Por Luis Casal Beck
Si
como dijo José Martí, “la muerte no es verdad, cuando se ha cumplido la
obra de la vida”, lo ocurrido el pasado lunes 13, es apenas el final
del itinerario material de Eduardo Hughes Galeano (74), que seguirá
proyectándose, a través de sus obras escritas, en el recuerdo de una
vida inclaudicable, junto a los explotados de la tierra. Ideario repasa
sus orígenes político-ideológicos, su transito por varios medios de
prensa enrolados en la denominada “Izquierda Nacional”, y la influencia
que en él ejerció, el pensador socialista Vivian Trías (1922-1980).Eduardo Germán María Hughes Galeano, había nacido en Montevideo, en un hogar burgués y católico, el 3 de setiembre de 1940. A los 14 años, se afilió a la rama juvenil del Partido Socialista (PS), y empezó a colaborar con el semanario oficial del PS, “El Sol”. Lo hizo, inicialmente, a través de caricaturas que firmaba “Gius” (la reproducción gráfica en castellano de la pronunciación inglesa de su primer apellido; su padre se llamaba Eduardo Hughes y su madre, Lecia Galeano Muñoz). Es ahí donde conoció a Trías, un profesor de filosofía e historia del Liceo de Las Piedras, que lideraba una línea nueva en este partido (“Izquierda Nacional”), y a quien siempre consideró como su “maestro”.
Hughes Galeano estudió, trabajo en un banco (cajero), militó en su sindicato (AEBU), colaboró cada vez más intensamente con notas en “El Sol”, hasta que con 20 años pasó a ocupar la secretaria de redacción del semanario “Marcha” (1960-1964), que dirigía Carlos Quijano (1900-1984). En 1961, firmando como Eduardo H. Galeano, se encargó del diseño de la tapa de un importante ensayo de Trías: “Las montoneras y el imperio británico” (Ediciones Uruguay, 173 páginas).
Con solo 24 años, asumió la dirección del diario de izquierda “Epoca” (1964-1967), donde en un comienzo, el propio Quijano estuvo a su frente. Desde esa época hasta la fractura institucional de junio de 1973, Galeano ocupó simultáneamente la dirección de publicaciones de la Universidad de la República, UdelaR (que editó la primera edición de “Las venas abiertas de América Latina”,1971), y escribió mucho, (“Los días siguientes”, 1963, una breve novela; “Los fantasmas del día del león y otros relatos”, 1967, un libro de cuentos), y dio testimonio de sus peripecias como periodista, que lo llevaron a recorrer muy diferentes escenarios (“China 1964, crónica de un desafío, dn 1964; “Guatemala, clave de Latinoamérica, 1967; “Reportajes”, 1967; “Crónicas Latinoamericanas”, 1972).
En 1966, Vivian Trías publicó un ensayo muy importante en esa época, con definiciones doctrinales. Lo tituló “Por un socialismo Nacional” (Ediciones El Sol, 187 páginas). Como señala en su contratapa, “la portada” fue realizada por “Eduardo H. Galeano”.
En diciembre de 1967, el flamante presidente uruguayo Jorge Pacheco Areco, ilegalizó varios partidos de izquierda, por sus afinidades con la revolución socialista y con Cuba (entre ellos, el PS), y clausuró su prensa (Epoca, El Sol). La respuesta, fue la publicación de un semanario (“Izquierda”), que a los meses, también fue cerrado por el régimen pachequista. “Izquierda”, era dirigido por Trías, y tenía a Galeano, como su redactor responsable.
En julio de 1969, en un clima de exacerbación de los conflictos políticos y sociales, el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la UdelaR, publicó “El proceso económico del Uruguay: contribución al estudio de su evolución y perspectivas”. Esta obra clave, era de difícil comprensión para el gran público. Por eso, uno de los volúmenes de la colección “Nuestra Tierra”, -el número 26 de noviembre de ese año, de 60 páginas-, fue consagrado a popularizar los grandes conceptos y datos, de “El proceso económico”.
El autor elegido, fue Galeano, que para ello debió mantener un fluído vínculo con los principales economistas del país. Cuando se produjo el golpe del 73, Eduardo Galeano se refugió en Buenos Aires, donde fundó y dirigió la revista “Crisis” (en total, publica 40 números), que editó varios cuadernos (dos de ellos, fueron escritos por Trías, que en esa ciudad, publicó su “Historia del imperialismo norteamericano”). Entre los colaboradores de la revista, estuvieron Haroldo Conti, Juan Gelman, Francisco Urondo, Antonio Di Benedetto, Rodolfo Walsh (ver recuadro). En los inicios de 1976, en medio de presiones y amenazas, partíó hacia España (concretamente se instaló en Barcelona), donde siguió escribiendo y recibió un gran reconocimientos a nivel mundial (por ejemplo, tras la publicación de “Días y noches de amor y de guerra, 1978, premio Casa de las Américas).
En los inicios de 1985, con la apertura democrática, regresó a Montevideo. Estuvo en la gestación del semanario “Brecha”, y en la creación de la Fundación Vivian Trías, que con su apoyo, pudo adquirir su actual sede, en Colonia casi Barrios Amorín (Montevideo). Colaboró con la comisión parlamentaria que seleccionó y publico las obras de Trías (16 volúmenes; el último de 1991), y fue el encargado de uno de los prólogos (ver recuadro), que recuerda el legado de este político socialista, y termina diciendo: “ Escribiendo, hablando, peleando, Vivian nos contagió la fe en el fulgor de ese destino, nacido desde adentro y desde abajo, que es la contratara del jodido destino que nos han impuesto, desde afuera y desde arriba. No tiene el hombre mejor manera de quedarse cuando se va”.
“Trías fue mi maestro”
“Yo no sirvo para prólogos. Este no es, aunque debiera ser, el prólogo a “La crisis del Imperio”. Yo podría decir que se trata de un libro árido y profético, confirmado por el tiempo; decir que los hechos han dado la razón a sus páginas y han sabido desmentir las disculpas de la introducción que Trías había escrito. Con quince años de anticipación, él anunció con precisión asombrosa, la crisis del capitalismo en el mundo actual; el vértigo del dólar que vuela en el vacío; el frenesí de la especulación financiera, y la locura de la industria militar, ampliando artificialmente el mercado de trabajo y un mercado de consumo, que en los países ricos está gravemente enfermo de indigestión; la exportación de inflación a los países pobres; el estallido de la deuda externa; la multiplicación de las contradicciones sociales en escala universal, que el sistema no puede resolver, y ya ni siquiera puede enmascarar.
Todo eso podría decir, y más, y podría decir también que éste es un libro poco pulido, de estilo apresurado, a veces reiterativo, porque en los últimos años, Vivian escribía con apuro, mucho y desesperadamente, como sabiendo que la muerte se lo llevaría temprano.
Pero no quiero. En lugar de prólogo, prefiero dejar, aquí, el breve testimonio de mi gratitud. Yo fui alumno de Vivian; en el Partido Socialista y también en el café de Alfredo; y en su casa de Las Piedras, adonde el tren me llevaba a través de la noche, y hasta el alba lo encontraba siempre despierto y trabajando; y en mi minúsculo apartamento del barrio Palermo, tan chico que uno tenía que salir cuando el sol entraba, y dónde él, gustaba, de sentado, en el suelo, fumar y charlar.
El me enseñó a pensar el socialismo con cabeza propia, y me enseñó que la historia, no es un museo, sino una tragedia y una fiesta. Escuchándolo, yo descubrí que el tiempo pasado estaba vivo y enterrado por error o infamia.
Pocos creyeron tanto como él en esta tierra de libres. Pocos la conocieron tanto, y tanto la quisieron. Vivian Trías llegó al fondo de nuestras raíces, que tan breves son, y sin embargo, tan profundas, y por las raíces, nos adivinó el destino.
Escribiendo, hablando, peleando. Vivian nos contagió la fe en el fulgor de ese destino, nacido desde adentro y desde abajo, que es la contratara del jodido destino que nos han impuesto desde afuera y desde arriba.
No tiene el hombre, mejor manera de quedarse, cuando se va.
Prólogo de Eduardo Galeano al tomo trece de las obras de Vivian Trías (“La crisis del Imperio”, de 1970, Ediciones de la Banda Oriental, 284 páginas), publicadas por la Cámara de Representantes de Uruguay, en setiembre de 1989.
AQUEL HOMBRE, BUENO Y SABIO
“Vivian Trías había estudiado a fondo, como pocos, la historia uruguaya y latinoamericana. Había sido uno de los principales “nacionalizadores” del marxismo en América Latina. Como pocos, había comprendido la necesidad de recrear el marxismo en función de las peculiares características de nuestra región, y por eso, los dogmáticos no lo comprendieron y lo atacaron sin tregua.
En sus artículos y sus libros, había contribuido a rescatar nuestra verdadera historia del pantano de la alienación, y la mentira; y además de estudiar y redescubrir la historia, había ayudado con todas sus fuerzas, siempre ardientes, a cambiarla. En uno de sus libros, dio a conocer el prontuario de la oligarquía uruguaya; desde innumerables discursos pronunciados en el Parlamento y en la calle, desenmascaró con nombres y apellidos, y pelos y señales, a la constelación del poder, que está en la base de un sistema enemigo del país y de la gente. Por eso, la clase dominante, dominada desde afuera, lo odió hasta el final.
Muchos lo quisimos, y muchos aprendimos de él. Trías fue mi maestro de los primeros años, en aquellos tiempos de la Juventud Socialista de Montevideo.Yo soy uno de los muchos que lo mantendremos vivo, a través de nuestra memoria y de nuestros actos.
En el fondo de nuestros corazones, latirá siempre la imagen de aquel hombre bueno y sabio, que en la rueda de mate o de café, sabía contar, tiernamente, las pequeñas historias de su pueblo, Las Piedras, donde había nacido y amado, hasta que vino la muerte y lo arrancó de nosotros.
Muchos lo quisimos, y no solo en sus aciertos, lo que hubiera sido fácil, sino también en sus ingenuidades, y sus errores. Con nuestras piernas continuará caminando; y nuestro país de hombres libres, redimirá su soledad”.
(Nota escrita por Galeano, exiliado en ese momento en España, al enterarse en noviembre de 1980, de la muerte de Vivian Trías)
NOTICIAS DE BUENOS AIRESTomado de : República.com.uy
“Luis Sabini se salvó. Pudo salir del país. Había desaparecido a fines del 75, y al mes ya supimos que lo habían metido preso. De Haroldo Conti, no hay rastros. A Juan Gelman lo fueron a buscar a su casa de Buenos Aires. Como no estaba, se llevaron a los hijos. La hija apareció unos días después. Del hijo no se sabe nada. La policía dice que no lo tiene; los militares dicen que tampoco Juan, iba a ser abuelo. La nuera, embarazada, también desapareció. El Cacho Paoletti, que nos enviaba textos desde La Rioja, fue torturado y sigue preso. Otros escritores que publicaban en la revista (“Crisis” de Buenos Aires): Paco Urondo, acribillado tiempo atrás, en Mendoza; Antonio Di Benedetto, en la cárcel; Rodolfo Walsh, desaparecido. En vísperas de su propio secuestro, Rodolfo envió una carta denunciando que la Triple A, son hoy las Tres Armas, “la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo, y sólo puede balbucear el discurso de la muerte””.
(“Días y noches de amor y de guerra”, Eduardo Galeano, Barcelona, 1978, premio Casa de las Américas).
SU ÚLTIMO MENSAJE
“Esta cronología latinoamericana, es un libro de consulta, ineludible fuente de información para estudiantes, profesores y curiosos en general. Pero es mucho más que eso.
En el mundo de nuestro tiempo, tiempo de vértigo incesante, la tecnología moderna nos acribilla con noticias desconectadas entre si. Estamos informados de todo y enterados de nada. Lo que ocurre con el presente, ocurre, también, con el pasado. La memoria colectiva corre el peligro de convertirse en un tejido roto, de hilos perdidos, incapaces de formar una trama que nos brinde cobijo.
Esta obra, escrita contra el desvínculo, confirma que todo tiene que ver con todo, y que a la corta o a la larga, el tiempo une lo que los mapas separan. Y nos demuestra, año tras año, pasito a paso, que la historia humana es una aventura compartida. Ella se burla de las fronteras y las distancias, y nos invita a descubrir que el mundo no es ancho ni ajeno.
Para nosotros, latinoamericanos, obras así cobran especial importancia en estas horas. Nos estamos descubriendo a nosotros mismos, a través de la lucha contra el divorcio mutuo, los mutuos rencores y la ignorancia mutua, en la búsqueda de una unidad que respete y celebre nuestra diversidad maravillosa”
(Contratapa de “Cronología histórico-cultural de América Latina y el Mundo- siglo XX”, Naguy Marcilla, Carlos Machado, Montevideo, marzo de 2015)
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