Viglietti Benedetti ||| Soledad Barrett
Esa historia de pasiones extremas, de dolores inmensos y de grandes preguntas sobre el alma humana llena varias investigaciones históricas, biográficas y programas de debate en la televisión brasileña, uruguaya y paraguaya. Soledad murió acribillada, con el feto de sus entrañas, aparentemente abortado, al lado de su cadáver que jamás fue entregada a la familia, en un aparente enfrentamiento, como solían presentar los regímenes de entonces; se sabía que fue delatada, después se supo que el infiltrado en la Vanguardia Revolucionaria del Pueblo era su amado esposo. Desde 2004 se supo quién era ese exmilitar que actuó como doble agente y entregó a varios militantes de izquierda en los duros años 70.
El “Cabo Anselmo”, José María Ferreira de Araujo, fue entrevistado varias veces y los videos se pueden encontrar en el Internet. Los periodistas no pueden disimular su repugnancia al escuchar su versión para justificar por qué era el agente que llevó a la muerte a tantos jóvenes. Ya no se esconde como cuando se hizo cirugía plástica y se cambió varios nombres. Ahora es un lumpen y quiere recibir una pensión de jubilado militar por los sucios servicios prestados.
Es el rostro del Plan Cóndor que planeó por todo el continente hace una generación llevándose a los más idealistas. El Plan que sigue sin castigo, salvo algunos presos pues muchos de sus agentes siguieron en los sistemas de inteligencia en las democracias latinoamericanas.
Su caso tiene el agravante de haber provocado la muerte de Soledad Barret, nieta del famoso anarquista español paraguayo Rafael Barrett y de la descendiente Francisca de la épica familia paraguaya Solano López; hija del militar comunista Alex Barrett que se alzó contra la dictadura de Alfredo Stroessner y hermana de otros nueve muchachos enrolados en diferentes guerrillas de Latinoamérica. Una biografía única entre las muchas historias del realismo mágico continental.
El abuelo anarco
Conocí la obra de Rafael Barrett (España 1876, Francia 1910), publicada en 1976 en Venezuela, gracias a su nieta María, exiliada en Colombia. Encontré en esas crónicas a mi padre literario y desde entonces lo leo cotidianamente y lo divulgo donde puedo.
Barrett era un señorito pendenciero europeo, amigo de literatos famosos, hasta que conoció en carne propia la hipocresía y bajeza de su propia clase y partió a Argentina con pocos recursos, en busca de un “nuevo mundo”. Sensible, se convirtió al anarquismo al contemplar la explotación de los nativos guaraníes en los yerbales paraguayos y desde entonces no dejó de publicar en diferentes periódicos el horror de esos parajes y de la miseria. Denunció las torturas a rebeldes en Asunción y fue exiliado a Corumbá, en la frontera entre Brasil y Bolivia, pero pronto pudo volver.
Periódicos liberales en Buenos Aires y Montevideo acogieron sus escritos y alcanzó el reconocimiento que no buscaba. Samuel Blixen y otros periodistas le dieron espacio, pero su principal vocero fue su propio semanario, “Germinal”.
En 1907 tuvo a su único hijo, Alex, ya enfermó de la tuberculosis que lo llevaría a la tumba a los 34 años, el mal que compartió con los semiesclavos de las haciendas al sur del continente. Ese pueblo que lo despidió en masa cuando partió a curarse a Francia, donde ni los cuidados de su familia irlandesa lograron salvarlo.
Sus escritos inspiraron al anarquismo humanista de muchísimos latinoamericanos, como Líber Forty, quien a su vez lo dio a conocer al poeta León Felipe cuando él visitó La Paz.
Muchos escritores, españoles de la generación del 98 y latinoamericanos de la talla de Augusto Roa Bastos o Jorge Luis Borges destacan su fina pluma y, como dice el argentino, “su espíritu libre”.
Alex en mi recuerdo
Llegué a la casa de Alex en el centro de Caracas. Había sido comunista y parte de los militares rebelados contra la dictadura paraguaya. Exiliado a Argentina cuando Soledad tenía sólo tres meses, junto a su ya numerosa familia, tuvo que partir de nuevo a Uruguay y al final a Venezuela, país que en los 70 recibía a los perseguidos el Cono Sur.
Entonces se mantenía enseñando matemáticas a los colegiales. Vivía modestamente, pero con abundante amor y hospitalidad. Me enseñó a ser metódica, incluso para resolver crucigramas. Siempre tenía un pan para compartir, a veces el pan que le hacía falta. La esposa, descendiente a su vez de estirpes aristocráticas, lo acompañaba silenciosa.
Recuerdo nítidamente que me sentía cohibida de quitarle su merienda y él me corrigió: “Puedo ser pobre, no miserable”, frase aprendida para siempre, qué diferencia es la pobreza de la miseria, la austeridad que la avaricia. Hospitalidad que gocé de toda su familia. Los Barrett siempre fueron así, incluso los hijos y nietos y bisnietos que pueblan la tierra.
La pareja vio partir uno a uno a sus hijos a diferentes combates en los años incendiarios de los 60 y 70 en América Latina.
Ilicha, Nanny, Fernando
María, Ilicha, era madre de José Alejandro —el mismo nombre de mi hijo— cuando la conocí. Asilada en Bogotá parió a Bolívar, famoso desde sus diez años como niño prodigio, conocedor como pocos de insectos y alimañas.
Ilicha se relacionó más con Bolivia con el amor por un guitarrero y vivió algunos años en La Paz.
Igual que Soledad, es una cantante privilegiada y su voz hacía vibrar las peñas en Caracas y en nuestra ciudad. Todos los Barrett son músicos y lutieres pues hacen sus propios instrumentos, guitarras, con troncos de su amado Paraguay. Varios ya han muerto, como Nanny, la más famosa en el canto, que compuso “En el sur del continente” para su hermana Soledad y grabó en disco acompañada por músicos cochabambinos, también asilados en Caracas.
Fernando fue combatiente guerrillero en varios frentes y defendió los procesos socialistas en el continente.
MARIO BENEDETTI
Viviste aquí por meses o por años trazaste aquí una recta de melancolía que atravesó las vidas y las calles
Hace diez años tu adolescencia fue noticia te tajearon los muslos porque no quisiste gritar viva Hitler ni abajo Fidel
Eran otros tiempos y otros escuadrones pero aquellos tatuajes llenaron el asombro a cierto Uruguay que vivía en la luna y claro entonces no podías saber que de algún modo eras la prehistoria de ibero
Ahora acribillaron en Recife tus veintisiete años de amor templado y pena clandestina
Quizá nunca se sepa cómo ni por qué
Los cables dicen que te resististe y no habrá más remedio que creerlo porque lo cierto es que te resistías con sólo colocárteles en frente sólo mirarlos sólo sonreír sólo cantar cielitos cara al cielo
Con tu imagen segura con tu pinta muchacha pudiste ser modelo
Actriz
Miss Paraguay…
Los Barrett, rebeldes, anarquistas y marcados por la tragedia
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