas, pero no los pueden juzgar por esos delitos, ya que “interviene nuestro primer enemigo: el tiempo”, porque esos crímenes prescribieron, señaló Angelelli. Podrían ser juzgados por homicidio, pero fueron absueltos por esos delitos, una decisión de la sentencia que los abogados querellantes no comparten “ni desde el punto de vista jurídico ni lógico”. El abogado explicó que la Corte no los juzgó por homicidio porque no llegó a la “plena convicción” de que los imputados en el momento del secuestro supieran “absolutamente” que esas personas iban a ser asesinadas. “Una persona declaró que las decisiones que terminaban en las muertes dependían de otros”, sostuvo Angelelli, y agregó que en la apelación van a tratar de confirmar la condena por homicidio a Gavazzo y Tróccoli.

A su vez, el abogado italiano Arturo Salerni, defensor de las familias Río Casas, Moyano, Recagno y Bellizzi (Uruguay), dijo que se hizo la reconstrucción “de un largo y terrible período histórico”, de una “masacre programada por distintos estados unidos por el Plan Cóndor”, que perpetró crímenes contra la humanidad de manera “organizada y sistemática”. El abogado agregó que la Corte tiene la prueba de los secuestros y la “tortura sistemática” perpetrados por el grupo al que llaman “Gavazzo y cómplices” y “Tróccoli y cómplices”, en “diversos períodos”. No obstante, al igual que su colega, señaló que la Corte sostiene que no hay pruebas de que los imputados fueran conscientes del “paso final, trágico, terrible e irreversible”, y que no saben si en el último momento “entró otro y decidió por él”. Salerni terminó su exposición señalando que el dolor “merece justicia”, y que es importante la colaboración de todos “para conseguir pruebas”.

En el espacio dedicado a las preguntas del público, los abogados profundizaron algunos puntos. Salerni dijo que la postura de la Corte acerca de que los implicados podían no saber el paso final de los secuestros no coincide con los hechos, porque “basta con ver los números de secuestros respecto del de desaparecidos, para concluir que podían terminar de esa manera”. Angelelli acotó que la posición de la Corte con respecto a ese último punto es “incoherente”, porque las excepciones de personas que fueron secuestradas y sobrevivieron son “explicables”, y puso como ejemplo algún tipo de colaboración o intercambio.

Al preguntarles si el Estado uruguayo puede apelar el juicio, los abogados contestaron que, como todas las partes civiles, pueden apelar por el “resarcimiento de daños” pero no la condena penal, ya que esto sólo puede hacerlo la Fiscalía. Por otro lado, con respecto a la conformación del Tribunal de Apelaciones, señalaron que es la misma que la del tribunal de primera instancia.

Una señora del público le preguntó a Guianze si como directora de la INDDHH sabía cuál es “la postura del Estado uruguayo en cuanto a colaborar con la Fiscalía en el aporte de nuevas pruebas y testimonios”. Guianze contestó que no cuentan con “información oficial”, pero, de cualquier manera, todos van a trabajar “para que el juicio tenga nuevos elementos”, y agregó que se abrió una posibilidad con el estudio de los archivos del Fusna (Fusileros Navales). “Estamos pidiendo que el Estado nos dé información, pero hasta ahora no la hemos recibido”, dijo.

Luego Ithurburu afirmó que en el golpe de Estado de Chile, la guardia presidencial de Salvador Allende fue conducida a un regimiento y luego a un polígono de tiro, donde “los ametrallaron uno a uno, los tiraron a un foso y les pusieron granadas”. Ithurburu subrayó que el capitán que comandó la operación fue condenado en Roma, pero ahora “está libre en Chile”, por lo que procuran que lo procesen allí.

Ithurburu dijo que los casos de Giordano y Bellizzi no podrán ser apelados, porque “murieron las personas que estaban siendo juzgadas”. La sentencia dice que se extingue la acción penal y no se puede apelar. “Pero lo importante es que la sentencia no dice que [Gregorio] Goyo Álvarez fue absuelto, sino que es culpable, pero no se puede encarcelar porque está muerto. No ganó el juicio”, concluyó.

Ignacio Martínez

30 • mayo • 2017 Ignacio Martínez en Nacional

FUENTES DE LA DIARIA

¿Qué hay detrás de la acusación contra la fiscal Llorente?



En una columna de esta semana, el periodista de El Observador Gabriel Pereyra acusó a la fiscal Stella Llorente de actuar con desgano cuando se trata de investigar las denuncias hechas en el libro de María Urruzola contra los tupamaros, y con ensañamiento cuando se trata de perseguir al hombre que los tupamaros consideran el principal traidor de esa organización, Héctor Amodio Pérez. El señalamiento de Pereyra contra Llorente es gratuito porque no tiene un solo elemento para abonar la denuncia ni leyó los expedientes ni conoce el trabajo de la fiscal, pero cumple con el propósito de poner en duda la independencia del Ministerio Público, al menos cuando resuelve en contra de su interés u opinión. Otros periodistas, dentro de ese grupo de abanderados en la lucha contra el Movimiento de Liberación Nacional, tanto de izquierda –presunta– como de derecha, habían hecho comentarios en igual sentido. Gerardo Sotelo, por ejemplo, publicó un tuit en su cuenta cuando el fiscal de Corte, Jorge Díaz, envió el libro a Llorente más o menos en el mismo tono que Pereyra, pero con el agravante del apriorismo.

En este caso, la batalla de estos periodistas por mantener en el tapete la escandalosa denuncia de una tupabanda que se habría robado 25 millones de dólares para financiar al MLN y el MPP, ha concluido. El libro de Urruzola contra Huidobro podrá haberle reportado algún beneficio económico a costa de un gran desprestigio humano, pero no tendrá ninguna consecuencia política y, mucho menos, judicial. Sin embargo, no debe ignorarse que en el propósito de destruir la potencia electoral de la figura José Mujica,  terminar con la mística de los exguerrilleros y contribuir a la derrota de la izquierda, los conjurados no tienen ningún problema en horadar la confianza en la Justicia acusando a sus actores de actuar en connivencia.

No creo que haya intocables. Me parece razonable que cualquiera pueda opinar sobre el desempeño de cualquier poder del Estado y sus integrantes.  Pero, dicho esto, no se me escapa que si las principales plumas de los diarios más grandes se enfocan en dañar el prestigio de una fiscal porque no se pronuncia de acuerdo a lo que esos medios quieren, a la vez de sembrar dudas sobre una persona que no tiene ningún poder especial ni político que no emane de una función técnica para la que seguramente concursó, puede provocar en otros fiscales y actores del Poder Judicial preocupación, cuando no directamente temor.

Como los tiempos que vienen indican que la oposición –carente de un proyecto político confesable y, además, dividida, salvo en su objetivo de desplazar al Frente Amplio– va a insistir por el camino de la denuncia y la judicialización de lucha política, resulta muy importante que los operadores judiciales, sean fiscales o jueces, puedan desarrollar su trabajo sin miedo a la represalia que excede la crítica técnica o filosófica y se sitúa en la acusación de parcialidad, falta de independencia o connivencia.

¿Qué sugieren Sotelo y Pereyra? ¿Que la fiscal Llorente está protegiendo indebidamente a los líderes tupamaros? ¿Que es cómplice de esos supuestos delitos? ¿Que prevaricó en el caso Amodio? ¿Que se puso de acuerdo con Mujica? ¿Que va en un porcentaje del presunto botín?  ¿Que es una infiltrada del MLN en el Ministerio Público? ¿Tienen Sotelo y Pereyra pruebas y argumentos para sostener esto o participan de una operación enchastre nomás? Sin pruebas y ¿gratuita?

Por ejemplo, estoy convencido de que el libro de María Urruzola fue un encargo. No es nada extraordinario. Cada tanto salen cosas así. Periodismo por encargo. Funciona igual que el sicariato. No hay nada personal, aunque mejor aun si el sicario le tiene ganas al blanco. Como aquel trabajo hecho por Leonardo Haberkorn y Luciano Álvarez sobre Víctor Hugo Morales, justo cuando Víctor Hugo era la voz periodística más importante en Argentina contra el grupo Clarín. Un encargo. Pero, además, mucha envidia. El asunto de Amodio fue otro encargo. Pero salió mal. Amodio les debería pedir compensación. Porque lo embarcaron en una resurrección heroica y terminó tan execrado como antes, pero, además, preso. Las entrevistas que le hicieron, su retorno, el libro: un encargo.

Esta nueva opereta también salió mal. Sin embargo, no será la última. Quizá por eso, desde los medios del poder económico comienzan a operar sobre los integrantes del sistema judicial. Señalan fiscales. Señalan jueces. Preparan el terreno para nuevas operaciones. El objetivo, no hay que olvidarlo, es derrotar a la izquierda. Y ya de paso, si lo consiguen, meter preso a algunos de sus dirigentes. Cada uno a su tiempo, no se salvará nadie de este tipo de operaciones, salvo que se cambien de bando y obtengan la bendición del poder y les lluevan las notas en la tele o en El País, como a Gonzalo Mujica o a los que hablen contra Venezuela.
Por Leandro Grille.
FUENTES DE CARAS Y CARETAS

Felipe Michelini dijo que suelen asesoran al Gobierno en temas de lesa humanidad "pero en este caso no fueron consultados si había que concurrir o no a la audiencia con la CIDH". La CIDH lamentó su ausencia, y la catalogó como "penosa".

CIDH: "A pesar de la ausencia del Estado uruguayo, se cumplió con el objetivo de escuchar lo que ocurre en el país" . Foto: Gustavo Amador CIDH

La ausencia del Estado uruguayo en la audiencia ante la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) dedicada a tratar los obstáculos para que avancen los procesos por crímenes de lesa humanidad el pasado jueves, sorprendió e indignó a todos.

El coordinador ejecutivo del Observatorio Luz Ibarburu, Raúl Olivera dijo a Sputnik que “el Estado dijo que no podía concurrir y entregó un documento, la CIDH nos dio una copia, en el que dice que acepta la convocatoria a dialogar pero no viene; como uruguayo siento vergüenza ajena de que no haya venido”.

Por su parte el coordinador del Grupo de Verdad y Justicia, creado por el Gobierno de Tabaré Vázquez para investigar casos de lesa humanidad, Felipe Michelini dijo que los miembros del Grupo de Verdad y Justicia suelen asesorar al Gobierno “pero en este caso no fueron consultados si había que concurrir o no a la audiencia con la CIDH”.

Desde la CIDH lamentaron la ausencia del Estado uruguayo y la catalogaron de penosa. En el cierre de las audiencias en Buenos Aires, celebrada este sábado los representantes de la CIDH manifestaron su “desazón” ante la ausencia del Estado uruguayo.

El comisionado Francisco Eguiguren, presidente de la comisión, lamentó la falta, pero aseguró que “el gran objetivo de la audiencia”, que es escuchar lo que ocurre en un país, “se cumplió”. En conversación con Página12 Eguiguren dijo que “es la primera vez que el país (Uruguay) se ausenta, esperamos que en transcurso de los días nos llegue una explicación más precisa de lo que ocurrió. Quizá fue un contratiempo, no lo sabemos, necesitamos más detalles”.


“Lamentamos que no haya concurrido el Estado uruguayo porque no hubo diálogo pero se remitirá toda información recibida”, manifestó el comisionado José de Jesús Orozco, quien advirtió que lo expuesto por la sociedad civil uruguaya era “grave”.

“La afrenta a los derechos humanos es grave, compartimos la preocupación ya que las amenazas atentan contra la eficacia de obtener justicia en Uruguay”, afirmó.

Orozco en ese sentido consideró que la ausencia del estado uruguayo el jueves no hace más que dificultar de manera severa con el cumplimiento del mandato de velar y proteger los Derechos Humanos.

La audiencia y las amenazas

Olivera detalló que ante la ausencia del Estado uruguayo los comisionados de la CIDH solicitaron al Observatorio mantener un diálogo abierto para seguir tratando los temas de derechos humanos en Uruguay, en ese sentido detalló: “tuvimos una reunión con los expertos de medidas cautelares por el tema de las amenazas, nos plantearon los protocolos que tienen, quedamos en analizarlos como para aplicarlos también en Uruguay”.

Mientras que el Observatorio por su parte presentó “un diagnóstico sobre las amenazas y (expuso) que las causas judiciales no avanzan; sobre esos temas teníamos que dialogar, pero con un documento donde nos hacen un relato de las cosas que supuestamente han hecho o que están haciendo, no se solucionan”.

En la audiencia, a la que faltó el Estado uruguayo, se expusieron las amenazas proferidas por un supuesto “comando Barneix” en febrero pasado a un grupo de 13 personas, entre las que estaban el ministro de Defensa, el fiscal de Corte, jueces, fiscales y representantes de organizaciones de derechos humanos, entre ellos representantes del Observatorio.

El general retirado Pedro Barneix fue director de Inteligencia Militar durante la Presidencia de Jorge Batlle (2000-2005), y en el primer Gobierno de Tabaré Vázquez (2005-2010) integró una comisión para investigar desapariciones forzadas cometidas durante la dictadura. Barneix se suicidó en septiembre de 2015 cuando se enteró de que había sido procesado por la justicia penal por la muerte en torturas del militante comunista Aldo Perrini en 1974.

La amenaza del “comando Barneix” no fue la única sobre investigadores de crímenes de lesa humanidad en Uruguay. En 2016 hubo un robo al laboratorio del Grupo de Investigación en Arqueología Forense del Uruguay (GIAF), que investiga sobre detenidos-desaparecidos en el marco del convenio entre la Universidad de la República y la Presidencia de la República”, en el que además de llevarse un disco duro con información los asaltantes marcaron en un mapa los domicilios de los antropólogos forenses que llevan adelante el trabajo, lo que fue tomado como una clara señal de amenaza.

Para Olivera ese tipo de situaciones entorpecen las investigaciones en casos de lesa humanidad y puso como ejemplo el caso que a una de las colaboradoras del Observatorio, “la doctora Francesca Lessa, que la Universidad de Oxford para la que trabaja no la autoriza a quedarse en Uruguay por la amenaza”.

Lessa es una doctora en ciencia política italiana que llegó a Uruguay como consultora académica del Observatorio en un proyecto patrocinado por la Universidad de Oxford y la Comisión Europea sobre la Operación Cóndor, el plan de coordinación represiva de las dictaduras sudamericanas en los años 70 y 80.

La doctora italiana contó Sputnik que por las amenazas del comando Barneix recibió la recomendación de no volver a Uruguay, primero de la embajada de Italia en Uruguay y luego de la Universidad de Oxford. La Universidad tomó como propia la recomendación de la embajada “después de consultar a la representación diplomática y a asesores de seguridad que ellos tienen”, explicó Lessa.

Michelini por su parte manifestó sobre el supuesto comando Barneix que: “a nosotros no nos ha entorpecido en nada, eso fue a un conjunto de ciudadanos, pero no pasó más que de un correo electrónico, qué nivel de importancia se le da es un tema subjetivo”.

Mientras que sobre las amenazas a los antropólogos aseguró que “se tomaron todos los recaudos para que no se obstaculizaran los trabajos y logramos mantener los servicios”.

Agregó que “se les puso en un lugar adecuado con seguridad permanente, también se hizo una investigación judicial y administrativa” que, sin embargo, no arrojó ningún resultado. “No hay forma, se interrogó a todas las personas, pero no hay cámaras, no hay huellas”, justificó.

FUENTES DE LA RED 21

ASÍ FUE LA TORTURA EN ÉPOCAS DE BORDABERRY en el Batallón 13



“Siento correr un portón de hierro y me invade una música estridente. Me bajan, me atan fuertemente las manos por detrás con un cable y me sacan la funda que me envuelve la cabeza: estoy contra una pared. Luego me tapan los ojos con una tela áspera y la anudan fuertemente. También me cuelgan algo del cuello y alguien me dice que en adelante me llamarán por un número que me

indica y que por los nervios olvido de inmediato. Ahora me toman firmemente del brazo y me conducen unos metros. Una voz me pregunta: cómo te llamás. Contesto Martínez. Una bofetada. Me pregunta de nuevo: cómo te llamás. Uno aprende rápido y contesto José Jorge Martínez. El Tito, comenta el interrogador, y sigue: la mano viene brava para vos, ¿vas a hablar? Callo, esperando otra bofetada. No se produce. Me toman de nuevo del brazo y me llevan, me hacen subir una escalera de madera y luego de unos pasos nos paramos. De súbito me toman vigorosamente de los brazos y de la nuca, son dos pienso, y me doblan, hundiéndome la cabeza en un tacho con agua. Es un agua con algo viscoso, con olor nauseabundo, vómito pienso, es un olor inconfundible pienso, mientras cierro fuertemente la boca. Al cabo de un momento, es fácil de aguantar me digo. Pasa el tiempo y sigo con la cabeza en el agua. Siento que me asfixio, el pecho parece explotar, me agito inútilmente, lo único que pienso es no abrir la boca, pero el agua comienza a entrar por la nariz, me sacudo, la nariz me arde. Me levantan. Respiro a bocanadas, ruidosamente, ansiosamente. Me preguntan: vas a hablar. No digo nada. Otra, se dicen, y de nuevo me empujan por la nuca hacia el agua, larga, interminablemente; siento que voy perdiendo el control, no resisto, no resisto, abro la boca y aspiro, el agua y la porquería entran pero no aire, me convulsiono, me sacan. Me preguntan: vas a hablar, puto. No digo nada. Me impulsan otra vez hacia el tacho y así todo recomienza.

Estoy parado hace mucho tiempo, no sé dónde ni cuánto. Pienso insistentemente, obsesivamente, bueno, esto es así, se aguantó una vez, se puede aguantar otra, hay que pasarlo de a una vez, de una vez por vez, sí, de una vez por vez”.

“Siento que me ponen una capucha, no sé de que material: está húmeda, huele a roña, a inmundicia. Me llevan casi corriendo, a los tropezones y de inmediato estoy otra vez con la cabeza en el agua. Pero para mi alivio esta vez me sacan pronto: un tipo me toma la capucha a la altura de la garganta y la aprieta. No entiendo qué pretende. El tipo la aprieta aun más, la estruja y siento que me falta el aire; abro bien la boca y en vez de aire me entra la capucha, me sacudo como loco, me sujetan violentamente, deben ser tres, me asfixio, siento que me voy, el tipo afloja y me llega aire que trago a borbotones; el tipo vuelve a estrujar la capucha, imagino que la capucha entra también por la nariz, pataleo y logro zafar pero un golpe en la cabeza da conmigo en el suelo y puedo respirar aliviado. Una voz me dice: vos te la buscaste, ahora vas a saltar, vas a ver lo que es bueno. Advierto que a los tirones me arrancan la ropa y me dejan desnudo; me tiran sobre algo duro pero flexible, no sé, sí, parece una cama metálica con elásticos y con una arpillera mojada arriba.

Picana, es la picana; me recorren el cuerpo y yo me arqueo, salto como una rana, me tiran agua encima y siento que vibro todo entero. Alguien me dice: vas a hablar, hijo de puta. La picana pasa por el pecho y me da como un golpe, percibo lejanamente que me paralizo. Un tipo me levanta los labios, hurga en mi boca cerrada y un rayo continuo se me descarga. Oigo a alguien que grita, que aúlla, soy yo”.

“Me están haciendo subir otra vez la escalera; de nuevo la picana, me digo, ¿cuántos días van? Tres, cuatro, no me acuerdo bien. Una vez por vez me repito monótonamente, hay que pasarlo una vez por vez. Estoy arriba y con las vísceras apretadas espero que empiece, pero no, un tipo me habla. Amable, firme. Me está diciendo que es al cohete que me haga masacrar, que tarde o temprano todos terminan hablando. A esta altura por las voces ya me he dado cuenta que los que torturan son oficiales, que los soldados, los números, sólo te llevan y traen, pero aun así éste es otra cosa”.

“El tipo pierde la paciencia, o hace que la pierde, y me grita, es un truco, pienso, es técnica elemental de interrogatorio, pienso, y el tipo me insulta, se evapora su corrección, me golpea, es un golpe seco y duro, es una cachiporra de goma identifico, el tipo me da en la espalda, en los brazos, se encarniza en los muslos, que queman, atontado en un momento me caigo y el tipo me sigue dando en el suelo, sin parar. No, ahora se detiene y me vuelve a conminar, vuelve a ser convincente, dice que me tiene lástima, que no sea idiota al pedo. Callo. Vuelve a pegarme en los muslos. Duele mucho, pero pienso que se puede soportar, que al lado de la picana en la pija eso no es nada, que mejor siga con los golpes y gimo para impresionarlo.

Al final se detiene. Debe haber hecho un gesto porque sin más palabras me agarran y me llevan escaleras abajo. Me hacen caminar un trecho y luego me dicen quieto y me dejan. Estoy desconcertado. Ya sé que alzando con disimulo la cabeza puedo entrever algo debajo de la venda, por las comisuras: lo hago brevemente y percibo otros pies, concluyo que estamos de plantón, esperando. Siento una conversación, parece radial, alguien está diciendo 300 Carlos, sí, aquí Oscar 2, escucho”.

“Debe ser ya media mañana. Alzo la cabeza para tratar de ver algo cuando un fuerte golpe en la cabeza me saca las ganas: y al cabo de un rato alguien viene y me coloca algodones en los ojos debajo de la venda: esto debe ser jodido, pienso, cuando noto que algunas hebras se me han metido debajo de los párpados.

Me vienen a buscar y me digo, con pánico, de nuevo arriba. No, me ponen otra vez la atadura a la espalda, maniobran con ella y siento que soy lentamente izado, mis brazos arqueados en la espalda se elevan y alzan tras ellos el cuerpo, éste se estira, me pongo de puntillas, se sigue elevando: estoy en el aire. Alguien ha tanteado con el pie haciéndome oscilar y así quedo.

No pensaba en nada, duraba como una cosa, cuando me apercibo que ahora con las puntas de los pies rozo el piso: me duelen terriblemente los omóplatos pero igual hago un esfuerzo para bajar; me retuerzo, lo voy logrando y consigo que los dedos de mi pie derecho se apoyen, sí, se apoyan en el suelo. No me dan tiempo para saber si he mejorado o empeorado porque alguien viene, siento que maniobra con la cuerda y vuelvo a elevarme en el aire. Es insoportable, pero continúa sin pausas.

Puedo ver, a través de la venda puedo ver con claridad a unos niños que me miran atentos, curiosos, son cinco o seis y uno tiene los dedos en la boca: están callados e inmóviles; ahora se mecen, crecientemente se mecen en el aire mientras me miran reflexivos. Estoy abstraído ante los niños que me custodian expectantes mientras oscilan ingrávidos como movidos por una brisa.

Alguien me toma por los sobacos y me alza mientras otro va soltando la cuerda; voy recobrando la lucidez en tanto los músculos de los hombros se van encogiendo entre punzadas taladrantes: siento que me voy a derrumbar pero me sostienen y luego uno me lleva trastabillando, me hace acostar y me arropa con un poncho. Quedo muerto.

Estoy otra vez en el gancho, colgado. Una voz, alguien, me habla y yo me retuerzo en el aire; la voz me pregunta si ahora estoy dispuesto a hablar, nada digo, el tipo me insulta larga y pacientemente, me lo pregunta de nuevo y yo decido no contestarle pero me oigo decir entre gemidos nombres no, nombres no cuando algo me toca y salto, es la picana, yo me arqueo, los omóplatos van a reventar, me sacudo, cimbreo como una bandera sacudida por un ventarrón. Voy perdiendo la noción de las cosas.

Alguien me toma por los sobacos”.

“Nuevamente estoy de plantón. Llevo cinco, no, seis días con esta rutina diabólica, plantón, gancho, picana, reposo, plantón, gancho, picana. Llevo cinco, no, seis días, dormitando sólo parado, los pies están hinchados y vivo en un sopor que no sé qué pensarán ellos pero que hacen más soportable el tormento”.

“Estoy colgado del gancho. De pronto aparece Adriana que se detiene a lo lejos y me mira callada, meditativa. Yo me pregunto qué estará haciendo ahí, qué imprudencia, la van a agarrar, qué incauta. Ella me mira en silencio y yo me esfuerzo para hacerle señas con la cabeza de que se vaya ya, que no se arriesgue porque la va a quedar. No me hace caso y mi tensión sube: qué temeridad y todo para qué, si al menos tentara aflojarme la cuerda y yo pudiera apoyarme en el suelo: pero no, está demasiado lejos. Ahora parece que me ha comprendido y sin darse vuelta comienza a alejarse lentamente, cuando yo me apercibo que tengo una necesidad y le digo que me traiga un par de alpargatas, sí, necesito imperiosamente un par de alpargatas. Ella no contesta ni da señales de haber oído; alpargatas, le imploro, le grito, por favor, alpargatas. Desaparece, se ha ido: pero yo necesito alpargatas.

Estoy de plantón. Siento ruidos familiares porque estoy al lado del baño y del baño mana como un arroyo de aguas servidas que empieza a mojarme los pies: es mierda, diablos, es mierda...”

“Estoy sentado: es el descanso de cinco minutos. Siento los ojos pegajosos. Me preocupa que la infiltración de los algodones debajo de los párpados haga que sienta que mis ojos supuren permanentemente y que provoque que la pringue de hilos de algodón, pestañas y líquido vayan formando como pequeños bolsones. Alguien viene y me examina la pierna. Es que al costado de la pantorrilla ha erupcionado como una úlcera y exuda una débil mezcla de pus y sangre. Ya lo había entrevisto con indiferencia, como una curiosidad. Ahora que me examinan me digo que es raro porque nunca he tenido várices, me pregunto displicente a qué se deberá. El tipo parece que me pasa un algodón mojado, una y otra vez, y en la maniobra le huelo un tufo alcohólico; me pone una gasa y la sujeta con una cinta. Yo pienso decirle que no se preocupe por pavadas, lo que me importa son los ojos que supuran cada vez más, sí. El tipo parece que se ha ido: a mí lo que me preocupan son los ojos

Estoy sentado y viene alguien que me dice: tomá, mientras me da un par de pastillas y yo me digo: qué bueno, debe ser para los ojos, el médico será un borracho pero se acordó; las trago y luego recuerdo que no alcancé a planteárselo pero tal vez el tipo se dio cuenta, y me digo qué atento, qué tipo piola. Mientras, viene la orden, de pie, y cuando me dispongo a pararme siento una mano en el hombro y me dicen no, vos no, dormí. Me invade una enorme sensación de felicidad, de reconocimiento y gratitud, y me recuesto encogido entre los ponchos. Qué bien se está: mi agradecimiento es totalizador, qué buenos son pienso, después de nueve días podré dormir, qué tipos macanudos. Me despierto y quedo absorto: veo grandes manchas de color, geométricas, como un conjunto de edificios que se movieran lentamente, meciéndose, tal como si fueran haces de luz multicolor. Es un espectáculo tranquilo, de una serenidad increíble, profundamente armonioso, que trae paz y bienestar. Lo observo sosegado, sin preguntarme a qué corresponderá. Lo acepto plácidamente encantado. Los planos de luz se cortan, se entroncan como si estuvieran regidos por una música inaudible. Es posible que me haya muerto, me digo sin el menor asomo de inquietud, sí, es posible, mientras alguien cerca está diciendo: 300 Carlos, aquí Oscar 1.

Los plazos se han acortado: ahora, cuando me cuelgan del gancho, los niños me vienen a ver casi de inmediato”.

“... ¿cuánto llevo aquí? Concluyo que debe ser un mes, más o menos un mes. Qué mierda. Me viene una certidumbre, absoluta, total: estoy en reparaciones y dentro de poco recomenzará todo, pero sólo una vez, sí, una vez, y luego abandonarán y me llevarán al Juzgado: si después de todo ya saben todo, me dejarán en paz. Sólo tengo que aguantar otra tanda de torturas como la primera: si aguanté una puedo aguantar otra, y después me dejarán en paz, me dejarán en paz”.

“Luego de cuatro o cinco días de recuperación todo ha recomenzado: la colgada, la picana, los plantones; todo el día, todos los días. Es inaguantable; antes me decía una vez por vez, pero ahora ya sé que esa una vez va a durar un mes por lo menos, un mes soportando esto. Ya no sólo me duelen los hombros cuando me cuelgan, sino que al llevarme y tocarme casualmente siento ya un tormento. Mejor estar muerto, me digo, mejor morir que seguir soportando esto.

Dale, puto de mierda, hablá, qué ganás con hacerte masacrar. Nombres no, nombres no. Salto en el aire, siento que me desgarro.

Me llevan, otra vez me llevan al gancho: pero no, la escalera, será otra vez el tacho, es preferible, me enlazan una cuerda al cable que me ata las muñecas en la espalda y me empujan, tropiezo, me empujan y quedo montado a caballo sobre una barra. Un tipo me dice: mirá que esto nadie lo aguanta, largá mejor. Quedo expectante, aterrado, y contesto nombres no, nombres no. La picana, salto en el aire, me retuerzo y caigo, la barra es filosa y el tajo es como si me seccionara en la entrepierna el hueso, no me dan tiempo ni para pensar y vuelvo a saltar, es como si me rajaran todo el cuerpo, siento que todo yo estallo, ahora caigo sobre los testículos, van a explotar, vuelvo a saltar, siento que me voy, salto.

Estoy acostado porque han suprimido los plantones: luego que me aplican el caballete me bajan y me acuestan. Y aquí quedo, en un sopor, idiotizado, todo el resto del día. Rechazo la comida, mejor dicho, no la ingiero, simplemente no hago nada. Nada. Dormito.

Me tiran agua a la cara, cobro conciencia, me levantan y me llevan: de nuevo el caballete, mejor morir me digo. Estoy en lo alto de la escalera, doy un brusco tirón, me suelto, monto a horcajadas sobre la baranda, voy a saltar, me agarran, me tiran al suelo, gritan. Pará, hijo de puta, qué querías, tirarte, bien, soldado, bien, estuvo atento, pero para qué querías hacerlo, para qué, qué fanáticos.

Me llevan, otra vez me llevan. Me digo esto no va a parar nunca, no, no va a parar”.

“Viene alguien que me quita la atadura y me alcanza una camisa y un short. Recién me apercibo que estoy casi desnudo, con sólo un calzoncillo: y que está mugriento. En dos meses sólo una vez me ducharon con una manguera y cantidad de veces me cagué encima. Sí: no sólo es el calzoncillo, soy yo el que está inmundo. Me pongo la ropa y me preocupo porque el short es muy chico: qué falta de consideración, me digo.

Voy en un camión cerrado. Pienso que a lo mejor me llevan a un Juzgado militar (...). Sigue otro rato y ahora se detiene. Me bajan con cuidado y me doy cuenta que no venía solo. Siento gritos e insultos, me empujan, me golpean, hemos llegado a un cuartel, imagino”. http://www.laondadigital.com/laonda/laonda/201-300/265/a3.htm

Comentario de Andres Gesto: La Unidad de Capacitación (de la UDELAR) se llama José Jorge "Tito" Martínez Fontana en honor a un reconocido funcionario de la Universidad de la República. José Jorge "Tito" Martínez Fontana nació en 1931. En 1954 ingresó por concurso a la Universidad de la República como funcionario no docente.
Estudió arquitectura, fue militante del Centro de Estudiantes, tuvo una destacada participación en la consecución de lo que fue el Plan de Estudios 1952 y en la lucha por la Ley Orgánica.
Durante la Dictadura fue detenido, torturado durante 37 días y recluido, primero en un cuartel y luego en el Penal de Libertad, durante nueve años.
Cuando el Ing. Rafael Guarga fue electo Rector de la Universidad de la República, Martínez le acompañó como Asistente Académico desde 1998 hasta su jubilación en el 2000. A modo de homenaje se le asignó su nombre a la Unidad de Capacitación.
Ricardo Ferré

José Jorge Martínez. Uno de los capítulos de su libro “Crónicas de una derrota-Testimonio de un luchador”.

FUENTES DE FEDERACION DE BASES PATRIA GRANDE 
Publicado por Ricardo Ferré

Tomado del Blog de la Federación de Bases Patria Grande ,

Combatiendo privilegios: la imprescindible Reforma de la Caja Militar

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FOTO DEL El Observador  Nota: Artículo publicado en Liberarce impreso edición febrero-abril de 2017.

Con la firma del dictador Juan María Bordaberry, el 19 de febrero de 1974 (a casi 8 meses de dar el golpe de Estado) se decreta la Ley Orgánica Militar que establecía un esquema de privilegios para los altos mandos militares, creando principalmente el cálculo del “haber básico de retiro”. Ley que hoy continúa vigente y a la que se le han sumado otras leyes y decretos aumentando los beneficios y ampliando la brecha de desigualdad distributiva. Protegidos por la acción corporativa, las presiones y amenazas que ejercen sus beneficiarios, miembros del Centro Militar, esta suma de privilegios le ha significado al Estado 1.523 millones de dólares de déficit fiscal entre el 2011 y el 2015, a los que se suman 400 millones de dólares durante el 2016. Son más de 50.000 los jubilados y pensionistas que integran la Caja Militar, pero sólo 1.573 los altos mandos que cobran casi 100 de los 400 millones de dólares. En el otro extremo, las jubilaciones que promedian los 23 mil pesos, las pensiones de 15 mil y el 60% del personal subalterno en actividad, cuyos ingresos rondan los 20 mil pesos al mes.

Dentro de los grandes desafíos que tiene el gobierno del Frente Amplio por delante se encuentra la necesaria reforma de la Caja Militar. Un tema que nuevamente ha tomado el Poder Ejecutivo, enviando para estudio del Parlamento un anteproyecto de ley de reforma de esta caja, en los últimos meses del año pasado. 
Las resistencias “previsibles y no tanto”, no se hicieron esperar. Tanto sectores de la oposición, como el diputado de la Unidad Popular y el ex diputado frenteamplista Gonzalo Mujica, manifestaron que no acompañaban (léase votaban) la propuesta de reforma, tras el argumento de inconstitucionalidad dada la doble tributación que más adelante explicaremos.
Ante las posiciones negativas del Parlamento, el presidente decidió la conformación de un nuevo grupo de trabajo que estudie un nuevo proyecto de reforma.
Pero este no fue el primer intento de modificar este sistema jubilatorio. Ya durante la primera presidencia del Frente Amplio, en el año 2008, buscando equiparar los distintos sistemas de previsión social, el Poder Ejecutivo envió al Legislativo proyectos de reforma de las Cajas Policial, Bancaria y Militar. De los que fueron aprobadas las leyes correspondientes a las reformas de la Caja Policial y la Caja Bancaria, quedando postergada la Militar. 
Casi una década después se replantea el tema y aunque la base de discusión ha sido la económica por el enorme gasto fiscal que representa, no dejan de ponerse sobre la mesa inocultables razones sociales, políticas e ideológicas que hacen al avance en justicia social. Así como es insostenible que el Estado vuelque el 1% del PBI (equivalente al 11% del presupuesto nacional) para solventar la buena vida del personal superior de las fuerzas armadas; es impostergable el avance hacia una más justa redistribución del ingreso y de la riqueza. 
Beneficios del Servicio de Retiros y Pensiones de las Fuerzas Armadas
- La jubilación equivale al 100% del salario que tenían como activos.
- Se cuentan como años de trabajo los que están en los centros de formación (escuela militar)
- Se computa doble cada año en el exterior.
- Reciben aguinaldo.
- Al fallecer buena parte de lo que cobran lo hereda la familia.
- Al jubilarse pueden hacerlo con un grado más que el tenían.
- Retiro voluntario: con el régimen actual, el personal superior puede jubilarse con 20 años de servicio y menos de 50 años de edad.
- Retiro obligatorio según el rango:
*Generales: 60 años de edad                                                              
*Coroneles: 55 años de edad
*Tenientes Coroneles: 52 años de edad.
*Mayores: 48 años.
*Suboficiales Mayores: 55 años.
*Sargentos primero: 52 años.
*Sargentos: 50 años.
*Cabos de primera: 48 años.
*Cabos de segunda: 46 años.
*Soldados: 45 años.
*Soldados de segunda: 40 años.
Los números del déficit
Las pérdidas se duplicaron en la última década.
Los montos destinados al pago de jubilaciones de la Caja Militar fueron:
2011: 312,6 millones de dólares
2012: 236,5 millones de dólares
2013: 285 millones de dólares
2014: 343,2 millones de dólares
2015: 345,7 millones de dólares
2016: 400 millones de dólares.
El déficit de la Caja Militar y el del BPS es de alrededor de 400 millones de dólares cada uno, con la diferencia de que, los 400 millones de dólares que salen de Rentas Generales al Banco de Previsión Social se usan para complementar el pago de 600.000 pasivos; mientras que los 400 millones de dólares destinados a la Caja Militar son para el pago de 50.000 jubilaciones.
La pérdida millonaria de la Caja Militar tiene varias causas:
1) La relación activo-pasivo: cada 2 jubilados hay uno en actividad, por lo que los ingresos que tiene la Caja sólo cubren un 13% de los gastos. El 87% restante proviene de Rentas Generales. Esta transferencia, porcentualmente es mucho mayor que la que se destina a Educación, Salud y Vivienda.
2) La edad promedio de retiro, que en el 2015 fue de 49 años.
3) No hay un tope a las jubilaciones.
4) Cobran más como pasivos que como activos porque se los asciende un grado cuando se jubilan.
Mientras que por año, el Estado uruguayo aporta U$S700 por cada jubilado de la Caja Bancaria, U$S1.600 por cada jubilado del BPS y U$S3.500 por cada jubilado de la Caja Policial; el aporte por cada jubilado de la Caja Militar asciende a U$S8.100.
Hoy, todos los uruguayos pagamos más de 1 millón de dólares por día para bancar los privilegios de los altos mandos militares. Porque esos 8.100 dólares no los cobra un soldado ni un cabo, los cobran los mandos superiores.
Son el 20% de las jubilaciones las que generan el 70% del déficit. Es decir que, casi 10.000 oficiales cobran 280 de los 400 millones de dólares.
Y si se especifica más a los privilegiados, resulta que, el 3% de los pasivos militares cobran el 20% de los 400 millones de dólares. Este 3% corresponde a 1.573 altos oficiales retirados que cobran cada uno, entre 133.000 y 345.000 pesos al mes, sumando casi 100 millones de dólares al año.
El actual sistema jubilatorio militar representa un verdadero esquema de privilegios, en primer lugar a la interna de las propias fuerzas armadas, entre los casi 54.000 pasivos y los 27.000 militares activos. Donde la jubilación promedio es de $23.000, la pensión de $15.000 y los salarios de los soldados de las categorías más bajas, de $14.000.
Esta suma de injustas desigualdades se ha mantenido por más de 40 años, generando enormes diferencias también con respecto al resto de la población, tanto en las condiciones para acceder a la jubilación como en el valor de la misma. 
En busca de la igualdad
Los principales cambios propuestos por el Poder Ejecutivo en el anteproyecto de ley de reforma de la Caja Militar
Equiparar la cantidad de años de edad y de servicio con las condiciones del resto de los regímenes jubilatorios: 60 años de edad y 30 de servicio.
No contar como años de servicio los de la educación militar.
Quitar el beneficio del ficto “casa-habitación”.
Derogar la devolución de montepíos.
Cambiar las condiciones para acceder a retiros por incapacidad.
Cambiar los cálculos para fijar las pasividades.
La creación de un impuesto que toma como base las franjas del IRPF, con lo que a cifras del 2016 las pasividades militares que no superaran los $50.100 quedaban exentas del pago; las que superaran los $50.100 y hasta los $53.440 pagarían un 2%; con una tasa progresiva hasta la última franja que tributaría un 20% y corresponde a las jubilaciones y pensiones superiores a los $133.600. Este sistema impositivo es similar al de la Caja Bancaria.
Con este impuesto, que afectaba sólo al 20% de las jubilaciones más altas, el Ministerio de Economía buscaba generar un ingreso de 40 millones de dólares, o dicho de otra forma, bajar en un 10% el déficit de la Caja Militar.
Aquí se plantea uno de los principales argumentos en contra, el de la inconstitucionalidad de la reforma porque tendrían un doble pago de impuestos, el IASS y este nuevo.
Públicamente conocidas y reproducidas han sido las respuestas por parte de los altos mandos, organizados en el Centro Militar y el Círculo Militar, entre otros. Desde la calificación de la propuesta de reforma como “discriminatoria”, “estigmatizante”, e “inaceptable”, escudándose en las bajas remuneraciones de la tropa, a las reuniones que tuvieron con algunos legisladores y la propia Suprema Corte de Justicia, para que entendieran lo “injusto” del planteo.
A las voces de la resistencia se sumó la editorial del diario El País, que en noviembre del año pasado planteaba:
“El gobierno recorre un camino equivocado”, “mantiene viva la llama del resentimiento amparado en mayorías que desprecian a una Institución que es la columna vertebral de un nuevo concepto de la seguridad nacional”, “porque para el Frente Amplio siguen existiendo ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, a pesar de lo que diga la Constitución”.
Dos meses después, a comienzos del 2017 y tras la muerte del dictador Gregorio Álvarez, salieron a la luz los indignantes montos jubilatorios que aún hoy cobran los militares que han sido procesados y permanecen en prisión por los delitos que cometieron en la dictadura.
El que cobraba más era Gregorio Álvarez, que tuvo hasta su muerte una jubilación de $172.647, a él le siguen las jubilaciones de Jorge Silveira: $128.744, José Araújo Umpiérrez: $118.278 y Juan Carlos Gómez: $112.744. José Gavazzo cobra $68.348 y Ernesto Soca $24.245. 
Muchos se preguntarán, como lo hice yo en su momento, ¿por qué se mantiene esta aberrante situación perpetuadora de impunidad? Y la respuesta es la falta de establecimiento del Tribunal de Honor que tienen como institución, que es quien debe tomar la decisión de impedir el cobro. Los motivos de la no reunión del Tribunal de Honor para tratar este tema, los desconocemos, aunque no son muy difíciles de imaginar.
Mucho camino queda por recorrer.
Está claro que ellos, hoy como ayer, defienden sus intereses y exponen su naturaleza de clase recordándonos que hay cosas que no cambiaron, simplemente están ahí.
De este lado, nosotros, impulsores de los gobiernos del FA, militantes por un nuevo Uruguay que debe construirse necesariamente con los cimientos de la igualdad, la solidaridad y la justicia social.
   
Nota: Artículo publicado en Liberarce impreso edición febrero-abril de 2017.
FUENTES  DE  PERIÓDICO LIBERARCE