El acaparamiento de tierras encierra una compra masiva de terrenos por parte de gobiernos y multinacionales. Esta tendencia afecta sobre todo a África y Asia. Un artículo en Proceedings of the National Academy of Sciences precisa que el 47% de los terrenos apropiados se localizan en África y el 33%, en Asia.
Intermón Oxfam advierte de una inversión extranjera “opaca o poco transparente”, que provoca violaciones de derechos humanos, destrucción de los únicos medios de subsistencia de las comunidades y desplazamientos forzosos. Afectan a todo el planeta porque junto con las tierras está en juego la propiedad del agua, un bien común e imprescindible.
“Cuando se echa a las familias de sus tierras o estas producen menos alimentos como consecuencia de la especulación, entonces se convierte en un gran problema”, sostienen desde Oxfam. Miles de campesinos pierden su único medio de subsistencia.
Oxfam advierte: “La actual compra masiva de tierra obedece a un interés por producir comida suficiente para personas en otros continentes, por cumplir con los perjudiciales objetivos de biocombustibles o por especular con la tierra y conseguir beneficios fácilmente”.
En ocasiones, las tierras se venden con el argumento de ser “terrenos sin uso o sin explotar”, pero en realidad “son trabajadas por las familias pobres para cultivar sus alimentos”. Otras veces, las multinacionales se amparan en que los derechos legales de los terrenos no corresponden a los campesinos, niegan las expulsiones, las atribuyen al gobierno u otras instituciones nacionales, y aseguran haber hecho todo lo posible por ayudar a la población local, a la que dicen ofrecer un puesto de trabajo y nuevos servicios que mejoran su calidad de vida.
Si la tierra es indispensable, el “oro líquido” lo es casi tanto o más. Varias organizaciones, entre ellas Grain, han desvelado que detrás de cada acaparamiento de tierra hay un acaparamiento de agua. Esta entidad asevera que “la fiebre por las tierras en África” esconde “una lucha mundial” por el agua, acumulada en la superficie o en acuíferos bajo las tierras que se adquieren. El agua es imprescindible para cultivar y producir alimentos, para pescar y, en definitiva, para vivir, lo que la convierte en un bien muy preciado. “En África, una de cada tres personas sufre de escasez de agua y el cambio climático empeorará la situación”, acentúa Grain.
Alrededor del 60% del total de agua “acaparado” está en manos de Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, India, Reino Unido, Egipto, China e Israel.
El acaparamiento de tierras preocupa porque “está sumiendo a miles de personas en la pobreza”, tal como ha recalcado Intermón Oxfam en más de una ocasión. Un informe de esta organización publicado en 2011, “Tierra y poder”, subraya “la velocidad, cada vez mayor, a la que se llevan a cabo acuerdos sobre transacciones de tierra y que a menudo pone en un mayor peligro a las comunidades más pobres”. ¿El motivo? “Pierden -en ocasiones de forma violenta- sus casas y sus medios de vida sin haber sido previamente consultados, sin posibilidades de compensación o medios que les permitan reclamar sus tierras”.
Esta práctica “está empeorando la situación de algunas de las personas más pobres del mundo”. En este grupo destacan las mujeres. En algunos de los países más pobres, ellas producen hasta el 80% de los alimentos, pero sus derechos sobre la tierra “son aún más débiles”. Los porcentajes de propietarias son muy reducidos y arrebatarles la tierra tiene una incidencia directa sobre sus posibilidades de obtener ingresos y ser autosuficientes, además de afectar a sus familias y, en especial, a los niños.
Ascienden a 3.000 millones las personas que viven en zonas donde la demanda de agua es mucho mayor que la capacidad de suministro. Por ello es fundamental que tengan acceso a los acuíferos, otras reservas naturales y, por supuesto, al agua de lluvia, vital para los cultivos.
La compra de tierras cultivables para la exportación de alimentos deja sin recursos a la población local favorece la contaminación debido al traslado de esos productos desde miles de kilómetros y es aliada de la especulación. Grandes empresas monopolizan el comercio de materias primas sin reglas claras, alerta Oxfam.
El futuro de la humanidad depende de la tierra, por lo que grandes compañías, e incluso países, se las disputan. Esto se convierte en un problema cuando se echa a las familias de sus tierras o estas producen menos alimentos como consecuencia de la especulación.
Azucena García
Periodista, editora de Eroski Consumer
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