Fidel durante la creación del Comité Central del PCC. Foto: Jorge Oller
En la Mayor de las Antillas, Fidel y Raúl convirtieron al marxismo en patrimonio de millones y lo enriquecieron en la construcción del socialismo que hacemos cada día
A tan temprana edad de la Revolución cubana –diciembre de 1961– el periódico Revolución publicaba en una de sus portadas de entonces: «Soy marxista leninista y lo seré siempre». Eran palabras de Fidel, y en ese ideario, también se sostendrían las bases del proyecto de país que desde mucho antes viniera gestándose y que viera la luz el 1ro. de enero de 1959.
«(…) el caudal extraordinario de conocimientos que el marxismo encierra, significa para nosotros una ventaja extraordinaria en esta lucha».
«(…) el marxismo no es solo la única verdadera ciencia de la política y de la revolución, sino que desde que el hombre tiene conciencia de sí mismo, es la única interpretación verdadera del proceso de desarrollo de la historia humana», diría también el Comandante en Jefe, en junio de 1962.
Y Fidel alertaba, además, sobre las maneras de acercarnos a la obra de Marx: «Quizás una de las cosas, sin embargo, más difíciles de comprender es que ninguna de esas interpretaciones son interpretaciones mecánicas, que ninguna de esas interpretaciones tienen que ser interpretaciones de cliché, y que el marxismo no es un conjunto de “formulitas” para tratar de aplicar a la fuerza la explicación de cada problema concreto, sino una visión dialéctica de los problemas, una aplicación viva de esos principios, una guía, un método».
El pensamiento marxista estaría presente entonces en la práctica cubana del día a día, sería parte de las bases teóricas en que asentaran su ideario personalidades como el Che –con una mirada contemporánea del marxismo que se hiciera latente en su obra filosófica, y que tuviera una expresión valiosa en El socialismo y el hombre en Cuba.
Otros como Carlos Rafael Rodríguez abrirían «caminos a posteriores estudios especializados desde la perspectiva del marxismo», al decir de una estudiosa de su obra.
La mirada humanista y al lado de los humildes de «El Moro», como también le llamaran a Marx, hizo a Martí reparar en su pensamiento, de ahí que en ocasión de su muerte expresara: «Porque tomó partido por los pobres, merece nuestro honor».
«El mayor pensador viviente ya no pensará más. El mundo sentirá pronto el vacío que deja la muerte de este Titán. Su nombre y su obra vivirán durante siglos», así se despediría también de su gran amigo Federico Engels, en el cementerio de Highgate.
Las ideas llevarían a otro cubano, al santiaguero Pablo Lafargue, hasta la puerta de Marx, y lo uniría no solo en el compromiso del pensar, sino que se convertiría en parte de su familia, cuando su hija Laura se uniera en matrimonio con Lafargue.
El pensamiento de Marx estaría en la guía de Raúl y en la visión de nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible que se construye.
La Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, aprobada en el 7mo.Congreso del Partido, entre los principios que sustentan nuestro socialismo enarbola «el papel dirigente del Partido Comunista de Cuba, único y vanguardia organizada de la nación, martiano, marxista, leninista y fidelista, fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, expresión de la unidad de todos los cubanos en torno a la dirección de su Revolución, de los humildes, por los humildes y para los humildes, sobre la base de su prestigio, autoridad moral, ejemplaridad y vínculos con el pueblo».
Marx desmontó las bases de desigualdad y explotación que sustentan al capitalismo y nos enseñó a entenderlo, de ahí que la construcción de un modelo alternativo sea, sin duda, el camino de Cuba. El marxismo no es letra muerta, respira y se oxigena en el pensamiento y el actuar revolucionario.
Autor: Arlin Alberty Loforte | arlin@internet.granma.cu
4 de mayo de 2018 20:05:20
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