“Fue muy gratificante saber que muchas compañeras que en sus países no tenían ninguna ley ni garantías, hoy cuentan con el Convenio 189 como una herramienta para empezar a luchar por sus derechos”, señala Graciela.
Ese instrumento legal constituye un parteaguas en la historia de los derechos de las y los trabajadores domésticos del mundo que, según estimaciones de la OIT, son al menos 53 millones y alrededor del 83 por ciento son mujeres.
Equipara los derechos laborales de este sector con otros e incorpora, entre otras cosas, horas de descanso establecidas, derecho a un salario mínimo, seguridad social, protección a las trabajadoras migrantes y a no verse obligadas a vivir en la casa en la que trabajan.
En América Latina, más de 14 millones de mujeres trabajan de forma remunerada para una familia, lo que numéricamente representa la ocupación más importante para las mujeres de la región, pero también una de las que más carece de trabajo decente.[1] Pero el mapa de la región es auspicioso. La región de América Latina y el Caribe es la zona del mundo con mayor número de ratificaciones del Convenio 189.[2]
Uruguay fue uno de los principales promotores del Convenio y el primer país en ratificarlo en su legislación nacional. Filipinas fue el segundo país en hacerlo, permitiendo que el Convenio entre en vigor el 5 de septiembre de 2013.
Graciela y una colega viajaron a Ginebra con pasajes financiados por ONU Mujeres y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social del Uruguay para participar en la conferencia en la que se discutió y se aprobó el Convenio 189 y la Recomendación 201.[3]
“En cada párrafo del convenio yo veo mi vida”, dice Graciela, que tiene 47 años y 33 de trabajadora doméstica en Uruguay. Comenzó de niña, a los 14 años, como doméstica interna en un barrio obrero de la capital, Montevideo, y sufrió como tantas otras. “Te das cuenta que a todas nos pasó lo mismo… la injusticia, el abuso, el maltrato, el acoso, cosas que no quieres que le pasen a nadie”.
Rumbo a la Conferencia en Ginebra, las uruguayas y sus colegas de Brasil, Chile y Paraguay prepararon una estrategia alineada. Se reunieron un mes antes en Asunción, Paraguay en el marco del proyecto de ONU Mujeres “Trabajo doméstico en el Mercosur: conociendo los derechos para defenderlos” y emitieron un documento de posicionamiento. Trabajaron para sostener una posición en bloque, para tener más potencia en la argumentación y así aumentar las expectativas de éxito.
Una vez en Ginebra, buscaron unirse con trabajadoras de otras regiones del mundo. A pesar de las dificultades con el idioma, hicieron malabares para entenderse y aunar estrategias.
“Nos dimos cuenta de que todas las habíamos pasado duro, unas por racismo, otras por migración o pobreza. Nos sentimos entre pares”, recuerda Graciela.
Uruguay en particular ha sido destacado por la OIT –junto a Francia y Marruecos– por contar con las mejores prácticas del mundo en materia de legislación sobre trabajo doméstico[4]. Esta equipara los derechos de trabajadoras y trabajadores domésticos con el resto de las ocupaciones y garantiza su participación en la negociación colectiva.
“Llevamos la voz de nuestras compañeras, de la central sindical y del Uruguay a Ginebra”, narra Graciela. “Nuestro país en ese momento ya había superado a nivel nacional todo lo estipulado allí. Haber contribuido para que derechos que las uruguayas ya teníamos también los tuvieran otras trabajadoras del mundo fue un tremendo orgullo. Es tan grande lo que se siente que parece que fue ayer a pesar de que ahora se cumplen dos años”.
Pero aún queda mucho por hacer. En Uruguay son 120.000 las personas que se dedican al trabajo doméstico. Según datos oficiales, la mitad se encuentra en situación de informalidad, lo que implica estar sin contratos o seguridad social. Pero Graciela continúa trabajando para que las trabajadoras puedan entender y apropiarse de las leyes creadas y no duden a la hora de reclamar por sus derechos.
ONU Mujeres continúa apoyando a las trabajadoras domésticas del cono sur a través del proyecto “Estrategia regional para la ratificación del Convenio 189 y Recomendación 201”. En octubre de 2012 organizó un encuentro de la Comisión Mujer de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur que logró reunir a representantes de las áreas de género de todas las centrales nacionales y de los sindicatos de estos países.
“Hoy los sindicatos de domésticas de Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay cuentan con un plan de acción común, una herramienta que les apoyará a la hora de amplificar su voz con propuestas y lograr que en todos los países del cono sur el Convenio y su Recomendación estén ratificados, como es el caso de Uruguay y Paraguay”, destaca Alejandra Iervolino, ONU Mujeres Uruguay. “Hemos contribuido así a que el trabajo doméstico gane presencia en la agenda del movimiento sindical de la región”.
Para Graciela, contar con una plataforma común a nivel regional les da mayor potencia a su lucha. “Si avanzamos todas juntas se va a entender de una vez por todas que no somos ni las siervas, ni las sirvientas, ni las esclavas. Tampoco somos una más de la familia: somos trabajadoras y como tales tenemos derechos”, concluye.
[1] Notas OIT
[2] La Recomendación 201 proporciona directrices prácticas sobre posibles medidas legales para poder hacer efectivo los derechos y principios enunciados en el Convenio.
[3] Cuatro de los siete países que han ratificado la Convención son de la región (Uruguay, Nicaragua, Bolivia y Paraguay) Ratificaciones: Trabajo Doméstico
Fuente de información: Onu Mujeres
No hay comentarios:
Publicar un comentario